En un muro del Santuario de la Misericordia de Borja (Zaragoza) el pintor valenciano Elías García Martínez (1858-1934), profesor de la Escuela Provincial de Bellas Artes de Zaragoza, dejó plasmada la pintura de un Ecce Homo que, con el paso del tiempo y por los efectos de la humedad, quedó seriamente deteriorada. Ello movió a que a lo largo del año 2012 una pintora aficionada, Cecilia Giménez, vecina de Borja, emprendiese la restauración de la pintura por su cuenta y con la mejor de las voluntades. El resultado fue fallido, como ha ocurrido cientos de veces con otras obras de arte. Hasta aquí todo era un caso más de ignorancia bienintencionada, como tantos santos de palo víctimas del Titanlux, o del intrusismo denunciado por los restauradores profesionales, afortunadamente cada vez menos frecuente.
Sin embargo, debido a la confluencia de una serie de factores, el hecho se ha convertido en un fenómeno mediático y sociológico de difícil comprensión. Todo empezó cuando la imagen del renovado Ecce Homo, transmutada en facciones simiescas, fue difundida por el Heraldo de Aragón en este mes de agosto, haciéndose eco del desaguisado a las pocas horas el diario El País. Pero como este año no ha asomado la cabeza el monstruo del lago Ness, la noticia también saltó a las páginas de Le Monde, del Daily Telegraph, de The Indpendent, de Libération e incluso de la BBC.
A todo ello se ha unido la difusión de la imagen por Internet, dando lugar a todo tipo de comentarios humorísticos que favorecieron la explotación del tema por decenas de avispados periodistas, se ve que poco inspirados en este tiempo de secano y cansados de hablar de la prima de riesgo, que en artículos y tertulias se han apuntado descaradamente al carro de la pintoresca noticia desde las posturas más variopintas. En prensa e informativos no se ha hablado de otra cosa, como si hubiera caído una bomba en la Sixtina. Por si esto fuera poco, a los pocos días comenzaban las visitas masivas al santuario de Borja, hasta el punto de tener que protegerse la pintura, siguiendo un fenómeno mediático que en cierto modo recuerda al de las caras de Bélmez.
Cuesta trabajo creer que, de la noche a la mañana, haya surgido tanta sensibilidad entre los periodistas y el pueblo por el arte de nuestro país, hasta el punto de proliferar los viajes organizados para conocer la pintura, fenómeno por otra parte muy bien recibido por el municipio aragonés, que con buen criterio intenta aprovechar el tirón para obtener beneficios turísticos.
Para todos ellos, desde este humilde rincón les proponemos un caso mucho más lamentable, pues, visto lo visto, como la pintura va a ser restaurada con métodos más ortodoxos, lo que va a implicar la imposibilidad de su visita durante los trabajos, sugerimos visitas masivas de autocares y la afluencia de escandalizados periodistas a la Colegiata de San Cosme y San Damián de la villa burgalesa de Covarrubias, donde se conserva un caso paradigmático de lo que no debe hacerse en la restauración de una pintura, mucho menos en una obra maestra. Nos referimos a la impresionante tabla flamenca de la Virgen con el Niño, obra del siglo XV tradicionalmente atribuida nada menos que a la escuela de Jan van Eyck, y eso porque la torpe restauración impide su adjudicación directa al gran maestro flamenco.
Estos son, en líneas generales, los daños sufridos por tan genial tabla flamenca en su fallida restauración:
- Desaparición de los motivos decorativos que simulaban brocados en el dosel de color verde colocado al fondo, un motivo repetidamente utilizado en la pintura flamenca.
- Desaparición de dos finas columnillas que partían de cada ventana.
- Desaparición de los halos colocados en torno a las cabezas de la Virgen y del Niño, formados por pequeños rayos luminosos con forma de finos hilos dorados.
- Modificación del rubio cabello de la Virgen, en origen con pinceladas de gran precisión, al modo flamenco tradicional en Jan van Eyck.
- Modificación del ensolado que sugerían baldosas de mármol y que contribuyen a dar profundidad a la pintura a través de la perspectiva.
- Afectados los brillos del aguamanil colocado en el suelo y que sugiere una textura de cobre.
- El daño más llamativo: una paloma u otro tipo de ave de contenido simbólico que aparecía en la parte derecha del suelo, junto a la Virgen, que ha quedado reducida a una mancha informe, muy parecida a los efectos del Ecce Homo de Borja.
Aseguramos que los rastreadores de chapuzas artísticas no se verán defraudados en Covarrubias, pues al margen de comprobar un verdadero desaguisado en la restauración de una pintura, en esta caso en una obra maestra flamenca, los visitantes podrán tranquilizar su espíritu con la contemplación de otras muchas obras de arte de primerísima calidad y correctamente restauradas que forman parte del ingente patrimonio de la bella localidad burgalesa.
¡Covarrubias os espera!
J. M. Travieso.
- Desaparición de los motivos decorativos que simulaban brocados en el dosel de color verde colocado al fondo, un motivo repetidamente utilizado en la pintura flamenca.
- Desaparición de dos finas columnillas que partían de cada ventana.
- Desaparición de los halos colocados en torno a las cabezas de la Virgen y del Niño, formados por pequeños rayos luminosos con forma de finos hilos dorados.
- Modificación del rubio cabello de la Virgen, en origen con pinceladas de gran precisión, al modo flamenco tradicional en Jan van Eyck.
- Modificación del ensolado que sugerían baldosas de mármol y que contribuyen a dar profundidad a la pintura a través de la perspectiva.
- Afectados los brillos del aguamanil colocado en el suelo y que sugiere una textura de cobre.
- El daño más llamativo: una paloma u otro tipo de ave de contenido simbólico que aparecía en la parte derecha del suelo, junto a la Virgen, que ha quedado reducida a una mancha informe, muy parecida a los efectos del Ecce Homo de Borja.
¡Covarrubias os espera!
J. M. Travieso.
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