Lápida colocada en la fachada del Ayuntamiento de Valladolid |
Estampas y recuerdos de Valladolid
Entre los acontecimientos más relevantes de cuantos
se celebraron en el antiguo Valladolid medieval, ya con rango de ciudad, se
encuentra la solemne proclamación de Fernando III como rey de Castilla en la
actual Plaza Mayor el 1 de julio de 1217 (seguramente el verdadero escenario fue la colegiata de Santa María la Mayor), un evento histórico que es recordado
en una lápida colocada en la fachada del Ayuntamiento vallisoletano y del que este
año se cumple nada menos que el VIII Centenario, algo digno de tener en cuenta en una comunidad que la Constitución de 1978 no considera nacionalidad histórica, es decir, con identidad colectiva, lingüística o cultural diferenciada del resto de España, velay.
Era por entonces Valladolid una pequeña población
amurallada a orillas del Pisuerga, cuyo señorío había sido otorgado por el rey
Alfonso VI de León y Castilla, hacía casi ciento cincuenta años, al conde
Ansúrez y su esposa Eylo Alfonso, que no sólo asentaron aquí su palacio, sino
que repoblaron la ciudad y levantaron en el caserío la Colegiata de Santa María,
la primitiva iglesia de la Antigua y el Puente Mayor, hechos paralelos a un sorprendente
crecimiento demográfico y urbano del primitivo núcleo agrario que puede
considerarse como una auténtica refundación de Valladolid. Asimismo, solamente
habían transcurrido nueve años desde que en 1208 el rey Alfonso VIII de
Castilla la nombrara ciudad cortesana, aunque habría que esperar hasta 1255
para que gozara del Fuero Real otorgado por Alfonso X el Sabio.
Fernando III, rey de Castilla y León. Miniatura del Tumbo A Catedral de Santiago de Compostela |
Aunque en la primitiva ciudad el centro neurálgico
estaba organizado en torno a la actual plaza de San Miguel, desde principios
del siglo XIII ya había adquirido entidad la plaza del Mercado (futura Plaza
Mayor), frente a la que pocos años después se levantaría el complejo del
convento de San Francisco, protegido y beneficiado por doña Violante, esposa de
Alfonso X, una institución decisiva en la vida social y religiosa de la ciudad.
En este contexto de incipientes ferias y actividades
gremiales medievales, en la gran plaza próxima al Alcazarejo, hoy corazón de la
ciudad, se celebró la coronación de Fernando III como rey de Castilla, un acto solemne
que, marcado por las ambiciones y la inestabilidad política del momento, contó
con la presencia de su madre la reina doña Berenguela, auténtica organizadora
de una trama que, para garantizar la corona castellana, ya le había conseguido proclamar
rey de Castilla veinte días antes en Autillo de Campos (Palencia), teniendo
lugar la ratificación y la coronación oficial el 1 de julio de 1217 en la plaza
vallisoletana.
De este modo, con gran visión de futuro, en este
acto doña Berenguela abdicaba a favor de su hijo Fernando, quien no sólo llegaría
a ser uno de los más relevantes reyes hispanos por su largo reinado y acertada
política, sino el rey que en 1230 llegaría a reunificar definitivamente las
coronas de Castilla y León y a reconquistar victorioso las importantes plazas
de Baeza (1227), Córdoba (1236), Jaén (1246) y Sevilla (1248), acontecimientos
que marcarían el devenir histórico de España durante siglos.
Plaza Mayor, antes plaza del mercado, escenario de la coronación en 1217 |
UNA REMEMBRANZA HISTÓRICA DE LOS MOTIVOS DEL ACONTECIMIENTO
Fernando III era hijo del rey Alfonso IX de León y
de la reina Berenguela de Castilla, su segunda esposa. Cuando este matrimonio
real realizaba una ruta de Salamanca a Zamora, al llegar a la población
zamorana de Peleas de Arriba recalaron en un albergue fundado en la Vía de la
Plata por el religioso zamorano Martín Cid para atender a caminantes y
peregrinos. Allí nacía Fernando III entre 1199 y 1201, en cuyo recuerdo
fundaría el monasterio de Santa María de Valparaíso, según se narra en el Cronicón de Rodrigo de Cerrato, escrito
hacia 1276 por este fraile dominico del monasterio de Santa Cruz de Segovia.
De aquel matrimonio Fernando tenía tres hermanas
mayores, Leonor, que murió muy pronto, Constanza, que ingresó como monja en Las
Huelgas de Burgos, y Berenguela, que casaría con Juan de Brienne, emperador de
Constantinopla. Después nacería su hermano Alfonso de Molina, futuro padre de
María de Molina. Asimismo, del primer matrimonio de su padre, tenía como
hermanastras a las infantas Sancha y Dulce. Todos sus hermanos permanecieron en
Castilla junto a doña Berenguela, excepto él, que creció junto a su padre en la
corte leonesa.
Caballero con las armas de Castilla y León |
Al morir en 1214 Alfonso VIII de Castilla, padre de
Berenguela, la corona recae en su hijo Enrique I, aunque por ser niño la
titularidad de la regencia es asumida por su hermana Berenguela. Ante esta
situación, Álvaro Núñez de Lara, alférez mayor de Castilla, se rebeló usurpando
la regia potestad y ocupó varios castillos, obligando a Berenguela a refugiarse
en su castillo de Autillo de Campos y a buscar el apoyo de Gonzalo Rodríguez
Girón, señor de Frechilla y mayordomo de la reina, aunque la plaza fue sitiada
por las tropas de Núñez de Lara y doña Berenguela tuvo que pedir ayuda a su
hijo, que acompañado de 1500 soldados consiguió hacer huir al noble rebelde.
Durante esta inestable situación, se produce la
muerte repentina del infante Enrique, sucesor al trono de Castilla, hecho que
Berenguela oculta a su esposo temiendo sus pretensiones, reclamando la
presencia de Fernando con la disculpa de protegerle de los Lara, aunque sus
hermanastras Sancha y Dulce trataron de persuadir al rey para que le retuviera.
Sin embargo, Fernando logró escapar y reunirse con su madre, que le proclamó
rey de Castilla en su castillo palentino, organizando la inmediata coronación
oficial en Valladolid al cabo de dos semanas.
Con el consentimiento de Alfonso IX de León, Álvar
Núñez de Lara puso cerco a la ciudad de Valladolid, consiguiendo huir el rey
Fernando y doña Berenguela a Burgos, siendo saqueadas varias poblaciones
vallisoletanas por el rey leonés Alfonso IX, a pesar de los ofrecimientos de
amistad de Fernando, rey de Castilla, a su padre. La confrontación quedaba
resuelta en el Pacto de Toro (26 de agosto de 1218).
En 1219 Mauricio, obispo de Burgos, presidía una
comitiva que llegó a la corte de Federico II de Alemania para concertar el
enlace de Beatriz de Suabia, su cuarta hija, con Fernando III, que entregó como
dote las villas, castillos y derechos reales sobre Carrión de los Condes,
Logroño, Belorado, Peñafiel, Castrogeriz, Pancorbo, Fuentepudia, Montealegre,
Palenzuela, Astudillo, Villafranca Montes de Oca y Roa. Tras un largo recorrido
de Alsacia a Burgos, pasando por París, Beatriz llegó a esta ciudad castellana,
en cuya catedral se celebró la boda el 30 de noviembre de 1219.
Alonso de Rozas. Fernando III el Santo, 1671 Catedral de Valladolid |
Al producirse la muerte de Alfonso IX de León en
1230, cuyo trono había otorgado por vía testamentaria a sus hijas Sancha y
Dulce, los partidarios de la sucesión de su hijo Fernando no lo respetaron,
reuniéndose en Benavente (Zamora) las madres de los aspirantes, Teresa de
Portugal y Berenguela de Castilla, con Fernando y los obispos de Santiago y
Toledo, siendo firmada la Concordia de Benavente el 11 de diciembre de 1230,
por la que Fernando III recibía la corona de León a cambio de una compensación a
Sancha y Dulce de 30.000 maravedíes anuales, siendo las tierras incorporadas a
Castilla cuando ambas hermanastras murieran. Así se produjo la unificación
dinástica de Castilla y León, aunque ambos reinos siguieran conservando sus
leyes, sus cortes y sus diferentes instituciones. El documento de concordia era
firmado en 1231 por el papa Gregorio IX.
A partir de entonces Fernando III, tras firmar un
acuerdo con el rey Sancho II de Portugal para delimitar fronteras y conseguir
alianzas contra el Islam, emprendería sus heroicas expediciones por tierras
andaluzas, logrando, con la ayuda de aliados y órdenes militares, reconquistar paulatinamente
un amplio territorio sureño, figurando entre sus conquistas plazas tan
importantes como Cazorla, Trujillo, Montiel, Baeza, Úbeda, Medellín, Jaén,
Córdoba, Écija, Osuna, Estepa, Arcos de la Frontera y Sevilla, así como el
vasallaje de Abu-Zeid, rey de Valencia.
Fernando III se
casaría en segundas nupcias con la francesa Juana de Ponthieu, celebrándose el
enlace en la catedral de Burgos en noviembre de 1237. Su madre, doña Berenguela
moría en 1246, siendo enterrada en el monasterio de Las Huelgas de Burgos, como
sus padres Alfonso VIII y doña Leonor. Por su parte, Fernando III, tras morir
el 30 de mayo de 1252, fue enterrado en la catedral de Sevilla, siendo su
sucesor como rey de Castilla y León su hijo Alfonso X el Sabio.
Anónimo. San Fernando, finales s. XVII Iglesia de San Felipe Neri, Valladolid |
Pero la figura
histórica de Fernando III, de extraordinaria popularidad, aún conocería nuevos
tratamientos, como el proceso de canonización instigado desde Sevilla. Tras la
acreditación exigida por el papa Urbano VIII y la recopilación de imágenes
derivadas de su fama de santidad, realizada por Francisco López de Caro y
Bartolomé Esteban Murillo, el proceso se inició en 1649 y culminó con su
canonización el 7 de febrero de 1671 por el papa Clemente X, siendo nombrado
patrono de muchas poblaciones españolas. En plena efervescencia barroca, sus
imágenes de culto se distribuyeron rápidamente por toda España, presentándole
en su iconografía, parangonando a San Luis, rey de Francia, con atuendo militar
y manto regio, coronado, sujetando un globo terráqueo y su espada Lobera, que
en ocasiones es sustituida por un cetro.
También los
talleres vallisoletanos crearon sus propias versiones para celebrar su
canonización, siendo el creador de un
arquetipo el escultor Alonso de Rozas, del que se guarda una versión en una de
las capillas de la catedral de Valladolid. Este modelo después sería imitado, con escasas variantes,
por otros escultores, como puede apreciarse en la obra de autor desconocido que
se conserva en la iglesia de San Felipe Neri. Estas piezas barrocas, de
carácter devocional, en nada responden a la memoria histórica vallisoletana, sino a la espectacular expansión del culto al monarca castellano.
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