CRISTO DE LA
MISIÓN
Juan Sánchez
Barba (Madrid, 1602-1673)
Miguel Ángel
Tapia (Valladolid, 1966)
Mediados
siglo XVII / 2019
Madera de
pino policromada y postizos
Cofradía del
Santo Cristo de los Artilleros, Valladolid
Escultura
barroca española. Escuela madrileña
Estado original del Ecce Homo una vez restaurado Capilla del Palacio Real de Valladolid |
En el año 1995 la Cofradía de la Piedad de
Valladolid recuperaba parcialmente el antiguo paso procesional del Santo
Entierro, datado en 1642 y elaborado por dos seguidores de Gregorio Fernández:
Antonio de Ribera y Francisco Fermín. El paso está compuesto por las figuras de
Nicodemo y José de Arimatea sosteniendo el cuerpo de Cristo muerto mientras le
conducen al sepulcro. Para encajar el episodio en la representación general de
la Pasión de la Semana Santa vallisoletana, el paso fue denominado "Cristo
de la Cruz a María", como la secuencia previa a la representación de la
Piedad, con Cristo muerto ya en el regazo de la Virgen.
En origen, estas figuras estaban acompañadas de la
Virgen, San Juan y la Magdalena, que actualmente se conservan en los almacenes
del Museo Nacional de Escultura. La recomposición del paso planteaba un
problema: de la figura de José de Arimatea solamente se conservaba la cabeza.
Por este motivo, la Cofradía de la Piedad decidió encargar el cuerpo al
imaginero José Antonio Saavedra (Valladolid, 1952), que lo recompuso adaptando
la talla a la estética barroca del conjunto y así desfila en la actualidad. El
hecho supuso dos actuaciones paralelas. Por un lado, un trabajo de restauración
de las tallas, al modo habitual, para recuperar parte de un paso histórico; por
otro, un trabajo de reciclaje artístico al reaprovechar una cabeza carente de
su correspondiente cuerpo.
Un caso parecido se ha producido en la Semana Santa
de 2019, aunque con unas connotaciones de mayor singularidad. En este caso ha
sido la Hermandad del Santo Cristo de los Artilleros, fundada en 1944 y
vinculada al Arma de Artillería del Ejército, quien para celebrar el 75
Aniversario de su fundación ha desfilado en el Sábado de Pasión rindiendo
honores a la talla de un Ecce Homo que bajo la advocación de Cristo de la Misión ha constituido una
novedad en la celebración de la Semana Santa de este año en Valladolid. Sin
embargo, lo más curioso es la historia de la imagen y la contribución del
Ejército de Tierra a su desfile por las calles vallisoletanas. Vayamos por
partes.
La Cofradía del Cristo de los Artilleros de
Valladolid desde su fundación ha estado vinculada a la veneración de la figura
del Ecce Homo. Comenzó desfilando con el llamado Cristo de la Humildad, obra realizada por José de Rozas en 1691
para la Cofradía de la Piedad, que antaño había recibido culto en la iglesia de
San Antón, derribada en 1939, desde donde fue trasladada al vecino Santuario
Nacional de la Gran Promesa. Pocos años después desfilar con esta imagen, la
Cofradía del Cristo de los Artilleros conseguía el permiso del arzobispo para
desfilar acompañando al Ecce Homo realizado por Gregorio Fernández hacia 1620
para la Cofradía de la Vera Cruz, donde había integrado el antiguo paso de la Coronación de espinas. Así lo ha venido
haciendo de forma aislada hasta nuestros días, de modo que la imagen
fernandina, obra maestra barroca y símbolo por excelencia de la humildad e
incomprensión, en la memoria vallisoletana está íntimamente ligada a su
acompañamiento procesional por el Arma de Artillería.
PERIPECIAS CON FINAL FELIZ
En otro orden de cosas, ahora nos referimos a un
busto del Ecce Homo que fue realizado a mediados del siglo XVII para el
convento de San Francisco de Burgos. Allí permaneció hasta 1836, cuando tras la
desamortización de Mendizábal, el recinto se convirtió en un almacén de
municiones. Al parecer, la talla no encajaba en el arsenal de armas, por lo
que la imagen comenzó a peregrinar por diversos polvorines de la provincia de
Burgos, recalando en 1997 en el polvorín del municipio de Ibeas de Juarros,
donde permaneció hasta que aquellos bienes del ejército pasaron a la Agrupación
de Apoyo Logístico 61 de Valladolid, con sede en la Base El Empecinado de
Santovenia de Pisuerga. Fue en 2003 cuando el cabo Julián Díaz Bajo, cofrade
vallisoletano, descubrió de forma fortuita la talla abandonada y la dio a
conocer como el "Cristo del Polvorín",
pasando desde el polvorín burgalés a la base vallisoletana.
Afortunadamente, la sensibilidad militar tuvo la
iniciativa de firmar un acuerdo con la Junta de Castilla y León para que la
talla del Ecce Homo fuese restaurada en 2014 en el Centro de Conservación y
Restauración de Bienes Culturales de Simancas, pasando a ser custodiada, en su
forma de busto, en la capilla del Palacio Real de Valladolid, sede de la cuarta
Subinspección General del Ejército.
Tras permanecer tres años en dicha capilla sobre su
peana hexagonal, surgió la iniciativa de transformar el busto del Cristo del Polvorín en una figura de
cuerpo entero para celebrar con una procesión solemne la efeméride del 75
aniversario de la fundación de la Hermandad del Santo Cristo de los Artilleros,
vinculada al Ejército. Esta labor fue encomendada por la Cofradía al imaginero
vallisoletano Miguel Ángel Tapia, que realizó en madera de pino —material en
que está tallado el busto— unas piernas ajustadas a las proporciones anatómicas
de la figura preexistente, respetando el estilo y la policromía de la obra y
resolviendo la unión de las dos partes mediante una túnica carmín de terciopelo
que se sujeta a la cintura con un cíngulo dorado. Nacía así, en 2019, una nueva
talla para la Semana Santa de Valladolid bajo la advocación de Cristo de la Misión.
El Cristo de
la Misión presenta el torso original de 85 cm. de altura, tallado hasta
algo más bajo de la cintura, con una cabeza ligeramente inclinada hacia la
derecha, cabellos abultados formando largos mechones rizosos, perforados a trépano,
larga barba bífida minuciosamente descrita, párpados muy marcados, con ojos
rasgados y la mirada dirigida hacia abajo, arrugas en la frente y las mejillas
y la boca entreabierta, lo que le proporciona un rictus grave y sereno. Su
complexión es atlética, con los músculos y venas resaltados, los brazos
cruzados al frente y maniatado. En el montaje de cuerpo entero queda oculto el
paño de pureza tallado, que forma un pequeño nudo en la parte derecha.
Su policromía presenta una carnación rosada, con la
espalda ensangrentada y la piel levantada por los azotes, así como grandes
póstulas en los codos y un hombro para enfatizar su sufrimiento. El mismo
estilo se continúa en las piernas, robustas y ajustadas a su posición sedente.
Se acompaña de todo un repertorio de elementos postizos acordes con la época en
que fue realizado, como ojos de cristal, corona de espinos naturales, un cordón
que le amarra manos y cuello, la túnica caída hasta la cintura y una larga caña
que sujeta con su mano derecha simulando un cetro.
Así desfiló por primera vez por las calles de
Valladolid el 13 de abril de 2019, Sábado de Pasión, portado por doce militares
como contribución del Ejército de Tierra a la Semana Santa vallisoletana, sobre
unas andas cedidas para la ocasión por la Cofradía del Ecce Homo de Nava del
Rey (Valladolid), realizando un recorrido desde el Palacio Real, donde se
guarda, hasta el convento de Santa Isabel.
JUAN SÁNCHEZ BARBA COMO AUTOR DE LA IMAGEN
La escultura, de indudable calidad, ha sido
atribuida por José Ignacio Hernández Rodondo, conservador del Museo Nacional de
Escultura, al escultor madrileño Juan Sánchez Barba (1602-1673), que la habría
realizado en el primer tercio del siglo XVII para el convento de San Francisco
de Burgos.
Este escultor, junto a Manuel Pereira, estuvo a la
cabeza de la escultura barroca de Madrid a mediados del siglo XVII.
Especializado en escultura religiosa y dedicado especialmente a la elaboración
de retablos, sus obras gozaron de gran estimación en su tiempo, inscribiéndose
en la corriente expresiva y realista de la escultura barroca cortesana, afín a
los modelos derivados de Gregorio Fernández. Aunque su producción fue
abundante, muchas de sus obras han sido destruidas, lo que unido a cierto
desinterés historiográfico hace que sea un autor desconocido, aunque
actualmente su obra está siendo progresivamente puesta en valor.
Formado junto a su cuñado, el escultor Antonio de
Herrera, continuó trabajando en su taller hasta montar el suyo propio en 1634,
realizando abundantes obras para hospitales, ermitas, iglesias y capillas
devocionales particulares de Madrid y su entorno, así como puntuales
decoraciones efímeras, lo que le permitió vivir holgadamente. En sus
representaciones de Cristo, aunque acusa la influencia de los modelos fernandinos,
presenta características propias, como una barba mucho más larga y la ausencia
del sudario tallado en los yacentes, generalmente con una esbelta anatomía y un
movimiento corporal muy dinámico en la línea de Manuel Pereira.
Juan Sánchez Barba. Cristo yacente, h. 1656, iglesia del Carmen, Madrid |
Entre sus obras más conocidas se encuentran el Santo Entierro de la ermita de la
Veracruz de Navalcarnero, datado en 1652; el Cristo crucificado de la iglesia madrileña de San Antonio de los Alemanes,
documentado en 1672; el Cristo de la
Agonía que actualmente se venera en el Oratorio del Caballero de Gracia de Madrid; el
Cristo yacente y la Imposición del escapulario a San Simón Stock
(1656) de la iglesia del Carmen de Madrid, este último conservado parcialmente
tras sufrir mutilaciones durante la Guerra Civil.
Informe: J. M. Travieso.
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Este Ecce Homo debe devolverse inmediatamente a Burgos, y ser depositado en el Museo Militar instalado en el edificio de Capitanía General. ¿Qué dirían Uds., vallisoleditanos, si una escultura de Valladolid fuera expuesta en Burgos?
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo con el comentario del señor anónimo. Esta escultura pertenece al patrimonio histórico-artístico de la ciudad de Burgos. Que sea devuelta a Burgos y pueda ser sacada en procesión en la Semana Santa de nuestra ciudad, igual de digna que la vallisoletana. ¡Ya vale de tantos agravios!
ResponderEliminarVamos a iniciar un grupo de amigos las actuaciones para que devuelvan esta talla otra vez a Burgos. Ignorábamos hasta ahora dicha desagradable noticia, es decir: que una pieza del patrimonio artístico burgalés halla sido escamoteada a Burgos por parte del Ministerio de Defensa. Y más cuando hemos comprobado que Juan Sánchez Barba, el escultor de esta talla, era nacido en Burgos, aunque toda su vida trabajó en Madrid, con obras como el Cristo Crucificado del Oratorio del Caballero de Gracia de esta última ciudad.
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