Miguel Fisac. Fachada de la iglesia en el patio y galerías porticadas |
Estampas y recuerdos de Valladolid
Corrían los años 50 del siglo XX cuando la
arquitectura de la época permanecía encorsetada en tradiciones clasicistas y
eclécticas, a falta de ideas renovadoras. En este contexto, el año 1951, a
petición de los Capitulares de la Provincia Dominicana "Nuestra Señora del
Rosario", se plantea el proyecto de la construcción de un colegio en
Valladolid en el que poder unificar las sedes dominicas de Santa María la Real
de Nieva y la Mejorada de Olmedo. El proyecto fue encomendado al daimieleño
Miguel Fisac Serna, un arquitecto titulado en 1942 en la Escuela Técnica
Superior de Arquitectura de Madrid que apenas tenía obra conocida.
La propuesta de Fisac, que afortunadamente se inició
en 1952 y se finalizó en 1957, responde a su disconformidad con la arquitectura
de su tiempo, constituyendo un hito no sólo en la propia trayectoria de su
autor, sino también en la renovación de la arquitectura religiosa en España. Una
verdadera joya arquitectónica, de carácter multidisciplinar, en la que el
arquitecto eligió con acierto a un grupo de artistas colaboradores.
Miguel Fisac. Formas orgánicas en el campanario |
Sin embargo, el hecho de estar localizada en el extrarradio
de Valladolid, en el paraje conocido como las Arcas Reales, lugar donde en
tiempos de Felipe II se llevó a cabo una importante obra de ingeniería hidráulica
para transportar las saneadas aguas de unos manantiales hasta las fuentes del
centro de la ciudad, las características del complejo docente son muy poco
conocidas por los vallisoletanos, y por lo tanto poco valorada y apreciada lo
que en realidad es una obra maestra de la arquitectura española, un complejo de
edificios que supuso un soplo de aire fresco al permitir a Fisac poner en práctica
todo un conjunto de originales soluciones estructurales que llegarían a
configurar su estilo, entre ellas el uso del hormigón pretensado y de las
llamadas "vigas-hueso" como influencia del organicismo.
Aunque Fisac desde sus inicios rechazó el
racionalismo de sus maestros, que consideraba no daba respuestas a las necesidades
de la época, es difícil aplicar términos para definir su obra, dada la
complejidad de sus aportaciones. En este intento de definición, siguiendo el
estudio de Juan Antonio Cortés, se podría decir que su obra condensa
historicismo clasicista, neoempirismo (en la línea de Erik Gunnar Asplund),
organicismo (derivado de Frank Lloyd Wright), realismo de lo popular, humanismo
y esencialismo constructivo, acusando influencias de la arquitectura sueca,
japonesa e hispano-árabe, amalgama que en ningún caso debe confundirse con
eclecticismo, pues Fisac pone en práctica su sensibilidad para realizar
sorprendentes invenciones personales.
Miguel Fisac. Galerías onduladas del patio |
Todos estos conceptos se materializan en el Colegio
Apostólico de los Padres Dominicos de Valladolid, actualmente bajo la
denominación de Colegio de Nuestra Señora del Rosario, primera intervención de
Fisac en Valladolid (en 1962 le era adjudicada la construcción del Instituto Núñez
de Arce de la plaza del Poniente, que comenzó a funcionar en 1969), cuya
iglesia llegó a obtener la medalla de oro del Concurso de Arte Sacro celebrado
en Viena en 1954 y desde 2011 ha sido declarada Bien de Interés Cultural bajo
la categoría de Monumento.
El complejo constructivo sigue un esquema axial
norte-sur en el que se halla separada la zona conventual de la docente y de la
iglesia, rompiendo la simetría con el acceso lateral en la zona norte al patio
de ingreso, mientras el extremo sur se cierra con un salón de actos exento que
actualmente cumple la función de gimnasio.
El singular claustro
Miguel Fisac. Acequias del patio de inspiración hispano-árabe |
Es el acceso principal al recinto y cumple diversas
funciones. Por un lado separa el convento de las instalaciones docentes, levantándose
en él la fachada de la iglesia, sobre la que se coloca un original campanario.
Convertido en espacio de recepción, el patio es un espacio ajardinado, con
tintes orientales, en el que Fisac recrea con estanques y originales acequias sobre
un pavimento pétreo el culto al agua de la arquitectura interiorista hispano-árabe. Por otro
lado, un juego de pórticos ondulados, sobre finos pilares de hormigón armado,
recuerdan el recoleto claustro de un monasterio. Tanto estos estilizados pilares,
como los soportes del campanario, adoptan un aire organicista, de inspiración nórdica,
que el arquitecto utilizaría repetidamente en sus proyectos.
La iglesia
Se sitúa en el eje del complejo y adopta en planta
una forma triangular truncada, de modo que, siguiendo una forma de embudo, los
muros laterales ciegos convergen hacia el presbiterio, al tiempo que van
elevando su altura, desde la grada situada a los pies, consiguiendo un efecto
muy dinámico por los efectos de la luz. Mientras que en la nave la luz queda
tamizada por bandas de vidrieras con escenas historiadas y coloreadas —realizadas
por José María de Labra—
superpuestas de forma escalonada en el techo para facilitar un ambiente de
recogimiento, el ábside se ilumina a través de dos grandes ventanales laterales
y una vidriera en el punto más alto, aperturas ocultas desde la nave, que aportan una gran claridad al altar,
marcando además un movimiento ascendente de la luz.
Miguel Fisac. Interior de la iglesia |
En la configuración de tan original espacio
adquieren una especial importancia los materiales utilizados de acuerdo a un
criterio jerárquizado: ladrillo caravista en los muros de la nave y blanca
piedra de Campaspero en el ábside escalonado, que aparece presidido por una escultura
de la Virgen del Rosario acompañada de Santo Domingo y Santa Catalina, obra del
escultor José Capuz. Igualmente se
recubre de piedra el exterior del ábside, que adopta la forma de una gran
pantalla curvada en la que sobresale la escultura de Jorge Oteiza que representa a Santo Domingo, fundador de la orden
conventual.
Espacios docentes
A los lados de la iglesia se distribuyen los
espacios docentes formando dos grandes bloques longitudinales. Tienen dos plantas,
la baja en forma de grandes vestíbulos, a modo de grandes patios
cubiertos, y la alta con los dormitorios para los internos. Perpendiculares a
ellos se colocan construcciones de una sola planta que albergan aulas y otros
servicios, con ventanales orientados al sur.
Miguel Fisac. Exterior del ábside y dependencias docentes |
En estas dependencias, como en el resto del complejo,
Fisac ha cuidado todos los detalles y el uso de materiales, apareciendo puertas,
mobiliario, escaleras, barandillas, etc., diseñadas por él mismo, aunque no
duda en reclamar la colaboración de jóvenes artistas contemporáneos para
realizar algunos motivos decorativos. Esto se aprecia en la diáfana nave con
función de comedor, con triple puerta de diseño propio y completamente
alicatada con azulejos decorativos realizados por Rodríguez Valdivieso. Para el pórtico de entrada sería la escultora
Susana Polack quien hiciera los
relieves de piedra adosados al muro.
Por todo lo descrito, Miguel Fisac experimenta en el
Colegio de los Dominicos de Valladolid el uso de materiales, las formas orgánicas,
la distribución de la luz, las alusiones a antiguas tradiciones en los juegos
del agua y la adecuación de cada espacio para su cometido, un compendio poco
frecuente de encontrar en una arquitectura que ya ha superado la prueba del
paso del tiempo y sigue siendo en nuestros días símbolo de modernidad.
Jorge Oteiza. Escultura de Santo Domingo en el ábside |
Comedor. Puertas de Miguel Fisac y azulejos de Rodríguez Valdivieso |
Detalle de la decoración de Rodríguez Valdivieso en el comedor |
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