REAL IGLESIA PARROQUIAL DE SAN MIGUEL Y SAN JULIÁN
Calle San Ignacio 8, Valladolid
La iglesia de San Miguel y San Julián se encuentra enclavada en una zona urbana de Valladolid de gran monumentalidad, rodeada de históricos conventos y elegantes palacios, entre ellos el monasterio de San Benito y el palacio de Fabio Nelli. El edificio tiene su origen en 1543, cuando dos padres jesuitas llegados de Lisboa, Pedro Fabro y Antonio de Araoz, fundaron la Casa Profesa de la Compañía de Jesús bajo la advocación de San Antonio de Padua por establecerse en el local de dicha cofradía.
El actual templo se inicio en 1580, sobre planos del jesuita Giuseppe Valerani, y se terminó en 1591, interviniendo en la construcción otros dos jesuitas, Juan de Tolosa y Fernández de Bustamante.
Más tarde, en 1610, su principal benefactora sería doña Magdalena de Borja, condesa de Fuensaldaña y sobrina-nieta de san Francisco de Borja, que mediante la fundación de un patronazgo, que fue legado a la Compañía, favoreció la creación del Colegio de San Ignacio, un importante centro de espiritualidad jesuítica dotado de aulas, biblioteca, botica, una iglesia de grandes proporciones y una capilla relicario. A su actividad estarían vinculados destacados personajes, especialmente influyentes escritores y místicos, de gran trascendencia en la vida social de la ciudad.
Durante esos años el centro jesuítico fue acumulando un ingente patrimonio artístico que, sensiblemente mermado, todavía es apreciable en las actuales dependencias conservadas, prácticamente reducidas a la iglesia, que sigue el modelo jesuítico de la Colegiata de Villagarcía de Campos, a su vez deudora de las experiencias de Vignola en la iglesia del Santo Nombre de Jesús de Roma, casa madre de la Compañía, y de Juan de Herrera en El Escorial.
Tras la expulsión de los jesuitas en 1767, por decreto de Carlos III, cesó la actividad de la Casa Profesa, que ocho años después fue reconvertida, por Real Cédula, en la Real Iglesia Parroquial de San Miguel y San Julián, asumiendo la advocación de dos templos vecinos que acabaron siendo derribados por su estado ruinoso: el de San Miguel (situado en el centro de la plaza actual del mismo nombre) y el de San Julián y santa Basilisa (en la esquina de la calle de San Ignacio, justo detrás del ábside de San Benito). Diversas obras artísticas de estos dos templos serían reaprovechadas, pasando a engrosar el patrimonio de la actual iglesia, que ofrece un notable conjunto de pintura y escultura barroca en el que figuran abundantes obras relacionadas con su pasado jesuítico.
Los efectos de esta reconversión son apreciables en la misma fachada de la iglesia, que sigue una estructuración típicamente jesuítica, sin alardes decorativos, donde se combina la piedra y el ladrillo enlucido junto a una portada adintelada y coronada por la figura gótica de San Miguel Arcángel, obra procedente de la fachada de la primitiva iglesia que vino a sustituir a la imagen de San Ignacio. Del mismo modo un poco más arriba, por encima de la cornisa, el escudo de Carlos III, rodeado por el Toisón de Oro, sustituye desde 1775 al antiguo emblema de la Compañía que mostraba el anagrama JHS. Sin embargo, a los lados de la portada, se han conservado los emblemas pétreos de doña Magdalena de Borja Oñez y don Juan Urbán Pérez de Vivero, condes de Fuensaldaña, que ostentaron el patronato del templo desde su construcción y que están enterrados en los muros del presbiterio.
La iglesia se ajusta a la armonía del prototipo jesuítico vignolesco, con una sola nave cuyos tramos están marcados por pilastras corintias adosadas de orden gigante, amplias capillas laterales comunicadas entre sí por atajos y un crucero no destacado en planta. Se cubre con bóveda de cañón, arcos fajones y lunetos con ventanas termales en la nave, mientras las capillas presentan bóvedas vaídas, todo ello con discreta decoración de yeserías que se complican en la decoración geométrica de círculos y rombos de la cúpula del crucero. Como es habitual en Valladolid, el templo presenta una gran elegancia a partir de los modestos materiales empleados en su construcción, mayoritariamente ladrillo y tapial, siendo también destacables sus valores acústicos, lo que favorece la celebración en el templo de continuos conciertos públicos.
La iglesia de San Miguel y San Julián ofrece el aliciente de conservar una importante colección de tallas de Gregorio Fernández que oscilan desde la primera etapa de este gran maestro barroco hasta su última producción en plena madurez, todas ellas en los más variados modelos, como figuras exentas, santos de vestir, bustos relicarios, un sepulcro en piedra e imágenes procesionales, acompañándose de abundantes muestras que evidencian el rastro dejado por este artista entre sus seguidores. Igualmente es destacable la colección pictórica distribuida por los muros de todas sus dependencias.
RETABLO MAYOR
Adrián Álvarez, 1595 - Con obras reaprovechadas de Gregorio Fernández de 1606.
La imponente maquinaria fue finalizada en 1595 por el escultor Adrián Álvarez, hijo de Manuel Álvarez, discípulo de Berruguete, y a su vez maestro de Francisco de Rincón y Pedro de la Cuadra. Su articulación se inspira en el modelo escurialense, con banco, dos cuerpos de gran altura y ático, dividido verticalmente en tres calles separadas por columnas monumentales y dos entrecalles laterales con hornacinas entre los intercolumnios, intercalando pinturas de Francisco Martínez, colaborador habitual del escultor, con el que también colaboró en este retablo el palentino Pedro de Torres. El programa iconográfico aborda temas relacionados con la vida de Cristo, con los altorrelieves de la Adoración de los Pastores y la Presentación en el Templo en el primer cuerpo y la Resurrección y el Pentecostés en el segundo, que junto al Calvario y las figuras de los Cuatro Evangelistas del ático son obras personales de Adrián Álvarez, como los magníficos relieves de Virtudes del banco, en las que se ha querido apreciar la participación de Francisco de Rincón.
No obstante, el retablo presenta una considerable colección de obras de Gregorio Fernández, realizadas en 1606 y procedentes de la primitiva iglesia de San Miguel, que fueron recolocadas en este retablo en 1775. Entre ellas la imagen titular de San Miguel, que sustituyó a la de San Ignacio de Loyola en la hornacina central, y las de los apóstoles San Pedro, San Pablo, San Felipe y Santiago, que ocuparon en las hornacinas laterales el lugar de otras imágenes desaparecidas, un apostolado que muestra la gran corrección formal de la primera etapa de Gregorio Fernández y la influencia en la época de los rotundos modelos miguelangelescos.
Se acompaña con las imágenes de los arcángeles San Gabriel y San Rafael colocadas en la embocadura del presbiterio, reuniendo de esta manera tres de las figuras de arcángeles más bellas de toda la producción de Gregorio Fernández. San Miguel aparece revestido a la romana como jefe de los ejércitos celestiales, con túnica, coraza y manto, portando un escudo con el anagrama de su nombre (quién como Dios) y sujetando una lanza que clava en el cuello del diablo vencido, aquí representado en forma de un joven andrógino y suplicante. El modelo sería repetidamente copiado en toda la escuela castellana.
San Gabriel aparece caracterizado como mensajero divino —anunció a María la encarnación de Cristo—, realizando un saludo con su mano izquierda y portando un cetro, a modo del caduceo del dios Mercurio, mensajero de los dioses, en su mano derecha. Por su parte, la figura de San Rafael hace referencia a su viaje junto a Tobías, destacando su condición de peregrino mediante una esclavina, un zurrón y un bordón, y a su papel de sanador y ahuyentador del demonio en el episodio bíblico mediante las vísceras del pez que sujeta en su mano. Las tres figuras presentan cuellos alargados, para facilitar la visión del rostro colocados en lugares de cierta altura, elegantes posturas de contrapposto y gestualidad manierista, revestidos de túnicas con plegados naturalistas y ornamentadas con bellas labores a punta de pincel, lo mismo que sus alas coloristas.
SEPULCRO DE LOS CONDES DE FUENSALDAÑA
Gregorio Fernández, 1617
En el lado del Evangelio del presbiterio, en un lugar privilegiado, se abre en el muro un arcosolio que contiene las esculturas orantes de los Condes de Fuensaldaña, que presenta la peculiaridad de ser una de las pocas obras realizadas por Gregorio Fernández en piedra, en este caso alabastro, estando datadas en 1617 para ser colocadas bajo una estructura arquitectónica organizada como un arco de triunfo y coronada por el emblema familiar, realizada en 1611 por Francisco de Praves. En ella aparecen las figuras de doña Magdalena de Borja Óñez y Loyola, fundadora del patronazgo, y su esposo don Juan Urbán Pérez de Vivero, según figura en la inscripción de la lápida inferior. Ambos ricamente engalanados y postrados en actitud orante ante un reclinatorio cubierto con brocados y cojines, junto al que descansa la celada con los penachos condales. El conde viste armadura, gola al cuello y se cubre con manto, mientras que la condesa luce un sofisticado traje y peinado de acuerdo a la moda de la época, ambos con gran dignidad. Las figuras siguen de cerca los modelos aportados en la corte por Pompeo Leoni, estando considerada la mejor escultura funeraria realizada en Valladolid en el siglo XVII.
RETABLOS DE SAN FRANCISCO JAVIER Y SAN IGNACIO DE LOYOLA
Gregorio Fernández, 1620
Se trata de dos retablos relicarios colocados a los lados del testero en los que participaron los ensambladores Cristóbal, Francisco y Juan Velázquez, que tomaron como modelo un grabado con un diseño de Girolamo Rainaldi realizado en 1610 para la fachada del Vaticano con motivo de la canonización de San Carlos Borromeo. Toda la escultura corresponde al taller de Gregorio Fernández e incluye obras en bulto redondo, relieves y una colección de bustos-relicario que fueron realizados entre 1612 y 1622.
El retablo relicario de San Francisco Javier, en el lado del Evangelio, antaño disponía de una puerta situada a la izquierda del altar que daba acceso a la capilla relicario. Todo el retablo es en sí mismo un relicario, con hornacinas que contienen los bustos de Santa Apolonia, Santa Cecilia, Santa Águeda y Santa Lucía, junto al de San Agustín en el centro del remate. A su lado el relieve de la Anunciación, dos medallones con santos y a los lados las imágenes de Santiago y de San Antonio de Padua, destacando entre ellas la imagen de San Francisco Javier, realizada por Gregorio Fernández en 1620, que muestra al misionero con el hábito jesuita y enarbolando una cruz, con un impresionante trabajo naturalista en la disposición del hábito, con los habituales pliegues quebrados, y en la cabeza, que lleva aplicados ojos de cristal.
Al otro lado repite el mismo esquema el retablo relicario de San Ignacio de Loyola, cuyos bustos-relicario corresponden a Santa Inés, Santa Margarita, Santa Catalina y Santa Bárbara, con San Ambrosio en el centro de la parte superior. Debajo de él, un relieve con la Visión de San Ignacio de Cristo llevando la cruz y a los lados las esculturas de San Andrés y San Juan y los santos hermanos San Cosme y San Damián dentro de medallones con forma de tarjetas. La hornacina principal está ocupada por la imagen de San Ignacio de Loyola vestido de jesuita y portando una iglesia en su mano como fundador de la Compañía de Jesús. En la cabeza se ha querido encontrar el valor de un retrato, pues según la leyenda el rostro fue obtenido de una mascarilla mortuoria. La dedicación de este retablo al santo de Azpeitia venía a celebrar su beatificación el 27 de julio de 1609, después canonizado por el papa Gregorio XV, junto a San Francisco Javier, al que está dedicado el retablo con el que forma pareja, el 12 de marzo de 1622.
CAPILLA DE SAN ANTONIO DE PADUA
Gregorio Fernández, h. 1606
Esta capilla, situada en el lado del Evangelio, fue fundada en 1632 por don Juan de Benavente y su hija doña Antonia, según reza la inscripción colocada junto a los escudos familiares. Su interés radica en su advocación, ya que la Casa Profesa se levantó sobre el primitivo local de la Cofradía de San Antonio, manteniendo con ella la vieja tradición. También ofrece especial interés la imagen del santo titular, una de las pocas imágenes de vestir realizadas por Gregorio Fernández (existe otro San Antonio similar en el Museo Marés de Barcelona), con el cuerpo tallado desnudo, estando datada en torno a 1606.
CAPILLA DE LA BUENA MUERTE
Esculturas de varios autores
Está situada en el lado de la Epístola y presidida por un fastuoso retablo que constituye una de las muestras más espectaculares del barroco en Valladolid. Sigue una estética próxima ala barroco granadino y su iconografía gira en torno al Santo Cristo de la Buena Muerte y al Corazón de Jesús, dos devociones impulsadas en el templo por el Padre Villar, según recoge Canesi. El retablo, concebido como un camarín, simula un templo con bóvedas decoradas con casetones recubiertos de espejos, ofreciendo a tres alturas y en espacios completamente diferentes escenas relativas a la Pasión.
La hornacina principal, flanqueada por grandes columnas con forma de estípites que en su base presentan los relieves de los Cuatro Evangelistas, alberga las figuras de Cristo crucificado, la Virgen, San Juan y la Magdalena, grupo que conforma el paso procesional del Monte Calvario. Ha sido atribuido por Jesús Urrea al escultor asturiano Juan Alonso Villabrille y Ron (1663-1732), en cuyos modelos sigue el prototipo de crucificado creado en Valladolid por Juan de Juni y en el resto de las figuras los establecidos por Gregorio Fernández.
En el ático, sobre una enorme ménsula que se continúa en una gruesa cornisa ondulada, se asienta el grupo de la Piedad, allí colocada desde el 1 de mayo de 1738, cuando fue llevada en procesión desde el convento de Santa Ana. Es atribuida al escultor Alejandro Carnicero, activo en Valladolid aquellos años y autor de un modelo similar para la catedral de Coria (Cáceres).
Sin duda, lo más original del retablo es el camarín inferior con función de Santo Sepulcro, único en Valladolid, cerrado por dos puertas que cumplen la función de frontal de altar y que sólo se abrían en determinadas funciones litúrgicas. Su interior, decorado con arquerías sobre estípites y pinturas de ángeles, alberga un magistral Cristo yacente de Gregorio Fernández, obra elaborada en torno a 1627 que constituye el punto culminante alcanzado por el maestro en este modelo iconográfico tan repetido en su taller, una obra maestra de la escultura barroca española. Se acompaña de la Virgen de la Amargura, una imagen de Juan Alonso Villabrille y Ron que fusiona los modelos de la Virgen de las Angustias de Juan de Juni y de las "Piedades" de Gregorio Fernández.
A los lados del retablo se disponen peanas con los bustos de un Ecce Homo y una Dolorosa, obras relacionadas con el granadino Alonso de Mena, y sobre ellos, a tres alturas, relieves con coloristas escenas pasionales posiblemente realizadas por Pedro de Sierra: Cristo prediciendo su Pasión, la Flagelación, el Camino del Calvario y los Improperios, que se completan a la altura del ático con la Exaltación de la Cruz y el Descendimiento.
Esta capilla es el origen del establecimiento en esta iglesia, como sede canónica, de la Cofradía del Descendimiento y Santo Cristo de la Buena Muerte, que participa en la Semana Santa de Valladolid con el desfile de sus imágenes.
Otras obras de la iglesia:
- San Siro, talla ambientada en una cueva de ermitaño que fue realizada en 1738 por Pedro de Sierra.
- La Magdalena penitente, talla de 1664 que sigue el modelo de Pedro de Mena.
- Inmaculada del siglo XVIII, obra del círculo de Pedro de Sierra.
- Inmaculada de 1670, atribuida a José de Rozas.
- Cristo con el hábito jesuita, pintura de Diego Valentín Díaz.
SACRISTÍA
Es una sala monumental que conserva el pavimento y mobiliario original del siglo XVII. Está presidida por un enorme trampantojo pintado que finge un retablo con forma de camarín en el que aparece la imagen pintada de la Inmaculada bajo un tabernáculo central y una colección de floreros a dos alturas, todo ello obra del palentino Felipe Gil de Mena. Se completa con la escultura de San Miguel en el ático, obra dieciochesca del círculo de José de Rozas, que a modo de transparente aprovecha como hornacina luminosa el ventanal de la nave.
La sacristía, hoy adaptada como museo, acoge una notable colección de mobiliario, pintura y escultura barroca, destacando la serie de La Apoteosis de la Eucaristía, con el cuadro principal de Felipe Gil de Mena y otros realizados por Bartolomé Santos, Diego Díez Ferreras y Cristóforo Cogenaga copiando los cartones para tapices pintados por Rubens para las Descalzas Reales de Madrid. Son interesantes la pintura de Cristo con la venerable Marina Escobar de Diego Valentín Díaz, la Sagrada Familia de Gregorio Martínez, Jesús camino del Calvario del círculo de Morales y una colección de seis pinturas de santas de origen inglés realizada por el flamenco Juan de Roelas, ordenado sacerdote en Valladolid, originariamente integrantes de los retablos de San Siro y de la Virgen del Carmen. Una importancia especial revisten, por su rareza, dos pinturas alemanas del siglo XVI, colocadas a los lados del retablo, que con la forma de curiosas anamorfosis presentan los retratos del emperador Carlos V y de su esposa la Emperatriz Isabel.
Junto a ellos un prolífico catálogo de pinturas con santos jesuitas y obras devocionales que se alternan con numerosas esculturas, entre las que destacan un San Juan Niño realizado en 1661 por Juan Rodríguez y un crucifijo de marfil de Miguel Ángel Leoni.
Numerosas obras artísticas decoran también la antesacristía, entre ellas una Sagrada Familia pintada en 1662 por Diego González de Vega, cuatro pinturas de Francisco Martínez y un curioso artilugio de relojería del siglo XVI.
CAPILLA DEL RELICARIO
Constituye un espacio muy característico de los templos jesuíticos, presidido por un pequeño retablo y con la totalidad de sus muros decorados y recorridos por peanas a varios niveles sobre las que descansan numerosos relicarios de las formas y tipología más variada: retablitos, arquetas, urnas, viriles, obeliscos, brazos, bustos, cruces, etc. Entre ellos sobresalen seis grandes bustos realizados por Gregorio Fernández en 1616 que representan a San Gregorio Papa, San Gregorio Nacianceno, San Jerónimo, San Ambrosio, San Basilio y San Atanasio. Ajustado a los modelos de este gran maestro, en un pequeño retablo-relicario, presidido por la figura de la Virgen con el Niño y San Miguel, aparece un apostolado completo y los cuatro evangelistas realizados por sus seguidores, una obra de extrema exquisitez. La abigarrada capilla incluye imágenes del Niño Jesús y diversas pinturas, configurando un sorprendente espacio que, a modo de sancta santorum, es testimonio de la religiosidad de otro tiempo.
HORARIO DE VISITAS:
Mañanas, de 10,30 a 13,30 h. / Tardes, de 17 a 19 h.
Visitas de grupos: Concertar visita en tel. 983 353 059 o por correo sanmiguelysanjulian@planalfa.es
TARIFA:
Donativo a voluntad.
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