RELIEVE DEL SANTO
ENTIERRO
Anónimo
italiano
Finales
siglo XVI
Relieve: Marfil / Marco: Metales y piedras preciosas
Iglesia del
convento de la Concepción del Carmen (Santa Teresa), Valladolid
Escultura
renacentista. Artes suntuarias
Adaptado a la función de puerta del Sagrario del
retablo mayor de la iglesia del Convento de la Concepción del Carmen de
Valladolid, cuarta fundación teresiana, se encuentra un marfil renacentista de
gran belleza que representa el tema del Santo
Entierro. El relieve está cobijado en un marco decorado con aplicaciones
metálicas en forma de medallones y piedras preciosas —rubíes y esmeraldas—
engarzadas, lo que le convierte en un objeto suntuario de especial interés, no
sólo por la escasez de obras de este tipo conservadas a lo largo de la
geografía española, sino también por su alta calidad de elaboración y su
iconografía.
Sin embargo, en el campo de la escultura de escala
reducida, el estudio de las pequeñas tallas en marfil, a pesar de su indudable
interés, adolece de grandes carencias documentales, tanto en lo referente a las
circunstancias en que las obras llegaron al lugar en que se encuentran como a
sus artífices, fecha en que fueron realizadas, lugar de procedencia, etc. Todo
esto es aplicable al exquisito marfil vallisoletano, cuya causa hay que
encontrarla en el carácter móvil de este tipo de objetos suntuarios, que
realizados para donaciones o para la devoción personal aparecen desperdigados
por las más variopintas localizaciones, como es el caso de este relieve
ebúrneo, curiosamente reaprovechado para una función para la que no fue
concebido, en un retablo barroco del primer cuarto del siglo XVII patrocinado
por doña María de Mendoza, condesa de Castrogeriz, VII condesa de Rivadavia y
viuda del influyente don Francisco de los Cobos, mujer piadosa que desde 1585 ejerció
el patronato del convento teresiano.
Jan Gossaert, Mabuse. Francisco de los Cobos, h. 1530 The Getty Center, Los Ángeles |
Es en esta circunstancia donde podemos encontrar un
primer indicio sobre la posible procedencia de la pieza. Francisco de los Cobos
y Molina, Contador Mayor de Castilla, Secretario del Consejo de Estado del
emperador Carlos V, caballero de la Orden de Santiago y Comendador Mayor de
León de dicha Orden, no sólo logró reunir numerosos títulos nobiliarios, sino
que también mostró su ambición por poseer grandes riquezas y obras artísticas
hasta convertirse en un verdadero mecenas. En 1522 realizaba su primer viaje a
Italia acompañando al Emperador, conociendo en Ferrara a Tiziano, con el que
trabó una estrecha amistad. En un segundo viaje, igualmente por razones de su
cargo, en 1532 se reencontró con Tiziano en Mantua, intercediendo por el pintor
ante Carlos V, que no estaba satisfecho con un retrato que el artista le había realizado
en 1530 en Bolonia con motivo de su coronación. Fruto de esta mediación, no
sólo le haría un nuevo retrato acompañado de un perro (Museo del Prado), sino
que el pintor veneciano pasaría a ser nombrado Caballero de la Espuela de Oro y
Conde Palatino y pintor predilecto del Emperador.
Sirvan estas pinceladas de la presencia de Francisco
de los Cobos en Italia para justificar que, en razón de su importante cargo,
llegó a recibir numerosos obsequios que, junto a sus adquisiciones personales,
llegaron a conformar una impresionante colección artística en la que no
faltaban objetos exóticos, algunos procedentes de los territorios conquistados
en América. Entre los tesoros suntuarios acumulados procedentes de Italia, bien
pudo figurar el exquisito relieve del Santo
Entierro con su inusual marco. Este pudo haber sido heredado en 1547 por su
viuda, doña María de Mendoza y Sarmiento, que con tanta generosidad favoreció a
la fundación de Santa Teresa en Valladolid.
Andrea Andreani. Santo Entierro, xilografías, 1585 British Museum, Londres / Ashmolean Museum, Oxford / Young Museum, San Francisco |
Sin embargo, se plantea el problema de establecer el
lugar y la fecha de ejecución del relieve de marfil del Santo Entierro, pues éste se inspira claramente en una serie de
xilografías realizadas en 1585 por el grabador mantuano Andrea Andreani
copiando un diseño de Raffaellino da Regio, algunos de cuyos ejemplares se
conservan en el British Museum de Londres, en el Ashmolean Museum de Oxford y
en el Young Museum-Fine Arts Museums de San Francisco, entre otros. Esto
implica dos cosas. Por un lado, su clara adscripción italiana; por otro, su
ejecución posterior a dichas estampaciones. Como la muerte de doña María de
Mendoza se produjo en 1587, se plantea la duda de que fuera ella la receptora y
donante, aunque siempre cabe la posibilidad de que lo fueran sus
herederos.
En este sentido, hay que recordar que durante los
siglos XVI y XVII los intercambios políticos y comerciales de España con Italia
y Flandes favorecieron la presencia de escuelas artísticas foráneas que calaron en
los artistas españoles. Esto afecta especialmente a los marfiles, difíciles de
catalogar porque pueden ser indistintamente obras importadas o realizadas por
artistas hispanos imitando el lenguaje italiano o flamenco, siguiendo como
norma general de la época la reproducción de modelos tomados de prestigiosas
esculturas o de los grabados que reproducen pinturas de grandes maestros.
Es a finales del siglo XVI cuando se comienzan a
demandar conmovedoras obras de marfil que obedecían a devociones particulares,
siendo imágenes representativas las referidas a la Pasión de Cristo, aunque por
sus características técnicas y funcionalidad las más frecuentes fueron los Crucificados de marfil en todas sus
modalidades, aptos tanto para el culto privado como para las celebraciones
litúrgicas, prevaleciendo en todos los casos obras de notable calidad que
encontraron su inspiración en los trabajos de orfebrería, en la medallística y,
sobre todo, en los grabados. En unas ocasiones se trata de obras preciosistas
realizadas por grandes maestros especialistas y en otras de producciones
estandarizadas en talleres de difícil localización.
El marfil como material artístico, por su aparente
nobleza y posibilidades de talla —semejante a la madera— en manos de un buen
ejecutor, siempre ha producido una especial fascinación entre los monarcas y la
aristocracia, siendo objetos preferentes del coleccionismo por el origen
exótico de la materia prima, generalmente África y Asia. En Europa se concentró
su comercio en los puertos de Dieppe y Rouen, en la desembocadura del Sena, en
Londres, Hamburgo, Amberes, Amsterdam o en Livorno, dando lugar a una inmensa
variedad de artífices y escuelas a las que no fueron ajenos los españoles y
portugueses por el tráfico de este material desde sus colonias.
El trabajo de la talla de marfil alcanzaría en el
siglo XVIII su máximo esplendor, dando lugar a la publicación de diversos manuales de elaboración (Plumier, Doppelmayr y Teuber) y a la producción de sorprendentes obras como
las que se encuentran en el Museo del Louvre, el British Museum o los museos de
Ravena, Florencia, Atenas y Estambul. En España sería Carlos III el verdadero
impulsor con la creación del madrileño Taller de Marfil del Buen Retiro, al
frente del cual colocó en 1764 al italiano Andrea Pozzi.
Como ha señalado Margarita Estella1, fue
el historiador de arte austriaco Hans Tietze el que inició en Viena los
trabajos de investigación de los trabajos de marfil, especialmente de las
placas en relieve y sus valores iconográficos como instrumento de divulgación
de escenas interpretadas por grandes maestros y divulgadas a través de
grabados.
Siendo evidente que el relieve del Santo Entierro ajusta su inspiración a
las estampaciones que hiciera Andrea Andreani, a partir de un diseño de Raffaello
Motta, conocido como Raffaellino da Regio (seguidor de Taddeo Zuccaro que murió
prematuramente), a estos también se les pueden encontrar distintos antecedentes.
Respecto a la figura de Cristo, esta se basa en cierta iconografía veneciana —desde
la obra de Giovanni Bellini— en la que se le presenta muerto sobre el sudario,
sentado sobre el sepulcro y rodeado de ángeles u otros personajes.
Izda: Taddeo Zuccaro. Fresco de la Crucifixión, iglesia Santa Maria della Consolazione, Roma. Dcha: Copia al óleo, Fundación Cariplo, Milán |
Sirva de
ejemplo la versión que hiciera Veronés, después recreada en España por
Francisco Ribalta y Alonso Cano, todas con una anatomía de gran esbeltez. Por
otra parte, la imagen derrumbada de la Virgen muestra similitudes con la que
plasmara Taddeo Zuccaro en el fresco de la Crucifixión
de la iglesia de Santa Maria della Consolazione de Roma, obra en un estado de
conservación muy degradado, cuya iconografía podemos conocer a través de la
copia que conserva la Fundación Cariplo de Milán.
El marfil vallisoletano reproduce fielmente la
composición de Andrea Andreani, aunque coloca la figura de la Virgen por detrás
del sarcófago y prescinde del fondo paisajístico original formado por una roca
sobre la que crece un arbusto y sobre la que se apoya la losa del sepulcro, que
ha sido sustituido por una lámina metálica dorada, lo que por un lado produce
en el relieve una equilibrada composición en forma de "V" y por otro
un juego de sugestivos reflejos.
En él aparece Cristo sentado sobre la losa del
sepulcro casi de perfil, en bello escorzo y con las piernas dentro del
sarcófago, sostenido por las axilas por José de Arimatea, tras cuya figura
doliente asoma medio velada la cabeza de otro personaje, tal vez San Juan —habitual
en estas escenas— por enjugarse los ojos llorosos con un pañuelo. La forma escalonada
de colocarse las figuras se repite en el lado contrario, donde abajo aparece la
Virgen en pleno desmayo, derrumbada de dolor y asistida por una de las Santas
Mujeres —María Salomé o María Magdalena—, tras la que se coloca, a mayor
altura, la figura de María Cleofás, con la cabeza cubierta con la toca de
viuda.
Impresiona la capacidad para recrear en tres
dimensiones la estampa casi abocetada de Andrea Andreani, con un grado de
finura y delicadeza sublimes. Destaca el tratamiento del esbelto cuerpo de
Cristo, imbuido de melancolía, en el que la tersura del cuerpo joven contrasta
con los finos pliegues del sudario, con un magistral tallado de las manos y el
cabello, con ondulados mechones.
Su serenidad contrasta con el gesto dolorido
de la Virgen, con su mórbida cabeza caída hacia atrás y el rostro asomando
entre la maraña de pliegues que produce la toca, con una nota de virtuosismo en
la boca entreabierta, que deja apreciar la lengua y los dientes. Destacables
son igualmente las figuras de José de Arimatea, con barbas que recuerdan
modelos miguelangelescos, y de la mujer que sujeta a la Virgen, cuyo semblante
está impregnado de un fuerte clasicismo.
Por todas estas características, se podría adscribir
a un taller o artista italiano de finales del siglo XVI, incluso se podría
aventurar su pertenencia a la escuela de Venecia2, pues la
composición aparece relacionada estrechamente con algunos modelos pictóricos allí
realizados. Por otro lado, en Venecia trabajaron el marfil notables autores, como
el escultor Francisco Terillus, discípulo de Alessandro Vitoria, que desarrolló
su actividad entre 1590 y 1635.
Para finalizar, recordaremos que la singularidad de
este relieve del Santo Entierro,
especialmente en la forma de estar enmarcado, presenta una extraordinaria
similitud con otro que se conserva en la iglesia colegiata de la Asunción de
Pastrana (Guadalajara), cuyo relieve presenta el tema de la Piedad y en cuyo marco lleva
incorporados esmaltes. Esta obra, según la tradición, fue un regalo del papa
Urbano VIII al tercer Duque de Pastrana, muerto en 1626. Con una composición
basada en un grabado de Sadeler (Biblioteca Nacional de Madrid), su autoría es
igualmente especulativa, considerándola Margarita Estella obra italiana de
hacia 16003, igualmente relacionada con la escuela de Venecia,
ciudad donde la talla de marfil fue tradicional desde tiempos góticos.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
NOTAS
1 ESTELLA MARCOS, Margarita: Los
relieves en marfil de la Colegiata de Pastrana y del Convento de Santa Teresa
de Valladolid. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología
(BSAA), nº 40-41, Universidad de Valladolid, 1975, p. 684.
2 Ibídem, p. 688.
3 Ibídem, p. 687.
Detalle de un medallón del marco con una esmeralda |
Izda: Relieve de la Piedad, Colegiata de Pastrana (Guadalajara) Dcha: Relieve del Santo Entierro, Convento de Santa Teresa, Valladolid |
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