3 de febrero de 2017

Theatrum: RETRATOS DE DIEGO VALENTÍN DÍAZ Y MARÍA DE LA CALZADA, una expresiva mirada enmudecida







RETRATOS DEL PINTOR DIEGO VALENTÍN DÍAZ Y SU ESPOSA MARÍA DE LA CALZADA
Felipe Gil de Mena (Antigüedad, Palencia, 1603 - Valladolid, 1673)
H. 1648
Óleo sobre lienzo
Museo Diocesano y Catedralicio, Valladolid
Procedente del Colegio de Niñas Huérfanas de Valladolid
Pintura barroca española. Escuela vallisoletana







Hoy fijamos nuestra atención en dos pinturas que forman pareja y que se encuadran en el género del retrato, aquel que el poeta Gerardo Diego definiera como "amuleto contra el olvido", cuyos rostros, atuendos y forma de presentarse, aún enmudecidos, debemos considerar como imágenes reales de otro tiempo y, por tanto, evocadoras de la época que les tocó vivir. Se trata de los retratos en que aparecen representados el pintor Diego Valentín Díaz y su tercera esposa María de la Calzada, realizados en Valladolid hacia 1648 por el palentino Felipe Gil de Mena, pintor discípulo del retratado.

Si la imagen de Diego Valentín Díaz tiene un importante valor testimonial por mostrar el semblante del más destacado pintor vallisoletano de la primera mitad del siglo XVII, el de su esposa María de la Calzada puede considerarse, sin ningún género de dudas, el más bello retrato femenino de cuantos se realizaron en talleres vallisoletanos de aquella época, tratándose posiblemente de una pareja de retratos realizados con motivo del enlace de los representados, cuya ceremonia tuvo lugar en la iglesia del Salvador en 1648.

Retrato de Diego Valentín Díaz, destacado personaje en la vida vallisoletana
Hijo del pintor Pedro Díaz Minaya y de Juliana del Castillo, Diego Valentín Díaz nació en Valladolid a finales de febrero de 1586 y fue bautizado el 2 de marzo en la primitiva parroquia de San Miguel, pues sus padres tenían su residencia en la Plaza del Almirante (terrenos ocupados por el actual Teatro Calderón). Junto a sus dos hermanos, Francisco y Marcelo, su infancia transcurrió en el ambiente artístico del taller paterno, donde se formó como pintor y policromador siguiendo las ordenanzas del gremio de pintores, manifestando desde edad temprana grandes dotes para el oficio.

A partir de 1606 comenzaba su andadura personal realizando pinturas religiosas para la catedral vallisoletana e iglesias y conventos de Valladolid y Zamora, contrayendo su primer matrimonio con Ana de la Serna el 5 de febrero de 1610 en la iglesia de la Antigua, con la que ocupó una vivienda en la calle de las Cabañuelas, junto a dicha iglesia. De aquel matrimonio nacerían tres hijas y un hijo, pasando a vivir en unas casas de la calle de la Boariza (actual María de Molina), propiedad de su tía Ana del Castillo.

En agosto de 1612 se asoció con su padre y con los hermanos Francisco y Marcelo Martínez para policromar esculturas y retablos. A partir de entonces su actividad fue incesante, lo que dio lugar a la contratación de un buen número de aprendices y colaboradores.

En 1617 establecía correspondencia con Francisco Pacheco, el mejor pintor en Sevilla, que había permanecido casi dos años en Madrid y en cuyo taller se formaba Velázquez. En agosto de ese mismo año fallecía su esposa Ana de la Serna, aunque en junio de 1618 contraía nuevas nupcias con Jacinta Gallego, con quien llegaría a tener otros cuatro hijos y tres hijas. Por esos años establece una estrecha relación con Gregorio Fernández, una relación profesional que devino en una profunda amistad personal por compartir erudición y creencias religiosas.

Con gran prestigio en la ciudad y con una desahogada posición social, fruto de su intenso trabajo, también llegó a ejercer como tasador de los retablos de otros artistas. Aunque en 1621 fue detenido y después absuelto por tenencia ilícita de un pistolete, en 1624 fue condenado a prisión y a pagar las costas de un pleito entablado por el boticario Bartolomé López y su esposa sobre la venta de tafetanes, siendo liberado tras el pago de una fianza. Ese mismo año moría su padre, enfermo y sin recursos, al que había atendido en su casa.

Para acoger a su numerosa familia, en diciembre de 1627, año en que le fue concedido el título de Familiar del Santo Oficio, compraba a Isabel de Portillo tres casas situadas frente a la iglesia de San Lorenzo (espacio después ocupado por el monasterio de Santa Ana), de cuya parroquia fue feligrés y mayordomo. Aquella residencia se convertiría en el principal centro de la vida pictórica de Valladolid. No obstante, enviudaba de nuevo en 1633 al fallecer Jacinta Gallego durante el parto de Catalina, su última descendiente.

En 1634, cuando contaba 48 años, contrajo su tercer matrimonio en la iglesia del Salvador con María de la Calzada, una adolescente de tan sólo 17 años que era hija y nieta de arquitectos, con la que no tuvo descendencia. A la muerte de Gregorio Fernández el 22 de enero de 1636, se convirtió en el artista más prestigioso de Valladolid, llegando a monopolizar la actividad pictórica regional, siendo elocuente que en 1637 recibiera la petición de Francisco Pacheco de un dibujo de Fray Jerónimo de Pedrosa para incluirle en su libro de retratos, continuando con una actividad profesional tan prolífica como su familia.

Entre 1640 y 1646, periodo en que ejerció como testigo en el enlace de su discípulo Felipe Gil de Mena, las demandas de pinturas se multiplicaron, debiendo atender encargos para Valladolid, Madrid, León y Oviedo, acentuando en 1647 sus acciones benéficas, tanto de tipo personal —con la madre de su tercera esposa, a la que acogió en su casa— como públicas, adquiriendo ese año el patronato del Colegio de Niñas Huérfanas de la calle del Sacramento (actual Paulina Harriet), cuya construcción primero financió para ocuparse después de su dotación ornamental, acabando por donar todos sus bienes a esta institución benéfica para velar por su continuidad. 

En 1648 Diego Valentín Díaz, cuando tenía 62 años, sufrió el desgraciado accidente de caerse de un andamio cuando trabajaba en un retablo realizando la pintura, cuyas lesiones limitaron su actividad durante años. No obstante, en 1653 realizaba el inventario de pinturas del Conde de Benavente y cuatro años después, tras realizar para Salamanca el retrato del Conde de Granjal, viajó hasta el convento palentino de San Salvador del Moral para despedirse en vida de dos de sus hijas allí ingresadas, sufragando algunas obras monacales a petición de la abadesa María Barahona, de la que recibía constantes peticiones de ayuda.

A pesar de su estado, aquellos años también fueron prolíficos, ocupándose de los retablos de la iglesia del Dulce Nombre de María, del retablo del desaparecido convento de San Bartolomé y de un lienzo para el salón principal del Ayuntamiento, trabajos que compaginaba con su labor como presidente de la Cofradía de San Lucas, integrada por el gremio de pintores, cuyo patrón era celebrado anualmente en el Colegio de Niñas Huérfanas.
   
Por la correspondencia que le dirigiera Velázquez, fechada el 3 de julio de 1660, sabemos que el gran maestro sevillano le visitó en su casa de Valladolid aquel año, momento en que contrataba unas pinturas para el retablo de la iglesia de Palacios de Campos que no pudo concluir, pues Diego Valentín Díaz fallecía en su casa de Valladolid el 1 de diciembre de 1660, a los 74 años, siendo enterrado en la iglesia del Colegio de Niñas Huérfanas, del que ostentaba el patronazgo.

Dejaba tras de sí una importante estela en la vida artística y cultural de Valladolid, tanto por su célebre biblioteca, que contenía obras de todos los géneros, y su importante colección de estampas, grabados y pinturas de variada temática, como por la influencia ejercida sobre sus discípulos, entre los que podemos citar a Diego de Bernuy, Baltasar Cidrón, Tomás Peñasco, Bartolomé Santos y Felipe Gil de Mena, autor del retrato que le inmortalizara.

Felipe Gil de Mena en este retrato, que estuvo colocado en el Colegio de Niñas Huérfanas en honor a su fundador, presenta a su maestro Diego Valentín Díaz con gran dignidad, con el busto en posición de tres cuartos y gesto casi arrogante, con el ceño marcado, bigote afilado, pequeña perilla, el cabello ralo y canoso y la mirada clavada en el espectador. Representa una edad próxima a los 50 años y viste el característico jubón negro con el mismo tipo de golilla que él plasmara en el retrato de Gregorio Fernández (Museo Nacional de Escultura). El fondo neutro, siguiendo las pautas de la época, obliga a la concentración visual en el austero semblante del retratado, que de este modo recibe un sentido homenaje del discípulo con quien mantuvo tan estrechos lazos de amistad.

Retrato de la joven vallisoletana María de la Calzada
Hija del arquitecto Bartolomé de la Calzada y de Úrsula Celaya, hija también de un arquitecto, nació en diciembre de 1616 en la calle de la Galera1, junto a la iglesia del Salvador de Valladolid.
En 1634 y en plena juventud —17 años— se casó con el reconocido pintor Diego Valentín Díaz cuando este contaba 48 años, había enviudado por dos veces y tenía 11 hijos de sus matrimonios anteriores. La pareja, que no tuvo descendencia, residió en la casa que comprara el pintor frente a la iglesia de San Lorenzo, conviviendo con ellos doña Úrsula, madre de la joven María. Parece ser que su salud no fue demasiado buena y que estuvo aquejada de continuas dolencias de tipo estomacal2, según se desprende de su confesión de haber gastado 700 reales en botica en 1646 y de que sus dolencias continuaran en 1652.

A pesar de la diferencia de edad con su esposo, el matrimonio fue bien avenido, compartiendo ambos la filantropía y las prácticas piadosas. Esto queda evidenciado cuando en 1646 María de la Calzada renuncia a los bienes gananciales matrimoniales para destinarlos a rematar la construcción y asumir el patronazgo del Colegio de Niñas Huérfanas junto a su marido, participando en tan importante papel benefactor en la ciudad. María de la Calzada murió en Valladolid el 16 de enero de 1661, recién cumplidos los 44 años y tan sólo 47 días después del fallecimiento de su esposo3.

En este retrato, que forma pareja y complementa la disposición del anterior, Felipe Gil de Mena presenta a la joven María idealizada y luciendo sus mejores galas, con un austero vestido pardo que deja asomar un cuello de encaje blanco cerrado con un broche circular dorado en cuyo interior contiene una piedra verde (¿simbólica esmeralda de esperanza?). Cubre su cabeza, de frondosa cabellera, un velo blanco con los bordes festoneados y sujeto al cabello por una aguja rematada con otro broche de las mismas características que el del cuello. La juventud de la mujer y la gala de su atavío hacen presuponer que la pareja de retratos fuera realizada para celebrar el enlace de los retratados.
Curiosamente, la disposición del velo y el broche guarda similitudes con el Retrato de dama española atribuido a Rubens (mercado del arte), que lo habría pintado durante su estancia en la corte vallisoletana en 1603.

De todos modos, sea cual sea el motivo por el que el matrimonio quiso pasar a la inmortalidad a través de Gil de Mena, este retrato femenino, como ya se ha dicho, es el más bello de cuantos se pintaron en Valladolid en el siglo XVII, manteniendo a cierta distancia y en un ambiente de cotidianidad el espíritu aúlico presente en los retratos de Pantoja de la Cruz, Bartolomé González y Sánchez Coello, aunque algo alejado de la intencionalidad de los personajes eclesiásticos y de los donantes que aparecen representados en la pintura religiosa generalizada en Valladolid durante el siglo XVII. 

Rubens. Retrato de dama española, 1603
Mercado del arte (Foto casa de subastas Sotheby's)
Esta pintura, acompañada de la que forma pareja, permaneció en el Colegio de Niñas Huérfanas del Dulce Nombre de María hasta que el edificio fue derribado en 1959, momento en que ambos retratos fueron recogidos en el recinto catedralicio. La fachada de aquella iglesia y algunos retablos de Diego Valentín Díaz fueron recolocados en la nueva iglesia del Dulce Nombre de María, levantada en 1968 en la calle de Canterac del barrio de las Delicias.

EL PINTOR FELIPE GIL DE MENA (1603-1673)   

Felipe Gil de Mena fue un pintor barroco activo en el ámbito pictórico vallisoletano del siglo XVII, discípulo y continuador de la obra de Diego Valentín Díaz en Valladolid. Su producción, abundante y de notable calidad, le proporcionó un gran prestigio en el entorno vallisoletano, especialmente con sus creaciones de temática religiosa.

Aunque hasta fechas recientes, siguiendo la información de Cean Bermudez, se le consideraba nacido en 1600 en Valladolid, por Jesús Urrea4 sabemos que nació en 1603 en la población palentina de Antigüedad, en el Cerrato, y que sus padres fueron Felipe Gil y Jerónima Mena, siendo el tercero de los ocho hijos del matrimonio. Felipe Gil de Mena permaneció hasta el año 1619 junto a su padre, que ejercía como mayordomo de la iglesia del pueblo, momento en que este, viendo la inclinación artística de su hijo, decidió colocarlo como aprendiz en el taller que Diego Valentín Díaz tenía abierto en Valladolid. Allí pasó los preceptivos cuatro años de aprendizaje, consiguiendo en 1623 un poder notarial para poder percibir, como oficial de pintor, el salario establecido por el gremio de pintores.

El hecho de necesitar la autorización paterna, por no haber alcanzado la mayoría de edad, para renovar el contrato con Diego Valentín Díaz en calidad de oficial asalariado, vínculo vigente en 1626, hace descartar las afirmaciones del tratadista cordobés Antonio Palomino de que Felipe Gil de Mena se formara en el taller que Juan van der Hamen tenía abierto en Madrid5

Sánchez Coello. Retrato de dama. Museo del Prado
(Foto Museo del Prado)
En 1640 contrajo matrimonio con Ana de Muga, con la que tuvo dos hijos, Felipe y Manuel, que también se dedicarían a la pintura, aunque nunca alcanzarían el nivel de su padre. Las relaciones amistosas mantenidas con Diego Valentín Díaz, bien relacionado con el sector eclesiástico, le facilitaron numerosos contratos de pinturas y dorados de retablos, trabajando para iglesias y conventos de Valladolid, Medina de Rioseco, Medina del Campo, Tordesillas, Peñafiel, Cuéllar, Segovia, Zamora y otras poblaciones. La íntima relación con su maestro vallisoletano se mantuvo de por vida, llegando a comprar a la muerte de éste, por tres mil ducados, la casa situada frente a la iglesia de San Lorenzo y todos los útiles y objetos de arte de su taller.

Considerado por Bosarte como mejor dibujante que pintor, su obra es muy variada, destacando los pequeños detalles narrativos sobre el dominio del color, en opinión de Pérez Sánchez6 elementos de naturaleza muerta "pintados con extraordinaria habilidad", propios de un bodegonista. Desde sus comienzos como deudor de la tradición manierista heredada de su maestro, Gil de Mena evolucionaría hasta alcanzar su propio estilo, incorporando el sentido escenográfico de la pintura de su tiempo. Al amplio catálogo de su pintura religiosa se suman peculiares crónicas visuales, como el Auto de Fe celebrado en 1623, pintado para el Consejo de la Suprema, o la serie de Vistas de la Plaza Mayor y de la calle de Platerías de Valladolid, con festejos de toros y procesiones celebrados por la Cofradía de la Vera Cruz en 1656, así como retratos, de los que son una buena muestra los aquí reseñados, y, siguiendo a su maestro, algunos trampantojos eficazmente resueltos, como el Retablo fingido que se conserva en el testero de la sacristía de la iglesia de San Miguel, por entonces iglesia de San Ignacio de la Compañía de Jesús, con un arco de triunfo y un tabernáculo con la imagen de la Inmaculada en los que demuestra el perfecto dominio de la perspectiva en un planteamiento netamente teatral.

Felipe Gil de Mena murió en Valladolid el 17 de enero de 1673.   

Felipe Gil de Mena. Retablo y tabernáculo fingido, 1ª mitad del XVII
Sacristía de la iglesia de San Miguel, Valladolid

Informe y fotografías: J. M. Travieso.



NOTAS

1  URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Doña María de la Calzada. En El Retrato en la pintura vallisoletana del siglo XVII. Caja de Ahorros Popular de Valladolid, Valladolid, 1983, catálogo.

2  URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Op. cit.

3  URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Op. cit.

4  URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Partida de bautismo. Actas del Primer Congreso de Historia de Palencia, tomo I, Palencia, 1987, pp. 244-247.

5  PALOMINO, Antonio (1655-1726): Su obra Museo Pictórico y Escala Óptica es un tratado de tres volúmenes, publicados entre 1715 y 1724, que es fuente principal para la historia de la pintura barroca española. En el tercer tomo —El Parnaso español pintoresco laureado— recoge un abundante material biográfico de pintores españoles del siglo XVII, figurando entre ellos Felipe Gil de Mena, aunque no se menciona a su maestro Diego Valentín Díaz.

6  PÉREZ SÁNCHEZ, Alfonso E.: Pintura barroca en España 1600-1750, Ed. Cátedra, Madrid, 1992, p. 121.

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