Un año más paseamos alguno de nuestros días de vacaciones de Semana Santa por lugares cargados de cultura, historia o paisajes idílicos. Este año fue Austria nuestro destino. Iniciamos el recorrido visitando el Castillo de Neuschwanstein, cerca de Füssen en Alemania, uno de los castillos neogóticos más conocidos. Mandado construir por Luis II de Baviera, el «rey loco» en 1866, originalmente era conocido como el nuevo Hohenschwangau, en honor del lugar donde el rey pasó gran parte de su infancia. Su nombre fue cambiado tras la muerte del rey.
El castillo de Neuschwanstein se construyó en una época en que los castillos y las fortalezas ya no eran necesarios desde el punto de vista estratégico. Nació como una pura fantasía romántica, una composición de torres y muros que pretendía armonizarse con las montañas y los lagos. Capricho excesivo para algunos, homenaje a la imaginación para otros, combina eclécticamente varios estilos arquitectónicos y su interior alberga múltiples piezas de artesanía no menos fantásticas. Su diseño no es funcional, sino estético, siendo en buena medida el producto de la mente de un escenógrafo teatral.
Ya en Austria, Innsbruck fue la primera ciudad visitada. La historia de Innsbruck se remonta hasta la Edad de Bronce, pero fueron los romanos en el año 15 A.C. quienes realmente empezaron a darle importancia. La estratégica situación de la ciudad en el cruce de dos importantes rutas sobre los Alpes la hicieron el lugar ideal para los romanos para establecer un asentamiento. Los bávaros también estaban interesados en la localización de Innsbruck, asentándose en el valle en el siglo VI. Ellos establecieron las bases de la ciudad que conocemos hoy y que durante casi 1.000 años ha sido un centro vital para el comercio y el transporte.
Ya que Innsbruck está en el centro de la cadena montañosa del Tirol, siempre ha estado envuelta en las luchas de poder del momento. Los condes de Andechs establecieron su base en la ciudad, estableciendo el primer mercado en 1180 y construyendo un puente importante sobre el río Inn que conectaba las rutas comerciales del norte y el sur de los Alpes. Desde este momento Innsbruck comenzó a prosperar.
Cuando el Conde Alberto III tomó el control de Innsbruck en 1248, la ciudad comenzó lo que se considera su era moderna. Fue nombrada capital de Tirol en 1429 y los dos siglos subsiguientes fueron sus años dorados. Maximiliano I, el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, transformó Innsbruck en un centro de aprendizaje, cultura y comercio. Él construyó el magnífico Tejado Dorado, que sigue siendo el más famoso monumento de la ciudad.
Innsbruck estuvo de vuelta en el centro del comercio austriaco ya que la Revolución Industrial había empezado. Un ferrocarril construido a través del Paso de Brenner colocó a Innsbruck en el centro del transporte regional a través de los Alpes, restableciendo su importancia tradicional. Cuando la ciudad fue anfitriona de los Juegos Olímpicos de Invierno en 1964 y 1976, Innsbruck ganó un nuevo reconocimiento, esta vez como centro de deportes al aire libre. La ciudad abrazó la nueva ola de esquiadores, quienes encontraron el equilibrio de la cultura del Viejo Continente y unas exquisitas instalaciones alpinas demasiado buenas para resistirse a ellas.
Hall in Tirol
Esta ciudad rezuma historia y grandeza por todos costados, incluso hoy en día es como retroceder en el tiempo, a otra época, paseando por sus calles adoquinadas, el sonido de sus puertas viejas, o de las campanas de la iglesia; encontraremos la paz y la tranquilidad en sus estrechas callejuelas solo alteradas por las conversaciones que se cruzan de ventana a ventana. Quizá nos sintamos inmersos en como era la vida en 1303 cuando el Duque Otto le confirió a Hall (hal=sal) el fuero municipal, la sal. Como si de oro se tratará haría la grandeza y la riqueza de esta importante ciudad, aunque esto solo sería el principio de su gran prosperidad. La ciudad se convertiría en un importante centro comercial en el río Inn, y a mediados del siglo XV la casa de moneda se estableció en este lugar.
Caballeros y príncipes ocupaban el palacio de Thaur, el cual fue ampliado en el siglo XIII convirtiéndose en la mayor fortaleza del valle del Inn. Los mineros extrajeron más de 10 toneladas de sal en el valle de Hall que era embarcada por el río Inn, convirtiéndose así la ciudad en una plataforma del comercio en Europa. Esto dió paso a que se juntarán aquí monedas procedentes de todo el mundo.
El archiduque Segismundo de Austria, un Habsburgo que gobernaría el Tirol del 1446 a 1490, llamado “el rico de las monedas” hizo trasladar en 1477 la fábrica de acuñación de monedas principescas de Merano en el sur del Tirol hasta Hall. Así se acuñaría el primer tálero en 1486, el guldiner (florín) de Hall, una moneda de plata de alta calidad que fue el origen del nombre para el dólar, y la precursora del euro. Así Segismundo se liberó de la necesidad del caro oro, la plata de Schwaz sería codiciada más allá de las fronteras nacionales y además los príncipes podían difundir sus rostros en todo el mundo. En 1567, bajo el reinado del archiduque Fernando II se trasladó la fábrica de monedas del centro histórico de Hall a la fortificación de Hasegg, al sur de la ciudad para una mejor protección.
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Stans (Castillo Tratzberg)
Hermosa castillo medieval, tuvo primero funciones defensivas contra los bávaros y más tarde fue el coto de caza del emperador Maximiliano I. Cuando el castillo se incendió en el siglo XV el emperador no lo reconstruyó sino que cambió las ruinas por otro castillo de la familia Taenzels, una familia muy rica que era dueña de una mina de plata. Esta familia fue la encargada de reconstruirlo en estilo gótico tardío que vemos hoy, con finas maderas, mármoles y detalles de hierro.
Además del estilo gótico hoy también podemos apreciar un estilo general renacentista que aparece en 1554 cuando el castillo es comprado por un rico comerciante de Augsburg. A este dueño le debe el hermoso patio interno. Los dueños siguientes, los Fluggers, hicieron nuevas reformas, de este período son la mayor parte de los muebles y decoraciones que hoy pueden verse. A partir de entonces el Castillo Tratzberg estuvo deshabitado durante 150 años hasta que en 1847 cae en manos de la familia Enzenberg por matrimonio.
En su apogeo durante la Edad Media, era un centro de minas de plata más importante que aportaron riqueza mineral, tanto para los Fugger familia de banqueros como a los emperadores de Austria. No quisimos perder la oportunidad de entrar las entrañas de esta mina y ver la recreación simulada de aquellos hombres que día a día extraían el preciado mineral en condiciones deplorables.
Alpbach
Los primeros documentos conocidos que hablan de Alpbach datan de 1150, aunque se sabe que los primeros asentamientos humanos se reconocen alrededor del año 1000, un hacha de bronce es encontrado en Steinberger Joch en 1860 sugiere que la ruta era ya conocida en el período de Hallstatt.
Los primeros cristianos llegan a la zona entre los siglos VII y VIII, son monjes irlandeses y escoceses levantan una iglesia parroquial consagrada a San Oswald.
Cataratas de Krimml
En los tres enormes saltos de agua que las componen, consiguen bajar 380 metros de altura. Son también las más caudalosas de toda Europa, con 10.000 litros por segundo de caudal.
Es la cuarta ciudad de Austria, con 150.269 habitantes, capital del estado federado Bundesland de Salzburgo y de la región homónima, una de las regiones en que se divide el país. Su nombre oficial en alemán es Salzburg “castillo sal”, y proviene de las barcas que transportaban sal en el siglo VIII y que debían pagar un impuesto, uso muy común en muchos ríos de Europa. Es mundialmente conocida por haber sido la ciudad natal de Wolfgang Amadeus Mozart, uno de los mayores genios de la historia de la música.
Se han encontrado trazas de establecimientos que datan de tiempos muy antiguos. Particularmente, en la colina de Rainberg existen indicios de una ocupación continuada desde el Neolítico hasta la conquista romana en tiempos del emperador Augusto. En la colina del castillo y en el Kapuzinerberg se han descubierto restos de fortificaciones de lo que en la Edad de Hierro fue con toda probabilidad el centro más importante del pueblo celta de los ambisontii.
Los romanos agruparon las pequeñas comunidades agrícolas en una única urbe, Juvavum, en el año 15 a.C. Es probable que el nombre no provenga de una divinidad romana, sino que fuese la adaptación de un anterior nombre celta (Iuvavo). La urbe se convirtió en municipium en el año 45 d.C. bajo el emperador Claudio (Municipium Claudium Juvavum), llegando a ser uno de los más importantes de la provincia de Noricum. El declive de Juvavum después del colapso de la frontera de Noricum fue muy rápido, de tal forma que en el siglo VII se había convertido en una “ruina total”.
Hacia el año 700 San Ruperto fundó una población en el solar del antiguo Iuvavum romano, ubicado sobre grandes minas de sal, a las cuales debe su nombre la ciudad, que se convirtió en el año 739 en sede de un obispado y en el 798, con Arno, en sede de un arzobispado.
Fue gobernado por un Príncipe-Arzobispo hasta principios del siglo XIX. Su último Príncipe-Arzobispo fue Hieronymus von Colloredo.
Palacio Herrenchiemsee
Construido en la isla del lago Chiemsee, Herrenchiemsee fue el tercer gran castillo que construyó Luis II, su obra monumental de más esplendor y su más bella creación. Este palacio era un sueño que siempre había acariciado desde que visitó por primera vez Versalles, lo que le llevó a ponerse manos a la obra y proyectar su nuevo Versalles. El palacio debería ser una réplica del modelo francés, aunque no llegó a concluirse totalmente por las ingentes sumas de dinero que requería. Por ello, se construyó solo la parte central que es prácticamente igual al original. Se construyó en solo 7 años entre 1878 y 1885. Las mayores modificaciones se encuentran en el patio central, en el que se tomó mayor libertad, mientras que la fachada al parque es igual a la del Versalles, incluso los estanques y fuentes como la de Latona tienen su réplica en Herrenchiemsee.
La Abadia, benedictina sita en Melk, uno de los monasterios cristianos más famosos del mundo. Domina el Danubio desde lo alto de un acantilado rocoso, próximo al valle de Wachau. Fue fundada en 1089, cuando Leopoldo II, soberano de Austria, entregó uno de sus castillos a los monjes benedictinos de la Abadía de Lambach. En el siglo XII se fundó una escuela, y la biblioteca de la abadía alcanzó rápidamente renombre por su extensa colección de manuscritos. El monasterio fue también un referente en la producción de manuscritos. En el siglo XV la abadía se convirtió en el centro de la Reforma de Melk, un movimiento que devolvió cierto vigor a la vida monástica de Austria y el sur de Alemania. Desde 1625 la abadía ha sido miembro de la congregación, actualmente incluida en la Confederación Benedictina.
La Abadía de Melk consiguió su impresionante aspecto barroco actual entre 1702 y 1736, tras la reforma dirigida por el arquitecto Jakob Prandtauer. Son particularmente destacables la iglesia de la abadía, con frescos de Johann Michael Rottmayr, y la magnífica biblioteca, con incontables manuscritos medievales y frescos de Paul Troger. Debido a su fama y altura académica, Melk consiguió escapar a la disolución bajo José II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, mientras muchas otras abadías austríacas fueron confiscadas y disueltas entre 1780 y 1790. La abadía consiguió sobrevivir otras amenazas a su existencia durante las Guerras Napoleónicas, e incluso en el periodo siguiente al Anschluss, la anexión nazi de Austria en 1938.
Para cerrar el viaje nada mejor que hacerlo en la ciudad imperial por excelencia, la ciudad que siempre fue el centro de la vida cultural europea, de Viena no es para contar nada es para visitarla y perderse por sus calles, visitar todo su patrimonio artístico y documentarse en profundidad de toda su historia.
Informe y fotografías: Jesús Santos
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