BUEN PASTOR
Y APOSTOLADO
Cristóbal
García Salmerón (Cuenca, h. 1603-Madrid, h. 1666)
Segundo
tercio del siglo XVII
Óleo sobre
lienzo
Museo
Diocesano y Catedralicio, Valladolid
Pintura
barroca española
La serie pictórica del Apostolado, que incluye la representación del Buen Pastor, es uno de los conjuntos más interesantes de cuantos
recalaron en la catedral de Valladolid, hoy colocado en lo que fuera Sala
Capitular, dependencia integrada en el Museo Diocesano y Catedralicio,
donde la magnífica serie barroca, después de haber sido restaurada, está
pidiendo a gritos un nuevo tratamiento expositivo, como se ha realizado con otras piezas del
mismo museo, en el que, es justo reconocerlo, se van restaurando paulatinamente
las impresionantes obras que contiene, trabajos que siempre vienen
condicionados por la disposición económica.
Tanto el Apostolado
como la pintura del Buen Pastor son
obra de Cristóbal García Salmerón, un pintor de difusa biografía que vivió la
efervescencia de la pintura barroca española de la primera mitad del siglo XVII en la órbita toledana y que, a la vista de sus obras conservadas, durante el reinado de Felipe IV
encontró un cauce expresivo en la representación de "apostolados" que siguen
distintos planteamientos iconográficos.
De ellos, se conservan tres completos. El Apostolado que realizara en 1648 para el
monumento de Semana Santa de la catedral de Cuenca, que actualmente cubre los
muros de la Sala Capitular de esta catedral, donde las figuras de los apóstoles
aparecen de cuerpo entero, con sus atributos y colocados sobre fondos
arquitectónicos tomados de grabados de Hans Vredeman de Vries; el Apostolado del Colegio Apostólico de la
Santísima Trinidad de Valencia, con lienzos de pequeño tamaño y formato
ochavado; y finalmente el Apostolado
de la Sala Capitular de la catedral de Valladolid, realizado a mediados del
siglo XVII, con las figuras de los apóstoles de medio cuerpo y sujetando
cartelas en las que aparecen plasmados sucesivos versículos del Credo, en ambos
casos con inscripciones que identifican a cada apóstol y acompañados de una
decimotercera pintura con la figura de Cristo caracterizado como el Buen Pastor.
Cristóbal García Salmerón. Detalle del Apostolado realizado en 1648 Sala Capitular de la Catedral de Cuenca |
Si la presencia de la serie conquense encuentra su
justificación en haber sido Cuenca la ciudad natal del pintor, Jesús Urrea
apunta la posibilidad de que la llegada del Apostolado
a la catedral de Valladolid se debiera a una donación del vallisoletano don
Carlos Venero y Leyva, capellán de Felipe III, canónigo de la catedral de
Toledo y mecenas benefactor de la catedral de Valladolid entre 1615 y 1639. La
familia de este personaje estaba muy ligada a Valladolid por haber sido su
padre, Andrés de Venero Leyva, catedrático de Vísperas y Cánones del
vallisoletano Colegio de Santa Cruz en 1548 y fiscal y oidor del Consejo y
Contaduría de Castilla en 1554, cargos que desempeñó antes de llegar a ser el
primer presidente de la Real Audiencia de Santafé de Bogotá.
Según descripciones de Fray Matías de Sobremonte1,
este magistrado disponía del panteón familiar en la capilla de Santa Catalina
del convento de San Francisco de Valladolid, donde fue enterrado junto a su
esposa, María Hondegardos, y sus hijos Jerónimo y Carlos Venero Leyva, siendo
este último quien continuó el patronazgo sobre dicha capilla. A consecuencia de
la Desamortización y del posterior derribo del convento franciscano, las
señoriales esculturas orantes de sus enterramientos fueron trasladadas a la capilla
de San José de la catedral de Valladolid, donde todavía permanecen.
LA PINTURA DEL BUEN PASTOR COMO CABEZA DE LA SERIE
Esta magnífica pintura es suficiente para colocar a
Cristóbal García Salmerón en un lugar destacado entre los pintores activos en
España a mediados del siglo XVII. Con un evidente sentido catequético, en ella
aparece Cristo portando sobre los hombros la oveja perdida, sujetando con una
mano las patas traseras y con otra las delanteras, al tiempo que porta una
cartela con una inscripción que tiene el valor de una declaración de
principios: "Ego sum pastor bonus et cognosco oves meas et cognoscuntm
meae" (Yo soy el Buen Pastor y
conozco mis ovejas y ellas me conocen a mí).
Tan simbólica representación hunde sus raíces en los
frescos paleocristianos que desde el siglo II aparecieron en las catacumbas
romanas, donde la figura griega del Hermes Crióforo fue cristianizada para
representar a Cristo como Buen Pastor. Esta iconografía, que durante la Edad
Media perdió fuerza a favor de la Crucifixión, reapareció en Portugal y Francia
durante el Renacimiento, mientras que en España fue el espíritu barroco,
alentado por la Contrarreforma, el que favoreció la reaparición del tema
principalmente bajo dos modalidades iconográficas: el Niño Jesús como Buen Pastor y la Virgen como Divina Pastora2.
La figura de Cristo, sumamente idealizada, se
recorta sobre un fondo neutro, adquiriendo valores escultóricos por los fuertes
contrastes de luz, siguiendo la estela de Pedro Orrente, maestro con el que
Cristóbal García Salmerón se formó en Toledo. De forma bien calculada, la mayor
luminosidad se concentra en la cabeza y el cordero, permitiendo contrastar la
tersura del rostro joven y naturalista de Jesús, girado hacia la izquierda, con
la textura de la piel del cordero, que recuerda tanto las experiencias
venecianas de los Bassano como las españolas de Zurbarán. La túnica, en rosa
pálido, y el manto, en un azul grisáceo poco estridente, producen pliegues que
sitúan la figura en una penumbra que recuerda a Caravaggio, destacando sobre
ellos el blanco de la cartela, presentada a modo de trampantojo o naturaleza
muerta y con los caracteres de gran tamaño para poder ser leídos a distancia.
También en la etapa final de su carrera Cristóbal
García Salmerón realizó otra versión mimética del Buen Pastor para el convento del Carmen Calzado de Madrid. En ella
el rostro de Cristo está menos dulcificado y el color de la túnica es algo más
intenso. Actualmente pertenece al Museo del Prado, que la tiene cedida en
depósito a la iglesia de San Jerónimo el Real de Madrid.
EL APOSTOLADO DE VALLADOLID
Siguiendo el modelo del Buen Pastor, en los lienzos aparecen los doce apóstoles, en figuras
de algo más de medio cuerpo, identificados con sus tradicionales atributos y
mostrando al espectador una serie de cartelas con grandes inscripciones en las
que se plasman ordenadamente los versículos del Credo.
Como elementos comunes, todos comparten un
tratamiento naturalista sobre un fondo neutro que obliga a fijar la mirada en
los detalles y la caracterización de los personajes, que mediante fuertes
contrastes de luz adquieren un sentido escultórico en un entorno tenebrista.
Asimismo, todos ellos aparecen acompañados en la parte superior por grandes
inscripciones que les identifican, personalizando a cada uno de ellos a través
del variado colorido de sus túnicas y mantos y por el trabajo personalizado de
sus cabezas, en su mayor parte giradas de tres cuartos, para representar todo
un catálogo de seres humanos de diferentes edades y facciones, de rostros y
actitudes muy expresivas, siendo constante en todos ellos los desgarros o
jirones en la indumentaria —casi con aspecto de mendigos— que recuerdan el
naturalismo de Ribera.
Las pinturas fueron restauradas en 2011 con motivo de su
presentación en la exposición "Passio", de Las Edades del Hombre,
celebrada conjuntamente en Medina del Campo y Medina de Rioseco.
Según las frases de las cartelas que componen el Credo, se establece el
siguiente orden secuencial:
San Pedro
Representado como un hombre anciano, con pronunciada
calvicie y barba poblada y canosa, viste una túnica con remiendos en los
hombros y un manto con rasgaduras, sujetando en su mano derecha el tradicional
atributo de las llaves.
San Juan
Es el personaje más joven de la serie, luce una
discreta perilla, se dispone frontalmente y levanta su mirada al cielo. En su
mano derecha porta un cáliz como alegoría del veneno que se le ofreció a beber
y que quedó neutralizado al bendecir el apóstol la copa.
Santiago el Mayor
Su composición es una de las más bellas de la serie,
con el santo portando atributos de peregrino, como el bordón y la calabaza
sujeta a la cintura.
San Andrés
Representado como un venerable anciano de largas
barbas y un manto con fuertes contrastes de claroscuro. Sujeta la
característica cruz en forma de aspa en que fue martirizado.
San Felipe
El santo aparece aferrado a la cruz en que fue
crucificado en la ciudad de Hierápolis.
Santo Tomás
Es posiblemente la figura más dramática de la serie
por su anatomía huesuda, la dureza del rostro y su indumentaria harapienta.
Sujeta una lanza como alusión a su martirio en la India.
San Bartolomé
Entre un contrastado manto blanco muestra el
cuchillo con el que fue despellejado y después decapitado. El tratamiento del
manto recuerda las pinturas de Zurbarán.
San Mateo
Caracterizado con larga barba negra, junto a la
lanza de su martirio sujeta un gran libro que alude a su condición de
evangelista.
Santiago el Menor
Con barba y larga melena, sujeta el característico
trozo nudoso de la pértiga con la que sufrió el martirio de un golpe en la
cabeza.
San Simón
Aparece como un hombre maduro que sujeta como
atributo la sierra con la que fue martirizado en Asia menor.
San Judas
De aspecto joven, es el único de los apóstoles
desprovisto de atributo. Aparece en posición frontal, con la mano derecha al
pecho y la mirada a lo alto, en gesto de sumisión.
San Matías
Según los Hechos de los Apóstoles, fue nombrado apóstol póstumo, en sustitución de Judas Iscariote, cuando éste y Jesús ya habían muerto. Termina la serie ladeado hacia la derecha y
mostrando en su mano una de las piedras con las que sufrió el martirio de
apedreamiento en la Betlaschila.
Cristóbal García Salmerón. Buen Pastro y San Juan. Museo del Prado (Fotos Museo del Prado) |
La iconografía de los apóstoles portando filacterías
con frases del Símbolo de la Fe comenzó a difundirse en el siglo XV para
recordar que, según la tradición, cada apóstol habría aportado una frase el día
de Pentecostés para resumir las aportaciones básicas de sus predicaciones por
el mundo, dando lugar el llamado "Credo corto". Siguiendo esta
intencionalidad, en el siglo XVI se difundieron las series de grabados de
Hendrik Goltius, Anton Wierix y Pieter Van der Heyden3. En España
los precedentes directos podemos encontrarlos en los Apostolados realizados por El Greco y su taller en 1600 y 1614.
Cristóbal García Salmerón también fue el autor de
otro Apostolado que pertenece al
Museo del Prado y que es muy similar al de Valladolid. Del mismo sólamenteo se
conservan siete lienzos que se hayan repartidos: el de San Juan permanece en el Prado; San
Pedro, Santiago el Mayor, Santiago el Menor y
Santo Tomás se hallan en depósito en el palacio episcopal de
Mondoñedo (Lugo); San Simón en
depósito en el Museo Municipal de Játiva (Valancia) y San Bartolomé, igualmente como depósito del Prado, en el Museo
Provincial de Ciudad Real.
Juan Andrés o Ignacio de Prado. Detalle de Apostolado, 1725 Iglesia de San Felipe Neri, Valladolid |
En Valladolid se conserva otra serie que responde a
esta iconografía del Credo, con los apóstoles representados de cuerpo entero,
colgada por la nave y los soportes de la iglesia de San Felipe Neri. Un
conjunto realizado en 1725 que unos atribuyen a Juan Andrés y otros a Ignacio
de Prado.
BREVES APUNTES SOBRE EL PINTOR CRISTÓBAL GARCÍA SALMERÓN
Este pintor barroco nació en la ciudad de Cuenca
hacia 1603 y, según Palomino4, se formó como discípulo en el taller
que el murciano Pedro Orrente (1580-1645) tenía instalado en Toledo, donde pudo
tomar contacto con el gusto por la pintura veneciana, especialmente de los
Bassano, asumiendo también las influencias del florentino Vicente Carducho y de
la obra que Luis Tristán y Juan Bautista Maíno realizaban en la escuela
toledana.
Cristóbal García Salmerón. Teresa de Jesús con benefactora, mercado del arte |
Su primera obra firmada es San Julián, obispo de Cuenca, realizada en 1637 para la catedral de
Málaga. También firmado está el Retablo
de San Juan Bautista de la catedral de Cuenca, ciudad en la que en 1642
pintó una Fiesta de toros (celebrada
cuando Felipe IV pasó por Cuenca camino de Cataluña) que Palomino conoció en el
Alcázar de Madrid. En 1648 realizaba el Apostolado
ya citado de la catedral de Cuenca y se le atribuye un San Juan Evangelista del Museo del Greco en Toledo.
En fecha imprecisa Cristóbal García Salmerón se
trasladó a Madrid, donde pintó los Apostolados
de la catedral de Valladolid y del Museo del Prado (serie fragmentaria),
demostrando la búsqueda del mayor naturalismo y el apego a los modelos de Pedro
Orrente hasta la etapa final de su vida profesional5. También en Madrid pintó
escenas devocionales para la nobleza, como Teresa
de Jesús con una benefactora (mercado del arte). Murió en la capital de
España alrededor de 1666.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
Atribuido a Cristóbal García Salmerón San Juan Evangelista. Museo del Greco, Toledo |
NOTAS
1 SOBREMONTE, Fray Matías de: Historia
del Convento de San Francisco de Valladolid. Manuscrito conservado en la
Biblioteca Nacional de Madrid con la signatura MSS/19351.
2 VELASCO GALLEGO, Santiago: El
Buen Pastor. En Passio - Las Edades del Hombre, Medina del Campo y Medina
de Rioseco, Valladolid, 2011, p. 310.
3 ANDRÉS GONZÁLEZ, Patricia: Apostolado.
En Credo - Las Edades del Hombre, Arévalo, 2013, p. 234.
4 PALOMINO, Antonio: El museo
pictórico y escala óptica III. El parnaso español pintoresco laureado.
Madrid : Ed. Aguilar, Madrid, 1988.
5 ANGULO IÑÍGUEZ, Diego y PÉREZ SÁNCHEZ, Alfonso E.: Historia de la pintura española. Escuela
toledana de la primera mitad del siglo XVII. Instituto Diego Velázquez,
CSIC, , Madrid, 1972, pp. 359-371.
* * * * *
Hola, buenas tardes, ¿las fotografías son propias o te las han facilitado desde alguna institución? Gracias de antemano. Un saludo.
ResponderEliminarComo figura al final del artículo, las fotografías han sido realizadas por el autor del mismo, siendo, por tanto originales.
ResponderEliminar