LA RENDICIÓN DE GRANADA
Francisco
Pradilla y Ortiz (Villanueva de Gállego, Zaragoza, 1848 - Madrid, 1921)
1882
Óleo sobre lienzo / 330 x 550 cm.
Sala de Conferencias, Palacio del
Senado, Madrid
Pintura realista española del
siglo XIX, género de pintura de historia
 
 
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| Sala de Conferencias, Palacio del Senado, Madrid La Rendición de Granada al fondo, a la izquierda
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Unas semanas
después de que el pintor aragonés Francisco Pradilla recibiera la medalla de honor
de la Exposición Nacional de 1878 por su magnífico lienzo titulado Doña Juana
la Loca (ver ilustración más abajo), pintura realizada en Roma durante su estancia como pensionado de
la Academia de España, donde había obtenido un notable éxito en su presentación
pública en mayo de 1877, el marqués de Barzanallana, Presidente del Senado, envió
una carta al pintor el 17 de agosto de 1878 solicitándole una pintura de gran
formato que representase La rendición de Granada o “la entrega de llaves
por Boabdil a los Reyes Católicos, como representación de la unidad española;
punto de partida para los grandes hechos realizados por nuestros abuelos bajo
aquellos gloriosos soberanos”. La pintura estaba destinada a la Sala de
Conferencias del Palacio del Senado, que por entonces estaba siendo ornamentada
con esculturas y pinturas protagonizadas por grandes personajes de la historia
española, conformando un conjunto iconográfico cuyo objetivo era la exaltación
de la gloria nacional. 
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| Francisco Pradilla. La rendición de Granada, 1882 Palacio del Senado, Madrid
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Pradilla aceptó
el encargo y se desplazó a Granada, donde comenzó la pintura tras conseguir
datos precisos sobre el paisaje y la arquitectura de la ciudad, captando al
tiempo el ambiente atmosférico que exigía la escena, un aspecto esencial para
el realismo pictórico que practicaba el pintor, que concluyó la pintura en Roma
y la envió a Madrid acompañada de una carta de entrega —fechada el 13 de junio
de 1882— en la que explicaba a Barzanallana, el comitente, que "yo no
estoy contento sino de la tonalidad del aire libre como conjunto, de haber
conseguido detalle dentro de éste, y de la disposición general como perspectiva
exacta y como ceremonia", así como que el sentido realista de la pintura
no debía excluir "la poesía y la grandeza con que se nos presenta envuelta
la Historia". De modo que el carácter inevitablemente imaginario de la
escena representada, para Pradilla fue fruto de un concepto y no de una visión. 
La pintura, sin
duda la más preciada de la colección artística que guarda el Palacio del Senado
y, seguramente la más espectacular y asombrosa de cuantas realizaran los
pintores españoles dedicados al género de pintura de historia, presenta una compleja
iconografía sustentada en su fastuosidad escenográfica y en su minuciosidad
descriptiva, consiguiendo Francisco Pradilla, con la trascendencia de sus
valores plásticos, una pintura que se sitúa entre las obras capitales de la
pintura española de todos los tiempos. 
DESCRIPCIÓN ICONOGRÁFICA
En la carta de
entrega, Pradilla hizo una pormenorizada descripción de la pintura que resulta
imprescindible para comprender su contenido. Según figura en dicho documento,
el pintor se refiere al modo compositivo afirmando que el ejército cristiano se
despliega formando un segmento de semicírculo paralelo al camino que conduce a
las murallas de Granada. En medio del semicírculo están situados los caballeros
que rodean y protegen a las damas de la Reina. Las figuras ecuestres de los
reyes Isabel y Fernando, junto a sus dos hijos mayores, están situados delante
ocupando el centro del radio, con los pajes y maceros a los lados. En el lado opuesto,
Boabdil el Chico cruza el camino a caballo hasta encontrarse con los Reyes, a
los que se dispone a entregar las llaves de la ciudad. Junto a él llegan a pie,
según las capitulaciones, los caballeros de su casa. Esta disposición permite,
sin amaneramiento ni esfuerzo, que las figuras de los tres Reyes sean las más
visibles para el espectador, quedando definidas por los matices de color:
blanco y azulado para la reina Isabel, rojo en el rey Fernando y negro en el
Rey Chico. 
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| Detalle de la reina Isabel la Católica | 
El conjunto de
figuras sigue un orden muy calculado en la composición. En primer plano un rey
de armas o macero, de tamaño natural, que revestido con un sayal y una
dalmática bordada con los escudos de los reinos de España y sujetando una maza
ceremonial observa con atención la llegada de Boabdil. Junto a él, un paje colocado
en escorzo sujeta las bridas del caballo en el que cabalga la Reina, blanco y
de raza árabe, que al aparecer piafando origina la posición erguida de Isabel,
que viste saya y brial de brocado en tonos verdosos forrados de armiño, un manto
real de brocado azul rematado con orlas de escudos y perlas, con una esclavina
de armiño, y la cabeza ceñida por la tradicional toca y la corona de plata
dorada que se conserva en la Capilla Real de Granada. 
Junto a ella,
en un plano más alejado, se encuentra su hija mayor Isabel sobre una mula baya,
que como reciente viuda del rey de Portugal viste de negro. A su lado aparece su
hermano, el príncipe Don Juan, sobre un caballo blanco y coronado con una
diadema. Estos dos hijos de los Reyes Católicos ocupan el espacio entre ellos,
pues a continuación aparece el rey Fernando que, ajustado a las leyes de la
perspectiva, aparece montado sobre un potro andaluz castaño con la cabeza
cubierta por una testera metálica y el cuerpo con una gualdrapa ricamente
ornamentada con brocados. El monarca está recubierto por un rico manto
veneciano de terciopelo púrpura, lleva una espada de gran tamaño a la cintura y
sujeta un cetro, situándose junto a él su paje, que contempla a Boabdil lleno
de admiración. Por detrás de esta figura se atisba la dalmática del segundo rey
de armas, con los escudos de Castilla y León. 
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| Detalle del rey Fernando el Católico | 
Dentro del
grupo de acompañamiento, por detrás del rey aparecen de forma escalonada el
marqués de Cádiz, revestido con armadura y sujetando los pendones de Castilla y
soldados con el de los Reyes Católicos. A la izquierda del Don Fernando, el
inquisidor Torquemada, el confesor de la reina y un fraile dominico. En la
parte derecha, por detrás del macero, se encuentra el conde de Tendilla, con
armadura y montando un potro de raza española. A su lado el gran Maestre de
Santiago sobre un potro negro. Más al fondo, Gonzalo de Córdoba conversa con
una de las damas de la reina, que forman un grupo con lujosos vestidos y
colores claros. A su lado asoma el duque de Medina Sidonia y más atrás otros
caballeros y soldados que portan lanzas. 
En la parte
izquierda de la escena se encuentra Boabdil, al trote sobre un caballo negro árabe
de pura sangre discretamente enjaezado y representado en escorzo. El Rey Chico,
que hace el ademán de entregar las llaves de Granada a modo de saludo, viste
una saya de terciopelo negro, un manto blanco, la cabeza cubierta por un yelmo
metálico y una gran espada cruzada en la cintura. Le antecede un paje de raza
negra que sujeta la brida del caballo y que hace una inclinación reverencial
confundido entre la grandeza de los reyes cristianos. Por detrás del monarca
nazarí llega a pie un buen número de cortesanos árabes, que con sus gestos
expresan diferentes sentimientos ante el doloroso trance de la derrota y, a lo
lejos, una comitiva de moros. 
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| Detalle del rey nazarí Boabdil, con Granada al fondo | 
Al fondo del
camino, algo difuminados, aparece un grupo de trompeteros, timbaleros y
soldados cristianos que anteceden a la hilada de chopos que indican el curso
del río Genil y a las murallas de Granada, por detrás de las cuales se divisa
el barrio de la Antequeruela y, en posición más alta, parte de los Adarbes, las
torres Bermejas y de la Vela pertenecientes al complejo de la Alhambra. 
UNA INSUPERABLE HABILIDAD TÉCNICA     
Para la
realización de esta pintura histórica, Francisco Pradilla, con el fin de proporcionar
verisimilitud arqueológica, se documentó a conciencia y de forma metódica tanto
de los textos históricos que relatan el acontecimiento como de algunos de los
objetos que aparecen en la escena, como es el caso de la corona y el cetro de
la reina Isabel que se conservan en la Capilla Real de Granada, o la espada de
Boabdil que se guarda en el Museo del Ejército de Madrid. El pintor hace un
alarde de habilidad técnica para reproducir, con la máxima fidelidad, las
texturas y cualidades de las cosas, con una calidad sensorial que afecta a las
indumentarias, las armas, los animales, las arquitecturas y la naturaleza, cuya
precisión se superpone al afán decorativista y a la artificiosidad de la escena,
donde pequeños defectos resultan insignificantes, como la representación de los
rostros de la familia real, todos de perfil y con un extraño rictus en sus
labios, como inspirados en trabajos numismáticos. 
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| Detalle del paje de la reina Isabel | 
Destacan los
detalles de los elementos colocados en primer término con una ejecución vigorosa
y segura que potencia el realismo, como el barro del camino y las hendiduras
producidas por el paso de carruajes, las matas de hierba, los textiles con
brocados, la variedad de tipos de caballos, las armaduras con brillos
metálicos, las armas y objetos ceremoniales, a lo que se suman los elementos
orográficos y atmosféricos, así como jugosos recursos, como el colocar un gran
ciprés —característico del paisaje— por detrás de la reina para destacar sobre
la masa sombría la claridad de su rica indumentaria, o las sombras que al fondo
cubren parte de la Alhambra producidas por un celaje cuajado de nubes. Con un
dibujo definido y riguroso, y con un lenguaje plástico muy personal —conocido
en su época como “estilo Pradilla”—, la pintura responde al realismo
internacional vigente en el género histórico de toda Europa en el último cuarto
de siglo, estilo que siguieron incondicionalmente la mayoría de los pintores de
historia en activo por esos años. 
Esta pintura
tuvo una gran difusión desde el momento en que fue terminada. Primero fue
presentada en Roma, donde fue realizada, obteniendo una exitosa crítica de la
sociedad romana; después ya en el Salón de Conferencias del Senado de Madrid,
donde fue contemplada por el rey Alfonso XIII, que como reconocimiento concedió
a Pradilla la condecoración de la gran cruz de Isabel la Católica. 
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| Detalle del rey de armas o macero del primer plano | 
Asimismo, el
Senado, ante la petición del pintor de aumentar la cantidad estipulada por su
trabajo, votó a favor de abonarle el doble de lo convenido. Las crónicas
periodísticas citan la afluencia de público que acudió a contemplar los
prodigiosos detalles, siendo objeto la pintura de varias réplicas realizadas por otros
pintores. Un año después de su colocación en Madrid, en 1883 fue exhibida en Múnich,
hecho que provocó un polémico debate en el Senado sobre la conveniencia del
préstamo, ofreciéndose el propio pintor a remediar los daños que pudiera sufrir.
En 1889 era presentada en la Exposición Universal de París, en un momento en
que se producía el descrédito del género de historia, lo que afectó a su
consideración artística. 
 
Informe y
fotografías: J. M. Travieso.
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| Firma de Francisco Pradilla, lugares y fecha de ejecución | 
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| Francisco Pradilla. Doña Juana la Loca, 1877 Museo del Prado (Foto Museo del Prado)
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| Autorretrato de Francisco Pradilla, 1917 Museo del Prado (Foto Museo del Prado)
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