13 de noviembre de 2015

Theatrum: CRISTO DE LOS CARBONEROS, un simulacro de convincente naturalismo













CRISTO DE LOS CARBONEROS
Francisco de Rincón (Valladolid 1567-1608)
1606
Madera policromada
Iglesia penitencial de las Angustias, Valladolid
Escultura barroca. Escuela castellana















Entre la abundante serie de esculturas que integran el patrimonio de la iglesia penitencial de Nuestra Señora de las Angustias de Valladolid, perteneciente a la Cofradía de la misma advocación, una buena parte de ellas se deben al talento del escultor Francisco de Rincón, que trabajó para esta iglesia realizando diferentes modalidades escultóricas, relieves y esculturas exentas, en piedra y en madera policromada, en las que dejó impregnado su sello personal e inconfundible.

A él corresponde el retablo mayor de la iglesia, que elaborado entre 1602 y 1604 está presidido por el monumental altorrelieve de la Anunciación, con las imágenes de San Agustín y San Lorenzo a los lados, así como una Piedad que corona el ático y los Cuatro Evangelistas incorporados al banco. Esta actividad tuvo continuación en el exterior del templo, para cuya fachada esculpía en piedra en 1605 las esculturas de San Pedro y San Pablo y los grupos de la Anunciación y de la Piedad. Muy satisfecha debió quedar la Cofradía con estas obras, puesto que en 1606, terminada la iglesia, de nuevo se le encargaban dos imágenes para presidir sus correspondientes capillas: Santa Gertrudis y el Cristo de la Luz, conocido popularmente como Cristo de los Carboneros.

Este sobrenombre fue aplicado a la escultura en 1805, por ser vigorosos jóvenes del gremio de los carboneros quienes lo portaban en procesión, finalidad para la que fue concebida desde que fuera encargada a Francisco de Rincón por la Cofradía de las Angustias, como se puso de manifiesto durante el último trabajo de restauración llevado a cabo por María del Carmen Santamaría en su taller vallisoletano, donde se pudo comprobar que la monumental imagen, que supera con creces el tamaño natural, está completamente ahuecada en su interior, llegando a reducir el espesor de la madera a casi 2 milímetros a la altura de las rodillas, reduciendo así el peso a soportar por los costaleros.

Con ello Francisco de Rincón consolidaba un tipo de escultura procesional que, enteramente tallada en madera, venía a sustituir a las viejas y endebles escenas elaboradas en imaginería ligera —cabezas y manos talladas en madera y cuerpos de papelón y telas encoladas—, cuyo punto de inflexión lo había marcado el propio Francisco de Rincón cuando en 1604 realizó el paso del Levantamiento (Elevación de la Cruz) para la Cofradía de la Sagrada Pasión, compuesto por ocho figuras, con el que marcó la senda que sería inmediatamente seguida por  Gregorio Fernández en sus célebres composiciones procesionales.

Francisco de Rincón en el Cristo de los Carboneros abandona la estética de la corriente romanista implantada en la ciudad por Esteban Jordán, último aliento del manierismo renacentista, para emprender un cambio estético hacia lo que Jesús Urrea ha definido como "serenidad naturalista", propiciando con ello el asentamiento de las incipientes formas barrocas.

El monumental crucifijo es una muestra de impresionante corrección anatómica y de esbeltez, estableciendo el escultor un arquetipo de crucificado que entre 1606 y 1608 repetiría en sucesivas ocasiones, como puede apreciarse en el que se conserva en el convento de las Descalzas Reales de Valladolid, en el que recibe culto en la Colegiata de Santillana del Mar (Cantabria), el de la ermita del Santo Cristo de las Eras de Peñaflor de Hornija (Valladolid) y en el llamado Cristo de las Batallas que, destinado a una desaparecida capilla situada en el Cerro de San Cristóbal, se conserva en la iglesia de la Magdalena de Valladolid.

El arquetipo rinconiano que encarna el Cristo de los Carboneros se caracteriza por una depurada y esbelta anatomía en la que el torso y las piernas se arquean levemente, por la cabeza caída e inclinada sobre el hombro derecho, por presentar una gruesa corona de espinas tallada en el mismo bloque y por un trabajo de la cabeza que repite en su Cristo yacente (Convento del Sancti Spiritus de Valladolid) y en sus Nazarenos (Colegiata de San Antolín de Medina del Campo y ermita de la Vera Cruz de Nava del Rey), caracterizados por un rostro ancho, ojos muy separados y cerrados en forma de media luna, barba de dos puntas de trazado simétrico, nariz afilada, boca entreabierta, abultados cabellos con mechones apelmazados que por la izquierda caen hacia atrás dejando visible parte de la oreja y por la derecha penden en vertical sobre el pecho dejando espacios calados, así como por remontar la pierna derecha sobre la izquierda con pies huesudos y verticales.

Aunque los elementos que llegan a convertirse en la marca del taller de Rincón son el tratamiento del perizoma o paño de pureza, sujeto a la cintura por una cinta, anudado en la parte derecha dejando visible parte de la pierna y con un plegado al frente. Otro tanto ocurre con la disposición de los brazos inclinados por el peso del cuerpo y el torso abatido hacia adelante y despegado de la cruz. La disposición de los brazos en forma de "Y" cada vez fue más pronunciada en sus crucifijos, alcanzando el límite en el Cristo de las Batallas.

La figura presenta un destacable virtuosismo anatómico, fruto de un minucioso estudio del natural, que se traduce en una serenidad con matices de solemnidad, factores que denotan el grado de madurez y de innovación alcanzado por el artista. Desgraciadamente, su trayectoria profesional quedaba interrumpida por la muerte prematura del escultor en 1608, recién superados los 40 años, privando a la escultura castellana de lo que habrían sido geniales creaciones a juzgar por la obra conservada, en la que cabe destacar la creación de modelos precedentes de algunas obras de Gregorio Fernández, tales como la modalidad de Cristo yacente o la Piedad, así como en la creación de arquetipos, del que este Cristo de los Carboneros es una buena muestra.

Con Francisco de Rincón arrancaba una saga de escultores vallisoletanos, aunque ni su hijo Manuel de Rincón, ni su nieto Bernardo de Rincón, a pesar de realizar algunas obras notables, nunca lograrían un corpus capaz de equipararse con su significativa e innovadora producción.

Desde 1618 hasta 1926 el Cristo de los Carboneros se integraba en los desfiles procesionales organizados por la Cofradía de las Angustias, aunque después de la renovación de la Semana Santa vallisoletana, impulsada a partir de 1920 por don Remigio Gandásegui, arzobispo de Valladolid, que fomentó la creación de nuevas cofradías, comenzaría a desfilar como imagen titular de la Cofradía de la Preciosísima Sangre desde 1929, año de su fundación, hasta 1942, cesando en esta función al detectarse su delicado estado de conservación, lo que obligó a la nueva cofradía a recurrir a un Cristo crucificado de Juan de Juni conservado en el convento de Santa Catalina (hoy en el presbiterio de la iglesia de San Pablo), hasta que la misma causa obligó a encargar en 1953 una talla al escultor Genaro Lázaro Gumiel que emula aquel modelo juniano.

Restaurado, consolidado y limpiado de oscuros barnices, el Cristo de los Carboneros forma parte del importante elenco de crucificados que se conservan en Valladolid, en su mayor parte vinculados a las celebraciones de su famosa Semana Santa. En la actualidad, desfila con la Cofradía de las Angustias, su propietaria, en la procesión de Regla o "Sacrificio y Penitencia" que la cofradía organiza en la madrugada del Viernes Santo.     

    
Informe y fotografías: J. M. Travieso.



Bibliografía

MARTÍ Y MONSÓ, José. Estudios Histórico-Artísticos. Valladolid, 1901.

MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José. Escultura barroca castellana, tomo I. Valladolid, 1959.

URREA FERNÁNDEZ, Jesús. El escultor Francisco de Rincón. BSAA, Universidad de Valladolid, 1973.
El Cristo de los Carboneros en su capilla de la
iglesia de las Angustias, Valladolid

URREA FERNÁNDEZ, Jesús. La escultura en Valladolid hacia 1600. Valladolid, 1985.












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