RETRATOS DEL
PINTOR DIEGO VALENTÍN DÍAZ Y SU ESPOSA MARÍA DE LA CALZADA
Felipe Gil
de Mena (Antigüedad, Palencia, 1603 - Valladolid, 1673)
H. 1648
Óleo sobre
lienzo
Museo
Diocesano y Catedralicio, Valladolid
Procedente
del Colegio de Niñas Huérfanas de Valladolid
Pintura
barroca española. Escuela vallisoletana
Hoy fijamos nuestra atención en dos pinturas que forman
pareja y que se encuadran en el género del retrato, aquel que el poeta Gerardo
Diego definiera como "amuleto contra el olvido", cuyos rostros,
atuendos y forma de presentarse, aún enmudecidos, debemos considerar como
imágenes reales de otro tiempo y, por tanto, evocadoras de la época que les
tocó vivir. Se trata de los retratos en que aparecen representados el pintor
Diego Valentín Díaz y su tercera esposa María de la Calzada, realizados en
Valladolid hacia 1648 por el palentino Felipe Gil de Mena, pintor discípulo del
retratado.
Si la imagen de Diego Valentín Díaz tiene un
importante valor testimonial por mostrar el semblante del más destacado pintor
vallisoletano de la primera mitad del siglo XVII, el de su esposa María de la
Calzada puede considerarse, sin ningún género de dudas, el más bello retrato
femenino de cuantos se realizaron en talleres vallisoletanos de aquella época,
tratándose posiblemente de una pareja de retratos realizados con motivo del
enlace de los representados, cuya ceremonia tuvo lugar en la iglesia del
Salvador en 1648.
Retrato de Diego Valentín Díaz,
destacado personaje en la vida vallisoletana
Hijo del pintor Pedro Díaz Minaya y de Juliana del
Castillo, Diego Valentín Díaz nació en Valladolid a finales de febrero de 1586
y fue bautizado el 2 de marzo en la primitiva parroquia de San Miguel, pues sus
padres tenían su residencia en la Plaza del Almirante (terrenos ocupados por el
actual Teatro Calderón). Junto a sus dos hermanos, Francisco y Marcelo, su
infancia transcurrió en el ambiente artístico del taller paterno, donde se formó
como pintor y policromador siguiendo las ordenanzas del gremio de pintores,
manifestando desde edad temprana grandes dotes para el oficio.
A partir de 1606 comenzaba su andadura personal realizando
pinturas religiosas para la catedral vallisoletana e iglesias y conventos de
Valladolid y Zamora, contrayendo su primer matrimonio con Ana de la Serna el 5
de febrero de 1610 en la iglesia de la Antigua, con la que ocupó una vivienda
en la calle de las Cabañuelas, junto a dicha iglesia. De aquel matrimonio nacerían
tres hijas y un hijo, pasando a vivir en unas casas de la calle de la Boariza
(actual María de Molina), propiedad de su tía Ana del Castillo.
En agosto de 1612 se asoció con su padre y con los
hermanos Francisco y Marcelo Martínez para policromar esculturas y retablos. A
partir de entonces su actividad fue incesante, lo que dio lugar a la
contratación de un buen número de aprendices y colaboradores.
En 1617 establecía correspondencia con Francisco
Pacheco, el mejor pintor en Sevilla, que había permanecido casi dos años en
Madrid y en cuyo taller se formaba Velázquez. En agosto de ese mismo año
fallecía su esposa Ana de la Serna, aunque en junio de 1618 contraía nuevas
nupcias con Jacinta Gallego, con quien llegaría a tener otros cuatro hijos y
tres hijas. Por esos años establece una estrecha relación con Gregorio
Fernández, una relación profesional que devino en una profunda amistad personal
por compartir erudición y creencias religiosas.
Con gran prestigio en la ciudad y con una desahogada
posición social, fruto de su intenso trabajo, también llegó a ejercer como
tasador de los retablos de otros artistas. Aunque en 1621 fue detenido y
después absuelto por tenencia ilícita de un pistolete, en 1624 fue condenado a
prisión y a pagar las costas de un pleito entablado por el boticario Bartolomé
López y su esposa sobre la venta de tafetanes, siendo liberado tras el pago de
una fianza. Ese mismo año moría su padre, enfermo y sin recursos, al que había
atendido en su casa.
Para acoger a su numerosa familia, en diciembre de 1627,
año en que le fue concedido el título de Familiar del Santo Oficio, compraba a
Isabel de Portillo tres casas situadas frente a la iglesia de San Lorenzo
(espacio después ocupado por el monasterio de Santa Ana), de cuya parroquia fue
feligrés y mayordomo. Aquella residencia se convertiría en el principal centro
de la vida pictórica de Valladolid. No obstante, enviudaba de nuevo en 1633 al
fallecer Jacinta Gallego durante el parto de Catalina, su última descendiente.
En 1634, cuando contaba 48 años, contrajo su tercer
matrimonio en la iglesia del Salvador con María de la Calzada, una adolescente
de tan sólo 17 años que era hija y nieta de arquitectos, con la que no tuvo
descendencia. A la muerte de Gregorio Fernández el 22 de enero de 1636, se
convirtió en el artista más prestigioso de Valladolid, llegando a monopolizar
la actividad pictórica regional, siendo elocuente que en 1637 recibiera la
petición de Francisco Pacheco de un dibujo
de Fray Jerónimo de Pedrosa para incluirle en su libro de retratos, continuando
con una actividad profesional tan prolífica como su familia.
Entre 1640 y 1646, periodo en que ejerció como
testigo en el enlace de su discípulo Felipe Gil de Mena, las demandas de
pinturas se multiplicaron, debiendo atender encargos para Valladolid, Madrid,
León y Oviedo, acentuando en 1647 sus acciones benéficas, tanto de tipo
personal —con la madre de su tercera esposa, a la que acogió en su casa— como
públicas, adquiriendo ese año el patronato del Colegio de Niñas Huérfanas de la calle del Sacramento (actual Paulina Harriet), cuya
construcción primero financió para ocuparse después de su dotación ornamental,
acabando por donar todos sus bienes a esta institución benéfica para velar por
su continuidad.
En 1648 Diego Valentín Díaz, cuando tenía 62 años,
sufrió el desgraciado accidente de caerse de un andamio cuando trabajaba en un
retablo realizando la pintura, cuyas lesiones limitaron su actividad durante
años. No obstante, en 1653 realizaba el inventario de pinturas del Conde de
Benavente y cuatro años después, tras realizar para Salamanca el retrato del
Conde de Granjal, viajó hasta el convento palentino de San Salvador del Moral
para despedirse en vida de dos de sus hijas allí ingresadas, sufragando algunas
obras monacales a petición de la abadesa María Barahona, de la que recibía
constantes peticiones de ayuda.
A pesar de su estado, aquellos años también fueron
prolíficos, ocupándose de los retablos de la iglesia del Dulce Nombre de María,
del retablo del desaparecido convento de San Bartolomé y de un lienzo para el
salón principal del Ayuntamiento, trabajos que compaginaba con su labor como presidente de la Cofradía de San Lucas, integrada por el gremio de
pintores, cuyo patrón era celebrado anualmente en el Colegio de Niñas
Huérfanas.
Por la correspondencia que le dirigiera Velázquez,
fechada el 3 de julio de 1660, sabemos que el gran maestro sevillano le visitó
en su casa de Valladolid aquel año, momento en que contrataba unas pinturas
para el retablo de la iglesia de Palacios de Campos que no pudo concluir, pues
Diego Valentín Díaz fallecía en su casa de Valladolid el 1 de diciembre de
1660, a los 74 años, siendo enterrado en la iglesia del Colegio de Niñas
Huérfanas, del que ostentaba el patronazgo.
Dejaba tras de sí una importante estela en la vida
artística y cultural de Valladolid, tanto por su célebre biblioteca, que
contenía obras de todos los géneros, y su importante colección de estampas,
grabados y pinturas de variada temática, como por la influencia ejercida sobre
sus discípulos, entre los que podemos citar a Diego de Bernuy, Baltasar Cidrón,
Tomás Peñasco, Bartolomé Santos y Felipe Gil de Mena, autor del retrato que le
inmortalizara.
Felipe Gil de Mena en este retrato, que estuvo
colocado en el Colegio de Niñas Huérfanas en honor a su fundador, presenta a su
maestro Diego Valentín Díaz con gran dignidad, con el busto en posición de tres
cuartos y gesto casi arrogante, con el ceño marcado, bigote afilado, pequeña
perilla, el cabello ralo y canoso y la mirada clavada en el espectador.
Representa una edad próxima a los 50 años y viste el característico jubón negro
con el mismo tipo de golilla que él plasmara en el retrato de Gregorio
Fernández (Museo Nacional de Escultura). El fondo neutro, siguiendo las pautas
de la época, obliga a la concentración visual en el austero semblante del
retratado, que de este modo recibe un sentido homenaje del discípulo con quien
mantuvo tan estrechos lazos de amistad.
Retrato de la joven
vallisoletana María de la Calzada
Hija del arquitecto Bartolomé de la Calzada y de
Úrsula Celaya, hija también de un arquitecto, nació en diciembre de 1616 en la
calle de la Galera1, junto a la iglesia del Salvador de Valladolid.
En 1634 y en plena juventud —17 años— se casó con el
reconocido pintor Diego Valentín Díaz cuando este contaba 48 años, había enviudado
por dos veces y tenía 11 hijos de sus matrimonios anteriores. La pareja, que no
tuvo descendencia, residió en la casa que comprara el pintor frente a la
iglesia de San Lorenzo, conviviendo con ellos doña Úrsula, madre de la joven
María. Parece ser que su salud no fue demasiado buena y que estuvo aquejada de continuas
dolencias de tipo estomacal2, según se desprende de su confesión de
haber gastado 700 reales en botica en 1646 y de que sus dolencias continuaran
en 1652.
A pesar de la diferencia de edad con su esposo, el
matrimonio fue bien avenido, compartiendo ambos la filantropía y las prácticas
piadosas. Esto queda evidenciado cuando en 1646 María de la Calzada renuncia a
los bienes gananciales matrimoniales para destinarlos a rematar la construcción y asumir el patronazgo del Colegio de Niñas Huérfanas junto a su marido, participando en tan importante papel benefactor en la ciudad. María de la Calzada murió en Valladolid el 16 de enero de
1661, recién cumplidos los 44 años y tan sólo 47 días después del fallecimiento de su
esposo3.
En este retrato, que forma pareja y complementa la
disposición del anterior, Felipe Gil de Mena presenta a la joven María
idealizada y luciendo sus mejores galas, con un austero vestido pardo que deja
asomar un cuello de encaje blanco cerrado con un broche circular dorado en cuyo
interior contiene una piedra verde (¿simbólica esmeralda de esperanza?). Cubre su cabeza, de frondosa
cabellera, un velo blanco con los bordes festoneados y sujeto al cabello por
una aguja rematada con otro broche de las mismas características que el del
cuello. La juventud de la mujer y la gala de su atavío hacen presuponer que la pareja de
retratos fuera realizada para celebrar el enlace de los retratados.
Curiosamente, la disposición del velo y el broche
guarda similitudes con el Retrato de dama
española atribuido a Rubens (mercado del arte), que lo habría pintado
durante su estancia en la corte vallisoletana en 1603.
De todos modos, sea cual sea el motivo por el que el
matrimonio quiso pasar a la inmortalidad a través de Gil de Mena, este retrato femenino, como ya se ha
dicho, es el más bello de cuantos se pintaron en
Valladolid en el siglo XVII, manteniendo a cierta distancia y en un ambiente de
cotidianidad el espíritu aúlico presente en los retratos de Pantoja de la Cruz,
Bartolomé González y Sánchez Coello, aunque algo alejado de la
intencionalidad de los personajes eclesiásticos y de los donantes que aparecen representados
en la pintura religiosa generalizada en Valladolid durante el siglo XVII.
Rubens. Retrato de dama española, 1603 Mercado del arte (Foto casa de subastas Sotheby's) |
Esta pintura, acompañada de la que forma pareja, permaneció
en el Colegio de Niñas Huérfanas del Dulce Nombre de María hasta que el edificio
fue derribado en 1959, momento en que ambos retratos fueron recogidos en el
recinto catedralicio. La fachada de aquella iglesia y algunos retablos de Diego Valentín Díaz fueron recolocados en la nueva iglesia del Dulce Nombre de María, levantada en 1968 en la calle de Canterac del barrio de las Delicias.
EL PINTOR FELIPE GIL DE MENA (1603-1673)
Felipe Gil de Mena fue un pintor barroco activo en
el ámbito pictórico vallisoletano del siglo XVII, discípulo y continuador de la
obra de Diego Valentín Díaz en Valladolid. Su producción, abundante y de notable
calidad, le proporcionó un gran prestigio en el entorno vallisoletano,
especialmente con sus creaciones de temática religiosa.
Aunque hasta fechas recientes, siguiendo la
información de Cean Bermudez, se le consideraba nacido en 1600 en Valladolid,
por Jesús Urrea4 sabemos que nació en 1603 en la población palentina
de Antigüedad, en el Cerrato, y que sus padres fueron Felipe Gil y Jerónima
Mena, siendo el tercero de los ocho hijos del matrimonio. Felipe Gil de Mena
permaneció hasta el año 1619 junto a su padre, que ejercía como mayordomo de la
iglesia del pueblo, momento en que este, viendo la inclinación artística de su
hijo, decidió colocarlo como aprendiz en el taller que Diego Valentín Díaz
tenía abierto en Valladolid. Allí pasó los preceptivos cuatro años de
aprendizaje, consiguiendo en 1623 un poder notarial para poder percibir, como
oficial de pintor, el salario establecido por el gremio de pintores.
El hecho de necesitar la autorización paterna, por
no haber alcanzado la mayoría de edad, para renovar el contrato con Diego
Valentín Díaz en calidad de oficial asalariado, vínculo vigente en 1626, hace
descartar las afirmaciones del tratadista cordobés Antonio Palomino de que
Felipe Gil de Mena se formara en el taller que Juan van der Hamen tenía abierto
en Madrid5.
Sánchez Coello. Retrato de dama. Museo del Prado (Foto Museo del Prado) |
En 1640 contrajo matrimonio con Ana de Muga, con la
que tuvo dos hijos, Felipe y Manuel, que también se dedicarían a la pintura,
aunque nunca alcanzarían el nivel de su padre. Las relaciones amistosas mantenidas
con Diego Valentín Díaz, bien relacionado con el sector eclesiástico, le
facilitaron numerosos contratos de pinturas y dorados de retablos, trabajando
para iglesias y conventos de Valladolid, Medina de Rioseco, Medina del Campo,
Tordesillas, Peñafiel, Cuéllar, Segovia, Zamora y otras poblaciones. La íntima
relación con su maestro vallisoletano se mantuvo de por vida, llegando a
comprar a la muerte de éste, por tres mil ducados, la casa situada frente a la
iglesia de San Lorenzo y todos los útiles y objetos de arte de su taller.
Considerado por Bosarte como mejor dibujante que
pintor, su obra es muy variada, destacando los pequeños detalles narrativos
sobre el dominio del color, en opinión de Pérez Sánchez6 elementos
de naturaleza muerta "pintados con extraordinaria habilidad", propios
de un bodegonista. Desde sus comienzos como deudor de la tradición manierista
heredada de su maestro, Gil de Mena evolucionaría hasta alcanzar su propio
estilo, incorporando el sentido escenográfico de la pintura de su tiempo. Al
amplio catálogo de su pintura religiosa se suman peculiares crónicas visuales,
como el Auto de Fe celebrado en 1623,
pintado para el Consejo de la Suprema, o la serie de Vistas de la Plaza Mayor y de la calle de Platerías de Valladolid,
con festejos de toros y procesiones celebrados por la Cofradía de la Vera Cruz
en 1656, así como retratos, de los que son una buena muestra los aquí reseñados,
y, siguiendo a su maestro, algunos trampantojos eficazmente resueltos, como el Retablo fingido que se conserva en el
testero de la sacristía de la iglesia de San Miguel, por entonces iglesia de
San Ignacio de la Compañía de Jesús, con un arco de triunfo y un tabernáculo con
la imagen de la Inmaculada en los que
demuestra el perfecto dominio de la perspectiva en un planteamiento netamente teatral.
Felipe Gil de Mena murió en Valladolid el 17 de
enero de 1673.
Felipe Gil de Mena. Retablo y tabernáculo fingido, 1ª mitad del XVII Sacristía de la iglesia de San Miguel, Valladolid |
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
NOTAS
1 URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Doña
María de la Calzada. En El Retrato en
la pintura vallisoletana del siglo XVII. Caja de Ahorros Popular de
Valladolid, Valladolid, 1983, catálogo.
2 URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Op.
cit.
3 URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Op.
cit.
4 URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Partida
de bautismo. Actas del Primer
Congreso de Historia de Palencia, tomo I, Palencia, 1987, pp. 244-247.
5 PALOMINO, Antonio (1655-1726): Su obra Museo Pictórico y Escala Óptica es un tratado de tres volúmenes,
publicados entre 1715 y 1724, que es fuente principal para la historia de la
pintura barroca española. En el tercer tomo —El Parnaso español pintoresco laureado— recoge un abundante
material biográfico de pintores españoles del siglo XVII, figurando entre ellos
Felipe Gil de Mena, aunque no se menciona a su maestro Diego Valentín Díaz.
6 PÉREZ SÁNCHEZ, Alfonso E.: Pintura
barroca en España 1600-1750, Ed. Cátedra, Madrid, 1992, p. 121.
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