Es una
antorcha al aire esta palmera,
verde llama
que busca al sol desnudo
para beberle
sangre; en cada nudo
de su tronco
cuajó una primavera.
Sin bretes
ni eslabones, altanera
y erguida,
pisa el yermo seco y rudo;
para la miel
del cielo es un embudo
la copa de
sus venas, sin madera.
No se
retuerce ni se quiebra al suelo;
no hay
sombra en su follaje, es luz cuajada
que en
ofrenda de amor se alarga al cielo,
la sangre de
un volcán que, enamorada
del padre
Sol, se revistió de anhelo
y se ofrece,
columna, a su morada.
MIGUEL DE UNAMUNO
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