EL ENTIERRO
DE CRISTO
Luisa
Roldán, La Roldana (Sevilla, 1652- Madrid, 1706)
1700-1701
Barro cocido
y policromado
Metropolitan
Museum, Nueva York
Escultura
barroca española. Escuela andaluza
Luisa Roldán nació en Sevilla en 1652. Era hija de
Pedro Roldán, por aquellos años el escultor más prestigioso de la ciudad
hispalense, donde disponía de un amplio obrador en el que Luisa recibió su
formación y dio los primeros pasos de su carrera profesional con una obra
estrechamente vinculada a la que realizara su padre y su taller. Conocida
popularmente como La Roldana, en 1671
contrajo matrimonio con el escultor Luis Antonio de los Arcos, igualmente
discípulo de su padre, con el que comenzó a trabajar independientemente con la
ayuda de su cuñado, el pintor y policromador Tomás de los Arcos.
Su personal estilo, más movido y sentimental que el paterno,
comenzó a manifestarse durante su estancia en la ciudad de Cádiz, donde el
matrimonio estuvo trabajando entre 1684 y 1689. Allí dejó un conjunto de obras
maestras, como la imagen del Ecce Homo
y las figuras de san Servando y san Germán de la catedral gaditana,
demostrando tener una gracia especial en la realización de esculturas
religiosas de pequeño formato, especialmente en grupos realizados en barro
cocido y policromado, con un modelado preciosista y un acabado polícromo de
gran sencillez, así como figuras para belenes habitualmente modeladas en barro,
aunque también las llegó a tallar en madera, como ocurre en el grupo de 19
figuras que representan la Cabalgata de
los Reyes Magos, realizadas en madera de cedro durante su etapa andaluza,
actualmente en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid, desde que el
conjunto fuera adquirido por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte en
2017.
Fueron precisamente este tipo de obras de escala
reducida, después consideradas "alhajas de escultura", las que le
abrieron las puertas de la Corte madrileña, a la que se trasladó, en compañía
de su esposo e hijos, a comienzos del año 1689, llegando a ser nombrada escultora
de Cámara del rey Carlos II en octubre de 1692, año en que realiza un magistral
San Miguel para el Monasterio de El
Escorial. Tras la realización del admirado Nazareno
del Convento de Clarisas de Sisante (Cuenca), datado en 1700, su cargo cortesano
sería renovado en 1701, cuando el marqués de Villafranca la nombra escultora de
la Casa Real de Felipe V. El prestigio alcanzado durante su carrera llegaría a
ser incluso reconocido fuera de España, pues en 1706, año de su muerte, era
elegida miembro de mérito de la Accademia di San Luca de Roma.
Fue la singular producción de los pequeños grupos
escultóricos la que proporcionó a Luisa Roldán su mayor popularidad como
artista. Aunque los realizó durante sus etapas artísticas en Sevilla, Cádiz y
Madrid, fue especialmente durante su etapa cortesana cuando La Roldana se
dedicó a realizar los pequeños grupos de barro cocido de carácter devocional,
con temas sumamente amables de acuerdo a su idiosincrasia andaluza, estando
fechados la mayoría de los documentados a partir de 1689.
El barro fue utilizado por los artistas barrocos con
dos finalidades. En unos casos como medio para presentar bocetos o ideas de
composiciones a mayor escala. En otros con la terracota como material
definitivo, con policromía o sin ella. Esta última modalidad fue la que
desarrolló La Roldana para satisfacer la demanda de una variada clientela que
la reclamaba para oratorios privados, espacios domésticos y conventos. En este
sentido, es ilustrativa la relación de obras realizadas desde 1702 para el
duque del Infantado, según consta en un inventario fechado en 1705 (Sección
Osuna del Archivo Histórico Provincial de Madrid).
En la temática abunda la exaltación de la Virgen como
Madre de Dios, representada profundamente humanizada en escenas de su vida.
Esto ocurre en los grupos de San Joaquín,
Santa Ana y la Virgen niña, en la Sagrada
Familia con el Niño dando sus primero pasos y en la Educación de la Virgen, los tres realizados entre 1692 y 1706 y
conservados en el Museo de Guadalajara (Palacio del Infantado); en La Virgen niña aprendiendo a leer con Santa Ana y San Joaquín y en la
Sagrada Familia con ángeles, grupos
realizados en el mismo periodo, hoy en una colección privada madrileña; así como en la escena del Nacimiento con San Miguel y San Gabriel de 1701, perteneciente a
una colección privada de Madrid.
En otras ocasiones representan apariciones marianas protectoras
de algunos santos, como en la Aparición
de la Virgen a San Diego de Alcalá del Victoria & Albert Museum de
Londres, en la Imposición del escapulario
a San Simón Stock del Museo Casa dos Patudos de Alpiarça (Portugal) o en los Desposorios místicos de Santa Catalina
de la Hispanic Society de Nueva York, donde también se conserva un grupo
dedicado al Éxtasis o muerte de la
Magdalena.
En este tipo de obras, todas ellas con idénticas
características estilísticas, se valoran los aspectos femeninos, maternales e
infantiles a través de figuras agradables, con gestos y expresiones complacientes,
en consonancia con el mundo afable difundido en Sevilla por el pintor Bartolomé
Esteban Murillo. Con las amables figuras de ángeles, santos, niños y personajes
de la Sagrada Familia, la autora establece una imagen espiritual ajena a los
problemas terrenales y cotidianos que la propia artista vivía en el entorno
familiar o social de su época1.
También se atribuyen a la producción de La Roldana
dos barros policromados de temática pasional. Uno de ellos es el grupo de La Piedad al pié de la Cruz que se
conserva en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, con las figuras de la Virgen
con el cuerpo de Cristo en su regazo y la compañía de San Juan y la Magdalena,
junto a una cruz de madera, posiblemente la obra de mayor dramatismo de los
pequeños grupos roldanescos, obra que pudo encontrar su inspiración en la
escultura gótico-flamenca.
Otro grupo pasional atribuido es el Entierro de Cristo, adquirido en 2006
por el Metropolitan Museum de Nueva York en el comercio del arte a través de la
sala neoyorkina Coll & Cortés. Con unas dimensiones de 66 cm. de ancho y
49,5 cm. de alto, por sus características se incluye en la etapa madrileña de
Luisa Roldán, siendo una de las composiciones menos conocida de la escultora que
comparte los mismos rasgos estilísticos que los barros con escenas marianas ya
mencionadas, aunque incorpore la carga dramática que el tema requiere, si bien
atemperada bajo la óptica andaluza. Sobre una peana de madera, con forma
octogonal alargada, se coloca el grupo de barro policromado, centrado en el
sepulcro en el que es depositado el cuerpo de Cristo, envuelto en un sudario,
por José de Arimatea, que le sujeta por las axilas, y Nicodemo, que se encorva
con gesto dramático hasta colocar su cabeza junto a los pies.
Con la estética de los belenes y composiciones de
barro realizadas en Madrid, esta obra toma como punto de partida el grupo
escultórico del Entierro de Cristo
que entre 1670 y 1675 hiciera su padre, el gran maestro Pedro Roldán, para
presidir el retablo mayor de la iglesia de San Jorge de Sevilla, reconvertida
en iglesia y Hospital de la Santa Caridad por los impulsos materiales y
espirituales de Miguel Mañara, grupo que vendría a representar simbólicamente
una obra de caridad fundamental: enterrar a los muertos.
Aunque en él reduce el número de figuras, el grupo
de Luisa Roldán sigue de cerca los recursos compositivos paternos, utilizando
un sepulcro en el que Cristo es depositado por José de Arimatea y Nicodemo
siguiendo la misma disposición que en el grupo sevillano, especialmente en la
figura de este último, que inclina del mismo modo su cabeza hasta los pies de
Cristo. Otro tanto ocurre con la incorporación de dos personajes colocados de
pie al fondo y desplazados hacia la derecha que sujetan la lápida sepulcral,
igualmente tomados del grupo escultórico de la Caridad. Estas figuras, con
marcados rasgos judaizantes y con cierto aire teatral, definen una diagonal que
parte de la cabeza de José de Arimatea y que equilibra otra escalonada que se
establece desde el cuerpo de Nicodemo a la cabeza del discípulo amado.
En este caso el grupo escultórico prescinde del
grupo de las "Marías" habitualmente presentes en esta iconografía,
colocando solamente al fondo las figuras de San Juan, representado como un
joven barbado que ayuda a sujetar el cuerpo de Jesús, y María Magdalena, que
inclina su cabeza hacia la mano inerte del descendido de la cruz, mientras
sujeta su brazo reverencialmente sobre un paño, gesto que preludia el
privilegio de ser la primera persona que al cabo de tres días contempló a
Cristo resucitado, que ante la reacción de la mujer le expresó "Noli me
tangere" (No me toques). En definitiva, el grupo de La Roldana puede
considerarse como una versión simplificada de la compleja composición
—verdadera obra maestra— que hiciera su padre para el Hospital de la Caridad, cuya
policromía, según está documentado, corrió a cargo de Valdés Leal.
Como es habitual en esta serie de grupos, la escena
está concebida para ser contemplada frontalmente, aunque también presenta
trabajado el dorso. Asimismo, la composición ofrece sutiles matices propios de
La Roldana, como los sofisticados turbantes de José de Arimatea y Nicodemo,
relacionados con los que luce San Joaquín en las escenas familiares; otro tanto
ocurre en el cabello y el ideal de belleza de la Magdalena, modelada con el
mismo detalle que ofrecen las figuras femeninas de los Desposorios místicos de Santa Catalina (Hispanic Society, Nueva
York).
Lo mismo ocurre en la figura de San Juan, cuya abultada cabellera está
trabajada del mismo modo que la que presentan los ángeles de otras
composiciones, así como el pliegue en el cuello de la túnica, similar al que
ofrecen algunas figuras de San José. Característicos son los ojos rasgados de
las figuras masculinas y la minuciosa descripción anatómica que el modelado del
barro permite, poniendo de manifiesto el afán de Luisa Roldán de acentuar el
realismo, un rasgo heredado de su padre.
Todavía en nuestro tiempo siguen produciendo
fascinación estos pequeños grupos escultóricos que con tanta delicadeza modelara
Luisa Roldán, en los que hace gala de una gran fantasía para recrear escenas de
iconografía tradicional, siendo una constante la inclusión de gráciles figuras
de pequeños ángeles, de otros adultos con elegantes ademanes, de agitados paños
que producen múltiples pliegues, una descripción minuciosa de los elementos de
atrezo y una caracterización individualizada de los personajes, destacando el
realismo de los rostros envejecidos y la belleza de las figuras femeninas, convirtiendo
las composiciones en bellas instantáneas plenas de movimiento, vivacidad y
fervor religioso.
Informe: J. M. Travieso.
Fotografías de la obra: Metropolitan Museum de Nueva York.
Otras fotografías: Instituciones correspondientes.
NOTAS
1 ROMERO TORRES, José Luis: La
escultora Luisa Roldán. Del arte sevillano al ambiente cortesano. En Roldana, catálogo de la exposición en el
Real Alcázar de Sevilla, Junta de Andalucía, 2007, p. 139.
Pedro Roldán. Entierro de Cristo, 1670-1675 Retablo mayor de la iglesia del Hospital de la Caridad, Sevilla |
Luisa Roldán. Detalle de la Cabalgata de los Reyes Magos Museo Nacional de Escultura, Valladolid |
Luisa Roldán, Desposorios místicos de Santa Catalina y Éxtasis de la Magdalena Hispanic Society of America, Nueva York |
Luisa Roldán. San Joaquín, Sta. Ana y la Virgen niña y Los primeros pasos de Jesús Museo de Guadalajara |
Luisa Roldán. La Virgen aprendiendo a leer y Sagrada Familia con ángeles Colección particular, Madrid |
Luisa Roldán. Aparición de la Virgen a San Diego de Alcalá Victoria & Albert Museum, Londres |
Luisa Roldán. Nacimiento con San Miguel y San Gabriel Colección particular, Madrid |
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