CRISTO ATADO A LA COLUMNA
Gregorio Fernández (Sarria, Lugo, h. 1576-Valladolid 1636)
1614-1615
Madera policromada
Convento de la Concepción del Carmen o de Santa Teresa, Valladolid
Escultura barroca española. Escuela castellana
La representación de Cristo atado a la columna en
Castilla en las primeras décadas del siglo XVII estuvo estrechamente ligada a
las experiencias místicas de Santa Teresa, que se iniciaron con el impacto que
le produjo, durante la cuaresma de 1554, la contemplación en el convento de la
Encarnación de Ávila de una imagen de Cristo sufriente por las llagas que
habitualmente aparecían en la iconografía conocida como Varón de Dolores. Sobre
este hecho ella misma reflexionaría en su obra Vida1 de la siguiente
manera:
“Pues ya
andaba cansada mi alma y –aunque quería- no la dejaban descansar las ruines
costumbres que tenía. Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una
imagen que habían traído allí a guardar, que se había buscado para cierta
fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en
mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por
nosotros” (Vida 9,1).
Más adelante, la santa abulense recomendaría en sus
escritos a la comunidad de Carmelitas Descalzas, por ella reformada, meditar en
la oración sobre esta escena: “Pues
tornando a lo que decía, de pensar a Cristo a la columna, es bueno discurrir un
rato y pensar las penas que allí tuvo, y por qué las tuvo, y quién es el que
las tuvo, y el amor con que las pasó” (Vida 13,13).
Estas recomendaciones, que adquieren el valor de un
ejercicio de imaginería mental, tendrían una gran repercusión en la
religiosidad de la segunda mitad del siglo XVI, siendo Gregorio Fernández
quien, en las primeras décadas del siglo XVII, supo interpretar como nadie las
experiencias teresianas, recreando la imagen de Cristo atado a la columna, es decir, la dramática escena de Cristo
recién flagelado, como una representación de marcado naturalismo que permite al
espectador comprender y recibir el mismo impacto que experimentara la santa
mediante la contemplación de las descarnadas huellas de los azotes,
especialmente en la espalda, las manos en tensión sujetas a la columna, la boca
abierta, seca y falta de aliento, y la mirada perdida con gesto de
incomprensión, todo ello aderezado por un componente místico que resalta la
humanidad Cristo para suscitar la meditación sobre su sacrificio.
Como es natural, esta creación fernandina conocería
una especial acogida y devoción en las comunidades carmelitas, aunque la fuerza
del arquetipo de Gregorio Fernández y su significación en la plástica sacra
rebasaría todos los límites, pues tanto fue el éxito de tan afortunada creación,
que el escultor, con ligeras variantes, repetiría la representación de Cristo atado a la columna en distintos
tamaños, en unas ocasiones en pequeño formato, apropiado para conventos o
pequeños oratorios, en otras a tamaño natural para presidir retablos (convento
de Santa Teresa de Ávila y convento de San José de Calahorra, La Rioja) e
incluso, como ocurrió en Valladolid, formando parte del paso procesional del Azotamiento que en 1619 realizara para
la Cofradía de la Santa Vera Cruz.
Entre todo el variado repertorio de esculturas de
Cristo atado a la columna, esta pequeña imagen —53 cm. de altura— que se
conserva en el convento de la Concepción del Carmen de Valladolid, cuarta
fundación teresiana, no sólo es una impresionante obra maestra de Gregorio Fernández,
sino que por su belleza, delicadeza y virtuosismo en el trabajo de los
detalles, se coloca entre lo más selecto de lo elaborado por "la gubia del
Barroco". Podría decirse que en ella el escultor depura el primer modelo
de la serie que, también a pequeña escala, había realizado hacia 1609 para el
oratorio privado de don Cristóbal Gómez de Sandoval, hijo del duque de Lerma, y
su esposa doña Mariana Manrique de Padilla, duques de Uceda y Cea, que después
lo donarían a las madres cistercienses del convento del Santísimo Sacramento de
Madrid (actualmente en Boadilla del Monte), del que eran patronos2.
Del mismo modo, apunta Jesús Urrea que esta imagen
del convento vallisoletano, datada en los años 1614-1615, pudo ser encargada o
adquirida al escultor, para un oratorio privado, por don Diego Sarmiento de
Mendoza, IX conde de Ribadavia, por su viuda doña Isabel Manrique o por su
hermano don Pedro Sarmiento. Una descendiente de esta familia, doña Isabel Rosa
Sarmiento de Mendoza, marquesa de Camarasa y condesa de Ribadavia, a su muerte
en 1773 hizo la donación de la talla al convento teresiano, en el que ostentaba
el patronazgo3.
Una de las singularidades de la escultura, ya
patente en el modelo de Boadilla del Monte, es la consolidación de un arquetipo
en la representación de la escena de la Flagelación, en el que Cristo aparece
amarrado a una columna de fuste bajo y trazado troncocónico, lo que da lugar a
una disposición corporal completamente distinta a todas las anteriores
representaciones que en época gótica y renacentista habían abordado el tema,
siempre con una columna alta que sobrepasaba la altura de Cristo. Este tipo de
iconografía, que supone otra de las aportaciones decisivas de Gregorio
Fernández a la plástica barroca, intenta ajustarse con fidelidad al tipo de
columna que el Vaticano reconociera como reliquia auténtica: la Columna de la Flagelación, fragmento
llevado a Roma desde el supuesto Pretorio de Pilatos de Jerusalén en 1213,
durante el pontificado de Inocencio III, que desde entonces viene siendo
venerada en la basílica romana de Santa Práxedes4.
Gregorio Fernández coloca las manos de Cristo
sujetas a una cadena insertada en la columna de la que cuelgan cuatro
eslabones. Para ello cruza el brazo derecho por delante y lo equilibra con el
adelantamiento de la pierna izquierda y el giro de la cabeza hacia la derecha,
consiguiendo, a través de un minucioso estudio del cuerpo humano, un cadencioso
movimiento de gran elegancia, efecto reforzado por el paño de pureza que cubre
su desnudez, con pliegues angulosos y uno de los cabos ondeando en forma de
finas láminas talladas, estableciendo el contrapunto entre la dureza del paño y
las formas blandas y mórbidas de la anatomía. En conjunto, Gregorio Fernández
consigue mover la figura en el espacio con una gran naturalidad, con lo que la
figura adquiere distintos matices según el punto de vista desde el que se
contemple, ajena al planteamiento frontal.
Como es habitual en el escultor, el centro emocional
de localiza en la cabeza, con expresión de extrema serenidad a través de un
rostro definido por los rasgos característicos en sus representaciones de
Cristo: barba simétrica de dos puntas afiladas, boca entreabierta, nariz recta,
párpados marcados y ojos de cristal —en este caso de color verde azulado y con
la mirada levantada, lo que le proporciona una bella expresividad—, así como
una densa melena con mechones meticulosamente tallados que dejan la oreja
izquierda visible, algunos mechones sueltos y los tres habituales sobre la
frente. Se completa con una esmerada policromía, de encarnaciones mates, en la
que las llagas y los hematomas son muy comedidos, predominando los tonos
pálidos que ponen el contrapunto al fingimiento pétreo de la columna.
Como ya se ha dicho, esta escultura forma parte de
una serie en que el escultor repite el tema con las mismas características,
siendo la de menor tamaño de todas ellas y, sin embargo, de una gran
exquisitez. Después de la ya citada de Boadilla del Monte, la primera de la
serie, y de este modelo del convento carmelitano de Valladolid, en un formato
similar Gregorio Fernández realizaba, hacia 1616, otra versión que sólo difiere
en la colocación de la cabeza más orientada al frente, obra cuya procedencia se
desconoce y que actualmente pertenece a la colección de arte del Banco
Santander Central Hispano. Asimismo, hacia 1621 el escultor repetía el
arquetipo, en un formato ligeramente superior que no llega al natural, para el
convento de la Encarnación de Madrid, donde todavía permanece.
Cristo atado a la columna, Gregorio Fernández. Izda: 1633, Convento de
Santa Teresa, Ávila Centro: 1625, Convento de San José, Calahorra. Dcha: 1619, Iglesia Penitencial de la Vera Cruz, Valladolid |
No obstante, en sucesivas ocasiones Gregorio
Fernández también elaboró imágenes de Cristo
atado a la columna que superan el tamaño natural y que constituyen obras
sobresalientes en el panorama de la escultura barroca española. Entre ellas
destaca la imagen titular del paso procesional del Azotamiento que en 1619
encargara la Cofradía de la Santa Vera Cruz de Valladolid. Esta obra, que
permanece al culto aislada en un retablo de su iglesia penitencial, marca un
punto de inflexión en la producción del escultor, no sólo por la perfección
técnica alcanzada en su etapa de madurez, sino por el afianzamiento del
naturalismo llevado a sus últimas consecuencias5.
La pequeña escultura en la vitrina del convento |
Asimismo, cabe citar el Cristo atado a la columna realizado en 1625 para las Carmelitas
Descalzas del convento de San José de Calahorra (La Rioja), fundado en 1589 a
instancias del obispo don Pedro Manso, que había conocido a Teresa de Jesús en
Burgos. Un modelo que el escultor volvería a repetir en el grupo realizado en
1633 para el convento de Carmelitas de Ávila, donde se acompañaba de la figura
de Santa Teresa arrodillada, aunque después pasaría a recibir culto por
separado en uno de los retablos de la iglesia del convento.
El arquetipo de Jesús atado a la columna creado por
Gregorio Fernández, tan recurrente en los conventos carmelitanos y tan ajustado
a los postulados contrarreformistas imperantes en la sociedad barroca, dio
lugar a innumerables copias por parte de sus discípulos y seguidores,
actualmente desperdigadas por buena parte de la geografía española.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
Otras fotografías: Fundación
Banco Santander y Las Edades del Hombre.
NOTAS
1 SANTA TERESA DE JESÚS: Vida, escrita por ella misma entre 1562 y
1565. El original se conserva en la Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de
El Escorial.
2 URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Gregorio Fernández 1576-1636. Fundación
Santander Central Hispano, Madrid, 1999-2000, p. 92.
3 URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Teresa de Jesús y Valladolid. La Santa, la
Orden y el Convento. Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 2015, p. 126.
4 TRAVIESO ALONSO, José Miguel: Simulacrum. En torno al Descendimiento
de Gregorio Fernández. Domus Pucelae, Valladolid, 2011, p. 161.
5 Ibíd. p. 161.
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