16 de agosto de 2013

Theatrum: CRISTO DEL PERDÓN, una llaga que enmudece a los vallisoletanos













CRISTO DEL PERDÓN
Bernardo de Rincón (Valladolid 1621-1660)
1656
Madera policromada
Iglesia de San Quirce y Santa Julita, Valladolid
Escultura barroca española. Escuela castellana















EL PERIPLO ITINERANTE DE LA IMAGEN

Esta sugestiva escultura barroca, imagen titular de la Cofradía de la Sagrada Pasión de Cristo, ocupa desde 1993 uno de los altares de la iglesia de San Quirce y Santa Julita, actual sede canónica, después de conocer una vida itinerante vinculada al azaroso deambular de la cofradía después del cierre por ruina en 1926 de la emblemática iglesia penitencial de la Pasión y la posterior disgregación de sus bienes patrimoniales. De modo que, desde su primitivo asentamiento a escasos metros de la Plaza Mayor, la imagen pasó a recibir culto en la iglesia de San Felipe Neri, después en la antigua iglesia del Colegio de San Ambrosio (desde 1941 Santuario Nacional de la Gran Promesa) y finalmente en la iglesia de la Magdalena, donde la cofradía tuvo su sede durante muchos años hasta que en 1992 fueran aprobados sus nuevos estatutos por el arzobispo José Delicado Baeza y establecida su sede canónica en el Real Monasterio de San Quirce y Santa Julita, convento de religiosas cistercienses que ya venía custodiando parte del patrimonio procedente de la desaparecida iglesia de la Pasión.
Poco después la Cofradía de la Pasión iniciaba un proceso de recuperación y restauración de su patrimonio procesional que también afectó al Cristo del Perdón, que en 2012 fue objeto de una consolidación y limpieza que ha permitido recuperar todos los valores plásticos de esta imagen tan célebre y venerada en Valladolid.    


UNA AUTORÍA IGNORADA DURANTE SIGLOS 

Si atribulado ha sido su deambular por distintos templos, no menos lo ha sido su estudio como obra artística, que conoció a lo largo del tiempo su atribución a diferentes escultores de la escuela castellana al ignorarse su verdadero artífice. Si en principio Agapito y Revilla apuntaba como posible autor a alguno de los oficiales de la escuela de Gregorio Fernández —no iba muy desencaminado— después Martín González llegó a estimarla primero como obra de Francisco Díez de Tudanca y tiempo después de Francisco Alonso de los Ríos, seguidor de Fernández.  


El enigma no fue definitivamente resuelto hasta 1983, cuando Mª Antonia Fernández del Hoyo1 desveló el contenido de un documento conservado en el Archivo Histórico Provincial de Valladolid que identifica al escultor vallisoletano Bernardo del Rincón como autor de la imagen en 1656. A partir de entonces distintos estudios han contribuido a clarificar no sólo la historia de la talla, sino también parte del itinerario vital del escultor que fuera su autor, cuya trayectoria todavía está por completar.


Bernardo del Rincón pertenece a una saga de imagineros vallisoletanos que estuvieron activos en la ciudad a lo largo del siglo XVII. Nació en Valladolid a finales de mayo de 1621 y era hijo del también imaginero Manuel del Rincón y nieto del gran maestro escultor Francisco del Rincón, amigo personal de Gregorio Fernández. A Manuel del Rincón el genio gallego le acogió y tuteló cuando se produjo la muerte de su padre Francisco en 1608 y tenía 15 años, formándole como oficial en su propio taller y ejerciendo como padrino de boda en su enlace celebrado en 1615. La vinculación familiar de los Rincón con Gregorio Fernández se evidencia de nuevo cuando Bernardo del Rincón tiene a Gregorio Fernández y su esposa María Pérez como padrinos de su bautizo, celebrado el 1 de junio de 1621, hecho que informa de los lazos afectivos entre ambas familias.

Bernardo del Rincón habría realizado su formación en el taller paterno, siendo posible que tras la muerte de su padre completara su aprendizaje junto a Francisco Alonso de los Ríos2, con el que llegaría a colaborar en ocasiones. Sabemos que en 1639, cuando tenía 18 años, contrató una Virgen de Guadalupe, que el 2 de agosto de 1643 contrajo matrimonio en Valladolid con María Sánchez de Quiñones, con la que tendría tres hijos, Bernardo Antonio, nacido en 1644, y las gemelas Juana María y María Antonia, nacidas en 1646, el mismo año en que la hermandad de tejedores de lienzos le encargó una Virgen de la Natividad.

También conocemos que tenía un hermano menor llamado Felipe, igualmente escultor, para el que en 1647 ejerce como fiador en un contrato que firma para trabajar en el taller de Francisco Díez de Tudanca. En 1648 contrata el retablo del convento de Agustinas Recoletas (posterior iglesia de San Ildefonso), aunque después delega la escultura en Francisco Alonso de los Ríos, que lo realiza en 1651. En 1655 realiza para el pintor Diego Valentín Díaz el rostro y las manos de una imagen vestidera de la Virgen y en 1656 el Cristo del Perdón para la Cofradía de la Sagrada Pasión, obra que debió aumentar su prestigio y cotización, pues en 1657 aparece como miembro de la Cofradía de San Lucas, a la que pertenecían los más destacados pintores y escultores de Valladolid. Sin embargo, en sus últimos años casi llegaría a vivir en la indigencia, produciéndose su muerte prematura, a los 38 años, en la casa que tenía alquilada en la calle de la Pasión, en condiciones muy precarias, el 3 de enero de 1660, ocupándose la Cofradía de la Pasión del entierro en su iglesia penitencial.         

LA EXPRESIVA IMAGEN DEL CRISTO DEL PERDÓN

Se considera al escultor portugués Manuel Pereira (1588-1683) como el pionero en realizar en España la iconografía del Cristo del Perdón con la imagen que realizara hacia 1648 para el convento dominico del Rosario de Madrid (destruido en 1936) y repetida para el oratorio de Comillas (Cantabria), seguramente inspirado en un grabado de Alberto Durero que presentaba a Cristo como Varón de Dolores. Aquella tipología sería repetida en el siglo XVII, con pequeñas variantes, por el escultor vallisoletano Francisco Díez de Tudanca, que realizó dos versiones, una hacia 1660 para el Colegio de Trinitarios Descalzos de Valladolid (talla actualmente recogida en el Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid) y otra en 1664 para un convento de Pamplona en la que repetía el modelo vallisoletano. Igualmente, en 1679 el escultor sevillano Pedro Roldán (1624-1699) seguía la tipología en el expresivo Cristo del Perdón de la iglesia de Santa María Coronada de Medina Sidonia (Cádiz).

Finalmente el modelo sería retomado en el siglo XVIII por el vallisoletano Luis Salvador Carmona, autor de tres magníficas versiones, una de 1751 para la iglesia de Nuestra Señora del Rosario de La Granja (Segovia), fiel al modelo de Pereira, otra de 1753 para el desaparecido Hospital del convento de Santa Ana de Atienza (Guadalajara), hoy custodiada en el museo de la iglesia de la Trinidad de aquella población castellano-manchega, y una tercera de 1755 para el convento de Madres Capuchinas de Nava del Rey (Valladolid), su villa natal, donde actualmente se conserva.

Esta iconografía de carácter alegórico muestra a Cristo como Redentor, pues aunque muestra todas las llagas de la Pasión aparece como vencedor sobre la muerte y el pecado e intercediendo ante Dios por la humanidad, representada por un globo terráqueo sobre el que apoya la clámide y sus rodillas, en el que aparecen pintados Adán y Eva en referencia al pecado original.

Ajustado a esta tipología y anticipándose a las obras mencionadas, es posible que incluso al modelo de Pereira que se considera pionero, Bernardo del Rincón elaboró el Cristo del Perdón en 1656 dejando a un lado su exclusivo significado místico para ajustar su iconografía al momento pasional solicitado por la Cofradía de la Pasión3, concretamente al instante en que Cristo acaba de ser despojado como paso previo a su inminente crucifixión y se hinca de rodillas sobre un peñasco, con los brazos abiertos y levantados a la altura de la cintura, curiosamente con la palma de una mano orientada hacia el cielo y la otra hacia la tierra, adquiriendo el mismo simbolismo místico que las danzas sufíes de los derviches turcos, pequeña sutileza que no presentan los otros modelos conocidos y que confiere a Cristo el papel de intermediario entre el plano celestial y el terrenal, por un lado recibiendo simbólicamente la energía y las bendiciones de lo alto y por otro derramándolas sobre la tierra. 

Cristo del Perdón. Francisco Díez de Tudanca, 1660
Museo Diocesano y Catedralicio, Valladolid
Desde un primer momento fue concebida como una figura aislada por la que el escultor recibió cien ducados de vellón, mostrando la capacidad de Bernardo del Rincón para transmutar la madera en un ser viviente a través de un magnífico desnudo anatómico sólo velado por un paño de pureza que se anuda en la parte derecha de la cintura y cuya gesticulación es suficientemente elocuente en su intención de conmover. Cristo, postrado sobre un abrupto peñasco, coloca su rodilla izquierda adelantada produciendo la inclinación de la cadera, según los principios clásicos del contraposto, compensando el equilibrio de la composición con la cabeza ligeramente inclinada hacia la derecha, un brazo extendido a un lado y el otro flexionado y dirigido al frente en actitud de súplica.

Siguiendo las pautas de Gregorio Fernández, la tensión emocional se concentra tanto en el sugestivo lenguaje de las manos como en la expresión de la cabeza, orientada hacia lo alto y con gesto de aceptar su sacrificio, con la boca entreabierta susurrando una súplica de perdón para sus verdugos y por extensión para todo el género humano. Presenta una larga melena de largos y filamentosos mechones ondulados, una barba recortada de dos puntas tallada con minuciosidad, ojos postizos de cristal con forma de media luna y la mirada elevada, nariz afilada y boca que deja visible la dentadura aplicada en hueso. También postiza es la corona de espinas superpuesta, unas veces de espinos naturales y otras como pieza de orfebrería realizada en plata de efecto menos naturalista. Se completa con una policromía cuya carnación de tonos muy pálidos aparece salpicada por hematomas y regueros de sangre que resumen todo el proceso pasional, especialmente en la espalda, toda ella convertida en una impactante llaga por el efecto de los azotes. 

Cristo del Perdón. Pedro Roldán, 1679
Iglesia de Santa María Coronada, Medina Sidonia (Cádiz)
La imagen, que desfiló por primera vez por las calles vallisoletanas en la procesión del jueves santo de 1657, tuvo que ajustarse a un modelo previo presentado por el escultor a la Cofradía de la que era cofrade, siendo el pintor Diego Valentín Díaz quien, ejerciendo la tutela artística sobre el escultor, determinaría los detalles de la escultura —recuérdese su espalda lacerada por la flagelación— y las medidas definitivas de la talla, así como su necesario realismo desde todos los puntos de vista por tratarse de una figura procesional.

El Cristo del Perdón, que aparece citado en algunos documentos de 1661 como Cristo de la Humildad, coloca la personalidad artística de Bernardo del Rincón, cuya obra conocida es tan escasa, en lugar destacado entre los seguidores de los modos técnicos y el estilo naturalista de Gregorio Fernández, aportando a la iconografía pasional vallisoletana una original imagen de Cristo que suscitó admiración y veneración desde el mismo momento de su presentación en público, convirtiéndose enseguida en el símbolo por antonomasia del concepto de perdón, como lo atestigua el historiador Canesi Acevedo en su obra Historia secular y eclesiástica de la muy noble ciudad de Valladolid, donde cita la colocación de esta imagen en el Campo Grande cuando allí algunos reos eran ajusticiados en la hoguera, ya que una de las misiones de la Cofradía de la Sagrada Pasión era la asistencia y el enterramiento de los condenados a muerte en una capilla que para ello tenía reservada dentro del convento de San Francisco.


Cristo del Perdón. Luis Salvador Carmona, 1755
Convento Madres Capuchinas, Nava del Rey (Valladolid)
En nuestros días el Cristo del Perdón de Bernardo del Rincón, testigo de tantos acontecimientos pasados, sigue siendo uno de los iconos más emblemáticos de la Semana Santa vallisoletana, una imagen de enorme reconocimiento popular que es custodiada y agasajada a lo largo del año en un retablo colocado en el crucero de la iglesia de San Quirce y Santa Julita, en un distrito eminentemente palaciego que conoció los momentos de mayor esplendor de la ciudad.         
    

Informe: J. M. Travieso.


NOTAS

1 FERNÁNDEZ DEL HOYO, Mª Antonia. El Cristo del Perdón, obra de Bernardo Rincón. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología Tomo 49, Universidad de Valladolid, 1983, pp. 476-481.

2 URREA FERNÁNDEZ, Jesús. Escultores coetáneos y discípulos de Gregorio Fernández en Valladolid. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología Tomo 50, Universidad de Valladolid, 1984, p. 364.

3 Archivo Histórico Provincial de Valladolid, Legajo 1848, folio 68.


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