Santiago de Cuba |
Entre los días 6 y 20 de Octubre de 2015 un grupo
de gente predispuesta a sacar el máximo partido a una experiencia que se nos
ofrecía prometedora salimos de Barajas camino de Santiago de Cuba, donde, a la
primera impresión física del calor del Trópico se fueron añadiendo las
sensaciones que producían su rica arquitectura colonial, el calor y la alegría
de su gente, y la presencia de la épica de la revolución castrista,
omnipresente en multitud de frases, eslóganes cargados de mensajes políticos
animando a la lucha y la resistencia o evocaciones del Che Guevara, Camilo
Cienfuegos, Fidel, y por supuesto, el venerado José Martí.
Ya en Santiago tuvimos el primer encuentro con el
son cubano, acompañado de chachachá, mambo o bolero, en la Casa de la Trova,
una institución fundamental en todas las ciudades principales que ofrece lo
mejor del repertorio musical de la isla.
La catedral, el Museo Bacardí, el palacio de
Velázquez, fundador de la ciudad fueron elementos destacados de la visita a
Santiago, junto al castillo, a cuya vera almorzamos con una visión
extraordinaria sobre la costa y el mar inmenso.
Baracoa. Cruz de la Parra |
De Santiago, atravesando el hermoso y verde campo cubano, dominado por la palmera real,
árbol nacional junto con la ceiba, divisamos desde lejos la base de Guantánamo,
un bocado asestado a la integridad geográfica del país, para, entre montañas
donde asoma el mar a retazos, dirigirnos
a Baracoa, primera fundación castellana en la isla, donde muestran orgullosos
el punto que la tradición señala lugar de desembarco de Colón y la cruz de
Parra, la única conservada de las que el Almirante implantó en América.
La subida a Sierra Maestra, y concretamente al
paraje de la Gran Piedra, tuvo el encanto del paisaje frondoso y agreste, la
evocación de la guerrilla emboscada en ella, la presencia de plantas y flores
exóticas, y la visita de una factoría antigua de café donde malvivían los
esclavos haitianos que mantenían las instalaciones.
Como una concesión al descanso, la estancia en el
complejo playero de Guardalavaca permitió cierto relax, en que pudimos alternar
las instalaciones “todo incluido” con los turistas mayoritariamente canadienses
que lo frecuentaban. Algunos aprovechamos para hacer una escapada a la ciudad
costera y desconocida de Gibara, con algunos edificios interesantes.
Baracoa |
Acompañados siempre por nuestra excelente guía,
Cristina, y el siempre jovial y dispuesto conductor, Wilson, vamos conociendo
paulatinamente las ciudades más representativas de la isla en una auténtica y
documentada inmersión en el paisaje, la historia, el paisanaje, y el día a día del país.
Así visitamos Holguín, con sus tres céntricas y
animadas plazas de llamativos edificios coloniales; Camagüey, patria del poeta
Nicolás Guillén, con un notable casco histórico bien conservado declarado
Patrimonio de la Humanidad, si bien la lluvia nos truncó el paseo nocturno que
preveíamos. Sorprendía agradablemente constatar la huella española en algunos edificios del siglo XIX que ostentan aún el
escudo real en sus fachadas.
Particularmente emocionante fue visitar en Santa Clara el monumento al
Che, y el sencillo panteón en que reposan sus restos junto a los demás
guerrilleros que le acompañaban en Bolivia en lo que sería su última batalla,
todo ello ilustrado en el museo adjunto lleno de testimonios gráficos, objetos
personales del guerrillero más emblemático de la revolución cubana. También el
monumento al tren blindado capturado por el Che en un momento decisivo de la
guerra evoca su paso por esta ciudad. Sancti Spiritus, conserva bonitos
edificios restaurados y una iglesia de notable sabor barroco.
Camagüey |
Trinidad es una ciudad colonial que mantiene un
conjunto muy bien conservado, también Patrimonio Mundial, cuyas calles
empedradas y ventanas enrejadas parecen recordar otras andaluzas. Es muy
agradable perderse por sus calles, como repetimos a la noche, con un ambiente
más calmado que realzaba la hermosura del conjunto. En el cercano Valle de los
Ingenios, el de Iznaga permite visualizar el injusto sistema de producción
azucarero basado en la mano de obra esclavista.
De camino hacia La Habana parada en Cienfuegos,
ciudad animada, con un aire distinto al resto,
con un cierto toque francés y magníficos edificios rodeando
principalmente el Parque José Martí. También, para que no faltase de nada en el
itinerario, paseo en lancha en Guamá por el Lago del tesoro, aldea taina y la
reserva de cocodrilos.
Y por fin La Habana, en toda su enorme variedad,
con zonas bien restauradas, como las plazas de Armas, San Francisco o la Plaza
Nueva, junto a otras más degradas de la ciudad vieja, como la Calle de San
Ignacio, con excelentes casas españolas
que esperan una restauración urgente.
Santa Clara. Monumento al Che Guevara |
El casco de La Habana se define según zonas, por
las poderosas fortalezas españolas de los siglos XVI al XVIII que defendían la
bahía: el Morro, la Cabaña, el castillo de la Fuerza; las iglesias y
monasterios a la sombra de la catedral de San Cristóbal; los palacios y
casonas; las animadas calles, como la de Obispo; comercios tradicionales, como
la farmacia Taquechel; los bares y
tabernas (las más famosas La Tabernita del Medio y el Floridita); el elegante y
evocador Paseo del Prado; el malecón
donde rompe el mar con fuerza cuando está agitado, lugar favorito de paseo y de plática de la gente
habanera; las plazas de potentes edificios de principios del siglo XX que
recuerdan el Madrid del entorno de la Gran Vía; los museos, empezando por el de
la Revolución que refleja el arranque de la Cuba de hoy; los grandes hoteles de la zona del
Vedado -Nacional, Capri, el nuestro,
Habana Libre-, alojamiento este último de los guerrilleros tras su llegada a La
Habana; los encantadores chalets
ajardinados de la zona de Miramar o Siboney.
Particularmente sorprendente es la abundancia de
extraordinarios autos americanos de los años 50, de llamativas carrocerías, que
se mantienen en funcionamiento gracias al ingenio de los cubanos y su capacidad
de inventar. Todo ello hace de La Habana, y de toda Cuba, un verdadero museo
vivo de automóviles antiguos.
Trinidad |
La Habana es todo un mundo por descubrir y
disfrutar, como hicieron los compañeros que se acercaron al Tropicana para
vivir una experiencia sólo posible allí.
Avanzando más hacia el Oeste, en nuestro propósito
de peinar la isla a lo largo, recorremos el valle de Viñales, un paisaje
extraordinariamente verde y montuoso, con sus formas caprichosas de relieve,
con visita espeleológica en barca a la Cueva del Indio.
El recorrido previsto se ha cumplido en un apretado
programa en que ha habido de todo: un calor notable, lluvia a ratos
tempestuosa, buena comida que nos acercaba también a la cultura tradicional del
país, trato con una gente cordial y respetuosa, llena de dignidad. En
definitiva, una inmersión histórica y cultural en un país con el que tenemos
tantas cosas en común, y un vínculo humano que es fácil reanudar a poco que se
converse con su gente, que se merece el que les vaya bien tras estos años de
esfuerzo.
La Habana |
En el avión, los más rumbosos vienen cargados con
maracas, guayaberas y otras vestimentas, cajas de los mejores puros, botellas
de ron, blanco y añejo, a las que es difícil resistirse después de visitar el
Museo Habana Club. Todo ello les permitirá sin duda prorrogar un tiempo más, ya
en Valladolid, el recuerdo de este encantador viaje cubano.
Unas pinceladas éstas demasiado pobres sin duda
para la riqueza de conocimientos y el cúmulo de sensaciones que nos ha aportado
este viaje, realizado en un momento muy oportuno, mientras aún se vive en la
isla el régimen nacido de la Revolución, y antes de que los cambios que
previsiblemente se impondrán en el próximo futuro desdibujen la auténtica Cuba
de estos últimos 56 años. Sin duda que estar allí en este momento ha sido todo
un privilegio.
Texto: Jorge Juan Fernández
Trinidad |
Imágenes para el recuerdo.
La Habana |
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