Estampas y recuerdos de Valladolid
En el siglo XIX, el edificio del primitivo
Ayuntamiento de Valladolid, aquel que proyectara en 1561 Juan Sanz de Escalante
y modificaran después Francisco de Salamanca y Juan de Herrera, comenzó a
presentar síntomas de ruina e incapacidad, por lo que en 1879, por iniciativa
del alcalde Miguel Íscar, se realizó un informe sobre su seguridad, cuyas
consecuencias inmediatas fueron el acuerdo de su derribo y la construcción de
un nuevo edificio más acorde con los nuevos tiempos y, sobre todo, más amplio y
mejor dotado.
Para ello, en 1880 se convocó un concurso público
de proyectos que fue ganado por Antonio Iturralde Montel. El diseño, que ya
había sido cuestionado por la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima
Concepción, conocería nuevas complicaciones cuando en 1893, un año después de
iniciarse las obras, comenzaron las discrepancias entre el arquitecto y el
Ayuntamiento, lo que originó la paralización de los trabajos y la rescisión del
contrato cuando Antonio Iturralde murió en 1897.
Buscando un arquitecto alternativo, el Ayuntamiento
eligió entre las seis candidaturas presentadas la del abulense Enrique María
Repullés y Vargas, que modificó por completo el proyecto inicial y derribó todo
lo realizado hasta ese momento, planteando un edificio de estilo ecléctico, una
corriente muy en boga en la época, en el que prevalece la inspiración
renacentista relacionada con el Palacio Monterrey de Salamanca, como también
ocurriría tiempo después en la nueva Academia de Caballería, levantada entre
1921 y 1924 por el comandante de ingenieros Adolfo Pierrad Pérez.
El edificio de Repullés mantuvo en parte el
arquetipo del estilo de los Austrias, con torres en los extremos y un patio
interior, aunque incorporó numerosas novedades, entre ellas una torre con reloj,
un pórtico y un gran balcón en el cuerpo central de la fachada, tal y como hoy
se presenta. La relativa austeridad del exterior contrasta con la suntuosidad
del interior, destacando la escalera de tipo imperial en mármol y bronce,
diseñada por los hermanos Gargalló, el Salón de Plenos decorado por Algueró, la
serie de despachos y el espacioso Salón de Recepciones desde el que se accede
al balcón, compartiendo las dependencias una decoración con recreaciones
historicistas de gran belleza en pinturas murales, vidrieras, estucados, etc. El
nuevo edificio fue inaugurado solemnemente el 19 de septiembre de 1908.
Uno de los espacios más representativos es el
citado Salón de Recepciones, una espaciosa sala rectangular con el suelo
recubierto de maderas nobles y los muros y bóveda con decoración
neorrenacentista de gran riqueza, ideada por los hermanos Gargalló, con frisos,
pilastras y columnas adosadas de aire plateresco, no faltando grandes vidrieras
con motivos alegóricos y plafones en los techos para albergar pinturas de gran
formato que proclaman las excelencias de Valladolid. Por estar destinado a los
actos protocolarios, institucionales y representativos, se buscó a un pintor de
prestigio que, como en otras importantes obras decimonónicas de la ciudad —Salón
de Baile del Casino de Recreo, Escalera del Palacio Real, Pasaje Gutiérrez,
etc.— realizara pinturas murales de gran formato que en este caso tendrían una
repercusión estética fundamental.
El pintor elegido fue Gabriel Osmundo Gómez
(1867-1915), cuyo estudio era uno de los más valorados en la ciudad en las
postrimerías del siglo XIX. Gabriel Osmundo, al que se le conocía por el apodo de "El
Mulato", había nacido en Cuba, aunque de padres vallisoletanos, era en ese
momento un modesto pintor que luchaba por conseguir importantes contratos. Con
el tiempo se revelaría como un excelente paisajista al que no fueron ajenas las
vanguardias, dominando el género del retrato (entre ellos el del rey Alfonso
XIII), la pintura religiosa, los bodegones y especialmente la pintura
costumbrista, en la que refleja tanto celebraciones y rincones vallisoletanos
como aspectos del trabajo campesino y marinero a través de tipos populares. Se
conservan de su mano atractivos bocetos y delicadas acuarelas, así como algunas
incursiones en temas literarios, como la Leyenda
del Campo Grande recogida por Zorrilla, que plasmó en su pintura
"Tradición", actualmente en la Casa de Zorrilla.
En su pintura pone de manifiesto el uso del color
acomodado a la temática representada, prevaleciendo en su obra los tonos
luminosos que fueron calificados por algún crítico como "tintas
Gabriel", a mitad de camino entre el romanticismo y el modernismo.
GLORIFICACIÓN DE LA HISTORIA DE VALLADOLID
Una buena muestra de la creatividad de Gabriel
Osmundo es la pintura de gran formato que realizó para el plafón central de la
bóveda del Salón de Recepciones del Ayuntamiento, una obra de carácter
alegórico en la que se adapta con fidelidad al aparente clasicismo
neorrenacentista que marca la estética del grandilocuente espacio. La pintura,
concebida como un canto al pasado histórico de Valladolid, aparece como una
luminosa gloria abierta donde entre nubes descansan ilustres personajes
históricos relacionados con la ciudad por diversos motivos.
El centro de la composición es ocupado por la
figura del Conde Ansúrez, que acompañado
de su esposa doña Eylo porta el
plano de la iglesia de Santa María de la Antigua, indicando con su gesto donde
debe ser construida. A su lado un arquitecto le muestra otro plano
extendido con la traza del Puente Mayor.
La glorificación del Conde Ansúrez, tema central de la pintura, se completa con
un plano de Valladolid colocado a su derecha, junto al que aparecen diseminados
algunos componentes de su armadura condal, como la coraza, los brazales y el
casco, así como la espada. Por detrás un soldado con brillante armadura sujeta
el escudo en el que aparecen las armas de su linaje, que se repiten en la parte
superior en el emblema que porta un amorcillo que gravita mientras el
difuminado pendón de Castilla se enreda entre sus piernas.
A ambos lados, formando agrupaciones, se
distribuyen destacados personajes históricos. En la parte derecha, junto a las
figuras centrales, aparece un grupo de seis personajes, de resonancia
histórica, entre los que se reconocen las figuras de la reina María de Molina, que eligió Valladolid
como lugar de residencia y tanto benefició a la ciudad, sentada en compañía de
su esposo el rey Sancho IV; a su
lado la reina Isabel la Católica,
con corona y colocada de pie, ofrece sus joyas para sufragar la gesta del
Descubrimiento después de que celebrara su matrimonio en Valladolid; debajo de
ella se asienta el Cardenal Mendoza,
fundador del Colegio de Santa Cruz; al frente del grupo se sitúa Cristóbal Colón, ensimismado en el
estudio de la cartografía mientras acaricia un globo terráqueo, recordando con
ello que tanto el inicio de su proyecto como su muerte se produjeron en
Valladolid. Completa el grupo la figura sedente del rey Felipe II, nacido en Valladolid, que sujeta entre sus manos el
plano de la ciudad que ayudó a reconstruir después del incendio de 1561.
Más a la derecha el grupo de personajes está
relacionado con la literatura. En el centro aparece Miguel de Cervantes, ilustre vecino de la ciudad en la que
consiguió hacer posible la publicación del Quijote; detrás, según se puede
deducir por sus rasgos fisionómicos, aparece el teólogo y jesuita vallisoletano
Luis de la Puente, cuyos escritos,
publicados en los albores del siglo XVII, tanta repercusión tuvieron; más a la
derecha se coloca el gran poeta y dramaturgo vallisoletano José Zorrilla, orgullo de la ciudad, con el que se relaciona una
bella alegoría de la musa de la Poesía,
que, bajo el aspecto de la Primavera, gravita algo más abajo rodeada de flores.
Otras dos agrupaciones se colocan en la parte
izquierda de la composición. Una de ellas, formada por cuatro figuras femeninas
de gran tamaño, adquiere un valor alegórico relacionado con la historia de la
ciudad, recordando al tiempo las virtudes del gobierno. Una de las alegorías
representa la Fortaleza, que está
sugerida por una elegante dama que sujeta un casco con penachos y una lanza; a
su lado aparece recostada la Justicia,
que con una espada en su regazo fija su mirada en el libro de la Ley; por
detrás una bella figura femenina puede representar la Historia, pues porta un puñal y hace un gesto de contención, al
tiempo que se acompaña de un brioso caballo blanco; al fondo, casi de espaldas,
aparece una alegoría de la Música
que enaltece el espíritu, en este caso portando un arpa.
Otra serie de personajes conforman un último grupo.
Entre ellos se distingue al rey Fernando
III el Santo, reconocible por aparecer con el libro de Las Partidas, recordando que
este rey y su madre doña Berenguela fueron coronados como reyes de Castilla en
la Plaza Mayor el 1 de julio de 1217, como lo recuerda una lápida colocada en la fachada del Ayuntamiento. A su lado, aparece el rey Enrique IV, nacido en Valladolid en
1425, que sujetando una corona y una espada recuerda el haber disputado el
trono a su hermana Isabel. También vallisoletano es el franciscano San Pedro Regalado, patrón de la
ciudad, bajo el que aparece otro personaje, cubierto por un manto blanco, que
se tapa la cara, lo que dificulta su identificación.
En definitiva, todo un compendio de historia
relacionada con Valladolid como exaltación de su importante papel a lo largo
del tiempo. Pero también una muestra de la capacidad compositiva e historicista
de tipos creados por Gabriel Osmundo Gómez, cuya luminosidad y grandilocuencia
sigue presidiendo el incomparable marco del salón mas suntuoso de la Casa
Consistorial.
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Hemos realizado dos correcciones según la sugerencia amablemente enviada por Jesús Sánchez Ruiz.
ResponderEliminarA veces las prisas no son buenas consejeras.
Hola, soy el bisnieto de el pintor Gabriel osmundo Gómez, enhorabuena por saber contar el fresco de la sala del ayuntamiento. Si necesita ponerse en contacto conmigo , mi tlf es 647643240, me llamo Manuel .
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