28 de diciembre de 2012

Visita virtual: LA CAPILLA DE LOS REYES MAGOS, un canto a la gloria de los Médicis




CAPILLA DE LOS REYES MAGOS
Bonozzo Gozzoli (Sant'llario a Colombano, h. 1420 - Pistoia, 1497)
1459-1460
Pintura al fresco
Palacio Médici-Riccardi, Florencia
Pintura del Renacimiento. Quattrocento italiano


LA DECORACIÓN DE UN ORATORIO PRIVADO

     En la Vía Cavour de Florencia, antaño Vía Larga, se levanta el palacio que en 1444 construyera Michelozzo di Bartolomeo a petición de Cosme de Médicis, después conocido como el Viejo. En él estableció este arquitecto el prototipo de palacio renacentista florentino, con tres pisos y articulado en torno a un patio central cuadrado y porticado. El hecho de estar concebido como residencia particular de la familia gobernante, complemento de la sede del gobierno ubicada en el Palazzo Vecchio, hace que la edificación presente sus propias peculiaridades.

     El palacio está concebido con dos finalidades, una pública y otra privada. Por un lado estaba destinado a ser el centro de los negocios de esta familia de banqueros florentinos, motivo por el que cuenta con un piso bajo muy hermético al exterior, un pasillo de acceso directo desde la calle y un patio que adquiere el valor de un espacio semipúblico para realizar negocios, en torno al cual se articulan las dependencias. En la fachada se consolida el empleo del almohadillado rústico, estando su perímetro recorrido, a ras de calle, por una bancada pétrea en la que esperaban sentados los clientes de los Médicis, siendo el origen del término "banco" aplicado a todas las instituciones dedicadas al préstamo de dinero.

     El edificio cuenta también con múltiples dependencias palaciegas, incluyendo una elegante escalera y una capilla privada en el primer piso. Es precisamente en los muros de esta discreta y suntuosa capilla u oratorio, donde aparece el espectacular ciclo pictórico, dedicado al Cortejo de los Reyes Magos, que plasmara en 1459 el pintor Benozzo Gozzoli por encargo de Cosme el Viejo.


MUESTRA DE LA PINTURA NARRATIVA EN EL QUATTROCENTO    

     En ese momento la pintura renacentista florentina estaba a punto de alcanzar su plenitud tras la transición desde el gótico emprendida por Pisanello, Fra Angélico, Paolo Uccelo y Masolino, la consolidación de los nuevos modos a través de las experiencias de Masaccio, Filippo Lippi, Domenico Veneciano y Andrea del Castagno y la irrupción en el panorama pictórico florentino de una original corriente narrativa encarnada por Domenico Ghirlandaio y Benozzo Gozzoli. Finalmente este movimiento pictórico conocería una total renovación con la obra de Antonio Pollaiolo, Andrea del Verrocchio y su discípulo Lorenzo di Credi, alcanzando su plenitud con Sandro Botticelli.

     Bonozzo Gozzoli había nacido hacia 1420 en la pequeña aldea de Sant'llario a Colombano, aunque a los seis años su familia se traslada a Florencia y allí comienza su formación como orfebre. Según informa Vasari, sus inicios en la pintura los realiza como discípulo de Fra Angélico, de quien fue destacado colaborador en las pinturas murales del convento de San Marcos de Florencia, en la capilla de San Brizio de la catedral de Orvieto y en la Capilla Nicolina del Vaticano. También llegó a trabajar con Lorenzo Ghiberti, junto al que llegaría a convertirse en uno de los principales pintores florentinos de la segundo mitad del siglo XV.

     En esa época Benozzo Gozzoli se pone al servicio de la pujante burguesía florentina, lo que le lleva a realizar una obra de aire cortesano y preciosista en la que la realidad queda plasmada a través de multitud de pequeños detalles, con colores muy vivos y brillantes, que suponen un estilo evolucionado de la pintura galante que dejara en la ciudad el pintor goticista Gentile da Fabriano. Esto queda patente en el refinamiento y en toda la serie de elementos narrativos que incluye esta Cabalgata de los Reyes Magos realizada a petición de Cosme el Viejo para el oratorio de los Médicis, cuya privacidad y ostracismo, incluso después de la compra del palacio por la familia Riccardi en 1659, momento en que una de las esquinas del oratorio fue modificada para construir una escalera, partiendo parte de la composición, ha permitido que nos haya llegado en unas condiciones óptimas de conservación y preservación.
























EL SORPRENDENTE CORTEJO DE LOS REYES MAGOS    

     El ciclo de frescos aborda el pasaje evangélico del viaje de los Reyes Magos hasta Belén, un tema muy desarrollado por el arte cristiano desde la Edad Media. Sin embargo, Benozzo Gozzoli utiliza este tema como pretexto para plasmar un cortejo, inspirado en el que organizaban los gremios florentinos cada 6 de enero, que viene a recrear un acontecimiento de gran calado histórico ocurrido veinte años antes: la celebración en Florencia en 1439 del Concilio de la reunificación de la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa, un gran éxito personal de Cosme el Viejo, fundador de la dinastía de los Médicis, que tras el fracaso de las primeras sesiones en la ciudad de Ferrara, conseguiría la presencia en la ciudad de Juan VIII Paleólogo, emperador de Constantinopla, de buena parte de su corte, así como de José II, Patriarca de la iglesia ortodoxa, que en realidad perseguían el apoyo occidental al imperio bizantino, por entonces amenazado por los turcos, en cuyas manos caería finalmente en 1453. La presencia en Florencia de aquellos personajes, que desfilaron con su exotismo por la ciudad, había constituido un acontecimiento recordado durante muchos años. 

     De este modo, en un asunto de apariencia piadosa, en realidad se representa el lujoso cortejo que rememora el pintoresco desfile de aquellos asistentes al concilio, haciendo el pintor una transposición de los personajes sagrados a distintos miembros de la familia Médicis y al emperador de Constantinopla, convirtiendo el relato evangélico en una crónica cortesana concebida para ensalzar el poder de los Médicis y el refinamiento de su corte a través de un cortejo que deambula por un sugestivo espacio convertido en un canto a la naturaleza.

     Para ello el pintor recurre a plasmar una escena, con la complicada técnica del fresco y continuada por tres de las paredes del oratorio, formada por una innumerable sucesión de personajes y animales que discurren por un paisaje que oscila entre la descripción cartográfica y la invención fantástica, con infinidad de motivos anecdóticos y un gran sentido narrativo, destacando la calidad de los rostros tomados del natural, unos como retratos, entre los que aparece el del propio pintor, y otros de lujosos cortesanos ataviados anacrónicamente según la sofisticada moda florentina del momento.

     Sin interrupción narrativa, se suceden las escenas en cuyos primeros planos aparecen resaltados los Reyes a lomos de blancos corceles, luciendo lujosas vestiduras y coronas, seguidos y rodeados de un nutrido grupo de personajes que adoptan todas las formas posibles: de frente, de perfil y en escorzo, unos a caballo y otros a pie, con un alarde de ricas telas de brocados, sedas y bordados y portando armas y exquisitas piezas de orfebrería. No faltan muestras del gusto por los animales exóticos que habitaron los jardines medíceos, unos como divertimento, como los monos, otros como símbolo de poder y elementos de caza, como los guepardos domesticados, y también algunas rapaces utilizadas en las artes de cetrería.

     Los fondos de las escenas no pierden su complejidad narrativa, ofreciendo múltiples veredas, inspiradas en los paisajes de la Toscana, que se entrecruzan y articulan dejando grandes espacios para artificiosas formaciones rocosas, de afiladas aristas y tonalidades marmóreas, y zonas boscosas junto a las que aparecen escenas de caza, otro entretenimiento cortesano, con distintos tipos de mastines y galgos persiguiendo gamos y ciervos.

     En lontananza se suceden diversos grupos de jinetes que custodian la marcha de mulas y dromedarios que llevan sobre sus lomos una carga meticulosamente embalada con telas. Diseminados por el paisaje aparecen una serie de árboles que reproducen diferentes especies, como pinos, cipreses, robles, abetos, naranjos, palmeras, olivos, etc., que junto a las plantas herbóreas del primer plano constituyen un verdadero catálogo de la flora toscana. Tampoco faltan vistas de ciudades y castillos situados en parajes idílicos, reflejo del renovado gusto por la Naturaleza durante el Renacimiento, un hecho que propició la reconversión de algunas fortalezas de origen medieval en villas campestres de recreo, siguiendo el modelo de las antiguas villas romanas. La delicada colocación de todos estos elementos conforman un entorno que se convierte en un verdadero canto a la madre Naturaleza, fruto de las ideas humanistas extendidas en la corte de los Médicis.
     Entre la ingente colección de personajes se han querido encontrar determinados retratos, especialmente en las figuras de los Reyes, que siguen la tradición de representar les tres edades del hombre. Es el caso de Segismundo de Luxemburgo, emperador del Sacro Imperio, caracterizado como el anciano rey Melchor, con una larga y poblada barba blanca (ilustración 1). El rey Gaspar es un retrato idealizado de Lorenzo el Magnífico en su juventud (ilustración 2), tras el cual aparece también a caballo su padre, Piero el Gotoso, cubierto por el característico gorro de terciopelo rojo (ilustración 7). También están presentes en el séquito su hermano Giuliano, su tío Giovanni y su abuelo Cosme el Viejo, todos ellos igualmente tocados con gorros rojos, apareciendo igualmente entre la muchedumbre otros altos dignatarios, como los retratos del tiránico y cruel Galeazzo María Sforza, duque de Milán, Segismondo Pandolfo Malatesta, señor de Rímini, poeta y mecenas, e incluso el filósofo Marsilio Ficino, por entonces ideólogo de la corte medícea.   
      Por su parte, el rey Baltasar, de tez morena, se identifica con el emperador Juan VIII Paleólogo, diferenciado por su tez morena, un turbante en la corona, un lujoso traje de brocados y largas espuelas de oro (ilustración 3). En su séquito se han querido identificar tres hermanas de Lorenzo y Giuliano de Médicis caracterizadas como pajes de rubias cabelleras: Nannina, Blanca y María (ilustración 10). También aparecen retratados los humanistas bizantinos Jorge Gemisto Pletón y Juan Argyropoulos, a los que se une el cardenal Eneas Silvio Piccolomini, futuro papa Pío II.  

     Entre todos estos retratos, basados en la especulación, el que no ofrece ninguna duda es el autorretrato del pintor Benozzo Gozzoli, cuya cabeza destaca entre el séquito del rey Gaspar tocado con un gorro rojo en el que firma la pintura: "Opus Benotii"/"Obra de Benozzo" (ilustración 6).

     La primera impresión que producen los frescos de la Capilla de los Magos es su tratamiento a modo de tapices flamencos cubriendo los muros, tanto por el colorido como por la abundancia de la vegetación y los animales que pueblan una imaginaria región de Oriente que en realidad está más próxima a la campiña toscana, aunque la pintura toma otro cariz en los muros de la cabecera, que adopta la forma de un apéndice absidial, con dos pinturas al frente que ofrecen escenas pastoriles, en relación con el anuncio a los pastores del Nacimiento de Cristo, y otras dos en los muros interiores que representan un jardín paradisiaco poblado por ángeles músicos y adoradores, que con gran fantasía y rico colorido celebran el Nacimiento, escena recogida en la tabla originaria de Filippo Lippi que presidía el altar, hoy conservada en Berlín y sustituida en esta capilla por una copia, a la que parece dirigirse todo el cortejo desplegado por los muros.

     A pesar de su carácter intimista, la capilla muestra un aspecto suntuoso, tanto por el abrumador ciclo de frescos como por sus elementos estructurales y decorativos, entre los que destacan los zócalos y pavimentos de piedras duras trabajados como intarsias, siendo comprensible que fuera el lugar donde eran recibidos por los Médicis los principales mercaderes y gobernantes extranjeros bajo una suntuosidad de apariencia piadosa. 























Informe: J. M. Travieso.

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