CRISTO DE
LAS BATALLAS
Francisco de
Rincón (Valladolid 1567-1608)
1607-1608
Madera
policromada
Iglesia de
Santa María Magdalena, Valladolid
Escultura protobarroca
española. Escuela castellana
El 16 de agosto de 1608 fue una fecha triste para el
panorama artístico vallisoletano. Ese funesto día moría de forma prematura
—apenas superados los 40 años— el gran maestro escultor Francisco Rincón, que
desde 1600 tenía instalado su activo taller y su residencia en la llamada
Puentecilla de Zurradores (actual calle de Panaderos), junto al ramal sur del
río Esgueva, en un espacio perteneciente a la parroquia de San Andrés. Dejaba
huérfanos a sus hijos Manuel y Juan Rincón, el primero nacido de su matrimonio
con Jerónima de Remesal (fallecida en 1597) y el segundo habido en sus segundas
nupcias con Magdalena Velázquez1, hija del ensamblador y colaborador
Cristóbal Velázquez.
Manuel Rincón en ese momento contaba con 15 años y
fue acogido y tutelado por el escultor Gregorio Fernández, estrechamente
vinculado a su padre por razones de trabajo y amistad desde que este le acogiera
en su taller a la llegada del lucense a Valladolid. Gregorio Fernández no sólo
le proporcionó comida y vivienda en su taller de la calle del Sacramento
(actual calle de Paulina Harriet), sino que le inició en el oficio de escultor
hasta que alcanzó la categoría de maestro y cuando Manuel Rincón contrajo
matrimonio en 1615, Gregorio Fernández, que ya había alcanzado un gran
prestigio en la ciudad, ejerció como padrino, lo que indica unas relaciones de
tipo familiar. De aquel matrimonio nacería un nieto de Francisco Rincón:
Bernardo Rincón, un escultor que continuó la saga familiar, aunque
incomprensiblemente acabó muriendo en la indigencia.
Juan Rincón, el segundo hijo de Francisco de Rincón,
fue acogido por la familia de sus tíos, los Velázquez, junto a los que creció y
acabó trabajando como ensamblador.
Si en el terreno sentimental y familiar la pérdida
del escultor vallisoletano fue un duro golpe, no lo fue menos en el ámbito
artístico, pues quedaba truncada la prometedora carrera del escultor más
innovador de su tiempo, cuya evolución desde los postulados romanistas
imperantes llegó a renovar por completo la iconografía sacra, incluida la
procesional, creando unos arquetipos —después consolidados por Gregorio
Fernández— que forjaron el nuevo arte barroco, lo que induce a pensar que se
hubiese convertido en una de las principales figuras de la escultura castellana
y española del siglo XVII.
Buena muestra de ello es el llamado Cristo de las Batallas, realizado por el
escultor entre 1607 y 1608, pocos meses antes de su muerte, a petición del
gremio de la misma advocación para una capilla que disponía en el Cerro de San
Cristóbal, una magnífica obra devocional, que después sería recogida en la
iglesia de la Magdalena, que es todo un ejemplo de la madurez alcanzada por el
artista.
Se trata de un crucifijo, de tamaño superior al
natural, en el que Francisco Rincón depura sus experiencias anteriores para
profundizar en un naturalismo en el que prevalece la serenidad y el clasicismo.
En él ya no aparece ningún atisbo del manierismo que presentara el Cristo
crucificado del paso procesional del Levantamiento
(hoy conocido como la Elevación de la Cruz),
realizado en 1604 para la Cofradía de la Sagrada Pasión de Cristo, un paso que
marcó un hito en las representaciones procesionales por ser el primer paso
realizado en Valladolid enteramente en madera tallada, ahuecada y policromada en
sustitución de los antiguos pasos de imaginería ligera en uso hasta ese
momento.
Por otra parte, el Cristo de las Batallas supone la culminación de la tendencia
naturalista y clasicista iniciada en el Calvario
del retablo mayor de la iglesia del Hospital de Simón Ruiz de Medina del Campo2,
contratado en 1597, y consolidada en el Cristo de los Carboneros, elaborado por Francisco Rincón en 1606 y expuesto al culto
en la iglesia de las Angustias.
El mismo arquetipo seguirían el Cristo de la Buena Muerte de la
Colegiata de Santillana del Mar (Cantabria), el Santo Cristo de las Eras de la ermita de Peñaflor de Hornija
(Valladolid) y el Cristo crucificado
de la iglesia del monasterio de las Descalzas Reales de Valladolid3,
ejemplares a los que supera considerablemente en serenidad, equilibrio y
esbeltez.
Este crucificado muestras las dotes creativas de
Francisco Rincón, capaz de establecer un estilo propio en el que llegó a
sustraerse incluso a las influencias ejercidas, durante su presencia en la
ciudad, por el milanés Pompeo Leoni, a cuya obra hasta Gregorio Fernández fue
sensible en su primera etapa.
El Cristo de
las Batallas ofrece una serie de recursos estilísticos en la representación
del crucificado que vienen a ser una seña de identidad del taller rinconiano.
Uno de ellos es la minuciosa descripción anatómica de todos los elementos
corporales, como el vientre hundido, las costillas marcadas, los músculos en
tensión, la cabeza muy inclinada y el cuerpo despegado de la cruz acusando el
peso, en este caso con los brazos sumamente forzados en forma de "Y".
Otra característica es la talla de la corona de
espinas, que adopta la forma de grandes cardos trenzados y está trabajada en el
mismo bloque que los cabellos, siendo una constante la caída por el hombro
derecho de afilados mechones
ensortijados que aparecen calados o despegados de la cabeza y el rostro.
Una tercera característica muy personal de Francisco
Rincón es el diseño y colocación del perizoma
o paño de pureza, sujeto a la cintura mediante un cordón que permite una
abertura que descubre la pierna derecha al completo, así como un inconfundible
pliegue en diagonal al frente, un anudamiento marcado en la parte derecha y los
cabos del paño cayendo en zigzag con aspecto cortante.
En este caso se suma un cuerpo estilizado y esbelto
que emana serenidad ante la tragedia envuelto en cierto halo de melancolía. Sus
pies son largos y huesudos y los dedos de las manos aparecen agarrotados por el
peso, en ambos casos sujetos al madero por grandes clavos de forja. El centro
emocional se localiza en la cabeza, que adquiere un gran volumen por el grosor
de los cabellos, que con raya al medio se distribuyen hacia atrás en forma de
rizados mechones que dejan entrever la oreja. Cristo presenta los ojos
ligeramente entreabiertos, cejas muy rectas, nariz afilada y boca ligeramente
abierta, sugiriendo el último suspiro. Característico es también el tallado de
la barba, dispuesta simétricamente y terminada en dos puntas que tocan el
pecho.
Una cuidada policromía mate —desgraciadamente no muy
bien conservada en algunas partes— realza el aspecto realista de la talla, con
hematomas en la carnación como huellas de los tormentos de la Pasión y finos
regueros de sangre recorriendo brazos, herida del costado y pies, destacando el
color verde de los tallos de la corona y el oro aflorando solamente en las austeras
franjas ornamentales del paño de pureza y en el cordón de sujeción.
Durante las celebraciones de la Semana Santa de
Valladolid, en 1954 el Cristo de las
Batallas fue incorporado por la Cofradía de las Siete Palabras —coincidiendo
con el 25 aniversario de la fundación de la Cofradía, aprobada por el arzobispo
Remigio Gandásegui en 1929— como imagen integrante del paso procesional
dedicado a la Tercera Palabra de Cristo: "Madre, ahí tienes a tu
Hijo" (Juan 19, 25-27). En este grupo el crucificado estaba acompañado por
las imágenes de la Virgen y San Juan, obras de Gregorio Fernández que,
procedentes del Calvario del retablo mayor de la antigua iglesia de San Miguel,
se guardan en la iglesia de San Andrés de Valladolid.
Francisco Rincón. Detalle del Cristo del paso La Elevación de la Cruz, 1604 Cristo: Convento de San Quirce / Paso: Museo Nacional de Escultura |
Así desfiló durante cincuenta y ocho años, hasta que
en 2012 la Cofradía, pretendiendo la unidad estilística, decidió montar el paso
enteramente con esculturas de Gregorio Fernández, sustituyendo el Cristo de las Batallas por el Cristo del Amparo, obra del maestro
gallego de 1620 que se conserva en la iglesia de San Pedro Apóstol de Zaratán,
antiguo señorío del monasterio de Santa María la Real de las Huelgas de
Valladolid.
En esa misma fecha del reajuste, el Cristo de las Batallas pasó a
representar en solitario la Segunda Palabra: "Hoy estarás conmigo en el
Paraíso" (Lucas 23, 39-43). Así aparece en público durante el Sermón de la
Siete Palabras y en la Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor del Viernes
Santo vallisoletano, punto álgido de las celebraciones pasionales, aunque durante
todo el año permanece al culto en una capilla de la iglesia de la Magdalena.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
Francisco Rincón. Detalle del Cristo de los Carboneros, 1606 Iglesia penitencial de las Angustias, Valladolid |
NOTAS
1 URREA, Jesús: El escultor
Gregorio Fernández 1576-1636 (apuntes para un libro). Edic. Universidad de
Valladolid, Valladolid, 2014, p. 162.
2 MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Escultura
barroca castellana. Fundación Lázaro Galdiano, Madrid, 1959, p. 170.
3 MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José y
DE LA PLAZA SANTIAGO, Francisco Javier: Monumentos
religiosos de la ciudad de Valladolid (Conventos y Seminarios), Tomo XV,
parte segunda, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2001, p.95.
Ambos autores atribuyen a Francisco Rincón el crucifijo de tamaño
natural que preside un retablo del siglo XVII colocado en la nave del Evangelio
de la iglesia del monasterio de las Descalzas Reales de Valladolid.
Atribuido a Francisco Rincón. Detalle de Cristo crucificado Iglesia del monasterio de las Descalzas Reales, Valladolid |
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