CAPILLA DE
LOS REYES MAGOS
Bonozzo
Gozzoli (Sant'llario a Colombano, h. 1420 - Pistoia, 1497)
1459-1460
Pintura al
fresco
Palacio
Médici-Riccardi, Florencia
Pintura del
Renacimiento. Quattrocento italiano
LA DECORACIÓN DE UN ORATORIO PRIVADO
En la Vía Cavour de Florencia, antaño Vía Larga, se levanta el palacio
que en 1444 construyera Michelozzo di Bartolomeo a petición de Cosme de
Médicis, después conocido como el Viejo. En él estableció este arquitecto el
prototipo de palacio renacentista florentino, con tres pisos y articulado en
torno a un patio central cuadrado y porticado. El hecho de estar concebido como
residencia particular de la familia gobernante, complemento de la sede del
gobierno ubicada en el Palazzo Vecchio, hace que la edificación presente sus
propias peculiaridades.
El palacio está concebido con dos finalidades, una pública y otra
privada. Por un lado estaba destinado a ser el centro de los negocios de esta
familia de banqueros florentinos, motivo por el que cuenta con un piso bajo muy
hermético al exterior, un pasillo de acceso directo desde la calle y un patio que
adquiere el valor de un espacio semipúblico para realizar negocios, en torno al
cual se articulan las dependencias. En la fachada se consolida el empleo del
almohadillado rústico, estando su perímetro recorrido, a ras de calle, por una
bancada pétrea en la que esperaban sentados los clientes de los Médicis, siendo
el origen del término "banco" aplicado a todas las instituciones
dedicadas al préstamo de dinero.
El edificio cuenta también con múltiples dependencias palaciegas,
incluyendo una elegante escalera y una capilla privada en el primer piso. Es
precisamente en los muros de esta discreta y suntuosa capilla u oratorio, donde
aparece el espectacular ciclo pictórico, dedicado al Cortejo de los Reyes Magos, que plasmara en 1459 el pintor Benozzo
Gozzoli por encargo de Cosme el Viejo.
MUESTRA DE LA PINTURA NARRATIVA EN EL QUATTROCENTO
En ese momento la pintura renacentista florentina estaba a punto de
alcanzar su plenitud tras la transición desde el gótico emprendida por
Pisanello, Fra Angélico, Paolo Uccelo y Masolino, la consolidación de los
nuevos modos a través de las experiencias de Masaccio, Filippo Lippi, Domenico
Veneciano y Andrea del Castagno y la irrupción en el panorama pictórico
florentino de una original corriente narrativa encarnada por Domenico
Ghirlandaio y Benozzo Gozzoli. Finalmente este movimiento pictórico conocería
una total renovación con la obra de Antonio Pollaiolo, Andrea del Verrocchio y
su discípulo Lorenzo di Credi, alcanzando su plenitud con Sandro Botticelli.
Bonozzo Gozzoli había nacido hacia 1420 en la pequeña aldea de
Sant'llario a Colombano, aunque a los seis años su familia se traslada a
Florencia y allí comienza su formación como orfebre. Según informa Vasari, sus
inicios en la pintura los realiza como discípulo de Fra Angélico, de quien fue
destacado colaborador en las pinturas murales del convento de San Marcos de
Florencia, en la capilla de San Brizio de la catedral de Orvieto y en la
Capilla Nicolina del Vaticano. También llegó a trabajar con Lorenzo Ghiberti,
junto al que llegaría a convertirse en uno de los principales pintores
florentinos de la segundo mitad del siglo XV.
En esa época Benozzo Gozzoli se pone al servicio de la pujante
burguesía florentina, lo que le lleva a realizar una obra de aire cortesano y
preciosista en la que la realidad queda plasmada a través de multitud de
pequeños detalles, con colores muy vivos y brillantes, que suponen un estilo
evolucionado de la pintura galante que dejara en la ciudad el pintor goticista
Gentile da Fabriano. Esto queda patente en el refinamiento y en toda la serie
de elementos narrativos que incluye esta Cabalgata
de los Reyes Magos realizada a petición de Cosme el Viejo para el oratorio
de los Médicis, cuya privacidad y ostracismo, incluso después de la compra del
palacio por la familia Riccardi en 1659, momento en que una de las esquinas del
oratorio fue modificada para construir una escalera, partiendo parte de la
composición, ha permitido que nos haya llegado en unas condiciones óptimas de
conservación y preservación.
El ciclo de frescos aborda el pasaje evangélico del viaje de los Reyes
Magos hasta Belén, un tema muy desarrollado por el arte cristiano desde la Edad
Media. Sin embargo, Benozzo Gozzoli utiliza este tema como pretexto para
plasmar un cortejo, inspirado en el que organizaban los gremios florentinos
cada 6 de enero, que viene a recrear un acontecimiento de gran calado histórico
ocurrido veinte años antes: la celebración en Florencia en 1439 del Concilio de
la reunificación de la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa, un gran éxito
personal de Cosme el Viejo, fundador de la dinastía de los Médicis, que tras el
fracaso de las primeras sesiones en la ciudad de Ferrara, conseguiría la
presencia en la ciudad de Juan VIII Paleólogo, emperador de Constantinopla, de
buena parte de su corte, así como de José II, Patriarca de la iglesia ortodoxa,
que en realidad perseguían el apoyo occidental al imperio bizantino, por
entonces amenazado por los turcos, en cuyas manos caería finalmente en 1453. La
presencia en Florencia de aquellos personajes, que desfilaron con su exotismo
por la ciudad, había constituido un acontecimiento recordado durante muchos
años.
De este modo, en un asunto de apariencia piadosa, en realidad se representa
el lujoso cortejo que rememora el pintoresco desfile de aquellos asistentes al
concilio, haciendo el pintor una transposición de los personajes sagrados a
distintos miembros de la familia Médicis y al emperador de Constantinopla,
convirtiendo el relato evangélico en una crónica cortesana concebida para
ensalzar el poder de los Médicis y el refinamiento de su corte a través de un
cortejo que deambula por un sugestivo espacio convertido en un canto a la
naturaleza.
Para ello el pintor recurre a plasmar una escena, con la complicada
técnica del fresco y continuada por tres de las paredes del oratorio, formada
por una innumerable sucesión de personajes y animales que discurren por un
paisaje que oscila entre la descripción cartográfica y la invención fantástica,
con infinidad de motivos anecdóticos y un gran sentido narrativo, destacando la
calidad de los rostros tomados del natural, unos como retratos, entre los que
aparece el del propio pintor, y otros de lujosos cortesanos ataviados
anacrónicamente según la sofisticada moda florentina del momento.
Sin interrupción narrativa, se suceden las escenas en cuyos primeros
planos aparecen resaltados los Reyes a lomos de blancos corceles, luciendo
lujosas vestiduras y coronas, seguidos y rodeados de un nutrido grupo de
personajes que adoptan todas las formas posibles: de frente, de perfil y en
escorzo, unos a caballo y otros a pie, con un alarde de ricas telas de
brocados, sedas y bordados y portando armas y exquisitas piezas de orfebrería.
No faltan muestras del gusto por los animales exóticos que habitaron los
jardines medíceos, unos como divertimento, como los monos, otros como símbolo
de poder y elementos de caza, como los guepardos domesticados, y también
algunas rapaces utilizadas en las artes de cetrería.
Los fondos de las escenas no pierden su complejidad narrativa,
ofreciendo múltiples veredas, inspiradas en los paisajes de la Toscana, que se
entrecruzan y articulan dejando grandes espacios para artificiosas formaciones
rocosas, de afiladas aristas y tonalidades marmóreas, y zonas boscosas junto a
las que aparecen escenas de caza, otro entretenimiento cortesano, con distintos
tipos de mastines y galgos persiguiendo gamos y ciervos.
En lontananza se suceden diversos grupos de jinetes que custodian la
marcha de mulas y dromedarios que llevan sobre sus lomos una carga
meticulosamente embalada con telas. Diseminados por el paisaje aparecen una
serie de árboles que reproducen diferentes especies, como pinos, cipreses,
robles, abetos, naranjos, palmeras, olivos, etc., que junto a las plantas
herbóreas del primer plano constituyen un verdadero catálogo de la flora
toscana. Tampoco faltan vistas de ciudades y castillos situados en parajes
idílicos, reflejo del renovado gusto por la Naturaleza durante el Renacimiento,
un hecho que propició la reconversión de algunas fortalezas de origen medieval
en villas campestres de recreo, siguiendo el modelo de las antiguas villas
romanas. La delicada colocación de todos estos elementos conforman un entorno
que se convierte en un verdadero canto a la madre Naturaleza, fruto de las
ideas humanistas extendidas en la corte de los Médicis.
Entre la ingente colección de personajes se han querido encontrar
determinados retratos, especialmente en las figuras de los Reyes, que siguen la
tradición de representar les tres edades del hombre. Es el caso de Segismundo
de Luxemburgo, emperador del Sacro Imperio, caracterizado como el anciano rey
Melchor, con una larga y poblada barba blanca (ilustración 1). El rey Gaspar es un retrato
idealizado de Lorenzo el Magnífico en su juventud (ilustración 2), tras el cual aparece también
a caballo su padre, Piero el Gotoso, cubierto por el característico gorro de
terciopelo rojo (ilustración 7). También están presentes en el séquito su hermano Giuliano, su
tío Giovanni y su abuelo Cosme el Viejo, todos ellos igualmente tocados con
gorros rojos, apareciendo igualmente entre la muchedumbre otros altos
dignatarios, como los retratos del tiránico y cruel Galeazzo María Sforza,
duque de Milán, Segismondo Pandolfo Malatesta, señor de Rímini, poeta y
mecenas, e incluso el filósofo Marsilio Ficino, por entonces ideólogo de la
corte medícea.
Entre todos estos retratos, basados en la especulación, el que no
ofrece ninguna duda es el autorretrato del pintor Benozzo Gozzoli, cuya cabeza
destaca entre el séquito del rey Gaspar tocado con un gorro rojo en el que
firma la pintura: "Opus Benotii"/"Obra de Benozzo" (ilustración 6).
La primera impresión que producen los frescos de la Capilla de los
Magos es su tratamiento a modo de tapices flamencos cubriendo los muros, tanto
por el colorido como por la abundancia de la vegetación y los animales que
pueblan una imaginaria región de Oriente que en realidad está más próxima a la
campiña toscana, aunque la pintura toma otro cariz en los muros de la cabecera,
que adopta la forma de un apéndice absidial, con dos pinturas al frente que ofrecen
escenas pastoriles, en relación con el anuncio a los pastores del Nacimiento de
Cristo, y otras dos en los muros interiores que representan un jardín
paradisiaco poblado por ángeles músicos y adoradores, que con gran fantasía y
rico colorido celebran el Nacimiento, escena recogida en la tabla originaria de
Filippo Lippi que presidía el altar, hoy conservada en Berlín y sustituida en
esta capilla por una copia, a la que parece dirigirse todo el cortejo
desplegado por los muros.
A pesar de su carácter intimista, la capilla muestra un aspecto
suntuoso, tanto por el abrumador ciclo de frescos como por sus elementos estructurales
y decorativos, entre los que destacan los zócalos y pavimentos de piedras duras
trabajados como intarsias, siendo
comprensible que fuera el lugar donde eran recibidos por los Médicis los
principales mercaderes y gobernantes extranjeros bajo una suntuosidad de apariencia
piadosa.
Informe: J. M. Travieso.
* * * * *
No hay comentarios:
Publicar un comentario