7 de diciembre de 2018

Visita virtual: BUSTOS RELICARIOS DE SANTAS VÍRGENES, el encanto del refinamiento flamenco














BUSTOS RELICARIOS DE CINCO VÍRGENES COMPAÑERAS DE SANTA ÚRSULA
Anónimo, taller de Bruselas
Hacia 1520
Madera de roble policromada
Museo Diocesano de Arte Sacro, Vitoria-Gasteiz
Escultura tardogótica. Escuela flamenca















Desde la Edad Media, una devoción muy extendida en el santoral cristiano fue la de la joven Santa Úrsula y las Once Mil Vírgenes. A partir de una inscripción tallada en el coro de la iglesia de Santa Úrsula de Colonia, con la narración de la peripecia vital de la santa, junto a unos restos óseos encontrados en la necrópolis de la antigua colonia romana de Agripinensis, que fueron considerados reliquias, se generó la leyenda de Santa Úrsula, que a partir de un romance se divulgó por toda la Europa medieval, bajo múltiples formas, refiriendo el martirio, en el siglo V, de una joven de origen británico junto a un grupo de compañeras. Del alcance de esta leyenda, que carece de fundamentos históricos, es significativo que Hildegarda de Bingen compusiera muchos cantos en su honor y que Santa Úrsula fuese declarada en el siglo XIII como patrona de la universidad de la Sorbona de París, siendo levantadas iglesias en su honor en muchas poblaciones occidentales.

Según la leyenda, la joven Úrsula, hija del rey inglés Donatu de Dummonia, se convirtió al cristianismo e hizo votos de virginidad. Siendo pretendida por el príncipe Conan Meriadoc de Armórica, actual Bretaña francesa, decidió peregrinar a Roma, junto a un grupo de once compañeras, para conseguir la consagración de sus votos, que recibieron la bendición del papa Siricio. Sin embargo, durante viaje de regreso en el año 451, fueron apresadas a las puertas de Colonia por el ejército de Atila, rey de los hunos, siendo todas ellas martirizadas por no doblegarse a los apetitos sexuales de los bárbaros, Santa Úrsula asaetada y su compañeras decapitadas. En el lugar del martirio, Clematius, un ciudadano de Colonia, erigió una basílica dedicada a estas vírgenes.   

Pero si la propia existencia de la santa se sumerge en el mundo de la leyenda, la historia se complicó con la transcripción de un documento del año 922 que se conserva en un monasterio próximo a Colonia, en el que figuraba la frase "Dei et Sanctas Mariae ac ipsarum XI m virginum", cuyo final, que debía traducirse como "undecim martyres virginum" (once mártires vírgenes), fue interpretado como "undecim millia virginum" (once mil vírgenes), prolongándose esta confusión durante siglos en la hagiografía de Santa Úrsula de Colonia.

La devoción suscitada por la leyenda de Santa Úrsula y las Once Mil Vírgenes alcanzó su punto álgido durante los siglos XV y XVI, inspirando a numerosos pintores y escultores a partir de las representaciones aparecidas en el ámbito germánico. Si entre las numerosas representaciones pictóricas de la leyenda y la santa podemos referirnos a la arqueta relicario que contiene sus restos, decorada hacia 1488 en estilo flamenco por el gran maestro de origen alemán Hans Memling (Museo Memling, Brujas), existen también numerosas representaciones escultóricas de todo tipo que muestran un gran atractivo, especialmente un conjunto de bustos relicarios, por su alto grado de refinamiento, destinados a contener las reliquias de Santa Úrsula y sus compañeras procedentes de Colonia, obras que fueron elaboradas en talleres escultóricos de Bruselas, en su mayor parte entre 1520 y 1530.

LOS BUSTOS RELICARIOS DE VITORIA

Según figura en algunos documentos, una serie de estos bustos relicarios llegaron a España a través del emperador Carlos V y los personajes de su séquito, especialmente de quienes le acompañaron en el viaje con motivo de su coronación como emperador en 1520, que los entregaron como donaciones a distintas iglesias españolas. Es el caso del suntuoso conjunto de cinco bustos relicarios que se conserva en el Museo Diocesano de Arte Sacro de Vitoria, llevados a la ciudad vasca por don Hortuño Ibáñez de Aguirre, albacea de Isabel la Católica y consejero de la reina Juana y del emperador Carlos V, que fueron colocados en la capilla privada de la Cruz, que junto a su mujer, doña María de Esquivel, había fundado en la iglesia de San Vicente Mártir, hoy reconvertida en capilla de la Milagrosa, desde donde fueron trasladados al actual Museo como patrimonio del Obispado de Vitoria.

Todos ellos están concebidos para albergar reliquias de las santas vírgenes compañeras de Santa Úrsula, presentando en las cabezas partes móviles, a modo de tapas en las coronas y tocados, que permiten ser abiertas para contemplar las correspondientes reliquias, que aparecen como fragmentos de huesos cortados junto a ricas telas de distinta calidad, pues aunque las cabezas aparentemente contienen un cráneo completo, en ningún caso es así.

Estilísticamente, representan el esplendor alcanzado por los talleres escultóricos de Flandes en los siglos XV y XVI, con importantes obradores en Bruselas, Amberes y Malinas. Aunque en los estudios sobre esta tipología de relicarios algunos autores los consideran procedentes de los Países Bajos o Alemania, los rostros estereotipados, la minuciosa riqueza ornamental de las vestimentas y la forma de presentar trabajados los cabellos responden a las características de los talleres de Bruselas.

Los cinco bustos, que están tallados en madera de roble, con distintas piezas perfectamente ensambladas, presentan rostros arquetípicos, con facciones comunes, a pesar de lo cual adquieren el aspecto de diferentes retratos. Comparten las frentes despejadas, la nariz larga, los ojos rasgados y la boca pequeña con las comisuras marcadas. A diferencia de otras series de similares características, como el busto relicario del Museo Nacional de Escultura de Valladolid o los cuatro conservados en el Metropolitan Museum de Nueva York, los cinco ejemplares de Vitoria incluyen las manos, que con dedos estilizados aparecen dispuestas juntas y dirigidas al frente, en actitud de oración. Asimismo, los cinco bustos conservan las peanas, algunas con arquerías caladas.

Una gran minuciosidad y fantasía presentan los lujosos vestidos, que, convertidos en un elemento diferencial de los cinco bustos, se ajustan a la moda cortesana de la época, con profusión de pequeños detalles al gusto flamenco. Entre ellos se distinguen finas camisas, corpiños, mantos, puños de piel y acuchillados, mangas abullonadas y acuchilladas, brazaletes en las mangas, pasamanería con decoración de pedrería, simulación de bordados con grutescos, fiadores y joyeles. De gran fantasía y detalle son también los tocados y peinados, todos diferentes entre sí y de complicada elaboración. 
Con gran minuciosidad están trabajados los cabellos, en los que predominan las trenzas y los mechones ondulados, acompañándose de cintas, velos, cofias, diademas, rodetes y coronas, en todos los casos con decoraciones en relieve e hileras de perlas siguiendo la moda en la época, incorporando en la corona de Santa Albina una inscripción frontal.

Su aspecto presenta una gran riqueza que es realzada por una rica y cuidada policromía, predominando las superficies doradas en la indumentaria y los cabellos, junto a tonos blancos y azules en las camisas, plateados puntuales y la aplicación de lacas rojas en algunos detalles de los vestidos, tocados y joyas. Asimismo, es muy cuidado el trabajo de las carnaciones en manos y rostros, que presentan cejas, ojos y labios pintados, así como suaves matices sonrosados en las mejillas y mentón. El deslumbrante aspecto de los cinco relicarios ha recobrado su esplendor original tras la restauración llevada a cabo por el Museo, en la que fueron eliminadas repolicromías parciales y los estratos de cera que los recubrían.         

OTROS BUSTOS RELICARIOS FLAMENCOS

En el mismo contexto histórico en que llegaron desde Flandes los cinco bustos relicarios de Vitoria, se encuadran otros conservados en otros lugares de España, como el importante conjunto que don Francisco de los Cobos, secretario y consejero del emperador Carlos, entregó a la Sacra Capilla del Salvador de Úbeda, por él financiada como panteón anexo a su palacio en esta población jienense.

Dos bustos relicario también recalaron, durante el reinado de Carlos V, en la Colegiata de Villafranca del Bierzo (León) como propiedad de don Pedro de Toledo, marqués consorte de Villafranca y virrey de Nápoles entre 1532 y 1553. Hoy se hallan recogidos en el Museo de los Caminos de Astorga (León).

El VI duque de Medina Sidonia recibió como obsequio del emperador Carlos V, que era primo de su esposa, la duquesa doña Ana de Aragón y Gurrea, seis bustos relicario de los que sólo se conservan cuatro, dos santas vírgenes y dos santos obispos, en cuyas mitras figuran camafeos labrados con las efigies imperiales de Alejandro Magno, Julio César, Maximiliano I y Carlos V. Estos se conservan actualmente en el Santuario de la Virgen de la Caridad de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz).

Están documentados otros ejemplares que llegaron a la catedral de Ávila, junto a otros dos que pertenecieron a la colección del conde de las Almenas, uno de los cuales se encuentra actualmente en el Museo Marés de Barcelona. 

También se conserva, como ya se ha citado, un busto relicario flamenco de una de la "Once Mil Vírgenes" en el Museo de Escultura de Valladolid, adquirido por el Estado español en 1985 en una subasta de la Casa Sotheby's de Londres, después de haber pertenecido a la colección que la familia Hohenlohe disponía en Cebreros (Ávila).

En todos estos casos se pone en evidencia el valor que tuvieron en su época, tanto por las reliquias que guardaban, muchas de ellas relacionadas con las vírgenes compañeras de Santa Úrsula, como por su carácter de objeto suntuario, lo que utilizaban los donantes como símbolo de prestigio social. 
Todos estos bustos relicarios son de autoría anónima y origen flamenco, realizados en un momento de transición desde el estilo gótico al renacentista en el entorno brabantino.

Respecto al conjunto de bustos relicarios de Vitoria, otro conjunto que presenta idénticas características de ejecución, estilo, material —talla en madera de roble— y fecha de datación son los cuatro bustos relicarios de santas vírgenes que se conservan en la sede de The Cloisters del Metropolitan Museum de Nueva York, igualmente relacionados con la leyenda de Santa Úrsula, con refinadas vestimentas, rostros estereotipados y tapas practicables en las cabezas, aunque tres de ellas presentan un pequeño medallón acristalado en el pecho. 
Por sus características, deben proceder de Brabante, como el conjunto de Vitoria seguramente de algún taller de Bruselas, ciudad que encabezó el protagonismo artístico durante el siglo XV, produciéndose el relevo a principios del siglo XVI con la creciente presencia de Amberes y Malinas.




El grupo de relicarios de santas vírgenes de Vitoria demuestran que las carretas que viajaban de España a Flandes cargadas de lana de Castilla no volvían de vacío, sino cargadas de muchas obras de arte que después eran repartidas por toda la geografía española, entre ellas este tipo de piezas devocionales.


Informe y fotografías: J. M. Travieso








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Anónimo. Busto relicario de una de las Once Mil Vírgenes, h. 1520. Museo Nacional de Escultura, Valladolid


















Anónimo. Bustos relicarios de santas vírgenes mártires, 1520-1530. Metropolitan Museum (The Cloisters), Nueva York
(Fotos: The Met)


















Anónimo. Busto relicario de santa virgen mártir, 1520-1530. Metropolitan Museum (The Cloisters), Nueva York
(Fotos: The Met)
















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