Entre las costumbres piadosas que han perdurado en Valladolid, de lo que fuera una antigua sociedad sacralizada, destacan las celebraciones de Navidad y Semana Santa, generalizadas en toda España, pero también se mantienen vivas una serie de celebraciones que han venido marcando el pulso de la ciudad desde tiempos inmemoriales. Entre ellas, las fiestas de San Pedro Regalado y de la Virgen de San Lorenzo, patronos de la ciudad, la festividad del Corpus, con su tradicional procesión, San Isidro y la Virgen del Carmen, con sus correspondientes romerías, Cristo Rey y la devoción surgida en torno a las experiencias místicas del padre Hoyos en el Colegio de San Ambrosio, y otras más restringidas a determinadas parroquias, como la Pilarica, San Pedro, San Juan, San Antonio de Padua, etc. Todas ellas tienen como nota común el estar supeditadas a una fecha concreta del calendario. Pero se mantiene vivo un ritual, de gran calado popular, especialmente entre las mujeres, que se ejercita todos los lunes del año. Se trata de las Caminatas de San Nicolás de Bari, una peregrinación de corto recorrido que, con sus propias normas, constituye una de las tradiciones religiosas más arraigadas en la ciudad.
SAN NICOLÁS DE BARI
San Nicolás de Bari (280-344), uno de los santos más populares en España, en torno al cual se han divulgado las más variadas leyendas, nació en Patara de Licia, actual Turquía. Cuando tenía veinte años perdió en el mismo día, víctimas de la peste, a sus padres Epifanio y Juana. Desde ese momento repartió su fortuna entre los pobres y se dedicó a atender a los afectados por la peste. Tiempo después se retiró al desierto de Tebaida para hacer penitencia y más tarde llegó a ser obispo de Mira, en el Asia Menor, asistiendo y participando en el Concilio de Nicea.
Normalmente su iconografía le presenta revestido de obispo y con un libro en la mano, símbolo de sus enseñanzas. Pero para diferenciarle de otros santos mitrados suelen incorporarse otros atributos que hacen referencia a dos episodios de su vida: una cuba con tres niños en su interior y tres manzanas doradas.
Cuenta la leyenda que debido a un desesperante periodo de escasez y hambruna, un posadero había asesinado a tres niños con la intención de servirles como alimento a sus clientes, para lo que les tenía troceados dentro de una cuba. Cuando san Nicolás bendijo el supuesto y preciado manjar los niños resucitaron y oraron por el posadero. El segundo episodio hace referencia a un ejercicio de caridad del santo. Un noble arruinado siempre había deseado casar a sus tres hijas proporcionándoles una buena dote. Ante la precaria situación, y para conseguir los anhelados fondos, decidió entregar a sus hijas a una casa de prostitución. Enterado San Nicolás, fue dejando durante la noche de tres lunes consecutivos una bolsa con monedas de oro en la ventana del cuarto de las mujeres, dinero que utilizó el padre para costear las dotes librándoles del penoso trance. Como el misterioso benefactor se descubrió en la última noche, el hecho se propagó y las bolsas se reflejaron en el arte como un atributo en forma de tres manzanas doradas, dando origen a la tradición nórdica de que San Nicolás, convertido en Estados Unidos en Santa Claus, es quien trae los regalos por Navidad cuando los niños duermen. Otra tradición con el mismo origen es la realización de las Caminatas durante tres lunes consecutivos para conseguir los favores del santo en casos difíciles.
Para evitar la profanación de sus restos, en el siglo XI fueron trasladadas sus reliquias a Bari, donde se erigió una iglesia para albergar su sepulcro que se convertiría en un importante centro de peregrinación. Al mismo tiempo creció su devoción como benefactor ante situaciones desesperadas, siendo abogado de los peligros y patrono de los navegantes, adquiriendo en distintos países, desde España hasta Rusia, otras atribuciones como patrono de panaderos, presos y abogados, pescadores, toneleros, cerveceros, comerciantes, estudiantes, viajeros y peregrinos, doncellas y mujeres casaderas. Su fiesta se celebra el 6 de diciembre.
San Nicolás de Bari (280-344), uno de los santos más populares en España, en torno al cual se han divulgado las más variadas leyendas, nació en Patara de Licia, actual Turquía. Cuando tenía veinte años perdió en el mismo día, víctimas de la peste, a sus padres Epifanio y Juana. Desde ese momento repartió su fortuna entre los pobres y se dedicó a atender a los afectados por la peste. Tiempo después se retiró al desierto de Tebaida para hacer penitencia y más tarde llegó a ser obispo de Mira, en el Asia Menor, asistiendo y participando en el Concilio de Nicea.
Normalmente su iconografía le presenta revestido de obispo y con un libro en la mano, símbolo de sus enseñanzas. Pero para diferenciarle de otros santos mitrados suelen incorporarse otros atributos que hacen referencia a dos episodios de su vida: una cuba con tres niños en su interior y tres manzanas doradas.
Cuenta la leyenda que debido a un desesperante periodo de escasez y hambruna, un posadero había asesinado a tres niños con la intención de servirles como alimento a sus clientes, para lo que les tenía troceados dentro de una cuba. Cuando san Nicolás bendijo el supuesto y preciado manjar los niños resucitaron y oraron por el posadero. El segundo episodio hace referencia a un ejercicio de caridad del santo. Un noble arruinado siempre había deseado casar a sus tres hijas proporcionándoles una buena dote. Ante la precaria situación, y para conseguir los anhelados fondos, decidió entregar a sus hijas a una casa de prostitución. Enterado San Nicolás, fue dejando durante la noche de tres lunes consecutivos una bolsa con monedas de oro en la ventana del cuarto de las mujeres, dinero que utilizó el padre para costear las dotes librándoles del penoso trance. Como el misterioso benefactor se descubrió en la última noche, el hecho se propagó y las bolsas se reflejaron en el arte como un atributo en forma de tres manzanas doradas, dando origen a la tradición nórdica de que San Nicolás, convertido en Estados Unidos en Santa Claus, es quien trae los regalos por Navidad cuando los niños duermen. Otra tradición con el mismo origen es la realización de las Caminatas durante tres lunes consecutivos para conseguir los favores del santo en casos difíciles.
Para evitar la profanación de sus restos, en el siglo XI fueron trasladadas sus reliquias a Bari, donde se erigió una iglesia para albergar su sepulcro que se convertiría en un importante centro de peregrinación. Al mismo tiempo creció su devoción como benefactor ante situaciones desesperadas, siendo abogado de los peligros y patrono de los navegantes, adquiriendo en distintos países, desde España hasta Rusia, otras atribuciones como patrono de panaderos, presos y abogados, pescadores, toneleros, cerveceros, comerciantes, estudiantes, viajeros y peregrinos, doncellas y mujeres casaderas. Su fiesta se celebra el 6 de diciembre.
LA IGLESIA DE SAN NICOLÁS
La iglesia de San Nicolás que conocemos en Valladolid tiene su origen en una serie de avatares históricos por los que esta titularidad ha recorrido hasta tres iglesias distintas.
Una iglesia con la advocación de San Nicolás fue una de las cinco primeras que se construyeron en Valladolid en tiempos del Conde Ansúrez, era de estilo románico y estaba situada en las inmediaciones del Puente Mayor. El viejo edificio desapareció en la segunda mitad del siglo XVI, siendo sustituido por un nuevo templo levantado entre 1584 y 1595 según las trazas de Juan de Nates y Pedro de Solórzano. Junto a él Diego de Praves incorporó un convento de monjas bajo la advocación de la Concepción. En su dominio se hallaba uno de los cementerios de la ciudad que acogían los cuerpos de los ajusticiados.
Tanto la segunda iglesia como el convento fueron desmantelados durante la Guerra de la Independencia (existen escasos rastros de ello, pero sí estampas y grabados), siendo trasladada en 1841 la sede de la popular parroquia a la iglesia que había pertenecido hasta entonces al convento de la Santísima Trinidad (actual San Nicolás), levantada en la primera mitad del siglo XVIII, algo más al sur, por la Orden de los Trinitarios Descalzos, comunidad dedicada, al igual que los mercedarios, a practicar la hospitalidad y la redención de cautivos.
La presencia de los trinitarios en Valladolid se remonta a 1605, momento en que se instalan junto a la cuesta de la Maruquesa. En 1670 compraron unas casas situadas junto al palacio del Conde de Benavente, iniciando la construcción de una iglesia hacia 1715, seguramente trazada por el trinitario Fray José de la Santísima Trinidad, arquitecto de la comunidad. A pesar de sus amplias dimensiones, el templo es un edificio sencillo, está construido en ladrillo y tapial, con planta en forma de cruz latina formada por la nave y el crucero, cubierta con bóveda de cañón y con capillas laterales comunicadas y cerradas por rejas, aunque recientemente ha perdido algunas dependencias de la parte de la epístola. Lo más notable del templo es la fachada de piedra, en la que destaca la portada, que sigue los modelos manieristas de principios del XVII.
A mediados del siglo XVIII se construiría un convento anexo que hoy no se conserva, ya que como la mayoría de los conventos vallisoletanos sufrió las consecuencias de la Guerra de la Independencia y la extinción de órdenes decretada por José Bonaparte, aunque fue consecuencia de la Desamortización el abandono del templo por la orden trinitaria, hecho que propició su conversión en la nueva parroquia de San Nicolás, tal como hoy la conocemos.
Un incendio de 1893 acabó con el retablo mayor de la iglesia trinitaria, de modo que los practicantes de las Caminatas se encuentran con un retablo de finales del XIX que incluye relieves, pinturas y restos decorativos de otro rococó anterior. Está presidido por una imagen vestidera de San Nicolás realizada en el siglo XVIII, hecho poco habitual en los retablos vallisoletanos, por tratarse la mayoría de épocas anteriores, y sigue la iconografía tradicional: indumentaria episcopal, sujetando las tres manzanas y con los niños dentro de la cuba a sus pies.
EL RITUAL DE LAS CAMINATAS
A lo largo de todo el año, entre los tejos centenarios de la plaza de la Trinidad y por la calle de San Quince y adyacentes se observa los lunes un tránsito más concurrido de lo habitual. Y la iglesia de San Nicolás permanece abierta mañana y tarde. Todo se debe a la afluencia de creyentes y menos creyentes a las Caminatas en honor del santo para hacer una petición personal.
El ritual exige ser repetido durante tres lunes consecutivos y realizar el desplazamiento a pie desde el domicilio a la iglesia, ida y vuelta, a modo de penitencia.
Una vez en la iglesia, el primer lunes se reza por tres veces la jaculatoria “Señor San Nicolás, óyeme”, seguida de la petición correspondiente y del rezo de un Ave María, un Gloria y la siguiente oración: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar, en los cielos, en la tierra y en todo lugar”, añadiendo a continuación la “Alabanza” que figura en la ilustración 3.
El segundo y tercer lunes se repite el ritual pero modificando la jaculatoria. El segundo día se pide por tres veces “Señor San Nicolás, guíame” y el tercero “Señor San Nicolás, vengo por mi petición”.
Esta tradición, que también se conserva en otras ciudades españolas, especialmente en Madrid, Castellón y Valencia, en otros tiempos exigía requisitos más rigurosos propios de la liturgia pasada y de una peregrinación, tales como estar "en gracia de Dios" o adquirirla ese mismo día mediante confesión; no haber comido ni bebido desde una hora antes; comulgar durante la celebración de la misa y rezar las oraciones preceptivas.
Es comprensible que todo esto origine en nuestro tiempo una reacción de escepticismo, pero aquí sólo intentamos constatar una consolidada tradición que todavía pervive. Y será muy extraño quien en Valladolid no conozca alguna mujer de su familia o entorno que pueda confirmarle su asistencia a las Caminatas para solicitar curaciones o prebendas. Y es que en tiempos de crisis San Nicolás sigue teniendo mucho tirón, no hay más que acercarse los lunes a la plaza de la Trinidad para comprobarlo.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
Registro Propiedad Intelectual - Código: 1104108944989
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Una vez en la iglesia, el primer lunes se reza por tres veces la jaculatoria “Señor San Nicolás, óyeme”, seguida de la petición correspondiente y del rezo de un Ave María, un Gloria y la siguiente oración: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar, en los cielos, en la tierra y en todo lugar”, añadiendo a continuación la “Alabanza” que figura en la ilustración 3.
El segundo y tercer lunes se repite el ritual pero modificando la jaculatoria. El segundo día se pide por tres veces “Señor San Nicolás, guíame” y el tercero “Señor San Nicolás, vengo por mi petición”.
Esta tradición, que también se conserva en otras ciudades españolas, especialmente en Madrid, Castellón y Valencia, en otros tiempos exigía requisitos más rigurosos propios de la liturgia pasada y de una peregrinación, tales como estar "en gracia de Dios" o adquirirla ese mismo día mediante confesión; no haber comido ni bebido desde una hora antes; comulgar durante la celebración de la misa y rezar las oraciones preceptivas.
Es comprensible que todo esto origine en nuestro tiempo una reacción de escepticismo, pero aquí sólo intentamos constatar una consolidada tradición que todavía pervive. Y será muy extraño quien en Valladolid no conozca alguna mujer de su familia o entorno que pueda confirmarle su asistencia a las Caminatas para solicitar curaciones o prebendas. Y es que en tiempos de crisis San Nicolás sigue teniendo mucho tirón, no hay más que acercarse los lunes a la plaza de la Trinidad para comprobarlo.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
Registro Propiedad Intelectual - Código: 1104108944989
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Muy interesantes todas las historias.Ësta en particular le ha gustado mucho a mi madre, pues las hace alguna vez.
ResponderEliminarDoy fe, de que se me cumplió, lo que le pedí al Santo. JAPC
ResponderEliminarGracias a Viki, por regalarme el librito de Las Caminatas. Pido a Dios su protección para ella y sus hijos. JAPC
EliminarMilagroso....
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