Sefarad es la forma de denominar a España en la tradición hebrea desde época medieval. Los descendientes de aquellos judíos originarios de España y Portugal reciben el nombre de sefardíes o sefarditas.
En la mayor parte de las ciudades de la España medieval los judíos desarrollaron prósperas comunidades, existiendo importantes “aljamas” (barrios judíos o juderías) en las ciudades de Toledo, Sevilla, Córdoba, Jaén, Granada, Ávila, Valladolid, León, Segovia, Soria y Calahorra. En la Corona de Aragón, destacaron las comunidades, denominadas “calls”, de Zaragoza, Gerona, Barcelona, Tarragona, Valencia y Palma de Mallorca. Tan sólo en el País Vasco su presencia se redujo a las juderías de Valmaseda y Vitoria. En algunas poblaciones, como Ribadavia, Ocaña y Guadalajara, los vecinos eran mayoritariamente judíos, y existieron casos, como el de Lucena, en que la población fue exclusivamente judía durante casi toda la Edad Media.
En Portugal las comunidades más activas estuvieron asentadas en Lisboa, Évora, Beja y en la región de Trás-os-Montes.
Los judíos fueron expulsados de España por los Reyes Católicos el 2 de agosto de 1492, siendo obligados a abandonar el territorio español, a excepción de aquellos que se convirtieran al cristianismo, los denominados marranos, aunque la mayoría de los sefardíes optaron por el exilio. Esta orden afectó incluso a familias nobles como la de Isaac Abravanel, que apoyó económicamente a los Reyes Católicos en la expedición de Cristóbal Colón. Tras esta forzosa y precipitada diáspora, casi todos ellos fueron recibidos en el Imperio Otomano por el sultán Bayaceto II. Otros se establecieron en Marruecos, Túnez, Holanda y en algunos países de Europa Central. No faltaron casos de algunos que, para evitar las persecuciones en España, acompañaron a América a los conquistadores españoles y portugueses.
Un caso muy especial en el Imperio Otomano fue el que se produjo en la ciudad portuaria de Salónica, en la Macedonia griega, donde recalaron 250.000 judíos expulsados de España. Al poco tiempo en la ciudad aparecieron barrios, con sus correspondientes sinagogas, poblados por exiliados de cada una de las ciudades y regiones de España, permaneciendo inalterables hasta el siglo XIX y siempre conviviendo las tres religiones de forma pacífica. Como consecuencia, el ladino, o lengua judeo-española, se convirtió en el idioma utilizado para todas las relaciones sociales y comerciales de aquel puerto, incluso se implantó en la ciudad el descanso del sábado, a diferencia del viernes musulmán o del domingo cristiano.
En todas partes los sefardíes conservaron la lengua y la tradición de Sefarad, manteniendo vivo durante generaciones un sentimiento nostálgico por el hogar perdido. Se cuenta que en muchas familias se pasaba de padres a hijos la llave de la casa que abandonaron en España, con la esperanza de regresar algún día.
El ladino, aunque deriva esencialmente del castellano, también recoge vocablos de otras lenguas hispánicas, como el portugués, catalán, gallego, aragonés, italiano e incluso provenzal, con las lógicas aportaciones del hebreo. Con el tiempo, la población asentada en el Imperio Otomano, incorporaría términos del turco y del griego, añadiendo en el siglo XX vocablos franceses por la importancia de la Alianza Israelita Universal en ciudades como Salónica y Estambul.
El vocablo ladino tiene su origen en la expresión “facer en latino”, forma de traducir los rabinos las escrituras del hebreo al castellano. Esta denominación se ha impuesto recientemente para diferenciar la lengua sefardí del castellano moderno y del haquetia, lengua hablada por los judíos establecidos en Marruecos, que presenta una fuerte influencia árabe.
En ladino interpreta María Salgado, cantante zamorana asentada en Valladolid, la canción “Siete modos de guisar las berenjenas”, composición tradicional sefardí recogida en Salónica, Grecia. Para animar la audición, se acompaña de imágenes de esta cultura bajo el título de “Recuerdos de Sefarad”.
SIETE MODOS DE GUISAR LAS BERENJENAS – MARIA SALGADO
Siete modos de guisados
se guisá la berenjena,
la primera de la guisá
es la vava de Elena,
ya la hace bocaditos
y la mete´n una cena,
esta comida la llaman
comida de berenjena.
(Estribillo)
A mi tio, Cerasi
que le agrada beber vino:
con el vino, vino, vino
mucho y bien a él le vino
La segunda que la guisa
es la mujer del Shamas,
la cavaca por arientro
y la hinchi d´aromat,
esta comida la llaman
la comida la dolmá.
La tracerá que la guisa
es mi prima Ester de Chiote:
la cavaca por arientro
y la hinchi dárroz moti,
esta comida la llaman
la comida la alomondrote.
La alburnia es saborida
en color y en golor,
ven haremos una cena
mos gozaremos los dos,
antes que venga el gosano
y le quite la sabor.
En las mesas de la fiestas
siempre brilla el jandrajo,
ya l´hacemos pastelicos,
ellos brillan en los platos,
asperando a ser servidos
con los güevos jaminados.
La salata maljasina
es pastosa y saborida,
mi vecina la prepara
con mucho aceite de oliva,
estos platos acompañan
a los rostros de gallinas.
La setena que la guise
es mejor y más janina,
la prepara Filisti,
la hijà de la vècina,
ya la mete en el forno
de cabeza à la cocina
con aceite y con pimienta
ya la llama: una meyína.
Para ver y escuchar el vídeo pulsa el Play (>) que aparece en el centro del recuadro de cabecera.
Informe y vídeo de J. M. Travieso.
En la mayor parte de las ciudades de la España medieval los judíos desarrollaron prósperas comunidades, existiendo importantes “aljamas” (barrios judíos o juderías) en las ciudades de Toledo, Sevilla, Córdoba, Jaén, Granada, Ávila, Valladolid, León, Segovia, Soria y Calahorra. En la Corona de Aragón, destacaron las comunidades, denominadas “calls”, de Zaragoza, Gerona, Barcelona, Tarragona, Valencia y Palma de Mallorca. Tan sólo en el País Vasco su presencia se redujo a las juderías de Valmaseda y Vitoria. En algunas poblaciones, como Ribadavia, Ocaña y Guadalajara, los vecinos eran mayoritariamente judíos, y existieron casos, como el de Lucena, en que la población fue exclusivamente judía durante casi toda la Edad Media.
En Portugal las comunidades más activas estuvieron asentadas en Lisboa, Évora, Beja y en la región de Trás-os-Montes.
Los judíos fueron expulsados de España por los Reyes Católicos el 2 de agosto de 1492, siendo obligados a abandonar el territorio español, a excepción de aquellos que se convirtieran al cristianismo, los denominados marranos, aunque la mayoría de los sefardíes optaron por el exilio. Esta orden afectó incluso a familias nobles como la de Isaac Abravanel, que apoyó económicamente a los Reyes Católicos en la expedición de Cristóbal Colón. Tras esta forzosa y precipitada diáspora, casi todos ellos fueron recibidos en el Imperio Otomano por el sultán Bayaceto II. Otros se establecieron en Marruecos, Túnez, Holanda y en algunos países de Europa Central. No faltaron casos de algunos que, para evitar las persecuciones en España, acompañaron a América a los conquistadores españoles y portugueses.
Un caso muy especial en el Imperio Otomano fue el que se produjo en la ciudad portuaria de Salónica, en la Macedonia griega, donde recalaron 250.000 judíos expulsados de España. Al poco tiempo en la ciudad aparecieron barrios, con sus correspondientes sinagogas, poblados por exiliados de cada una de las ciudades y regiones de España, permaneciendo inalterables hasta el siglo XIX y siempre conviviendo las tres religiones de forma pacífica. Como consecuencia, el ladino, o lengua judeo-española, se convirtió en el idioma utilizado para todas las relaciones sociales y comerciales de aquel puerto, incluso se implantó en la ciudad el descanso del sábado, a diferencia del viernes musulmán o del domingo cristiano.
En todas partes los sefardíes conservaron la lengua y la tradición de Sefarad, manteniendo vivo durante generaciones un sentimiento nostálgico por el hogar perdido. Se cuenta que en muchas familias se pasaba de padres a hijos la llave de la casa que abandonaron en España, con la esperanza de regresar algún día.
El ladino, aunque deriva esencialmente del castellano, también recoge vocablos de otras lenguas hispánicas, como el portugués, catalán, gallego, aragonés, italiano e incluso provenzal, con las lógicas aportaciones del hebreo. Con el tiempo, la población asentada en el Imperio Otomano, incorporaría términos del turco y del griego, añadiendo en el siglo XX vocablos franceses por la importancia de la Alianza Israelita Universal en ciudades como Salónica y Estambul.
El vocablo ladino tiene su origen en la expresión “facer en latino”, forma de traducir los rabinos las escrituras del hebreo al castellano. Esta denominación se ha impuesto recientemente para diferenciar la lengua sefardí del castellano moderno y del haquetia, lengua hablada por los judíos establecidos en Marruecos, que presenta una fuerte influencia árabe.
En ladino interpreta María Salgado, cantante zamorana asentada en Valladolid, la canción “Siete modos de guisar las berenjenas”, composición tradicional sefardí recogida en Salónica, Grecia. Para animar la audición, se acompaña de imágenes de esta cultura bajo el título de “Recuerdos de Sefarad”.
SIETE MODOS DE GUISAR LAS BERENJENAS – MARIA SALGADO
Siete modos de guisados
se guisá la berenjena,
la primera de la guisá
es la vava de Elena,
ya la hace bocaditos
y la mete´n una cena,
esta comida la llaman
comida de berenjena.
(Estribillo)
A mi tio, Cerasi
que le agrada beber vino:
con el vino, vino, vino
mucho y bien a él le vino
La segunda que la guisa
es la mujer del Shamas,
la cavaca por arientro
y la hinchi d´aromat,
esta comida la llaman
la comida la dolmá.
La tracerá que la guisa
es mi prima Ester de Chiote:
la cavaca por arientro
y la hinchi dárroz moti,
esta comida la llaman
la comida la alomondrote.
La alburnia es saborida
en color y en golor,
ven haremos una cena
mos gozaremos los dos,
antes que venga el gosano
y le quite la sabor.
En las mesas de la fiestas
siempre brilla el jandrajo,
ya l´hacemos pastelicos,
ellos brillan en los platos,
asperando a ser servidos
con los güevos jaminados.
La salata maljasina
es pastosa y saborida,
mi vecina la prepara
con mucho aceite de oliva,
estos platos acompañan
a los rostros de gallinas.
La setena que la guise
es mejor y más janina,
la prepara Filisti,
la hijà de la vècina,
ya la mete en el forno
de cabeza à la cocina
con aceite y con pimienta
ya la llama: una meyína.
Para ver y escuchar el vídeo pulsa el Play (>) que aparece en el centro del recuadro de cabecera.
Informe y vídeo de J. M. Travieso.
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