1 de mayo de 2018

Fastiginia: La Pajarera del Campo Grande, aves exóticas en Valladolid



Estampas y recuerdos de Valladolid


Una de las mayores satisfacciones que pueden experimentar los vallisoletanos es pasear tranquilamente por el Campo Grande, un parque en pleno centro urbano en el que, apenas sobrepasada cualquiera de las múltiples entradas, uno se imbuye en un paraje de aspecto selvático cuyas veredas van proporcionando continuas sorpresas: glorietas monumentales, como la Fuente de la Fama dedicada al recordado alcalde Miguel Íscar o la Fuente del Cisne con su corte de sirenas, memoriales dedicados a ilustres escritores, como Leopoldo Cano, Núñez de Arce o Rosa Chacel, el romántico estanque que recibe sus aguas de una misteriosa gruta que alberga estalactitas procedentes de Atapuerca, las tres pajareras emboscadas entre la espesa vegetación, etc.

Hoy fijamos nuestra atención en una de esas pajareras, la más moderna de ellas, la que fue construida en los años treinta del siglo pasado y que hace pocos años ha visto remozadas sus instalaciones para mayor comodidad y dignidad de las vistosas aves que la habitan. Esta pequeña construcción, cuyo diseño adquiere un aire oriental de concepción modernista, se ha convertido en el epicentro de la vida animal que habita el parque, verdadera atracción para los visitantes, especialmente los niños, que, de forma casi mágica se trasladan a un paraje idílico para recrearse contemplando las exhibiciones de los pavos reales, las carreras de las ardillas, las evoluciones de numerosas especies de patos o los confiados grupos de palomas de todo tipo que casi se dejan tocar, siendo los trinos de los pájaros quienes aportan la banda sonora del parque, haciendo olvidar los ruidos del tráfico rodado del exterior.

De modo que pasear en las proximidades de la pajarera es todo un espectáculo de la naturaleza por la vistosidad de la población avícola que allí parece haber encontrado un hábitat apropiado en plena libertad. 
En este contexto, la pajarera aparece convertida en un gigantesco joyero acristalado en cuyo interior, a modo de piedras preciosas, corren y revolotean exóticas aves de coloridos plumajes, como faisanes, gallos japoneses, gallinas enanas, agapornis, periquitos, etc., que encuentran compañía en las palomas que anidan en la pequeña torre que corona la construcción. 

Así, sin responder al concepto de parque zoológico, sino como un refugio bien atendido, los niños se pueden familiarizar con un tipo de animales pintorescos que ponen un contrapunto a unos tiempos en que contemplar vivos animales como un conejo, una oveja o un burro es tan difícil y tan diferente a lo que ocurría antaño. Por tanto, si algo se puede destacar de la pajarera es su carácter didáctico.

Pero ya hemos dicho que la pajarera no sólo es atractiva por las aves que alberga en su interior, pues en sus alrededores una nutrida colonia de pavos reales, palomas, patos de colorido plumaje, cisnes y todo tipo de pájaros de pequeño tamaño deambulan por las ramas, vuelan, se deslizan por las aguas y trinan entre lo que constituye un jardín botánico en el que el tiempo fluye de otra manera, tan sólo al dictado de las condiciones meteorológicas que impone la naturaleza. Por eso, es frecuente ver a los pavos reales con sus caprichosos plumajes reposando entre los arbustos, encaramados en las ramas o realizando el cortejo, a las cuadrillas de patos chapoteando, a las palomas en pleno arrullo o, un poco más allá, a los grupos de cisnes surcando elegantemente las aguas, todos ellos poniendo una nota de color y vida en el espacio privilegiado que es el Campo Grande.
























































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