SAN JERÓNIMO
PENITENTE
Alonso Cano
(Granada, 1601-1667)
1637
Barro cocido
y policromado
Museo
Nacional de Escultura, Valladolid
Escultura barroca
española. Escuela andaluza
En su condición de artista polifacético, el
granadino Alonso Cano ejerció como arquitecto, dibujante, pintor y escultor,
disciplinas que supo interrelacionar hasta conseguir impregnar valores
escultóricos a sus pinturas y esculpir como si dibujara y pintara en tres
dimensiones, ocurriendo otro tanto incluso en su obra arquitectónica, en la que incorpora la emoción
plástica y el claroscuro propio de lo escultórico. En líneas generales, su obra
le presenta como artista universal multidisciplinar, al modo de los grandes
maestros del Renacimiento, llegando a sumar a sus realizaciones artísticas su
condición de teórico y de investigador plástico.
En su obra documentada, la producción escultórica
es cuantitativamente menor a la pictórica, desarrollando preferentemente en
ambas una temática de índole religiosa, algo común a la mayoría de los artistas
españoles de su tiempo, ocupados en atender la demanda de conventos e iglesias.
En este sentido, el altorrelieve de San Jerónimo penitente, atribuido a Alonso
Cano, ofrece la singularidad de ser uno de los pocos relieves escultóricos
conocidos del maestro, pues el resto de sus esculturas —en distintos tipos de
materiales— fueron trabajadas en bulto redondo, pudiéndose afirmar que a lo
largo de su trayectoria rechazó practicar escenas en relieve, modalidad que
paradójicamente viene a ser la de mayor naturaleza pictórica dentro del
lenguaje escultórico.
Alonso Cano Almansa, tras su nacimiento en Granada
en 1601, y a lo largo de sus casi 66 años de vida, primero estuvo asentado en
Sevilla, donde llegó a los trece años junto a su padre, el ensamblador de
retablos Miguel Cano, de origen manchego. Allí culminaría su formación, dando
muestras de su talento en el taller de pintura de Francisco Pacheco, teniendo
como compañero a Velázquez y recibiendo influencias de la obra escultórica de
Juan Martínez Montañés. En Sevilla, donde contrajo matrimonio en segundas nupcias
en 1631 con Magdalena de Uceda, tras la muerte de su primera esposa en 1627,
permanecería trabajando hasta que en 1638, con treinta y siete años, se
trasladó a Madrid para trabajar bajo la protección del poderoso Conde-Duque de
Olivares, permaneciendo en la corte durante trece años como pintor de cámara.
Tras una breve estancia en Valencia, refugiado en
el convento de San Francisco a consecuencia de haber sido acusado del asesinato
de su esposa, aunque no fue condenado por no poderse demostrar su culpa, en
1651, merced a la influencia de Felipe IV, regresaba a Granada para trabajar en
la catedral como racionero, ocupando una de las vacantes de beneficiado para
música de voz y siendo nombrado maestro mayor de la catedral. En su ciudad
natal permanecería activo hasta que la muerte le sorprendió en 1667. Dejaba
tras de sí una polifacética obra que le coloca junto a los grandes del arte
barroco español y como iniciador de la escuela granadina de pintura y
escultura.
Desde las atribuciones del pintor y tratadista
Palomino, hasta la revisión de Jesús Urrea1 en 1999, se han llegado
a catalogar treinta y una esculturas personales de Alonso Cano, a las que
habría que sumar los relieves en barro policromado de San Jerónimo y la imagen
del Niño Jesús en peltre, ambas en el Museo Nacional de Escultura de
Valladolid, piezas escultóricas que fueron reproducidas en su taller mediante
moldes de sus originales2. Relacionados con este relieve de San
Jerónimo se conocen otros tres ejemplares: el que fuera subastado en Madrid en
1984, el que procedía de la colección Thyssen y fue subastado en Londres en
2005 y el que se guarda en el Palacio Arzobispal de Granada, de calidad
ligeramente inferior3.
El relieve de Valladolid, que tiene unas
dimensiones de 45 x 35 cm., está realizado en terracota y presenta un modelado
minucioso y exquisito en el que los detalles mórbidos de la anatomía y el
naturalismo del manto, del león y de los elementos de atrezo, atributos que
ayudan a la identificación del personaje, contrastan con el entorno
paisajístico agreste a base de formaciones rocosas salpicadas de pequeñas
plantas.
Izda: San Jerónimo penitente, 1637, Museo Nacional de Escultura Dcha: San Juan Evangelista, 1646, Museo de Bellas Artes, Budapest |
Con gran habilidad el escultor establece en la
composición un juego de diagonales de concepción pictórica, especialmente
patentes en la inclinación del cuerpo del santo y en la prolongación de las rocas
del segundo plano, para dejar libre al fondo un tercio de la composición que es
ocupado por un sugestivo paisaje pintado y organizado en planos sucesivos en
los que se alternan bosques y altos riscos bajo un cielo con nubarrones.
El
mismo planteamiento compositivo, aunque con orientación contraria, sería
utilizado de nuevo por el artista en 1646 en la pintura de San Juan Evangelista
en la isla de Patmos, obra que se conserva en el Museo de Bellas Artes de
Budapest (Szépmûvészeti Múzeum), en la que repite la inserción de un santo en
un medio natural agreste y aislado del mundo siguiendo idéntica composición, de
tal modo que si el relieve ofrece evidentes valores pictóricos, la pintura
procura los habituales valores escultóricos a través del claroscuro.
El pequeño altorrelieve, cuya fecha de ejecución
en 1637 aparece impresa en el barro en el ángulo inferior derecho (difícil de
apreciar a simple vista), presenta a San Jerónimo de Estridón (347-420) como
anacoreta en un desierto próximo a Belén, en Tierra Santa, recostado contra las
rocas y en actitud reflexiva mientras clava su mirada en una calavera.
Su
enjuta anatomía, recorrida por múltiples detalles mórbidos en la piel que
permiten apreciar las arrugas, venas y tendones, cubre su desnudez con un manto
que rodea el cuerpo de la cintura hacia abajo.
En posición sedente, presenta la
pierna izquierda apoyada a mayor altura y el torso girado hacia la izquierda
para reposar su cabeza, con el rostro dirigido hacia abajo, sobre el brazo izquierdo
flexionado y apoyado en la roca, mientras que su mano derecha aprieta una
piedra con la que golpeándose el pecho experimentaba la mortificación.
A su alrededor se encuentran esparcidos los
habituales atributos iconográficos, como los libros que recuerdan su carácter
políglota, su trabajo de traducción de la Biblia al latín —la Vulgata—, la
consagración de su vida a las Sagradas Escrituras y la fundación de la Orden de
los Jerónimos; el capelo cardenalicio y el manto púrpura en alusión a los altos
cargos ocupados en Roma junto al papa Dámaso I antes de su retiro; la calavera
objeto de su mirada, evidente símbolo de la muerte y de la fugacidad de la
vida, a la que acompañaba un pequeño crucifijo que no se ha conservado, aunque
sí el orificio en que se sujetaba, todo ello vinculado a la renuncia de los
bienes mundanos, la meditación y la oración; finalmente, en la parte inferior,
el león recostado en alusión a la legendaria leyenda según la cual el anacoreta
San Jerónimo habría extraído una espina clavada en la pata del animal, que
agradecido nunca se separó de su benefactor, pasando a convertirse su presencia
junto al santo en el atributo invariable a partir de la iconografía medieval.
San Jerónimo, Vespasiano Strada, Fine Arts Museum, San Francisco |
El relieve, que pudo haber sido realizado por el
artista durante su último año en la ciudad de Sevilla, presenta una escena
intimista y serena, cargada de sutiles valores religiosos a través de una
composición muy equilibrada, un modelo humanizado con fuerte realismo y un
delicado modelado que el autor repetiría en otras obras en barro cocido,
después realzado por una efectista policromía en tonos mates y un bello paisaje
pintado al fondo por él mismo.
En líneas generales, la composición presenta
numerosas analogías con una estampa muy divulgada de Vespasiano Strada (1582-1622),
actualmente conservada en el Fine Arts Museum de San Francisco, que bien pudo
servir de inspiración a Alonso Cano. La figura de San Jerónimo, como exaltación
de los escritos que le valieran el título de Padre de la Iglesia Latina, fue
potenciada por la Contrarreforma como defensor de aquellas ideas que fueron
atacadas por el protestantismo, entre ellas la virginidad de María, la
veneración de los mártires, el culto a las reliquias y el valor de la vida
monástica, lo que supuso su presencia constante, tanto en obras pintadas como
esculpidas, en los retablos y altares españoles.
También contribuyó a su difusión y expansión por
España la devoción divulgada por la Orden de San Jerónimo, formada en 1415 tras
la unión de veinticinco monasterios, que llegó a contar con la protección real
hasta alcanzar un gran desarrollo, algo que se repetiría en Portugal. En todos
los casos, San Jerónimo era presentado como modelo de arrepentimiento y
penitencia, equiparándose, en este sentido, al culto a María Magdalena, siendo
ambos santos muy representados cuando la ascética y la mística alcanzaron su
cumbre en el siglo XVII.
Este relieve de San Jerónimo penitente fue adquirido por el
Estado en el comercio del arte en 1993, pasando a engrosar las colecciones del
Museo Nacional de Escultura como excelente representación de los logros de la escultura
barroca andaluza.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
NOTAS
1 URREA FERNÁNDEZ, Jesús. Alonso
Cano, escultor: su catálogo. Figuras e imágenes del Barroco : estudios sobre el
barroco español y sobre la obra de Alonso Cano. Fundación Argentaria, 1999,
p. 237.
2 SÁNCHEZ-MESA MARTÍN, Domingo. Lo
múltiple en Alonso Cano escultor. Revista Archivo Español de Arte 296,
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2001, pp. 373-374.
3 MARCOS VILLÁN, Miguel Ángel. San
Jerónimo penitente. Museo Nacional Colegio de San Gregorio: colección /
collection. Madrid, 2009, pp. 218-219.
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