1 de agosto de 2012

Fastiginia: Una playa sin complejos, cuando el agua era agua


Estampas y recuerdos de Valladolid

     Observando de forma parcial esta fotografía, tomada en los años 60 del siglo XX, podría pensarse que se trata de una playa costera de Levante, la Costa Brava o la Costa del Sol en los inicios del turismo playero en España, con avalancha progresiva de turistas nórdicos en busca de sol. Pero no es así. Las aguas, limpias y casi transparentes, son del Pisuerga, como podemos apreciar si observamos la fotografía completa, donde se aprecia la proximidad del Puente Mayor.

     Por aquellos años no había comenzado la industrialización incontrolada y los vertidos tóxicos aún no habían emponzoñado las aguas del río, que mantenía intacta su fauna, entre la que destacaba una especie autóctona de cangrejos pocos años después casi extinguida. Por entonces los vallisoletanos observaban en televisión los desplazamientos estivales desde las grandes ciudades a todos los puntos de la costa y la llegada masiva de turistas, un fenómeno de masas que dio lugar a un ventajoso negocio nacional. Fue entonces cuando se descubrió el gran potencial que ofrecía el Pisuerga a su paso por el Paseo de las Moreras, adaptando el espacio el Ayuntamiento con arena importada, la colocación de indicadores de profundidad dentro del agua para los que no sabían nadar (una especie de señal de tráfico anclada que indicaba 1,50m.), una Caseta de Baños con vestuarios, guardarropa y primeros auxilios, y finalmente duchas y aseos, así como un chiringuito para la venta de refrescos en lo alto del Paseo de las Moreras.

     Conviene decir que aunque fue en estos años que ilustra la fotografía cuando la asistencia a la playa se convirtió en un fenómeno popular, el proyecto databa de mucho tiempo atrás, siendo su impulsor José González Regueral, alcalde de Valladolid entre 1949 y 1957.

     Con este privilegiado espacio, céntrico y con agua dulce abundante, realmente surrealista a los ojos de hoy, Valladolid se incorporó a los baños y al bronceado masivo como sinónimo de salud, proliferando, lo mismo que en la costa, las familias que acudían provistas de sombrillas coloristas y una rudimentaria gama de flotadores y colchonetas que compraban en el Paraíso del Plástico, aunque, como puede apreciarse, el uso del bikini todavía se consideraba algo inmoral, siendo las primeras en introducirlo las estudiantes francesas que acudían a los cursos de idiomas en el verano, algunas de las cuales (el que esto escribe fue testigo de ello) tuvieron problemas con los guardias municipales por impúdicas. Más tolerante era el ambiente en la Piscina Samoa, negocio privado que junto a la Piscina Deportiva (municipal) y el Club de Piragüismo se encontraba al sur de la playa.

     Los tiempos estaban cambiando, pues en el fondo, junto a construcciones ruinosas y antiguas, restos de antiguas industrias y un sector de la Huerta del Rey, por entonces completamente virgen, ya descuella un alto edificio levantado en la Plaza de San Bartolomé. Poco después ese tipo de construcciones surgirían como setas por toda la ciudad, compartiendo el afán de tener playa propia con el de levantar "rascacielos" donde fuera y como fuera. De eso hablaremos otro día.

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1 comentario:

  1. Que tiempos aquellos,y que bonita zona donde poder pasar las tardes de calor en verano, que
    pena que no se pueda disfrutar hoy como antaño, no les parece?

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