22 de julio de 2013

Un museo interesante: MUSEO CATEDRALICIO, Zamora

El Museo Catedralicio de Zamora ocupa las dependencias del ala norte del claustro y su visita incluye todo el recinto de la Catedral, lo que posibilita contemplar una colección innumerable de obras artísticas, algunas verdaderamente únicas. Esta reseña tiene una finalidad meramente orientativa, ya que es necesario hacer una drástica selección de aquellas más singulares, pues si "Zamora no se tomó en una hora" también habrá que dedicar un tiempo suficiente para asimilar tan impresionante patrimonio acumulado en el ámbito catedralicio.

LA CATEDRAL DE ZAMORA
El gigantesco edifico románico se levantó entre 1151 y 1174, en tiempos del obispo Esteban, sobre una primitiva construcción del siglo X, seguramente mozárabe, dedicada al Salvador y Todos los Santos. Las obras se continuaron hasta el siglo XIII, momento en que se rematan en estilo románico la sólida torre y el primitivo claustro, que sería destruido por un incendio en 1591. A partir de entonces y de forma ininterrumpida hasta el siglo XVIII, el recinto conoció sucesivas modificaciones y añadidos según los dictados constructivos y decorativos de cada momento, por lo que el conjunto de dependencias y capillas ofrece una amalgama de estilos que oscilan del románico al barroco, siendo dotados cada uno de los espacios de innumerables colecciones artísticas de pintura, escultura y artes suntuarias de primera calidad.

Capilla de San Ildefonso, catedral de Zamora
El Cimborrio románico
Es uno de sus elementos constructivos más espectaculares de la catedral y fue  construido en el último cuarto del siglo XII, tras la consagración del templo en 1174. El modelo repite, con sus propias peculiaridades, el mismo tipo de experiencias practicadas en la catedral vieja de Salamanca, la antigua sala capitular de Plasencia y la colegiata de Toro, fusionando influencias de la arquitectura francesa, bizantina, cruzada y musulmana, lo que le convierte en una obra única de la arquitectura medieval.
Elevado a la altura del crucero, presenta un gran tambor cilíndrico, perforado por dieciséis ventanales y apoyado sobre pechinas, que sirve de base a una cúpula semiesférica que en el exterior se adorna con gallones y escamas labradas sobre los sillares, con cuatro torrecillas en los ángulos formadas por tambores perforados por arcos sobre columnas pareadas y cupulillas también escamadas, acompañándose en cada frente, en los cuatro puntos cardinales, por un remate de arquillos ciegos y frontones triangulares rematados en forma de cruz. Todos estos elementos constituyen un sólido refuerzo al tambor.
En el interior ofrece la forma de una luminosa cúpula, con los ventanales del tambor separados por dieciséis columnas con capiteles vegetales sobre las que se apean otras tantas nervaduras que confluyen en la clave central y que presentan aplicaciones doradas añadidas en 1621.

Las Capillas
A lo largo del perímetro abren una serie de capillas de distinto tamaño que contienen una importante colección de retablos y enterramientos a la que se suman otros colocados en las naves del crucero y naves laterales. Las capillas más destacadas son las dedicadas a San Miguel, San Nicolás, San Pablo, Santa Inés, San Ildefonso, San Juan Evangelista y San Bernardo, que se suman al espacio de la Capilla mayor. Todas ellas albergan notables obras de pintura y escultura que comparten interés con retablos y nichos sepulcrales colocados en el crucero y las naves laterales, así como una abundante muestra de pinturas murales. Forzosamente hemos de hacer una selección de obras tan principales.

Pintura mural de San Cristóbal
Esta pintura mural al óleo se halla sobre el muro de cerramiento del coro, justo enfrente de la puerta del claustro. Fue realizada por Blas de Oña en el primer tercio del siglo XVI y presenta la iconografía tradicional del santo, con San Cristóbal cruzando el río con el Niño Jesús sobre el hombro. Destaca la importancia del paisaje y el tratamiento narrativo de la escena, donde aparece en su cueva el ermitaño que recondujo la vida del gigante y aguerrido Cristóbal, así como pescadores, ánades en la orilla y barcazas cruzando un río de aguas tan cristalinas que permiten contemplar diversas especies de peces junto a los pies del santo, todo ello descrito con la minuciosidad de la pintura hispanoflamenca. Su situación en un lugar de fácil visión, lo mismo que su gran tamaño, responde a una creencia medieval por la cual bastaba contemplar la imagen del santo para estar protegido contra una muerte súbita durante la jornada laboral, siendo muchos los fieles que acudían a la catedral antes de comenzar su tarea.

Retablo de Nuestra Señora de la Majestad o Virgen de la Calva
El retablo está ubicado en el lado del Evangelio del testero y fue elaborado por Juan Falcote en la década de 1570 y policromado en 1586 por Juan de Durana y Alonso de Remesal el Joven. Presenta un banco con relieves en el frente que representan el Nacimiento, el Anuncio a los Pastores y la Epifanía, junto a las figuras de San Juan Evangelista, Salomón, David y San Mateo en los netos. Encima un único cuerpo en forma de arco triunfal repleto de relieves, con una amplia hornacina en su interior cobijando la imagen de la Virgen de la Calva, en cuyas enjutas se colocan tondos con las figuras de San Pedro y San Pablo, a los lados dos columnas exentas cuyo tercio inferior está decorado con relieves y arriba un friso, todo ello profusamente ornamentado con figuras de ángeles, virtudes y profetas. Se remata con un ático con forma de templete rematado por un tímpano triangular, en cuyo interior aparece la imagen pintada de El Salvador, así como las tallas de San Gabriel y la Virgen a los lados formando la escena de la Anunciación.

El retablo fue concebido para albergar una imagen preexistente de gran devoción en Zamora. Se trata de la Virgen de la Majestad, popularmente conocida como Virgen de la Calva por su amplia frente, labrada en piedra arenisca hacia 1300 por un escultor desconocido que también trabajó para otras poblaciones zamoranas y policromada de nuevo en 1586 cuando se culminó el retablo. La imagen representa el máximo nivel de calidad alcanzado por la escultura gótica castellano-leonesa desarrollada por talleres surgidos en torno a las catedrales de Burgos y León, con un naturalismo poco frecuente en su tiempo. La Virgen, que presenta reminiscencias francesas muy depuradas, aparece entronizada y coronada como reina, reposando sus pies sobre un cojín al tiempo que pisotea la serpiente infernal y sujetando sobre su pierna izquierda al Niño, que se vuelve hacia su pecho mostrando el globo terráqueo en la mano, sin duda uno de los ejemplares góticos de mayor belleza de cuantos existen en España.

Cristo de las Injurias
Este crucificado de mediados del siglo XVI y dos metros de altura, que procede del desaparecido convento de San Jerónimo, recibe culto en la suntuosa capilla de San Bernardo. Se trata de uno de los crucifijos más sobrecogedores de cuantos se hicieran en el Renacimiento español, una imagen de Cristo extenuado y muerto que presenta una magnífica anatomía en la que son visibles hematomas y llagas sangrantes. Aunque a lo largo del tiempo ha sido atribuido a Jacobo Florentino, Diego de Siloé o Gaspar Becerra, actualmente se considera obra de Arnao Palla, un escultor con taller en Toro cuya obra documentada presenta muchas analogías formales. Durante la Guerra de la Independencia fue salvado de su destrucción por los franceses gracias al canónigo Martín Pérez de Tejeda.
Actualmente es la imagen titular de la Cofradía del Santísimo Cristo de las Injurias y es protagonista, en la noche del Miércoles Santo, de una procesión cuyo momento más solemne es el Juramento del Silencio en el atrio de la catedral, rodeado de cientos de cofrades con vistosos capirotes rojos.

Sepulcro del doctor Juan de Grado
Se halla en la capilla de San Juan Evangelista, situada a los pies del templo y cerrada con una reja realizada por Antonio García y Juan Sánchez entre 1590 y 1594. El sepulcro se inserta en el muro derecho de la capilla, cuyo frente está ocupado por un elegante retablo renacentista, dedicado a San Juan Evangelista, elaborado en 1575 por Francisco Barahona, que aparece enmarcado por espectaculares pinturas murales con grandes alegorías de la Pureza y la Prudencia realizadas por Antonio Villamor y Jerónimo de Balbás en 1696.

La que fuera capilla del tesoro fue adquirida a comienzos del XVI por el doctor Juan de Grado para convertirla en panteón personal. Este bachiller por Salamanca y doctor en Decretos por Roma fue abad seglar del monasterio de Valparaiso y canónigo del Cabildo zamorano. Personaje extremadamente ambicioso, llegó a enriquecerse con numerosas rentas y propiedades, ejerciendo como mecenas de diversos templos zamoranos y excomulgado tras su enfrentamiento con fray Pedro de León, abad reformador de Valparaiso.

El sepulcro, considerado como uno de los mejores realizados en España en el último gótico, sigue la tipología implantada en la escuela burgalesa por Gil de Siloé, siendo elaborado en su círculo hacia 1505 por un virtuoso y desconocido escultor que comparte las mismas reminiscencias flamencas y germánicas, aunque con un estilo propio definido por las finas aristas y los dedos de las figuras finos y alargados.

Tiene forma de arcosolio flanqueado por pináculos rematados con las figuras de cuatro profetas y está compuesto por un arco de medio punto recorrido por una cenefa trepanada decorada con figuras de niños, animales, ramas y frutos, incluyendo las figuras de San Pedro y San Pablo, así como caireles de los que penden dos ángeles portando el martillo y los clavos, atributos de la Pasión. Dentro se cobija el nicho sepulcral, ocupado por la cama dispuesta en tres niveles, el inferior con figuras de niños y animales, el intermedio con pajes tenantes sujetando escudos con las armas del doctor Grado y las alegorías de la Iglesia y la Eucaristía a los lados, representadas por jóvenes sedentes que portan un cáliz y un haz de espigas respectivamente, y el superior trabajado como un friso en cuyo centro aparece la Virgen con el Niño coronada por dos ángeles y a sus lados otros dos ángeles músicos junto a dos representaciones del doctor Grado arrodillado y protegido por San Juan Bautista y San Juan Evangelista, que actúan como intercesores colocados en los extremos.

Sobre la cama se extiende el doctor Grado yacente, vestido con casulla y birrete, con la cabeza reposando sobre dos cojines ornamentados, sujetando un cáliz en las manos y un criado a los pies sujetando un libro. En el fondo del nicho está representado el árbol de Jesé, con el anciano recostado y un árbol brotando de su costado en cuyas ramas, a modo de frutos, aparecen doce bustos de los reyes de Judá y la Virgen con el Niño en la cúspide, convirtiéndose el conjunto en una genealogía visual del Mesías.

Se completa con una representación del Calvario en la parte superior sobre un fondo de escamas. Junto al sereno crucificado se hallan las figuras retorcidas de los ladrones y a los lados la Virgen y San Juan colocados sobre ménsulas y bajo doseletes, mientras en la parte inferior dos ángeles recogen en cálices la sangre de Cristo.    
Todo el conjunto ofrece una exquisita calidad de talla plagada de pequeños detalles, con el frente superior, la cama y la figura del yacente esculpido en alabastro y el resto del conjunto sepulcral en piedra arenisca de tono muy blanco.

La Sillería del Coro       
Otro conjunto imprescindible de visitar es la sillería del coro, elaborada en madera de nogal entre 1502 y 1505 por el taller de Juan de Bruselas, que coordinó un ingente número de oficiales y ayudantes, entre ellos Gil de Ronza. Está compuesta por treinta y seis sitiales bajos, cuarenta y nueve altos y un nutrido repertorio decorativo que fue incorporado entre 1613 y 1659. En los relieves de los tableros de los respaldos aparecen tanto personajes del Antiguo Testamento como del Nuevo, sin que falten otros de tipo pagano y figuras de santos y santas de órdenes monásticas.
Realmente curiosa es la colección de misericordias, con atrevidas escenas de tipo moralizante en las que los escultores trabajaron con una inusitada libertad y creatividad. Suntuosas son también las dos puertas talladas que se abren al trascoro y que están ornamentadas con figuras de cuatro sibilas cada una de ellas.

Tabla de Cristo Salvador del Mundo
En el centro del trascoro se abre un altar que está presidido por una pintura hispano-flamenca sobre tabla del primer tercio del siglo XVI, realizada por un pintor desconocido, siendo atribuida por distintos autores a un discípulo de Juan de Flandes, a Juan Rodríguez de Solís o al conocido como "Maestro de Zamora". En la tabla aparece Cristo en majestad bendiciendo y sentado sobre un trono decorado con las alegorías de la Iglesia y la Sinagoga, colocándose a su pies el arcángel San Miguel y a los lados tríos de ángeles músicos. Junto a Cristo aparece la Virgen y a los lados del trono una muchedumbre de santos y santas, a derecha e izquierda respectivamente, entre la que se identifica a San Juan Bautista, San Pedro, San Juan Evangelista, San Pablo, San Esteban, San Agustín, Santa Catalina, Santa Inés, Santa María Magdalena y Santa Clara.  

EL MUSEO CATEDRALICIO Y SU COLECCIÓN DE TAPICES
El Museo Catedralicio fue inaugurado el 30 de mayo de 1926 ocupando algunas dependencias del claustro clasicista que fue finalizado en 1612 sustituyendo al primitivo destruido por un incendio.
En las salas del piso inferior se expone una interesante colección de pinturas, esculturas, grabados, indumentaria litúrgica, suntuosas piezas de orfebrería, fragmentos rescatados en las remodelaciones y curiosos objetos catedralicios ya en desuso. El piso superior, donde antaño estuvo instalada la contaduría, se ha acondicionado para la presentación de la importante colección de obras textiles. A continuación destacamos algunas de las obras de mayor calidad.

Aparición de Cristo a la Magdalena
Esta tabla, que fue pintada en el taller del salmantino Fernando Gallego hacia 1495, formó parte del antiguo retablo mayor de la catedral, al igual que la del Pentecostés que la acompaña. Esta pintura confirma su consideración como uno de los mejores representantes de la pintura hispano-flamenca en España, caracterizado por un estilo duro de gran fuerza y realismo e intensos colores. Esta es una muestra de las originales pinturas que realizaba para retablos de grandes dimensiones, donde el paisaje del fondo adquiere una gran importancia. En la escena se representa la visita de las santas mujeres al sepulcro, desconsoladas por encontrarle vacío, colocando en primer plano el episodio en que Cristo se aparece a María Magdalena, al que se acerca para comprobar si su visión era real, ante lo que Cristo responde Noli me tangere (no me toques). El tema persigue tanto la exaltación de la Resurrección como de la Magdalena, privilegiada por ser la primera persona que pudo ver a Cristo resucitado.
La pintura, como todas las que integraban el resto del retablo, cuando se colocó otro nuevo neoclásico se dispersaron y se perdieron. Al cabo del tiempo, las dos que permanecen en el museo fueron donadas al obispo de Zamora por Ángeles Gómez de Villavedón y Justo Santos con la intención de que volvieran a su lugar de origen.

Virgen con el Niño y San Juanito
Exquisita escultura labrada en mármol de Carrara en 1520 por Bartolomé Ordóñez para ser colocada en el sepulcro de don Juan Rodríguez de Fonseca, obispo de Burgos, en la iglesia de Santa María de Coca (Segovia). Sin embargo, por motivos desconocidos, la imagen no se colocó en el sepulcro destinatario y fue a parar a la iglesia del monasterio de los Jerónimos de Zamora, desde donde pasó a la catedral tras el proceso desamortizador.
Es una imagen impecable de ejecución y de evidente estilo italianizante, fruto de la formación del escultor en contacto con los grandes maestros renacentistas italianos. Representa a la Virgen de pie, como una elegante y bella madonna con un sensacional trabajo de la cabeza y las manos, sujetando sobre su brazo izquierdo la delicada figura del Niño Jesús desnudo, que en su mano derecha sostiene un racimo de cerezas y con gesto naturalista parece lloriquear porque su primo San Juanito, que aparece de pie y colocado a la derecha de la Virgen, se ha apropiado y oculta un pajarito que Jesús tiene sujeto con un cordón rojo parcialmente desaparecido. En la base se coloca la cabeza de un querubín sonriente.

Virgen de Belén
A principios del siglo XVII se desarrolló en Toro una importante escuela escultórica en la que, bajo la influencia de la escuela vallisoletana encabezada por Gregorio Fernández, destacaron una serie de escultores que contribuyeron a la génesis del Barroco realizando una depurada obra de considerable calidad. Entre los nombres con más personalidad se encuentran Sebastián Ducete y Esteban de Rueda, que entre 1609 y 1620 trabajaron asociados. Si el primero se ajusta más al dramatismo de Juan de Juni que a la obra de Gregorio Fernández, el segundo se caracteriza por impregnar a su obra un carácter místico e intimista.
Una buena muestra de ello es la bella imagen de la Virgen de Belén realizada por ambos alrededor de 1610 para una capilla de la desaparecida iglesia toresana de San Marcos, desde donde pasó al convento de Santa Clara. Finalmente fue donada a la catedral por el arcipreste Bartolomé Chillón en 1946.
La Virgen está representada en busto, en actitud de oración y con la cabeza ligeramente inclinada hacia la figura del Niño, que aparece reposando horizontalmente bajo sus brazos configurando una escena intimista. La Virgen aparece ataviada con una túnica, un manto muy ligero superpuesto y un elegante juego de tocas que dejan al descubierto una melena rizada entre la que son visibles las orejas. Su rostro es de gran belleza, con gesto de ensimismamiento al tener la mirada clavada en el Niño, ante el que insinúa orar al colocar las manos  juntas, ligeramente levantadas y desplazadas con elegancia hacia su izquierda, cruzando por el frente su brazo derecho. A la serenidad de la Virgen se contrapone el dinamismo del Niño, que aparece tumbado, revolviéndose y mirando a su Madre.
La talla, que se complementa con una refinada policromía en la que afloran los tonos dorados, es una buena muestra del virtuosismo técnico alcanzado por estos dos escultores en época protobarroca.

Custodia procesional
En una de las salas del museo se expone el carro triunfante, con palio incluido, que porta la fantástica custodia elaborada en 1515 en plata por Pedro de Ávila, una de las obras de orfebrería renacentista más destacadas de España.
El aspecto actual de la pieza incluye posteriores añadidos que realzaron su riqueza y su altura, como el basamento inferior, con seis leones alados, realizados en 1800 por el platero Narciso Sánchez y el pedestal de la base con niños atlantes y cartelas con escenas bíblicas incorporado en 1598 por el orfebre Antonio Rodríguez de Carbajal, también autor en 1590 de los varales que sujetan el palio.
La custodia original está compuesta por un zócalo inferior calado y recorrido por un friso con nichos, dispuestos entre columnillas, que contienen relieves en plata sobredorada con escenas de la Pasión, así como figuras alegóricas y los evangelistas. Un zócalo superior, de menor tamaño, repite un esquema similar, en este caso con escenas de la vida de la Virgen y la infancia de Jesús. Sobre él se asienta la escena en bulto redondo de la Sagrada Cena, en alusión a la institución de la Eucarístia, con una mesa expresada con todo lujo de detalles, como mantel, cuchillos, copas, panes y platos con aves y cordero, así como los apóstoles y Cristo sentados alrededor, todo ello en plata sobredorada. 
En el centro de la mesa, sujetado por dos ángeles, se coloca un viril renovado en el siglo XVIII sobre el que se extiende una bóveda estrellada con figurillas en las claves que representan el Sol, la Luna y los planetas conocidos hasta entonces. Se rodea con seis pináculos en cuyos arbotantes y bajo chambranas reposan figuras de profetas y otros interiores de los que penden campanitas con la inscripción "Venite adoremus".
Se remata en la parte superior con un abigarrado doselete en el que se colocan las figuras de Moisés, David, San Juan Bautista, San Pablo, Santiago y San Roque en torno a una representación del Árbol de Jesé que contiene figuras de los reyes de Judá en su ramas y se corona con la Virgen y el Niño. El cuerpo superior encierra la imagen de San Ildefonso, patrón de Zamora, y rematando el conjunto se coloca la imagen de Cristo Salvador. En la misma sala se exponen los faroles que acompañaban el monumento, que originariamente portaban los molineros de las aceñas del Cabildo en la procesión del Corpus Christi.
En plata está también cincelado el Altar del monumento, que consta de un frontal central de gran tamaño y dos frontales laterales, realizados en 1723 por el prestigioso platero salmantino José Gabriel Zapata, un sagrario del mismo autor de 1730 y ocho gradas repletas de candeleros en las que trabajaron Manuel García Crespo en 1733 y Manuel Flores Herrera en 1760.

La colección de tapices
Una de las joyas que guarda el museo es la colección de veinte tapices de grandes dimensiones donados en 1608 a la catedral zamorana por el Conde de Alba y Aliste, agrupados en seis series de diferente temática.
La Guerra y Destrucción de Troya: está formada por cuatro tapices góticos, de los once originales, tejidos en lana y seda en Tournai en el siglo XV en el taller de Pasquier Grenier. Representan el Desembarco en Troya y el rapto de Elena; la Tienda de Aquiles; Batallas con la muerte de Troilo, la Muerte de Aquiles por Paris y la Muerte de Paris por Ayax; Los griegos dejando el gran caballo de bronce a las puertas de Troya. En todos ellos figuran inscripciones que relatan la historia, así como la identificación de los personajes.
Tapiz de Tarquino Prisco: Elaborado en lana y seda en los célebres talleres de Arrás hacia 1475, está considerado uno de los mejores tapices europeos del siglo XV. Inspirado en la "Historia de Roma" de Tito Livio, es una exaltación de Lucino, llamado por los romanos Tarquino Prisco, cuya vida se relata en cuatro pasajes compuestos por innumerables figuras de gran delicadeza y expresividad, ocupando el centro la ceremonia de su coronación.
Detalle del tapiz La Tienda de Aquiles
Historia de la Viña: Estos dos tapices fueron elaborados en lana y seda en Bruselas hacia 1500 y narran la conocida parábola evangélica en dos partes, El envío de los operarios y La distribución del denario. Se incorporan a la narración otras escenas bíblicas, como la embriaguez de Noé, el sacrificio de Isaac, Esaú vendiendo su primogenitura, la lucha de Jacob y el ángel y el Lagar Místico, donde la sangre de Cristo es recogida por un papa, un cardenal y un obispo.             
Historia de Aníbal: Consta de cinco tapices de los ocho de la serie original que fue confeccionada en lana y seda en Bruselas en 1570. Su estilo ya es renacentista, sobre cartones de Michel Coxcie, y las escenas se acompañan de grandes orlas con figuras humanas, amorcillos, aves, flores y frutos. Representan El juramento de Aníbal, El paso de los Alpes, La llegada a Italia, El botín de Cannas y La embajada a Cartago. Llevan la doble B y el escudete que identifica al taller, así como la marca del maestro licero François Geubels.
Serie del rey David: Son dos tapices de calidad sensiblemente inferior a los anteriores que fueron elaborados en lana a finales del siglo XVI en un taller secundario, posiblemente en Audenarde. Representan las escenas de La lucha de David y Goliat, inspirada en el Libro I de los Reyes, y David tocando el arpa ante Saúl, una escena de tipo cortesano en el interior de un palacio renacentista. Ambos se acompañan de anchas orlas con frutos y flores.
Detalle del tapiz Tarquino Prisco
Serie de las Artes: Está compuesta por seis tapices elaborados en lana y seda en algún taller de Bruselas en 1654, con una estética en orlas y escenas de estilo barroco. Representan Las Artes, una escena con personificaciones alegóricas de la Gramática, la Dialéctica y la Retórica (Trivium), acompañadas de la Astronomía, la Música y la Aritmética (del Cuadrivium); La Música, con dos mujeres y un hombre tañendo instrumentos de cuerda en un jardín; La Historia, personificada en una matrona que conversa con Cronos (el Tiempo); El Comercio, con Mercurio, dios de los mercaderes, como protagonista, que aparece sentado junto a una lonja; La Riqueza, una elegante mujer rodeada de cofres llenos de alhajas, de mercaderes que cuentan el dinero y de un geniecillo que simboliza la ambición; El Arte Militar, con alegorías de la Geometría y la Arquitectura junto a una fortaleza y un cañón.


HORARIO DE VISITAS:
Del 1 de marzo al 30 de septiembre
Mañana: De 10 a 14 h. / Tarde: De 16,30 a 18,30 h.
Detalle del tapiz La Viña: Distribución del denario
Del 1 de octubre al 28 de febrero
Mañana: De 10 a 14 h. / Tarde: De 17 a 20 h.
Abierto todos los días.



TARIFA:
Entrada general: 3 €.
Entrada Reducida: 1,50 € (jubilados, estudiantes acreditados y grupos de más de 25 personas.






Anunciación, s. XIV, piedra caliza














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1 comentario:

  1. Muy interesante todo. Sólo me gustaría hacer una puntualización, aunque añado que no soy un experto, sino sólo un aficionado. La cúpula de la catedral de Zamora "no repite el mismo tipo de experiencias practicadas" en las catedrales de Salamanca (vieja), Plasencia, y en la Colegiata de Toro, sino que es al contrario. Son estos tres últimos casos los que repiten, imitan o siguen la experiencia marcada por el cimborrio o cúpula de la catedral de Zamora que es, sin duda, el primero en el tiempo de todos ellos.

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