CRISTO DE
LOS CARBONEROS
Francisco de
Rincón (Valladolid 1567-1608)
1606
Madera
policromada
Iglesia
penitencial de las Angustias, Valladolid
Escultura barroca.
Escuela castellana
Entre la abundante serie de esculturas que integran el
patrimonio de la iglesia penitencial de Nuestra Señora de las Angustias de
Valladolid, perteneciente a la Cofradía de la misma advocación, una buena parte
de ellas se deben al talento del escultor Francisco de Rincón, que trabajó para
esta iglesia realizando diferentes modalidades escultóricas, relieves y
esculturas exentas, en piedra y en madera policromada, en las que dejó
impregnado su sello personal e inconfundible.
A él corresponde el retablo mayor de la iglesia, que
elaborado entre 1602 y 1604 está presidido por el monumental altorrelieve de la
Anunciación, con las imágenes de San Agustín y San Lorenzo a los lados, así como una Piedad que corona el ático y los Cuatro Evangelistas incorporados al banco. Esta actividad tuvo
continuación en el exterior del templo, para cuya fachada esculpía en piedra en
1605 las esculturas de San Pedro y San Pablo y los grupos de la Anunciación y de la Piedad. Muy satisfecha debió quedar la Cofradía con estas obras,
puesto que en 1606, terminada la iglesia, de nuevo se le encargaban dos imágenes
para presidir sus correspondientes capillas: Santa Gertrudis y el Cristo de
la Luz, conocido popularmente como Cristo
de los Carboneros.
Este sobrenombre fue aplicado a la escultura en 1805,
por ser vigorosos jóvenes del gremio de los carboneros quienes lo portaban en
procesión, finalidad para la que fue concebida desde que fuera encargada a
Francisco de Rincón por la Cofradía de las Angustias, como se puso de
manifiesto durante el último trabajo de restauración llevado a cabo por María
del Carmen Santamaría en su taller vallisoletano, donde se pudo comprobar que
la monumental imagen, que supera con creces el tamaño natural, está completamente
ahuecada en su interior, llegando a reducir el espesor de la madera a casi 2
milímetros a la altura de las rodillas, reduciendo así el peso a soportar por los
costaleros.
Con ello Francisco de Rincón consolidaba un tipo de
escultura procesional que, enteramente tallada en madera, venía a sustituir a
las viejas y endebles escenas elaboradas en imaginería ligera —cabezas y manos
talladas en madera y cuerpos de papelón y telas encoladas—, cuyo punto de
inflexión lo había marcado el propio Francisco de Rincón cuando en 1604 realizó
el paso del Levantamiento (Elevación
de la Cruz) para la Cofradía de la Sagrada Pasión, compuesto por ocho figuras,
con el que marcó la senda que sería inmediatamente seguida por Gregorio Fernández en sus célebres
composiciones procesionales.
Francisco de Rincón en el Cristo de los Carboneros abandona la estética de la corriente romanista
implantada en la ciudad por Esteban Jordán, último aliento del manierismo
renacentista, para emprender un cambio estético hacia lo que Jesús Urrea ha definido como "serenidad
naturalista", propiciando con ello el asentamiento de las incipientes
formas barrocas.
El monumental crucifijo es una muestra de
impresionante corrección anatómica y de esbeltez, estableciendo el escultor un
arquetipo de crucificado que entre 1606 y 1608 repetiría en sucesivas
ocasiones, como puede apreciarse en el que se conserva en el convento de las
Descalzas Reales de Valladolid, en el que recibe culto en la Colegiata de
Santillana del Mar (Cantabria), el de la ermita del Santo Cristo de las Eras de
Peñaflor de Hornija (Valladolid) y en el llamado Cristo de las Batallas que, destinado a una desaparecida capilla
situada en el Cerro de San Cristóbal, se conserva en la iglesia de la Magdalena
de Valladolid.
El arquetipo rinconiano que encarna el Cristo de los Carboneros se caracteriza
por una depurada y esbelta anatomía en la que el torso y las piernas se arquean
levemente, por la cabeza caída e inclinada sobre el hombro derecho, por
presentar una gruesa corona de espinas tallada en el mismo bloque y por un trabajo
de la cabeza que repite en su Cristo
yacente (Convento del Sancti Spiritus de Valladolid) y en sus Nazarenos (Colegiata de San Antolín de
Medina del Campo y ermita de la Vera Cruz de Nava del Rey), caracterizados por un
rostro ancho, ojos muy separados y cerrados en forma de media luna, barba de
dos puntas de trazado simétrico, nariz afilada, boca entreabierta, abultados
cabellos con mechones apelmazados que por la izquierda caen hacia atrás dejando
visible parte de la oreja y por la derecha penden en vertical sobre el pecho
dejando espacios calados, así como por remontar la pierna derecha sobre la
izquierda con pies huesudos y verticales.
Aunque los elementos que llegan a convertirse en la
marca del taller de Rincón son el tratamiento del perizoma o paño de pureza,
sujeto a la cintura por una cinta, anudado en la parte derecha dejando visible
parte de la pierna y con un plegado al frente. Otro tanto ocurre con la
disposición de los brazos inclinados por el peso del cuerpo y el torso abatido
hacia adelante y despegado de la cruz. La disposición de los brazos en forma de
"Y" cada vez fue más pronunciada en sus crucifijos, alcanzando el
límite en el Cristo de las Batallas.
La figura presenta un destacable virtuosismo
anatómico, fruto de un minucioso estudio del natural, que se traduce en una
serenidad con matices de solemnidad, factores que denotan el grado de madurez y
de innovación alcanzado por el artista. Desgraciadamente, su trayectoria
profesional quedaba interrumpida por la muerte prematura del escultor en 1608,
recién superados los 40 años, privando a la escultura castellana de lo que
habrían sido geniales creaciones a juzgar por la obra conservada, en la que
cabe destacar la creación de modelos precedentes de algunas obras de Gregorio
Fernández, tales como la modalidad de Cristo
yacente o la Piedad, así como en
la creación de arquetipos, del que este Cristo
de los Carboneros es una buena muestra.
Con Francisco de Rincón arrancaba una saga de
escultores vallisoletanos, aunque ni su hijo Manuel de Rincón, ni su nieto
Bernardo de Rincón, a pesar de realizar algunas obras notables, nunca lograrían
un corpus capaz de equipararse con su significativa e innovadora producción.
Desde 1618 hasta 1926 el Cristo de los Carboneros se integraba en los desfiles procesionales
organizados por la Cofradía de las Angustias, aunque después de la renovación
de la Semana Santa vallisoletana, impulsada a partir de 1920 por don Remigio
Gandásegui, arzobispo de Valladolid, que fomentó la creación de nuevas
cofradías, comenzaría a desfilar como imagen titular de la Cofradía de la
Preciosísima Sangre desde 1929, año de su fundación, hasta 1942, cesando en
esta función al detectarse su delicado estado de conservación, lo que obligó a
la nueva cofradía a recurrir a un Cristo crucificado de Juan de Juni conservado
en el convento de Santa Catalina (hoy en el presbiterio de la iglesia de San
Pablo), hasta que la misma causa obligó a encargar en 1953 una talla al
escultor Genaro Lázaro Gumiel que emula aquel modelo juniano.
Restaurado, consolidado y limpiado de oscuros
barnices, el Cristo de los Carboneros
forma parte del importante elenco de crucificados que se conservan en
Valladolid, en su mayor parte vinculados a las celebraciones de su famosa
Semana Santa. En la actualidad, desfila con la Cofradía de las Angustias, su
propietaria, en la procesión de Regla o "Sacrificio y Penitencia" que
la cofradía organiza en la madrugada del Viernes Santo.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
Bibliografía
MARTÍ Y MONSÓ, José. Estudios
Histórico-Artísticos. Valladolid, 1901.
MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José. Escultura
barroca castellana, tomo I. Valladolid, 1959.
URREA FERNÁNDEZ, Jesús. El
escultor Francisco de Rincón. BSAA, Universidad de Valladolid, 1973.
El Cristo de los Carboneros en su capilla de la iglesia de las Angustias, Valladolid |
URREA FERNÁNDEZ, Jesús. La escultura
en Valladolid hacia 1600. Valladolid, 1985.
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