VIRGEN DE
LAS CANDELAS O DE LA PURIFICACIÓN
Gregorio
Fernández (Sarria, Lugo, h. 1576-Valladolid 1636)
1623
Madera
policromada y postizos
Iglesia de
San Lorenzo, Valladolid
Escultura barroca.
Escuela castellana
Dentro de los arquetipos creados por el gran
maestro Gregorio Fernández, ocupan un lugar destacado las representaciones
marianas, que alcanzan su máxima expresión en la definición personal de una
tipología iconográfica para la Inmaculada
y, en menor medida, para la Virgen del
Carmen, ambas presentes en la mayoría de los conventos carmelitanos, algo a
lo que no fue ajeno Juan de Orbea, amigo personal y admirador del escultor que,
desde su cargo de prior del convento del Carmen Calzado, situado a pocos metros
del taller que el escultor tenía en la calle del Sacramento (actual Paulina
Harriet), ejerció a modo de mecenas recomendando sus obras a todos los
conventos de Valladolid y poblaciones próximas, que suman una buena serie de obras
salidas de sus gubias, a lo que se viene a añadir, como agradecimiento a la
Orden, que el escultor decidiera ser enterrado en el vecino convento del Carmen Calzado.
A partir del arquetipo fernandino de la Virgen del Carmen, en cuya iconografía
se repite la figura de la Virgen de pie, vistiendo el hábito carmelitano,
sujetando al Niño en su brazo izquierdo y mostrando el escapulario en su mano
derecha, Gregorio Fernández realizaría otras versiones aisladas, aplicando
ligeras modificaciones para definir otras advocaciones, tales como la Virgen del Rosario de la iglesia de
Nuestra Señora de la Asunción de Tudela de Duero1 y la Virgen de
las Candelas de la iglesia de San Lorenzo de Valladolid.
Hoy fijamos nuestra atención en esta última, que, presentada
como Virgen de la Purificación, es
más conocida por los vallisoletanos como Virgen
de las Candelas, una imagen que podemos
considerar, sin duda alguna, como una de las más bellas creaciones de Gregorio
Fernández, cuyas delicadas formas y depurada ejecución técnica permiten
situarla en la etapa final del maestro, a pesar de lo cual, y a diferencia de lo
que ocurriera con el arquetipo de la Virgen
del Carmen, no se conocen copias fieles realizadas por sus discípulos y
seguidores, lo que le confiere mayor singularidad.
La escultura fue realizada como imagen devocional para
el gremio de los ensayadores de moneda de la Real Fábrica de la Moneda de
Valladolid2, institución
activa desde que Felipe II otorgara, el 2 de julio de 1552, el privilegio de
acuñar monedas de oro, plata y cobre. Este edificio se hallaba situado junto a
la iglesia de San Lorenzo y permaneció activo hasta que el privilegio fue
abolido en tiempos de Felipe III, momento en que la ceca fue reconvertida en "galera" o prisión de mujeres. Hasta entonces los monederos
rendían culto a esta imagen como patrona en uno de los altares de la vecina
iglesia de San Lorenzo.
En la iglesia de San Lorenzo la Virgen de las Candelas es mencionada por
Palomino, Ponz, Ceán Bermúdez y Bosarte, que alabaron sus méritos artísticos.
Martín González la incluía en su trabajo monográfico sobre Gregorio Fernández3 como obra del taller del escultor,
lo mismo que la citada Virgen del Rosario
de la iglesia tudelana, considerando que ambas composiciones derivan del
arquetipo de la Virgen del Carmen, a
cuyo desaparecido original podemos aproximarnos por las copias conservadas en
la iglesia del Carmen Extramuros de Valladolid, en el Santuario Mariano del Carmen de
Calahorra, en la iglesia de Santa Teresa de Ávila o en el convento de San José de
Medina de Rioseco, la de mayor calidad de todas ellas.
Gregorio Fernández. Virgen del Rosario, 1621 Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, Tudela de Duero (Valladolid) |
Posteriormente, ha sido Jesús Urrea quien ha
restituido la autoría de la Virgen de las
Candelas4 y de la Virgen del Rosario5 a Gregorio Fernández y así debe considerarse después
de que ambas imágenes hayan sido sometidas a un proceso de restauración y
limpieza que ha permitido eliminar barnices oscurecidos y sucesivos repintes,
permitiendo apreciar su apariencia original y realzar los valores plásticos de
las tallas, en las que aparecen indudables elementos que definen el modo de
trabajar del maestro.
La Virgen de
las Candelas, de tamaño ligeramente inferior al natural —1,46 metros de
altura—, en su visión general aparece impregnada del fuerte componente místico
y melancólico que caracteriza las esculturas fernandinas, a lo que se viene a
sumar la habilidad para recubrir la anatomía con una indumentaria ampulosa en
la que, sin embargo, algunos elementos permiten adivinar una disposición de contraposto que origina un elegante y
equilibrado movimiento cadencial de la figura en el espacio. Otro tanto puede
decirse del esmerado tratamiento de los rostros de la Virgen y el Niño, que ofrecen
una escena de maternidad llena de ternura.
La Virgen aparece erguida sobre una peana —sin la
base con figuras o cabezas de querubines entre nubes que figuran en la Virgen del Rosario y en la Virgen del Carmen—, sujetando al Niño en
su brazo izquierdo, como es habitual interponiendo un gran pañuelo entre su
mano y el cuerpo del infante, y con el brazo derecho desplegado del cuerpo
siguiendo las pautas que definen la gestualidad barroca.
Su anatomía aparece recubierta por una túnica roja
que se sujeta a la cintura por un ceñidor o cíngulo, cuya disposición
ligeramente en diagonal, junto a la inclinación de los hombros, sugiere una
posición de contraposto, es decir, que
el peso del cuerpo reposa sobre la pierna izquierda —donde recibe el peso del
Niño—, lo que le permite flexionar la derecha hacia adelante, como se deduce de
la posición del zapato apoyado en la puntera que levemente asoma bajo la
túnica.
Como artificio genuinamente fernandino, la túnica
es muy larga y produce en su caída, a la altura de los pies, una serie de
pliegues que adquieren aspecto metálico, que, como los del resto de la
túnica, más parecen abolladuras que drapeados textiles. Siguiendo los
convencionalismos de la época, ajustándose a los postulados trentinos, la
túnica aparece policromada en color rojo intenso prefigurando su papel co-pasionario
en el futuro, con grandes motivos florales o primaveras de tonos dorados aplicados a punta de pincel.
Igualmente, su cuerpo se cubre con un manto abierto
el frente, con aspecto de capa, que por la inclinación de los hombros cae
verticalmente a distinta altura fomentando el movimiento de la figura. Su aspecto
también es rígido y con tenues pliegues metálicos, con parte de los bordes
tallados como una fina lámina en un alarde de virtuosismo. Está policromado en
azul, reproduciendo el firmamento mediante la aplicación a punta de pincel de
pequeñas estrellas, y recorrido en los bordes por una orla verde sobre la que destacan
medallones dorados en los que se fingen piedras preciosas.
Virtuoso es también el estudiado diseño y afinado
trabajo de la toca blanca que le cubre la cabeza, que cayendo por la parte izquierda
se cruza por delante del cuello como agitado por una brisa mística, produciendo
sobre el hombro derecho un efectista juego de pliegues de sorprendentes valores
plásticos. Otro tanto ocurre con el gran pañuelo de tonos violáceos sobre el
que se sustenta el Niño nazareno, que cae formando elegantes pliegues
ondulantes y se recoge entre la mano de la Virgen, cuyos separados dedos se
hunden entre la tela consiguiendo un efecto naturalista en la línea de algunas célebres
creaciones de genios como Miguel Ángel y Bernini, mientras que los dedos de la
mano derecha se articulan con elegancia para sujetar un objeto postizo, en este
caso una candela.
De gran belleza es el tratamiento de la cabeza,
levemente inclinada y girada hacia la figura del Niño, donde bajo la toca
aparece un rostro femenino de tersura adolescente, con parte visible de una
larga melena rubia muy pegada a la cabeza. Las facciones describen un gesto
melancólico y ensimismado, con grandes ojos de cristal, nariz recta y boca
pequeña ligeramente entreabierta. En el trabajo de encarnación a pulimento
destacan leves efectos sonrosados en los párpados, mejillas y mentón, con las
cejas y pestañas delineadas a punta de pincel.
Dotada de gracia y movimiento está la figura del
Niño, con un cuerpo rollizo plenamente desnudo, como es habitual en el
escultor. Su pierna izquierda se adelanta rompiendo el estatismo, mientras con
los brazos gesticula en actitud de bendecir. Su cabeza se aparta del modelo
característico del escultor en las figuras del Niño Jesús en cuanto a la talla
del cabello, en la mayoría de los casos ensortijado y con un gran bucle sobre
la frente. Aquí el cabello es lacio, con mechones afilados de tonos rubios muy
pegados y recortados sobre la frente. Su gesto es sereno y como la Virgen lleva
aplicados ojos postizos de cristal.
Los valores plásticos de la talla y la gracilidad
de la composición quedan realzados por la excelente policromía, de tonos
luminosos muy equilibrados y contrapuestos a la severidad de la Virgen del Carmen, de cuya tipología
deriva.
Conviene recordar que por su gesto melancólico,
durante varias décadas del siglo XX, la imagen era desprovista de la figura del
Niño y metamorfoseada en Virgen de la
Alegría para desfilar en Semana Santa en la procesión del Domingo de Resurrección con la
Cofradía del Santo Sepulcro, que en 1996 contrataba con el escultor
vallisoletano Miguel Ángel Tapia la realización de una nueva imagen de
titularidad propia para celebrar el 50 aniversario de la fundación de la
cofradía.
Actualmente la Virgen
de las Candelas, después de su consolidación y limpieza llevada a cabo el
año 2008 en el taller de restauración Arte Valladolid, luce en todo su
esplendor en una pequeña capilla de la iglesia de San Lorenzo, expuesta al
culto de forma musealizada con la imagen sobre un pedestal de piedra y ocupando
un espacio de aspecto absidial, del mismo modo que lo hace en una capilla
contigua el grupo de la Sagrada Familia,
también genial creación de Gregorio Fernández.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
NOTAS
1 URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Gregorio
Fernández 1576-1636. Fundación Santander Central Hispano, Madrid, 1999, p.
132.
2 URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Gregorio
Fernández y el modelo icónico de Valladolid, en El escultor Gregorio Fernández 1576-1636 (apuntes para un libro).
Universidad de Valladolid, Valladolid, 2014, p. 79.
3 MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: El
escultor Gregorio Fernández. Ministerio de Cultura, Madrid, 1980, p. 238.
4 URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Gregorio
Fernández y el modelo icónico de Valladolid...Op. Cit. p. 79.
5 URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Una
Virgen del Rosario de Gregorio Fernández. Boletín del Seminario de Estudios
de Arte y Arqueología (BSAA) nº 54, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1988, pp. 425-427.
La autoría de Gregorio
Fernández de la Virgen del Rosario está avalada por una carta de obligación
suscrita por el regidor Antonio del Río con el escultor, que recibió 2.900
reales por su trabajo y entregó la escultura en Valladolid el 19 de junio de
1621.
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