PASO
PROCESIONAL PREPARATIVOS PARA LA CRUCIFIXIÓN (Antiguo paso del Expolio)
Cristo:
Francisco Alonso de los Ríos
(Valladolid, hacia 1600-1660)
Sayones:
Juan de Ávila (Valladolid, 1652-1702)
Cristo: 1641
/ Sayones: 1678
Madera
policromada y postizos
Museo
Nacional de Escultura, Valladolid
Procedente
de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Valladolid
Escultura
barroca española. Escuela castellana
La histórica Cofradía Penitencial de Nuestro Padre
Jesús Nazareno fue fundada en 1596 en el seno del convento de San Agustín, después de la aprobación de su Regla en 1600 por Bartolomé de la Plaza, primer obispo de Valladolid, con la titulación de Cofradía de la Cinta de Nuestro Padre San Agustín y Santa Mónica, de Nuestra Señora de la Consolación de Bolonia, Ánimas de San Nicolás de Tolentino y Jesús. En
dicha iglesia, según informa el Libro Becerro, disponían de una capilla que
acabaría recibiendo la advocación de su Cristo titular. Allí realizaban sus
cultos y participaban en las procesiones con tres pasos de imaginería ligera o
papelón. La comunidad de agustinos y la hermandad de nazarenos permanecieron en
concordia y armonía durante años, aunque pasado un tiempo comenzarían unos desencuentros que produjeron la eliminación del representante agustino en el
Cabildo de Gobierno de la cofradía y la celebración de sus
reuniones preceptivas en lugares ajenos a San Agustín, en los desaparecidos
templos de San Julián y de Nuestra Señora del Val.
Desde la primera década del siglo XVII los nazarenos
vallisoletanos comenzaron a plantear la posibilidad de disponer de su propia
iglesia como sede canónica, que además debería contar con un hospital,
ocurriendo un hecho que vendría a acentuar el enfrentamiento con los agustinos.
En 1612, un grupo perteneciente al gremio se pasamaneros, representados por
Damián Torres, Manuel Hermosilla, Gaspar Baca y Juan de la Torre, con Pedro
Márquez a la cabeza, encargaba a Gregorio Fernández el paso de la Crucifixión —conocido en la actualidad
como Sed tengo— para ser donado a la
Cofradía de Jesús Nazareno.
Este paso, el primero de la cofradía a escala
monumental, pasaría a ser denominado Paso
grande, causando tan fuerte impacto entre los agustinos la genial figura
del crucificado fernandino que le solicitaron a la cofradía para presidir el altar mayor de
su iglesia —la separación de las figuras principales de los pasos procesionales
para recibir culto por separado a lo largo del año era una práctica común en
todas las cofradías—, hecho que se consumó en 1616. Con el paso de los años esto despertó el recelo de
los nazarenos, que viendo peligrar su uso procesional hicieron firmar a los
agustinos que el depósito de las imágenes en su iglesia tenía un carácter
provisional, justo hasta la terminación del templo que ya habían comenzado a
construir, después de que en 1627 el regidor Andrés de Cabezón ofreciera a la
Cofradía unos terrenos colindantes a la plaza de la Rinconada.
Una primera desavenencia entre nazarenos y agustinos
se produjo en 1651, aunque siguieron manteniendo los vínculos entre ambos,
produciéndose la ruptura definitiva en 1676, cuando ya terminada su propia sede
y redactada su nueva Regla, tras la procesión del Viernes Santo los nazarenos
se apropiaron de los pasos que eran custodiados en el convento de San Agustín.
Ello dio lugar a un pleito entablado por el convento agustino, que consideraba
los pasos de su propiedad, cuya sentencia, emitida en 1678, les fue favorable, obligando
a los nazarenos a devolver todos los pasos procesionales a los frailes1.
Esto apremió a la Cofradía de Jesús Nazareno a
encargar nuevos pasos e imágenes sustitutorias de las que perdieron. Por este
motivo, aunque el escultor Juan Antonio de la Peña presentó un modelo
que sustituyera al paso del Expolio o Despojo, tal y como se cita en la
documentación de la época, la cofradía aceptaría la propuesta del escultor Juan
de Ávila, cofrade nazareno, que en 1678 recibía el encargo de realizar el nuevo
paso mimético al que los nazarenos vallisoletanos disponían al menos desde 1622
y del que en 1629 el escultor Melchor de la Peña hizo una copia para la
Cofradía de Jesús Nazareno de Medina del Campo que permite recomponer su
aspecto y composición, compuesto por cuatro sayones y la figura de Cristo en el
momento de ser despojado de sus vestiduras por uno de ellos al
"redopelo", término que define un brusco movimiento a contrapelo
sobre el paño pegado a las heridas y que pasó a ser el apodo del paso.
Siguiendo la primitiva composición e imitando las
composiciones fernandinas, Juan de Ávila entregaba en 1680 un nuevo paso
compuesto por tres sayones —uno menos que el original— y la figura de Cristo
despojado, que desfiló por primera vez en la Semana Santa de aquel año. Uno de los sayones, rodilla en tierra, perfora con una barrena la
cruz depositada en el suelo, otro se afana con un azadón en cavar un hoyo para
encajar la cruz y el tercero, que en la primitiva composición sujetaba una
lanza, retiene a Cristo con una soga al cuello, no incluyendo el sayón que le
arrebataba las vestiduras dando lugar al popular nombre del paso, aunque se
mantenía la túnica de tejido real a los pies de Cristo.
Los tres sayones presentan un cierto encorsetamiento
gestual y rostros algo rudos, algo poco frecuente en la obra de Juan de Ávila,
hecho que podría justificarse por el trabajar condicionado por la obra
preexistente que debía copiar y por ser su primera incursión en la escultura grupal
con fines procesionales. En este sentido, conviene remarcar la dificultad que
suponía el diseño de un paso cuya plataforma debía ser trasladada a hombros por
los costaleros, lo que obligaba no sólo a realizar una composición que adquiría
distintos matices según los diferentes puntos de vista en su contemplación callejera,
sino también la colocación de las figuras atendiendo al reparto del peso sobre
la plataforma, en este caso con dos figuras a cada lado del eje central y la
cruz colocada en diagonal.
De forma anacrónica, aunque con un toque de
fantasía, los tres visten una indumentaria común en el vestuario masculino español
del momento en que se hacen las esculturas, con jubones con botonaduras y
cintas, calzas, medias, botas y zapatos, dos de ellos con gorros de fantasía
que contrastan con la acentuada calvicie del "barrena". Para resaltar
su exotismo se emplean en la policromía vivos colores, no estando ausente en
las facciones de los verdugos el componente caricaturesco que despertaba
pasiones populares, como el que porta el azadón, de raza africana; el que
barrena, narigudo y desdentado; y el que sujeta la cuerda, bizco y con el ceño
fruncido, estableciendo entre ellos, como un lenguaje codificado, una evidente
diferencia racial de judíos, tal vez con la intención de representar los pecados de toda
la humanidad2.
Juan de Ávila también realizó la figura de Cristo
recién despojado que seguía las pautas del paso anterior, con la anatomía en
plena desnudez y amarrado al cuello por la soga que sujeta el sayón, cordón en
la garganta que en un cabildo celebrado en 1603 se acordó que, como gesto de
humildad, fuese el distintivo de todos los cofrades nazarenos3.
Este
Cristo, que como ya se ha dicho desfiló por primera vez en el paso del Expolio en 1680, pasaría a recibir culto
por separado a lo largo del año en un retablo colateral que para la nueva
iglesia de Jesús Nazareno realizaría el ensamblador Blas Martínez de Obregón en
1706. Pero las incidencias del paso no habían acabado, pues en un incendio
producido el año 1799 tanto la imagen del Cristo de Juan de Ávila como el
retablo que lo albergaba sucumbieron pasto de las llamas.
No obstante, de nuevo la Cofradía de Jesús Nazareno
encargaba en 1801 una nueva copia mimética al escultor Claudio Cortijo, cuyo boceto previo fue realizado ese mismo año por el escultor Pedro León Sedano, que
sería colocada en el mismo lugar de la iglesia penitencial de Jesús Nazareno, en
un retablo neoclásico realizado en 1811 por José Bahamonde. Aunque esta escultura del
conocido como Cristo del Despojo no
alcanza por su rigidez anatómica el nivel de calidad y la expresividad de las
obras de Juan de Ávila, al menos permite recomponer el aspecto de la talla
original ajustada al relato del episodio inmediatamente anterior a la
Crucifixión, con la figura de Cristo solamente cubierto por el paño de pureza,
el cuerpo ligeramente inclinado hacia la cruz, la pierna derecha adelantada y
los brazos elevados a la altura de la cintura sugiriendo su despojo y un gesto
de perdón habitual en esta iconografía. El estar dotado de ojos de cristal hace
presuponer que también los tuviera el modelo de Juan de Ávila, que se habría
esmerado en el acabado, como era costumbre, de la figura principal del paso.
RECONSTRUCCIÓN DEL PASO
A consecuencia de los decretos desamortizadores, los
sayones que componían el paso del Expolio
fueron recogidos en el Museo Provincial de Bellas Artes de Valladolid —desde
1933 Museo Nacional de Escultura—, donde como única referencia de origen fueron
marcados con una "J" incisa en sus espaldas para indicar su
procedencia de la Cofradía de Jesús Nazareno.
En 1920 Remigio Gandásegui,
arzobispo de Valladolid, emprendía el proceso de recuperación de las
tradicionales procesiones de Semana Santa, para lo que contó con la
colaboración del arquitecto e historiador Juan Agapito y Revilla y de Francisco
de Cossío, por entonces director del citado museo.
Agapito y Revilla inició en
1922 la reconstrucción de los pasos recogidos en aquella institución, entre
ellos el paso del Expolio, pero al no
disponer de la imagen del Cristo del
Despojo, por permanecer al culto en la iglesia penitencial de Jesús
Nazareno, incorporó en su lugar la figura de un Ecce Homo también ingresado en el museo tras los decretos
desamortizadores, el cual, realizado en 1641 gracias a las limosnas del hermano
Andrés de San Nicolás4, procede de una capilla del desaparecido convento
San Nicolás de Tolentino (Agustinos Recoletos). Con esta composición el paso se
ha mantenido hasta nuestros días, aunque por su iconografía la primitiva
denominación del Expolio fue cambiada,
para ajustarla a la secuencia lógica de los episodios de la Pasión, por Preparativos para la Crucifixión, que es
como se le conoce hoy día.
Actualmente la talla del Ecce Homo viene siendo atribuida al escultor Francisco Alonso de
los Ríos, artífice de repetidos y apreciables modelos iconográficos de este
tema en los que siguiendo la estela iconográfica de Gregorio Fernández consigue
impregnar su propio estilo, como se patentiza en el Ecce Homo realizado para la ermita de la Vera Cruz de Nava del Rey,
que repite miméticamente el modelo fernandino de la iglesia de la Vera Cruz de
Valladolid, en el Ecce Homo del
convento de Santa Ana, inspirado en el magistral modelo de Gregorio Fernández
que se guarda en el Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid, y en el Ecce Homo que procedente de la iglesia de San Juan de Letrán actualmente se
conserva en el Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid, que fue atribuido
a Francisco Alonso de los Ríos por Jesús Urrea y que presenta una composición
muy similar, así como rasgos estilísticos comunes al modelo incorporado al paso
Preparativos para la Crucifixión,
motivo por el que Luis Luna Moreno ha atribuido la autoría a ambas esculturas a
Francisco Alonso de los Ríos.
La figura de Cristo aparece estática, ofreciendo un
gesto de sumisión al colocar los brazos cruzados a la altura del pecho, la bella
cabeza ligeramente ladeada hacia la derecha y una mirada suplicante dirigida a
lo alto. Su desnudez aparece recubierta por el paño de pureza y por una clámide
púrpura que presenta la peculiaridad de estar tallada enteramente en madera,
resuelta en finas láminas como recurso habitual en la escuela vallisoletana.
Lleva aplicados diferentes postizos, como ojos de cristal, dientes de hueso, corcho
en las llagas, corona de espinas de trenzado real y una soga atada al cuello.
El paso fue completamente restaurado y presentado en
público en el año 2000, permitiendo desde entonces apreciar detalles de la talla que antes pasaban desapercibidos, así como su policromía original, que estaba enmascarada bajo las capas aplicadas en 1700 por José Díez de Prado y en 1795 por Ramón Olivares. También permitió presentar las figuras de
un modo naturalista, sin las pletinas metálicas aplicadas a las piernas para
mantener su sujeción al paso. Durante los desfiles de Semana Santa este paso es
alumbrado por la Cofradía Penitencial del Santísimo Cristo Despojado, Cristo
Camino del Calvario y Nuestra Señora de la Amargura, con sede canónica en la
iglesia de San Andrés, aunque durante todo el año es conservado en el Museo
Nacional de Escultura, donde es presentado como un conjunto de gran interés por
la peculiaridad de su iconografía.
Pedro León Sedano. Boceto preparatorio del Cristo del Despojo, 1801 Iglesia de Jesús / Cofradía de Jesús Nazareno, Valladolid |
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
NOTAS
1 ARRIBAS ARRANZ, Filemón: La Cofradía penitencial de N. P. Jesús Nazareno de Valladolid. Valladolid, 1946, pp. 82-90.
2 HERNÁNDEZ REDONDO, José Ignacio: Preparativos para la Crucifixión. En Pasos restaurados, Museo Nacional de Escultura, Valladolid, 2000, p. 68.
3 HERNÁNDEZ REDONDO, José Ignacio. Op. cit. p. 68.
4 FERNÁNDEZ DEL HOYO, María Antonia: Patrimonio perdido. Conventos desaparecidos de Valladolid. Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 1998, p. 523.
Claudio Cortijo. Cristo del Despojo, 1801 Iglesia Penitencial de Jesús Nazareno, Valladolid |
Francisco Alonso de los Ríos. Ecce Homo que actualmente forma parte del paso "Preparativos para la Crucifixión" |
Francisco Alonso de los Ríos. Ecce Homo. Museo de Santa Ana, Valladolid |
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