ÉXTASIS DE SANTA TERESA
Gian Lorenzo Bernini (Nápoles, 1598 – Roma, 1680)
1647-1652
Mármol y complementos metálicos
Capilla Cornaro, iglesia de Santa Maria della Vittoria, Roma
Escultura barroca
Fachada de Santa Maria della Vittoria, Roma Aspecto de la capilla Cornaro |
Por entonces, en la Ciudad Eterna conoció la renovación de las fachadas de las iglesias y los palacios, que actuaban como elementos escenográficos para las fuentes y obeliscos colocados en sus plazas, convirtiendo el espacio público en un extenso escenario para las fiestas profanas y manifestaciones religiosas. El gusto por el espectáculo afectó tanto a los palacios y villas, con jardines, grutas y fuentes dotadas con juegos de agua y esculturas móviles cuyos artificios imitaban la naturaleza, como al interior de las iglesias, donde las fuentes de luz, los juegos de espejos y los fingimientos pictóricos envolvían a las esculturas creando un espacio teatralizado capaz de producir asombro.
Bernini. Boceto en terracota del Éxtasis de Santa Teresa Museo del Hermitage, San Petersburgo |
En el grupo escultórico del Éxtasis de Santa Teresa, Bernini se ajusta a las prescripciones que la Contrarreforma había impuesto para las representaciones de las experiencias de los santos y las visiones de lo divino como medio para estimular la meditación y la piedad de los fieles, consiguiendo hacer visible al público un fenómeno íntimo que no se puede explicar con palabras. Para ello, Bernini realizó un boceto en terracota, actualmente conservado en el Museo Hermitage de San Petersburgo, que sigue con fidelidad la visión mística teresiana narrada en su Libro de la vida:
“Quiso el Señor que
viese aquí algunas veces esta visión: veía un ángel cabe mí hacia el lado
izquierdo, en forma corporal, lo que no suelo ver sino por maravilla; aunque
muchas veces se me representan ángeles, es sin verlos, sino como la visión
pasada que dije primero. En esta visión quiso el Señor le viese así: no era
grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los
ángeles muy subidos que parecen todos se abrasan.
Deben ser los que llaman querubines, que los nombres no me los dicen; más bien veo que en el cielo hay tanta diferencia de unos ángeles a otros y de otros a otros, que no lo sabría decir. Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento” (Vida 29,13).
Las formas del grupo escultórico aparecen ante el espectador, usando términos de San Juan de la Cruz, como una llama de amor viva, con la santa arrobada en pleno éxtasis, con gesto trémulo y expresión lánguida, con el cuerpo y el alma afectados, con una mezcla de dolor y placer capaz de sugerir lo visible y lo invisible, estableciendo el difuso umbral que caracteriza la mística barroca.
El querubín, con una disposición corporal en serpentinata que imprime a la composición un carácter etéreo, aparece vestido con una túnica vaporosa que forma pliegues menudos, sujetando el dardo divino y tocando con suavidad el hábito de la santa, mientras esboza complaciente una sonrisa. El escultor utilizaría de nuevo este modelo de ángel en el grupo del profeta Habacuc y el ángel de la capilla Chigi, en la iglesia de Santa María del Popolo de Roma, obra realizada entre 1656 y 1661. En el Éxtasis de Santa Teresa Bernini aplica un distinto acabado en las nubes y las figuras, las primeras con una textura mate, con rasgos desbastados, mientras las vestimentas y las carnaciones aparecen con el mármol pulimentado para adquirir un brillo cerúleo. Con esta maestría aplicada en la técnica y en la ambientación, Bernini consigue convertir un elemento intangible como la luz en un elemento esencial de la representación, logrando un efecto luminoso por el que las esculturas parecen estar suspendidas en el aire.
Complementado la representación del Éxtasis de Santa Teresa, Bernini estableció a los lados de la capilla dos tribunas, a modo de palcos teatrales, en las que colocó en cada una de ellas tres cardenales de la familia Cornaro, apareciendo en ambos casos acompañados por el cardenal Federico Cornaro, comitente de la capilla. Estos personajes, cuyos bustos en mármol blanco asoman por detrás de un reclinatorio recubierto por cojines rojizos y un amplio paño de mármol negro con aplicaciones ornamentales en mármol amarillo siena, aparecen entablando entre ellos con gran naturalismo una devota conversación sobre el acontecimiento del que son testigos. En la parte izquierda, uno de ellos porta el Libro de la vida, en el que la santa de Ávila narra su experiencia mística. Al fondo de las dos tribunas, en bajorrelieve y en perspectiva, se reproducen las naves de la iglesia, articuladas con columnas jónicas y una bóveda con casetones. De este modo, los miembros de la familia Cornaro asisten al momento místico como espectadores privilegiados, hecho que comparten con los fieles que ingresan en ese espacio, a los que se recuerda el carácter funerario de la capilla mediante los medallones con figuras resucitadas de esqueletos que figuran en el pavimento, un trabajo de intarsia de piedras duras realizado con distintos tipos de mármol.
En octubre del año 2021, después de siete meses de intervención, finalizaba la restauración integral de la capilla Cornaro realizada por la Superintendencia Especial de Roma, habiendo recuperado el ambiente lumínico imaginado por Bernini para la que consideraba su mayor obra y la claridad de los colores de la bóveda, oscurecidos desde un incendio de 1833.
Informe: J. M.
Travieso.
Tribunas laterales: A cada lado Federico Cornaro con tres cardenales de la familia Cornaro conversando |
Gian Lorenzo Bernini. Muerte de la Beata Ludovica Albertoni, 1671-1674 Iglesia de San Francesco a Ripa, Roma |
Gian Lorenzo Bernini. Habacuc y el ángel, 1656-1661 Capilla Chigi, iglesia de Santa Maria del Popolo, Roma |
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