SAN JUAN
EVANGELISTA EN PATMOS
Antonio
Vázquez (Valladolid?, 1485-Valladolid, hacia 1563)
Hacia 1530
Óleo sobre
tabla
Iglesia de
San Pablo (procedente del convento de Santa Catalina), Valladolid
Pintura
renacentista española. Escuela castellana
En el ábside izquierdo de la iglesia de San Pablo de
Valladolid, convertido en capilla de la Virgen de Fátima, junto a la entrada a
la sacristía cuelga una magnífica pintura de considerable formato que representa
la visión apocalíptica del evangelista San Juan durante su destierro en la isla
griega de Patmos.
Se trata de una pintura sobre tabla que, junto a un destacado
grupo de obras, fue trasladada a esta iglesia procedente del clausurado
convento de Santa Catalina (MM. Dominicas) de Valladolid. La pintura se muestra
en un bello marco ornamentado con piedras y gallones, un basamento calado y un
frontón curvado como remate, que fue realizado en época posterior a la tabla para configurar un pequeño retablo. Con
un excelente estado de conservación, la pintura destaca sobre el muro por su
brillante colorido, siendo, sin duda alguna, la escena pintada más bella de
cuantas existen en la ciudad referidas a San Juan y sus revelaciones del
Apocalipsis. José Carlos Brasas Egido1 la atribuye a Antonio
Vázquez, el pintor más activo en Valladolid durante el segundo cuarto del siglo
XVI.
La obra se encuadra dentro de las denominadas
pinturas "meditativas", presentando al santo evangelista sentado en
un paisaje idílico —de inspiración flamenca— y escribiendo el contenido de su
revelación en un libro que sujeta sobre sus rodillas, en un momento en que se
detiene ensimismado y alza su mirada hacia la visión que le señala el ángel que
le acompaña, pudiendo contemplar la imagen de la Virgen con el Niño dentro de
una mandorla solar y con la luna menguante a sus pies, junto a otra señal
también descendiente del cielo: un terrorífico dragón con siete cabezas y diez
cuernos que se pone delante de la mujer en trance de dar a luz.
Antonio Vázquez, con una composición a partir de una
diagonal que separa el espacio del evangelista y el de las visiones —terrenal y
celeste—, recrea un sugestivo escenario paisajístico delimitado por formaciones
rocosas que adoptan la forma de "V", permitiendo contemplar en el
vértice inferior una ciudad en la que destaca un conjunto de altas torres con
aspecto gótico y de la que parte una pequeña vereda que llega al primer plano
salpicada de pequeños cantos. En la parte superior izquierda, sobre un alto
risco semicubierto por formaciones arbóreas, se dejan entrever construcciones
de otra ciudad, mientras la parte derecha está ocupada por la cola del dragón,
que se desliza entre nubarrones y estrellas indicando su descenso celeste. Como
atributo identificativo, junto a San Juan aparece el águila como símbolo del
tetramorfos, que como nota anecdótica sujeta en su pico el tintero, siguiendo
un modelo iconográfico muy difundido durante el Renacimiento.
De acuerdo a una iconografía generalizada, San Juan
aparece representado en plena juventud, casi como un adolescente, cuando en el
momento de escribir el Apocalipsis era un anciano de 90 años. Esta imagen
deriva del deseo de resaltar su perpetua virginidad y de presentarle como un
modelo de pureza que consagró a Cristo su juventud.
Su cabeza responde a las características del pintor,
con un giro en tres cuartos y delicado modelado, rostro ancho y redondeado,
frente muy despejada, mentón remarcado, cabello dirigido hacia atrás con raya
al medio y sutiles brillos en la melena expresados mediante pequeñas pinceladas
doradas, así como un nimbo formado igualmente por finos rayos dorados. El joven
apóstol viste una holgada túnica verde y se cubre con un manto rojo que se
desparrama por el suelo formando múltiples pliegues relacionados con los
modelos flamencos. Tanto la túnica como el manto aparecen con los bordes
recorridos por una cenefa dorada, otra nota habitual del pintor, que volvería a utilizar similar tipología humana
y colorido en la tabla de los Santos
Justo y Pastor (1533) de la iglesia de Compludo (León).
Similar tratamiento recibe la figura del ángel, que
con su mano izquierda señala la visión, siendo, no obstante, un personaje más
inexpresivo. Viste una amplia túnica ceñida por un cíngulo y un manto que remonta
los hombros, ambos en tonos rosados muy pálidos, con la melena recogida por una
diadema formada por una cinta del mismo color que forma anudamientos y cuyos
cabos se agitan al aire.
Especial protagonismo tiene la visión de la Virgen,
que se ajusta a la descripción del Apocalipsis (12, 1-4): "Una gran señal apareció en el cielo: una
mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce
estrellas sobre la cabeza". La representación explícita en su vientre
de una pequeña figura del Niño Jesús sujetando el globo terráqueo hace
referencia a la visión de la mujer apocalíptica, en que la Virgen toma el valor
de madre de Dios y concebida sin pecado, subrayando el origen literario de esta
iconografía mariana, referida a la Inmaculada Concepción a partir de las
palabras escritas por San Juan.
La Virgen y el Niño aparecen con una estética muy
goticista ubicados en una mandorla con tonos de fuego de la que emanan
numerosos y finos rayos dorados, un recurso recurrente en el pintor, con la
figura coronada como reina, dispuesta frontalmente, con la pierna derecha
flexionada y las manos a la altura del
pecho en actitud de oración. Una similar disposición aplicaría Antonio Vázquez
en la representación de la Asunción
conservada en el Museo Nacional de Escultura y en la Inmaculada Concepción que se conserva en el Museo Diocesano y
Catedralicio de Valladolid, donde la Virgen aparece con similar disposición y rodeada
de símbolos —con filacterías explicativas— referidos a las virtudes glosadas en
las letanías lauretanas, así como de una gloria abierta con la figura de Dios
Padre.
La Virgen aparece triunfante sobre el dragón de
siete cabezas que representa al maligno y al pecado. El monstruoso animal,
cuyas cabezas coronadas adoptan la forma de diversos animales en un ejercicio
de fantasía, está claramente tomado del
grabado de la Mujer Apocalíptica
realizado en 1511 por Alberto Durero, serie muy común en los talleres de
pintura de la época. Antonio Vázquez aplica distinto colorido para cada cabeza,
contribuyendo con ello a la brillantez general de la pintura, en la que se
define una atmósfera de gran transparencia.
La pintura refleja la ingenuidad y el carácter
devoto de las obras de Antonio Vázquez, especiales atractivos de su producción
que explica su éxito entre la clientela de su tiempo y la abundancia de
encargos en un ambiente dominado por la estética tardogótica influenciada por
la pintura flamenca. Asimismo, esta obra es un buen exponente de la corrección
del pintor, que permaneció fiel a su estilo a lo largo de toda su trayectoria,
poniendo de manifiesto que el calificativo de "atrasado y arcaico"
que le dedicaran tanto Martí y Monsó como Agapito y Revilla2 es
totalmente injusto.
El tema de la visión de la Mujer apocalíptica fue muy apreciado a partir del siglo XV —El
Bosco—, siendo representado en el siglo XVI por pintores como Fernando de
Llanos y Juan Fernández de Navarrete y continuado en el siglo XVII, por su
implicación con el dogma de la Inmaculada Concepción, por maestros como Pedro
de Orrente, Juan del Castillo, Alonso Cano, Velázquez, etc., así como por el
escultor Gregorio Fernández en un relieve del retablo mayor de la iglesia de
los Santos Juanes de Nava del Rey, para el que tomó como base un grabado de
Juan de Jáuregui.
Como apunta Brasas Egido3, en esta
pintura de San Juan en la isla de Patmos
el pintor manifiesta su admiración por la obra de Pedro Berruguete y Juan de
Borgoña. La pintura se encuadra en el grupo de obras del autor con un carácter
más primitivo, en las que pervive el estilo hispano-flamenco y que fueron
realizadas anteriormente a 1540. A partir de ese año, el pintor evolucionaría
discretamente hacia un estilo más moderno en el que, en algunos casos, asimila
los modos pictóricos de Alonso Berruguete, con el que mantuvo relaciones de
amistad en la ciudad.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
Antonio Vázquez. Detalle de la Asunción con santos Iglesia del Salvador, Simancas (Valladolid) |
NOTAS
1 BRASAS EGIDO, José Carlos: El
pintor Antonio Vázquez. Institución Cultural Simancas, Diputación de
Valladolid, Valladolid, 1985, p. 27.
2 Ibídem, p. 27.
3 BRASAS EGIDO, José Carlos: Antonio
Vázquez: Nuevas obras y algunas precisiones (a manera de "addenda").
Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (BSAA) nº 51,
Universidad de Valladolid, 1985, p. 468.
BIBLIOGRAFÍA SOBRE EL PINTOR ANTONIO VÁZQUEZ
Izda: Alberto Durero. Mujer apocalíptica, grabado 1511, Metropolitan
Museum, NY. Dcha: Mathias Gerung. Mujer apocaliptica 1530-1532
Biblia de Ottheinrich, Biblioteca Estatal de Baviera, Munich
|
BRASAS EGIDO, José Carlos: Antonio
Vázquez: Nuevas obras y algunas precisiones (a manera de "addenda").
Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (BSAA) nº 51,
Universidad de Valladolid, 1985, pp. 467-483.
BRASAS EGIDO, José Carlos: Cuatro
nuevas tablas de Antonio Vázquez. Boletín del Seminario de Estudios de Arte
y Arqueología (BSAA) nº 53, Universidad de Valladolid, 1987, pp. 368-372.
BRASAS EGIDO, José Carlos: Antonio
Vázquez: Nuevas adiciones a su obra. Boletín del Museo Nacional de
Escultura, nº 3, 1998-1999, págs. 19-22.
CAAMAÑO MARTÍNEZ, Jesús María: Antonio
Vázquez (nuevos comentarios y obras).
Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (BSAA), nº 36,
1970, pp. 193-204.
MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Tablas
inéditas de Antonio Vázquez. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y
Arqueología (BSAA), nº 47, 1981, pp. 441-443.
Iconografía. Izda: Juan de Jáuregui. Inmaculada apocalíptica
Dcha: Gregorio Fernández. Inmaculada apocalíptica, 1612-1620
Iglesia de los Santos Juanes, Nava del Rey (Valladolid)
|
PÉREZ RODRÍGUEZ, Fernando: Una
nueva tabla de Antonio Vázquez con el tema de la Asunción. Boletín del
Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (BSAA), nº 59, 1993, pp. 355-358.
URREA, Jesús: Contribución al
catálogo del pintor Antonio Vázquez. Boletín del Museo Nacional de
Escultura, nº 4, 2000, pp. 11-16.
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