6 de junio de 2022

Visita virtual: ÉXTASIS DE SANTA TERESA, el sentimiento místico teatralizado







ÉXTASIS DE SANTA TERESA

Gian Lorenzo Bernini (Nápoles, 1598 – Roma, 1680)

1647-1652

Mármol y complementos metálicos

Capilla Cornaro, iglesia de Santa Maria della Vittoria, Roma

Escultura barroca

 







Fachada de Santa Maria della Vittoria, Roma
Aspecto de la capilla Cornaro 

    La creatividad de Bernini está diseminada por diversos enclaves urbanos de Roma, con obras como el Puente Sant’Angelo, la Fuente de los Cuatro Ríos de la Plaza Navona, la Fuente de las Abejas de la Vía Veneto, la Fuente del Tritón de la Plaza Barberini, el obelisco de la Plaza Minerva, la columnata de la Plaza de San Pedro o la iglesia de San Andrés del Quirinal, muestras del papel orquestador del genial artista para convertir las ambiciones de los Papas y de las grandes familias romanas en una manifestación de una belleza tan clásica como moderna, siendo sus intervenciones urbanas y artísticas las que proporcionaron una nueva dimensión no sólo a las esculturas, edificios y a la propia ciudad, sino también a la religión católica, que encontró en su arte un medio para persuadir y seducir a los fieles. 

Por entonces, en la Ciudad Eterna conoció la renovación de las fachadas de las iglesias y los palacios, que actuaban como elementos escenográficos para las fuentes y obeliscos colocados en sus plazas, convirtiendo el espacio público en un extenso escenario para las fiestas profanas y manifestaciones religiosas. El gusto por el espectáculo afectó tanto a los palacios y villas, con jardines, grutas y fuentes dotadas con juegos de agua y esculturas móviles cuyos artificios imitaban la naturaleza, como al interior de las iglesias, donde las fuentes de luz, los juegos de espejos y los fingimientos pictóricos envolvían a las esculturas creando un espacio teatralizado capaz de producir asombro. 

Bernini. Boceto en terracota del Éxtasis de Santa Teresa
Museo del Hermitage, San Petersburgo

     Este carácter teatral encuentra su máxima expresión, con una admirable unidad compositiva, en los trabajos de Bernini para la capilla Cornaro, en la iglesia romana de Santa Maria della Vittoria de los carmelitas descalzos, donde mezcla con gran habilidad arquitectura, decoración pictórica con fingimientos celestiales, elementos en bronce y esculturas en mármol y estuco, consiguiendo una representación envolvente y completamente innovadora y anticonvencional. La creación de esta capilla se debe al cardenal veneciano Federico Cornaro (1579-1673), nombrado por el papa Urbano VIII (de la familia Barberini), que en ella quería conmemorar a su padre, el dux Giovanni Cornaro, y a otros seis cardenales que habían pertenecido a su familia. Todos ellos van a estar presentes, desde tribunas laterales, como testigos de excepción de la experiencia mística que ocurre en el nicho central colocado sobre el altar: la transverberación de Santa Teresa, la santa carmelita de Ávila canonizada en 1622. 


En el grupo escultórico del Éxtasis de Santa Teresa, Bernini se ajusta a las prescripciones que la Contrarreforma había impuesto para las representaciones de las experiencias de los santos y las visiones de lo divino como medio para estimular la meditación y la piedad de los fieles, consiguiendo hacer visible al público un fenómeno íntimo que no se puede explicar con palabras. Para ello, Bernini realizó un boceto en terracota, actualmente conservado en el Museo Hermitage de San Petersburgo, que sigue con fidelidad la visión mística teresiana narrada en su Libro de la vida:

Quiso el Señor que viese aquí algunas veces esta visión: veía un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo, en forma corporal, lo que no suelo ver sino por maravilla; aunque muchas veces se me representan ángeles, es sin verlos, sino como la visión pasada que dije primero. En esta visión quiso el Señor le viese así: no era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos que parecen todos se abrasan.

Deben ser los que llaman querubines, que los nombres no me los dicen; más bien veo que en el cielo hay tanta diferencia de unos ángeles a otros y de otros a otros, que no lo sabría decir. Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento” (Vida 29,13).   

     El grupo del Éxtasis de Santa Teresa, realizado un sólo bloque de mármol de Carrara, con un tamaño superior al natural, preside la capilla en una hornacina central, situada sobre el altar, flanqueada por parejas de columnas corintias que soportan un dintel curvado y rematado con un frontón quebrado mixtilíneo, elementos que contribuyen a realzar el movimiento de la escena y configuran un auténtico escenario teatral cuyos efectos quedan definidos por la casi imperceptible claraboya que corona el interior de la hornacina, elemento que permite la entrada de la luz directa sobre la escultura, luz que al tiempo está simulada por un haz de rayos de bronce dorado que proporcionan un efecto sobrenatural, único y atemporal. Toda la capilla está recubierta de mármoles —hasta veinte variedades distintas— de diferentes colores, lo que proclama el lujo y lo costoso del proyecto, en el que Bernini consigue la total integración de todas las artes. 

Las formas del grupo escultórico aparecen ante el espectador, usando términos de San Juan de la Cruz, como una llama de amor viva, con la santa arrobada en pleno éxtasis, con gesto trémulo y expresión lánguida, con el cuerpo y el alma afectados, con una mezcla de dolor y placer capaz de sugerir lo visible y lo invisible, estableciendo el difuso umbral que caracteriza la mística barroca. 

     Santa Teresa aparece flotando sobre una nube, con la cabeza caída hacia atrás y el cuerpo exánime, con los ojos entornados, la boca abierta y vistiendo el hábito carmelitano entre el que asoman las manos y los pies descalzos, sintiendo en sus entrañas el dardo de oro que sujeta el querubín que se encuentra a su lado. Bernini materializa el sentido visionario y sagrado de la transverberación con una imagen de la santa plena de sensualidad, expresada con el abandono del cuerpo y la expresión facial.

El querubín, con una disposición corporal en serpentinata que imprime a la composición un carácter etéreo, aparece vestido con una túnica vaporosa que forma pliegues menudos, sujetando el dardo divino y tocando con suavidad el hábito de la santa, mientras esboza complaciente una sonrisa. El escultor utilizaría de nuevo este modelo de ángel en el grupo del profeta Habacuc y el ángel de la capilla Chigi, en la iglesia de Santa María del Popolo de Roma, obra realizada entre 1656 y 1661. En el Éxtasis de Santa Teresa Bernini aplica un distinto acabado en las nubes y las figuras, las primeras con una textura mate, con rasgos desbastados, mientras las vestimentas y las carnaciones aparecen con el mármol pulimentado para adquirir un brillo cerúleo. Con esta maestría aplicada en la técnica y en la ambientación, Bernini consigue convertir un elemento intangible como la luz en un elemento esencial de la representación, logrando un efecto luminoso por el que las esculturas parecen estar suspendidas en el aire. 

     Bernini volvería a repetir el tipo del éxtasis teresiano, así como los teatrales efectos lumínicos y el uso de mármoles variados, en la escultura de la Muerte de la Beata Ludovica Albertoni, realizada entre 1671 y 1674 para la iglesia de San Francesco a Ripa de Roma. Por otra parte, el grupo del Éxtasis de Santa Teresa serviría de inspiración para otros muchos artistas, difundiéndose en pinturas y esculturas una extensa corriente iconográfica basada en la transverberación de la santa abulense. 

Complementado la representación del Éxtasis de Santa Teresa, Bernini estableció a los lados de la capilla dos tribunas, a modo de palcos teatrales, en las que colocó en cada una de ellas tres cardenales de la familia Cornaro, apareciendo en ambos casos acompañados por el cardenal Federico Cornaro, comitente de la capilla. Estos personajes, cuyos bustos en mármol blanco asoman por detrás de un reclinatorio recubierto por cojines rojizos y un amplio paño de mármol negro con aplicaciones ornamentales en mármol amarillo siena, aparecen entablando entre ellos con gran naturalismo una devota conversación sobre el acontecimiento del que son testigos. En la parte izquierda, uno de ellos porta el Libro de la vida, en el que la santa de Ávila narra su experiencia mística. Al fondo de las dos tribunas, en bajorrelieve y en perspectiva, se reproducen las naves de la iglesia, articuladas con columnas jónicas y una bóveda con casetones. De este modo, los miembros de la familia Cornaro asisten al momento místico como espectadores privilegiados, hecho que comparten con los fieles que ingresan en ese espacio, a los que se recuerda el carácter funerario de la capilla mediante los medallones con figuras resucitadas de esqueletos que figuran en el pavimento, un trabajo de intarsia de piedras duras realizado con distintos tipos de mármol. 

     La decoración de la capilla Cornaro se continúa en la bóveda, cubierta por pintura al fresco con una gloria abierta presidida por el Espíritu Santo en forma de paloma, mientras numerosos ángeles aparecen entre nubes que desbordan el marco, formando un trampantojo celestial realizado por Guidobaldo Abbatini, que ya había colaborado anteriormente con Bernini. Otra serie de ángeles, realizados en estuco, recorren el intradós del arco de embocadura, estando iluminado este espacio superior por una ventana central con un vitral donde aparece representada Santa Teresa con el hábito carmelitano. 

En octubre del año 2021, después de siete meses de intervención, finalizaba la restauración integral de la capilla Cornaro realizada por la Superintendencia Especial de Roma, habiendo recuperado el ambiente lumínico imaginado por Bernini para la que consideraba su mayor obra y la claridad de los colores de la bóveda, oscurecidos desde un incendio de 1833. 

 

Informe: J. M. Travieso.

 
























































Tribunas laterales con los cardenales de la familia Cornaro












Tribunas laterales: A cada lado Federico Cornaro
con tres cardenales de la familia Cornaro conversando


















Pavimento de la capilla Cornaro. Intarsias de piedras duras









Bóveda de la capilla Cornaro 
Fresco trampantojo de Guidobaldo Abbatini 
 

















Gian Lorenzo Bernini. Muerte de la Beata Ludovica Albertoni, 1671-1674
Iglesia de San Francesco a Ripa, Roma
















Gian Lorenzo Bernini
Izda: Detalle de la Beata Ludovica Albertoni, 1671-1674, iglesia de San Francesco a Ripa, Roma
Dcha: Detalle del Éxtasis de Santa Teresa, 1647-1652, iglesia de Santa Maria della Vittoria, Roma

















Gian Lorenzo Bernini. Habacuc y el ángel, 1656-1661
Capilla Chigi, iglesia de Santa Maria del Popolo, Roma




















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