MUSEO NACIONAL COLEGIO DE SAN GREGORIO
Capilla del Colegio de San Gregorio, c/ Cadenas de San Gregorio, s/n, Valladolid.
10 de mayo 2011, 20 h.
Entrada libre hasta completar aforo.
Presentación de libro "Releer a Ricardo de Orueta". Reedición del libro “Berruguete y su obra”, de Ricardo de Orueta (fundador del Museo), con motivo de la conmemoración del 450 aniversario de la muerte del primer escultor del Renacimiento español.
Organizado por el Museo Nacional Colegio de San Gregorio y CSIC.
Intervenciones:
- Eduardo Manzano, director del CCHS - CSIC.
- Miguel Cabañas, investigador del CSIC experto en la figura de Orueta.
- María Bolaños, directora del Museo Nacional Colegio de San Gregorio.
- Manuel Arias, subdirector del Museo y estudioso de la obra de Berruguete.
Ricardo de Orueta
La figura de Ricardo de Orueta es, en palabras de María Bolaños, un ejemplo revelador de la cultura española de las primeras décadas del siglo XX, de su vitalidad creativa, así como del clima político de esta etapa compleja y mal conocida de nuestra historia.
Director General de Bellas Artes entre 1931 y 1933, sus iniciativas a favor de la conservación del patrimonio cultural fueron numerosas. Su obra crucial fue, sin duda, la Ley de Protección del Tesoro Artístico Nacional. Además acometió actuaciones decisivas en la museística española, al reformular o crear nuevos centros, como el Museo Nacional de Escultura de Valladolid, su obra más entusiasta.
El estilo Orueta
La historia del arte de Ricardo de Orueta no consiste en enunciados vacíos y sentencias, sino en razonamientos y explicaciones. De esta manera, Orueta no se contenta con ensalzar las virtudes de una época como la medieval en el terreno artístico, va más allá y propone el siguiente razonamiento: la perfección estética obedece a la correlación entre forma y pensamiento. Por eso en la Edad Media, cuando el sentimiento religioso imperante y las formas en que se traduce están en completa armonía estética, se alcanza dicha perfección, no sucediendo lo mismo en el Renacimiento: «Entonces vino el empeño infantil de conciliar el cristianismo no sólo con las formas sino con las mismas ideas de la Antigüedad y la vida entera de aquellos hombres da un cambio, se paganiza la idea cristiana».
Fue en ese momento cuando, según Orueta, se dio un caso extraño en la historia de nuestra escultura que marcó su página más interesante: «Mientras las formas rientes y sensuales del arte italiano comienzan a enseñorearse de nuestro suelo, nuestro pensamiento se vuelve con insistencia hacia aquello mismo que en el siglo anterior parecía rechazar, el arte violentamente expresivo de la Europa Central, y comienza desde entonces una lucha tenaz entre el espíritu que anima la obra y sus formas exteriores».
Las reflexiones en voz alta están igualmente presentes en el libro, reflexiones atemporales que el tiempo se ha encargado de corroborar: «El arte es siempre un producto social que no le basta con la creación del genio sin una idealidad colectiva dispuesta a acogerla», y que acompañan a otras más provocativas y polémicas: «La historia de un pueblo no se reduce a la historia de su vulgo por ser el que siempre prepondera por su número y el que casi siempre realiza los actos. ¿Qué nos importan, para la historia de la pintura española, los nombres de Navarrete el Mudo, Antolinez o Cerezo? Estos podrán ser materia de historia, pero no la informarán ni marcarán sus períodos o sus direcciones como Velázquez, Goya o el Greco».
A este ejercicio se une un claro virtuosismo en el manejo del lenguaje. Las palabras de Orueta no construyen un manual de arte al uso, sino que novelizan la narración y nos dejan perlas como ésta: «Por esto las formas se han quedado sin terminar, como abriendo unos puntos suspensivos que conduzcan al infinito».
A propósito de Berruguete, Orueta marca una línea clara de separación entre el hombre y la obra «hoy por hoy lo interesante, debo confesarlo, no es Berruguete, sino su obra» y consigue definir como nadie su estilo tan característico a propósito del retablo de San Benito, refiriéndose a él como «una sucesión vertiginosa de movimientos espirituales, un griterío descompasado y estridente».
El sarcasmo y el sentido del humor también caben dentro del estilo Orueta: «Quizás sea la más típica de todas la escultura de D. Gómez Carrillo, en Sigüenza, y ésta, justo es confesarlo, sí es un muerto; y muy muerto; si en la muerte cupiera relatividad».
El libro que Orueta dedicó a Berruguete fue editado en 1917 y lleva agotado desde hace décadas. Con su reedición, el Museo Nacional Colegio de San Gregorio desea contribuir a un mejor conocimiento de nuestro patrimonio artístico y rendir homenaje a quien, como Ricardo de Orueta, puso tanto empeño en su protección y su difusión pública.
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