TRIUNFO DE
LA FE EN LA EUCARISTÍA SOBRE LA CIENCIA Y LA FILOSOFÍA
Bartolomé
Santos (activo en Valladolid entre 1648 y 1661)
Hacia 1660
Óleo sobre
lienzo
Sacristía de
la Real Iglesia de San Miguel y San Julián, Valladolid
Pintura
barroca. Escuela de Valladolid
Pedro Pablo Rubens. Cartón del Triunfo de la Fe en la Eucaristía, 1625 Museo del Prado (Foto Museo del Prado) |
El pintor Pedro Pablo Rubens fue uno de los artistas
que en el siglo XVII realizó una de las mayores aportaciones a la divulgación
de los ideales de la Contrarreforma. Posiblemente, ni siquiera él mismo
llegaría a imaginarse la repercusión que tendrían en el ámbito de la Iglesia
Católica las escenas alegóricas, de contenido decididamente propagandístico,
debidas a su talento creativo y a su incomparable dominio del oficio.
Uno de los casos más significativos en su producción
fue la serie de veinte cartones que con el tema de la Apoteosis de la Eucaristía realizara en torno a 1622-1625 por
petición de la infanta Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II y gobernadora de
los Países Bajos, para ser trasladados a tapices monumentales destinados al
monasterio de las Descalzas Reales de Madrid, ocupado por monjas clarisas desde
que fuera fundado en 1559 por Juana de Austria, hija de Carlos V y hermana de
Felipe II, por el que la infanta sentía una especial predilección. Su finalidad
era decorar y realzar el convento en las grandes solemnidades, como en la
celebración del Corpus Christi, siendo oportuno recordar que, en aquella época,
los tapices de manufactura flamenca llegaron a ser objetos más suntuarios que
las propias pinturas. En este caso, los tapices fueron elaborados en Bruselas
en el prestigioso taller de Jan II Raes, entre 1627 y 1632, y posteriormente
enviados a la Corte española, conservándose todavía la serie en dicho convento
madrileño.
Tapices de Bruselas sobre diseño de Rubens. Triunfo de la Fe en la Eucaristía Izda: Catedral de Toledo. Dcha: Iglesia de San Millán de Oncala (Soria) |
De aquellos exitosos cartones de Rubens, entre los
que figuraba el titulado Triunfo de la Fe en la Eucaristía, además de la citada serie de las
Descalzas Reales de Madrid, se llegarían a hacer varias versiones más de
tapices, entre las que podemos citar la serie conservada en la catedral alemana
de Colonia, los seis de la catedral de Toledo, encargados por el cardenal Luis
Manuel Fernández Portocarrero (1635-1709) y elaborados en los talleres
bruselenses del tejedor Jean François van den Hecke, autor también de los ocho
que se conservan en la iglesia de San Millán de Oncala (Soria), donados por
Juan Francisco Jiménez del Río, obispo de Segovia, que aparecen firmados y en
perfecto estado de conservación. Para su elaboración a base de hilaturas, los
diseños de los cartones eran transferidos a los modelli, bocetos de mayor tamaño realizados en tabla, en los que ya
proliferaban los pequeños detalles.
Tapiz de Bruselas sobre diseño de Rubens. Triunfo de la Fe en la Eucaristía Catedral de Colonia (Foto tomada de la red) |
Paralelamente, aquellas novedosas iconografías
creadas por Rubens, de fuerte contenido doctrinal, serían copiadas y difundidas
a través de grabados, como los que realizaran Bolswert, Lauwers, etc., que
servirían de base para la realización de copias que incluso llegarían a tierras de
Nueva España, como las elaboradas en 1675 por Baltasar Echave Rioja para la catedral de
Puebla (México). A las mismas razones responden las pinturas realizadas hacia
1660 por Bartolomé Santos para la iglesia de San Ignacio, perteneciente a la
Casa Profesa que los jesuitas tenían abierta en Valladolid desde 1543.
UNA ICONOGRAFÍA CONTRARREFORMISTA
La creación de imágenes alegóricas destinadas a
exaltar la fe católica y el sacramento de la Eucaristía cobra un especial
sentido en la Europa posterior a la Reforma protestante, sobre todo tras la
celebración del Concilio de Trento (1545-1563). Todo surge frente a la
expansiva doctrina protestante encabezada por Martín Lutero (1483-1546) y Juan
Calvino (1509-1564), que entre otras cosas negaba el magisterio de la Iglesia
Católica, con la figura del papa a la cabeza, el valor de algunos sacramentos,
entre ellos la Eucaristía, y la veneración de las imágenes y las reliquias,
rechazando el culto a la Virgen y a los santos.
Izda: Rubens. Cartón del Triunfo de la Fe en la Eucaristía, 1625. Museo del Prado Dcha: Bartolomé Santos. Triunfo de la Fe en la Eucaristía. Iglesia de San Miguel y San Julián, Valladolid |
A ello reaccionó la Contrarreforma católica poniendo un
especial énfasis en estos temas, haciendo un encumbramiento del papado, exaltando
la función de la Virgen como intercesora, asentando el valor de los siete
sacramentos en la vida cristiana, estableciendo el valor de la Misa tridentina
y fortaleciendo el culto a las imágenes de los santos y sus reliquias, postulados que encontraron
en el arte una vía de difusión más eficaz que los sermones, convirtiéndose el
uso de las imágenes en un importante medio para atraer a la fe católica, al que
se sumaron los escritos de los grandes místicos.
La orden religiosa más identificada con los afanes
de la Contrarreforma fue la Compañía de Jesús, fundada en 1534 por San Ignacio
de Loyola, a la que pertenecían algunos teólogos participantes en Trento. Esta
desempeñó un activo papel contra la considerada herejía protestante,
convirtiéndose en férreos defensores de la Iglesia, del valor de la Eucaristía
y del culto a las imágenes, incorporando a las iglesias de la Compañía una
característica capilla-relicario. Ello explica que para el centro de Valladolid
los jesuitas encargaran, a mediados del siglo XVII, pinturas de gran formato
que muestran El triunfo de la Iglesia,
El triunfo de la Eucaristía sobre la
idolatría, El triunfo de la Fe
católica en la Eucaristía y El Espíritu Santo
inspirando a los evangelistas y los padres de la Iglesia, obras de gran
formato de Bartolomé Santos que se acompañan del Triunfo de San Ignacio, pintado por Diego Díez Ferreras en 1675, la
Apoteosis de la Eucaristía de Felipe
Gil de Mena y el Triunfo de la Inmaculada
de Cristóforo Cogenaga.
En el Triunfo
de la Fe en la Eucaristía —o Triunfo de la Eucaristía sobre las Ciencias
paganas— el pintor Bartolomé Santos se ajusta con gran precisión al
original de Rubens, aunque introduce variaciones en algunos elementos, como en
las arquitecturas que enmarcan la escena, donde las columnas fajeadas con estrías
en su tercio inferior y el entablamento con metopas y triglifos del modelo
rubeniano son sustituidas por columnas salomónicas y un entablamento recorrido
por un friso ornamentado. Asimismo, los cortinajes blancos que sujetan
querubines son presentados en color rojo intenso, apreciándose también una
alteración en los colores de las indumentarias por ser interpretaciones libres
de los dibujos que circulaban impresos en los grabados.
Para representar la imagen de victoria se recurre a
un carro triunfal inspirado en las representaciones triunfales romanas, en las
visiones de Ezequiel y en los carros recreados por algunos pintores
renacentistas, siguiendo un arquetipo muy difundido desde el siglo XVI, lo mismo que la incorporación de guirnaldas, que adquieren el
significado de la abundancia en relación con la cristiandad.
La escena, que discurre por un entorno paisajístico
visible al fondo, se desarrolla de izquierda a derecha (en los tapices quedaría
invertida), con el carro triunfal ocupando el centro de la composición. Este es
conducido por dos ángeles mancebos que obedecen a los designios divinos y que
tiran de una especie de timón del que pende una argolla, símbolo de la mentira.
En la parte trasera del carro también empujan dos querubines, uno de los cuales
vuelve su cabeza a los personajes que siguen al carro con aspecto de vencidos.
Sobre el carro triunfal se yergue una alegoría de la
Fe católica, personalizada en una
joven ricamente vestida con dos túnicas superpuestas, una blanca ornamentada
con primaveras y otra azul, dos mantos, uno rojo y otro verde que ondea al
aire, y un velo blanco cubriéndole la cabeza. Apoya su mano izquierda sobre la
cintura, mientras en la derecha levanta un cáliz con una hostia, símbolo
explícito de la Eucaristía. A sus
pies aparece un globo terráqueo que alude a la universalidad de la Fe
eucarística.
En la parte delantera del carro está colocado un ángel que
porta una gran cruz de troncos leñosos, símbolo cristológico que se completa
con los dos querubines que le preceden mostrando la corona de espinas y los
clavos como atributos de la Pasión. De esta manera quedan presentes los dos
fundamentos de la fe señalados por San Pablo: el credo en Cristo crucificado y
en el sacramento del altar.
A la derecha de la escena, caminando detrás del
carro a modo de cautivos de la Fe, aparecen una serie de personajes que son
guiados por la luz de la antorcha que porta un ángel que les ilumina el camino disipando las tinieblas de la infidelidad y la ignorancia. Entre ellos
se distinguen un hombre barbado que porta un libro que encierra los secretos de
la naturaleza y una esfera armilar —personificación de la Astronomía—, otro más anciano apoyado en un bastón, con el torso semidescubierto y un
manto rojo —personificación del Tiempo—, un hombre joven en segundo plano del que sólo asoma su cabeza
coronada de laurel —personificación de la Filosofía
o la Poesía—, una joven de larga
melena, torso velado, cubierta por una túnica azul y los brazos amarrados
por una cinta azul —personificación de la Naturaleza—, y detrás dos hombres
sumidos en la penumbra, uno que no figura en el original de Rubens y que simboliza
la Ciencia, y otro de raza negra que
levanta los brazos simbolizando las Razas
exóticas.
La escena, sumamente teatralizada, puede ser
observada al descorrer dos querubines unas cortinas que amarran a los fustes
helicoidales de las columnas. En la parte central, encabezando la escena, otros
dos querubines sujetan una cartela decorada con guirnaldas de flores en cuyo
interior puede leerse la inscripción "NOVA LEGIS TRIVNPHVS" (El triunfo de la Nueva Ley), que
sustituye a la de "Fides Catholica" que suele aparecer en los
tapices. Asimismo, en la parte inferior se reproducen las figuras de dos
esfinges con cola de tritón colocadas a los lados de una fuente, siguiendo de
cerca el modelo de Rubens, y se incorpora una banda con una larga inscripción
que relata el sentido de la alegoría de la Fe en la Nueva Ley implantada por
Cristo.
Toda la composición, a partir del dibujo original de
Rubens, muestra los recursos estilísticos que determinan levemente el estilo
personal de Bartolomé Santos, que delatan su profunda vinculación a los modos
de su maestro Diego Valentín Díaz, el pintor más sobresaliente de la discreta
escuela pictórica de Valladolid a mediados del siglo XVII.
A pesar de la denostada crítica que hace Valdivieso1
del pintor Bartolomé Santos, al que critica por sus colores desvaídos y la
escasez de matices en sus pinturas de triunfos, al tiempo que opina que su
vinculación a Diego Valentín Díaz le impidió forjar una personalidad artística
más definida, un pormenorizado análisis de la obra permite situarle entre lo
mejor de lo realizado en Valladolid en el tercer cuarto del siglo XVII, aunque
como pintor barroco aporte bastante poco al panorama eclipsado por los grandes
maestros andaluces.
Desgraciadamente, se conocen pocos datos biográficos
del pintor y su obra catalogada es muy escasa, pendiente de un estudio a fondo
definitivo. Su presencia en Valladolid se inicia en 1648, cuando al contraer
matrimonio con Ana María del Amo figura como discípulo y ayudante de Diego
Valentín Díaz, junto al que permaneció hasta su muerte, estableciéndose entre
ellos un fuerte vínculo de amistad —fue beneficiado en el testamento de su
maestro con algunas pinturas— y de estilo, lo que dificulta establecer
atribuciones diferenciadas de algunas pinturas.
Pedro Pablo Rubens. Triunfo de la Eucaristía y Triunfo de la Verdad, 1622-1625. Museo del Prado (Fotos Museo del Prado) |
En cuanto a su obra, entre todo lo conocido hasta
ahora, su corpus queda limitado a su intervención en 1661 en un retablo de
Palacios de Campos inacabado por su maestro, la atribución de un retablo de la
Colegiata de San Luis de Villagarcía de Campos, que le relaciona de nuevo con
la orden jesuita, y la serie de triunfos de la sacristía de la iglesia de San
Ignacio (actual iglesia de San Miguel) de Valladolid, a todas luces lo mejor de
su producción conocida, a pesar de su supeditación al proceso creativo de Pedro
Pablo Rubens.
Carro triunfal con una Alegoría de Europa. Cabalgata sobre los continentes, 1596. Biblioteca Estatal de Baviera |
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
NOTAS
1 VALDIVIESO GONZÁLEZ, Enrique. La
pintura en Valladolid en el siglo XVII. Diputación de Valladolid, Valladolid,
1971, pp. 174-176.
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