BUSTOS
RELICARIOS DE CINCO VÍRGENES COMPAÑERAS DE SANTA ÚRSULA
Anónimo, taller de Bruselas
Hacia 1520
Madera de
roble policromada
Museo
Diocesano de Arte Sacro, Vitoria-Gasteiz
Escultura tardogótica.
Escuela flamenca
Desde la Edad Media, una devoción muy extendida en
el santoral cristiano fue la de la joven Santa Úrsula y las Once Mil Vírgenes.
A partir de una inscripción tallada en el coro de la iglesia de Santa Úrsula de
Colonia, con la narración de la peripecia vital de la santa, junto a unos
restos óseos encontrados en la necrópolis de la antigua colonia romana de
Agripinensis, que fueron considerados reliquias, se generó la leyenda de Santa
Úrsula, que a partir de un romance se divulgó por toda la Europa medieval, bajo
múltiples formas, refiriendo el martirio, en el siglo V, de una joven de origen
británico junto a un grupo de compañeras. Del alcance de esta leyenda, que
carece de fundamentos históricos, es significativo que Hildegarda de Bingen
compusiera muchos cantos en su honor y que Santa Úrsula fuese declarada en el
siglo XIII como patrona de la universidad de la Sorbona de París, siendo
levantadas iglesias en su honor en muchas poblaciones occidentales.
Según la leyenda, la joven Úrsula, hija del rey
inglés Donatu de Dummonia, se convirtió al cristianismo e hizo votos de
virginidad. Siendo pretendida por el príncipe Conan Meriadoc de Armórica,
actual Bretaña francesa, decidió peregrinar a Roma, junto a un grupo de once
compañeras, para conseguir la consagración de sus votos, que recibieron la
bendición del papa Siricio. Sin embargo, durante viaje de regreso en el año 451,
fueron apresadas a las puertas de Colonia por el ejército de Atila, rey de
los hunos, siendo todas ellas martirizadas por no doblegarse a los apetitos
sexuales de los bárbaros, Santa Úrsula asaetada y su compañeras decapitadas. En
el lugar del martirio, Clematius, un ciudadano de Colonia, erigió una basílica
dedicada a estas vírgenes.
Pero si la propia existencia de la santa se sumerge
en el mundo de la leyenda, la historia se complicó con la transcripción de un
documento del año 922 que se conserva en un monasterio próximo a Colonia, en el
que figuraba la frase "Dei et
Sanctas Mariae ac ipsarum XI m virginum", cuyo final, que debía
traducirse como "undecim martyres
virginum" (once mártires vírgenes), fue interpretado como "undecim millia virginum" (once mil
vírgenes), prolongándose esta confusión durante siglos en la hagiografía de
Santa Úrsula de Colonia.
La devoción suscitada por la leyenda de Santa Úrsula
y las Once Mil Vírgenes alcanzó su punto álgido durante los siglos XV y XVI,
inspirando a numerosos pintores y escultores a partir de las representaciones
aparecidas en el ámbito germánico. Si entre las numerosas representaciones
pictóricas de la leyenda y la santa podemos referirnos a la arqueta relicario
que contiene sus restos, decorada hacia 1488 en estilo flamenco por el gran
maestro de origen alemán Hans Memling (Museo Memling, Brujas), existen también
numerosas representaciones escultóricas de todo tipo que muestran un gran
atractivo, especialmente un conjunto de bustos relicarios, por su alto grado de
refinamiento, destinados a contener las reliquias de Santa Úrsula y sus
compañeras procedentes de Colonia, obras que fueron elaboradas en talleres
escultóricos de Bruselas, en su mayor parte entre 1520 y 1530.
LOS BUSTOS RELICARIOS DE VITORIA
Según figura en algunos documentos, una serie de estos
bustos relicarios llegaron a España a través del emperador Carlos V y los personajes
de su séquito, especialmente de quienes le acompañaron en el viaje con motivo
de su coronación como emperador en 1520, que los entregaron como donaciones a
distintas iglesias españolas. Es el caso del suntuoso conjunto de cinco bustos
relicarios que se conserva en el Museo Diocesano de Arte Sacro de Vitoria,
llevados a la ciudad vasca por don Hortuño Ibáñez de Aguirre, albacea de Isabel
la Católica y consejero de la reina Juana y del emperador Carlos V, que fueron
colocados en la capilla privada de la Cruz, que junto a su mujer, doña María de
Esquivel, había fundado en la iglesia de San Vicente Mártir, hoy reconvertida
en capilla de la Milagrosa, desde donde fueron trasladados al actual Museo como
patrimonio del Obispado de Vitoria.
Todos ellos están concebidos para albergar reliquias
de las santas vírgenes compañeras de Santa Úrsula, presentando en las cabezas
partes móviles, a modo de tapas en las coronas y tocados, que permiten ser
abiertas para contemplar las correspondientes reliquias, que aparecen como
fragmentos de huesos cortados junto a ricas telas de distinta calidad, pues
aunque las cabezas aparentemente contienen un cráneo completo, en ningún caso
es así.
Estilísticamente, representan el esplendor alcanzado
por los talleres escultóricos de Flandes en los siglos XV y XVI, con
importantes obradores en Bruselas, Amberes y Malinas. Aunque en los estudios
sobre esta tipología de relicarios algunos autores los consideran procedentes
de los Países Bajos o Alemania, los rostros estereotipados, la minuciosa
riqueza ornamental de las vestimentas y la forma de presentar trabajados los
cabellos responden a las características de los talleres de Bruselas.
Los cinco bustos, que están tallados en madera de
roble, con distintas piezas perfectamente ensambladas, presentan rostros
arquetípicos, con facciones comunes, a pesar de lo cual adquieren el aspecto de
diferentes retratos. Comparten las frentes despejadas, la nariz larga, los ojos
rasgados y la boca pequeña con las comisuras marcadas. A diferencia de otras
series de similares características, como el busto relicario del Museo Nacional
de Escultura de Valladolid o los cuatro conservados en el Metropolitan Museum
de Nueva York, los cinco ejemplares de Vitoria incluyen las manos, que con
dedos estilizados aparecen dispuestas juntas y dirigidas al frente, en actitud
de oración. Asimismo, los cinco bustos conservan las peanas, algunas con
arquerías caladas.
Una gran minuciosidad y fantasía presentan los
lujosos vestidos, que, convertidos en un elemento diferencial de los cinco
bustos, se ajustan a la moda cortesana de la época, con profusión de pequeños
detalles al gusto flamenco. Entre ellos se distinguen finas camisas, corpiños,
mantos, puños de piel y acuchillados, mangas abullonadas y acuchilladas,
brazaletes en las mangas, pasamanería con decoración de pedrería, simulación de
bordados con grutescos, fiadores y joyeles. De gran fantasía y detalle son
también los tocados y peinados, todos diferentes entre sí y de complicada
elaboración.
Con gran minuciosidad están trabajados los cabellos, en los que
predominan las trenzas y los mechones ondulados, acompañándose de cintas,
velos, cofias, diademas, rodetes y coronas, en todos los casos con decoraciones
en relieve e hileras de perlas siguiendo la moda en la época, incorporando en la
corona de Santa Albina una inscripción frontal.
Su aspecto presenta una gran riqueza que es realzada
por una rica y cuidada policromía, predominando las superficies doradas en la
indumentaria y los cabellos, junto a tonos blancos y azules en las camisas,
plateados puntuales y la aplicación de lacas rojas en algunos detalles de los
vestidos, tocados y joyas. Asimismo, es muy cuidado el trabajo de las
carnaciones en manos y rostros, que presentan cejas, ojos y labios pintados,
así como suaves matices sonrosados en las mejillas y mentón. El deslumbrante
aspecto de los cinco relicarios ha recobrado su esplendor original tras la
restauración llevada a cabo por el Museo, en la que fueron eliminadas
repolicromías parciales y los estratos de cera que los recubrían.
OTROS BUSTOS RELICARIOS FLAMENCOS
En el mismo contexto histórico en que llegaron desde
Flandes los cinco bustos relicarios de Vitoria, se encuadran otros conservados
en otros lugares de España, como el importante conjunto que don Francisco de
los Cobos, secretario y consejero del emperador Carlos, entregó a la Sacra
Capilla del Salvador de Úbeda, por él financiada como panteón anexo a su
palacio en esta población jienense.
Dos bustos relicario también recalaron, durante el
reinado de Carlos V, en la Colegiata de Villafranca del Bierzo (León) como
propiedad de don Pedro de Toledo, marqués consorte de Villafranca y virrey de
Nápoles entre 1532 y 1553. Hoy se hallan recogidos en el Museo de los Caminos
de Astorga (León).
El VI duque de Medina Sidonia recibió como obsequio
del emperador Carlos V, que era primo de su esposa, la duquesa doña Ana de
Aragón y Gurrea, seis bustos relicario de los que sólo se conservan cuatro, dos
santas vírgenes y dos santos obispos, en cuyas mitras figuran camafeos labrados
con las efigies imperiales de Alejandro Magno, Julio César, Maximiliano I y
Carlos V. Estos se conservan actualmente en el Santuario de la Virgen de la
Caridad de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz).
Están documentados otros ejemplares que llegaron a
la catedral de Ávila, junto a otros dos que pertenecieron a la colección del
conde de las Almenas, uno de los cuales se encuentra actualmente en el Museo
Marés de Barcelona.
También se conserva, como ya se ha citado, un busto
relicario flamenco de una de la "Once Mil Vírgenes" en el Museo de
Escultura de Valladolid, adquirido por el Estado español en 1985 en una subasta
de la Casa Sotheby's de Londres, después de haber pertenecido a la colección
que la familia Hohenlohe disponía en Cebreros (Ávila).
En todos estos casos se pone en evidencia el valor
que tuvieron en su época, tanto por las reliquias que guardaban, muchas de
ellas relacionadas con las vírgenes compañeras de Santa Úrsula, como por su
carácter de objeto suntuario, lo que utilizaban los donantes como símbolo de
prestigio social.
Todos estos bustos relicarios son de autoría anónima y origen
flamenco, realizados en un momento de transición desde el estilo gótico al
renacentista en el entorno brabantino.
Respecto al conjunto de bustos relicarios de
Vitoria, otro conjunto que presenta idénticas características de ejecución, estilo,
material —talla en madera de roble— y fecha de datación son los cuatro bustos
relicarios de santas vírgenes que se conservan en la sede de The Cloisters del Metropolitan Museum de
Nueva York, igualmente relacionados con la leyenda de Santa Úrsula, con
refinadas vestimentas, rostros estereotipados y tapas practicables en las
cabezas, aunque tres de ellas presentan un pequeño medallón acristalado en el
pecho.
Por sus características, deben proceder de Brabante, como el conjunto de
Vitoria seguramente de algún taller de Bruselas, ciudad que encabezó el
protagonismo artístico durante el siglo XV, produciéndose el relevo a
principios del siglo XVI con la creciente presencia de Amberes y Malinas.
El grupo de relicarios de santas vírgenes de Vitoria
demuestran que las carretas que viajaban de España a Flandes cargadas de lana
de Castilla no volvían de vacío, sino cargadas de muchas obras de arte que
después eran repartidas por toda la geografía española, entre ellas este tipo
de piezas devocionales.
Informe y fotografías: J. M. Travieso
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Anónimo. Busto relicario de una de las Once Mil Vírgenes, h. 1520. Museo Nacional de Escultura, Valladolid |
Anónimo. Bustos relicarios de santas vírgenes mártires, 1520-1530. Metropolitan Museum (The Cloisters), Nueva York (Fotos: The Met) |
Anónimo. Busto relicario de santa virgen mártir, 1520-1530. Metropolitan Museum (The Cloisters), Nueva York (Fotos: The Met) |
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Me gustaron mucho estás tallas. Creo son bellisimas
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