EL CARDENAL
Rafael Sanzio (Urbino,1483 - Roma 1520)
Hacia 1510
Óleo sobre tabla, 79 x 61 cm.
Museo del Prado, Madrid
Renacimiento italiano. Clasicismo
De esta tabla sin firmar, que ofrece el retrato de un cardenal con un excelente grado de conservación, ha sido aceptada unánimemente la autoría de Rafael de Urbino y es una de las grandes joyas del Museo del Prado. Sin embargo, se desconoce con seguridad la identidad del retratado, aunque actualmente se conocen datos que incitan a muchos historiadores a aceptar, por motivos que luego citaremos, que se trata del cardenal Francesco Alidosi.
Lo primero que llama la atención es la disposición de la figura, claramente emparentada con la Gioconda de Leonardo, aunque en este caso el cromatismo sea mucho más reducido, contrastado y efectista a base de contraponer el brillante rojo de la muceta y el capelo o birrete, el nítido blanco de la manga y el sonrosado de las carnaciones sobre un fondo oscuro, casi negro, en el que apenas se atisba una cortina o colgadura en verde oscuro. Todo ello hábilmente estudiado por Rafael, con un juego de luces prodigioso, para forzar psicológicamente la contemplación del rostro del personaje, que mirando fijamente al espectador adquiere matices tridimensionales, simulando con una sabia libertad una realidad casi tangible, a pesar de que el modelo supere ligeramente el tamaño del natural.
La pintura pone de manifiesto la capacidad de Rafael para el retrato y su maestría para captar el alma de los retratados a través de una increíble penetración psicológica en el modelo, pues aún cuando no sepamos de quién se trata, instintivamente es fácil de reconocer el arquetipo de un cardenal renacentista por su aspecto distante, inteligente, enigmático e incluso astuto.
Sobre una base de dibujo impecable, Rafael matiza con el color todas las circunstancias físicas que realzan la dignidad del modelo, apreciables en la finura de los finos drapeados de la manga, los brillos de la seda roja de la muceta, produciendo con tonos rosas el efecto visual de moaré, los botones forrados, la nitidez de las costuras y, fundamentalmente, la expresión facial que muestra su grave autoridad, con unos ojos penetrantes y agudos, la nariz aguileña, los labios finos con una mueca de ironía, los cabellos recortados sobre la frente y la mano relajada insinuando dominio sobre sí mismo a pesar de su juventud.
La pintura se encuadra en la obra realizada por Rafael poco después de su llegada a Roma, tras haber abandonado Florencia a principios de 1508. Allí acudió reclamado por el papa Julio II, que un año después le encomendó la decoración de la Estancia de la Signatura, donde se manifestó como un artista excepcional. En los ambientes del Vaticano también realizó una serie de retratos de personajes relacionados con el mundo intelectual, como el gran humanista Baltasar de Castiglione (Museo del Louvre), Thomaso Inghirami, reorganizador de la Biblioteca Vaticana (Palacio Pitti de Florencia), los poetas Andrea Navagero y Agostino Bozzano (Galería Doria de Roma), el medallista y tallador de cristal Valerio Belli (Colección de Lord Clarck) y algunas mujeres, como la célebre "Dama velada" (Palacio Pitti de Florencia), a los que se suma el enigmático retrato de este eclesiástico.
Tras haberse sugerido diversas y variopintas identidades para el retratado, la crítica actual se decanta por el cardenal Francesco Alidosi, favorito del papa Julio II entre los veinticinco cardenales por él nombrados, a pesar de la falta de atributos en la pintura, como emblemas heráldicos, inscripciones o motivos alegóricos de su apellido o familia, que faciliten confirmar la hipótesis. Ello también incita a pensar en su fecha de ejecución en la primera mitad del año 1510.
Una serie de semejanzas formales son la base para esta aseveración. Su edad en el retrato, próximo a los cuarenta años, está en consonancia con el retrato del cardenal Alidosi que aparece en la grandiosa composición de la Disputa del Sacramento de la Estancia de la Signatura (ilustración 5), en la que se ha propuesto que Alidosi fuera el asesor teológico de tan magno programa decorativo. Allí aparece caracterizado como obispo, con los mismos ojos azules, la misma nariz aguileña y la misma edad, repitiéndose el hecho de ser el único personaje que mira fijamente al espectador. Corrobora esta hipótesis el retrato grabado del cardenal que figura en la edición de los "Elogi degli uomini illustri", publicada en Florencia en 1554 por Paolo Giovio.
Francesco Alidosi nació en 1467 en la región de Emilia y fue estudiante de Teología en la Universidad de Bolonia. Llegó a Roma en tiempos del papa Sixto IV, de la familia de los della Rovere, donde mantuvo una estrecha amistad con el cardenal Giuliano della Rovere, sobrino del papa, para el que ejerció como consejero de confianza. Después de haber salvado a Giuliano de un intento de asesinato y de la ascensión de éste a pontífice como Julio II en 1503, Alidosi, que ostentaba el cargo de obispo de Pavía, fue nombrado por el papa cardenal de Santi Nereo e Achileo en diciembre de 1505, ocupando la iglesia romana que después se dedicó a Santa Cecilia. Para Julio II ejerció como legado pontificio, gobernador de Bolonia y comandante del ejército vaticano, llegando a convertirse en el favorito del pontífice y su más íntimo confidente.
Sin embargo su figura, sobre todo después de su muerte, recibió críticas feroces. En la obra de Paolo Giovio se llegaba a afirmar que en su retrato, pintado del natural, era mostrado con una belleza y una dignidad que encubrían la realidad del personaje: un espíritu ambicioso y corrupto (la macchia di uno animo corrotto si può per qualche tempo coprire con l'apparenza di una rara bellezza). Algo trasciende en el inteligente retrato de Rafael, donde no resulta difícil identificar la calificación de cruel, avaricioso e inmoral que apuntan algunos escritos, sobre todo teniendo en cuenta que como colaborador en el mecenazgo artístico de Julio II y en el enfrentamiento personal entre Miguel Ángel y Rafael, Alidosi fuese partidario del primero, interviniendo en la asignación de importantes encargos papales al florentino, entre otros los frescos de la Capilla Sixtina.
Francesco Alidosi murió prematuramente en mayo de 1511, asesinado por el duque de Urbino y condottiero Francesco Maria della Rovere, sobrino de Julio II, en una calle de Rávena.
En el año 1813 una serie de pinturas de Rafael formaron parte del botín que el régimen napoleónico se llevó a París. Este retrato se salvó de aquellos hechos por estar considerado por entonces como obra de Antonio Moro y tratarse de una representación del cardenal Antonio Perrenot de Granvela, basándose en una inscripción que figura en el reverso de la tabla. La atribución a Rafael de este cuadro, de cuya procedencia se conocen muy pocos datos, fue realizada en 1828 por Luis Eusebi, después de que fuera adquirido en Roma por el español Príncipe de Asturias, futuro rey Carlos IV, y colocado en el palacio de Aranjuez al menos desde 1818. Tiempo después, integrando la colección real española, pasaría al Museo del Prado, donde ya consta su presencia en el inventario de 1857 (con los números 905 y 286 que tiene superpuestos en la parte inferior).
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