CRISTO DEL
PERDÓN
Bernardo de Rincón (Valladolid 1621-1660)
1656
Madera
policromada
Iglesia de
San Quirce y Santa Julita, Valladolid
Escultura
barroca española. Escuela castellana
EL PERIPLO ITINERANTE DE LA IMAGEN
Esta sugestiva escultura barroca, imagen titular de
la Cofradía de la Sagrada Pasión de Cristo, ocupa desde 1993 uno de los altares
de la iglesia de San Quirce y Santa Julita, actual sede canónica, después de
conocer una vida itinerante vinculada al azaroso deambular de la cofradía después
del cierre por ruina en 1926 de la emblemática iglesia penitencial de la Pasión
y la posterior disgregación de sus bienes patrimoniales. De modo que, desde su
primitivo asentamiento a escasos metros de la Plaza Mayor, la imagen pasó a
recibir culto en la iglesia de San Felipe Neri, después en la antigua iglesia
del Colegio de San Ambrosio (desde 1941 Santuario Nacional de la Gran Promesa)
y finalmente en la iglesia de la Magdalena, donde la cofradía tuvo su sede
durante muchos años hasta que en 1992 fueran aprobados sus nuevos estatutos por
el arzobispo José Delicado Baeza y establecida su sede canónica en el Real
Monasterio de San Quirce y Santa Julita, convento de religiosas cistercienses
que ya venía custodiando parte del patrimonio procedente de la desaparecida
iglesia de la Pasión.
Poco después la Cofradía de la Pasión iniciaba un
proceso de recuperación y restauración de su patrimonio procesional que también
afectó al Cristo del Perdón, que en 2012 fue objeto de una consolidación y
limpieza que ha permitido recuperar todos los valores plásticos de esta imagen
tan célebre y venerada en Valladolid.
UNA AUTORÍA IGNORADA DURANTE SIGLOS
Si atribulado ha sido su deambular por distintos
templos, no menos lo ha sido su estudio como obra artística, que conoció a lo
largo del tiempo su atribución a diferentes escultores de la escuela castellana al ignorarse su verdadero artífice.
Si en principio Agapito y Revilla apuntaba como posible autor a alguno de los
oficiales de la escuela de Gregorio Fernández —no iba muy desencaminado— después Martín González llegó
a estimarla primero como obra de Francisco Díez de Tudanca y tiempo después de
Francisco Alonso de los Ríos, seguidor de Fernández.
El enigma no fue definitivamente resuelto hasta 1983,
cuando Mª Antonia Fernández del Hoyo1
desveló el contenido de un documento conservado en el Archivo Histórico
Provincial de Valladolid que identifica al escultor vallisoletano
Bernardo del Rincón como autor de la imagen en 1656. A partir de entonces
distintos estudios han contribuido a clarificar no sólo la historia de la talla,
sino también parte del itinerario vital del escultor que fuera su autor,
cuya trayectoria todavía está por completar.
Bernardo del Rincón pertenece a una saga de
imagineros vallisoletanos que estuvieron activos en la ciudad a lo largo del
siglo XVII. Nació en Valladolid a finales de mayo de 1621 y era hijo del también imaginero Manuel del Rincón y nieto del gran
maestro escultor Francisco del Rincón, amigo personal de Gregorio Fernández. A Manuel del Rincón el genio gallego le acogió y
tuteló cuando se produjo la muerte de su padre Francisco en 1608 y tenía 15 años, formándole
como oficial en su propio taller y ejerciendo como padrino de boda en su enlace
celebrado en 1615. La vinculación familiar de los Rincón con Gregorio Fernández
se evidencia de nuevo cuando Bernardo del Rincón tiene a Gregorio Fernández y
su esposa María Pérez como padrinos de su bautizo, celebrado el 1 de junio de
1621, hecho que informa de los lazos afectivos entre ambas familias.
Bernardo del Rincón habría realizado su formación en
el taller paterno, siendo posible que tras la muerte de su padre completara su
aprendizaje junto a Francisco Alonso de los Ríos2,
con el que llegaría a colaborar en ocasiones. Sabemos que en 1639, cuando tenía
18 años, contrató una Virgen de Guadalupe,
que el 2 de agosto de 1643 contrajo matrimonio en Valladolid con María Sánchez
de Quiñones, con la que tendría tres hijos, Bernardo Antonio, nacido en 1644, y
las gemelas Juana María y María Antonia, nacidas en 1646, el mismo año en que la
hermandad de tejedores de lienzos le encargó una Virgen de la Natividad.
También conocemos que tenía un hermano menor llamado
Felipe, igualmente escultor, para el que en 1647 ejerce como fiador en un
contrato que firma para trabajar en el taller de Francisco Díez de Tudanca. En 1648 contrata
el retablo del convento de Agustinas Recoletas (posterior iglesia de San
Ildefonso), aunque después delega la escultura en Francisco Alonso de los Ríos,
que lo realiza en 1651. En 1655 realiza para el pintor Diego Valentín Díaz el
rostro y las manos de una imagen vestidera de la Virgen y en 1656 el Cristo del Perdón para la Cofradía de la
Sagrada Pasión, obra que debió aumentar su prestigio y cotización, pues en 1657
aparece como miembro de la Cofradía de San Lucas, a la que pertenecían los más
destacados pintores y escultores de Valladolid. Sin embargo, en sus últimos
años casi llegaría a vivir en la indigencia, produciéndose su muerte prematura, a los 38 años, en la casa
que tenía alquilada en la calle de la Pasión, en condiciones muy precarias, el
3 de enero de 1660, ocupándose la Cofradía de la Pasión del entierro en su
iglesia penitencial.
LA EXPRESIVA IMAGEN DEL CRISTO DEL PERDÓN
Se considera al escultor portugués Manuel Pereira (1588-1683)
como el pionero en realizar en España la iconografía del Cristo del Perdón con la imagen que realizara hacia 1648 para el convento
dominico del Rosario de Madrid (destruido en 1936) y repetida para el oratorio
de Comillas (Cantabria), seguramente inspirado en un grabado de Alberto Durero
que presentaba a Cristo como Varón de
Dolores. Aquella tipología sería repetida en el siglo XVII, con pequeñas
variantes, por el escultor vallisoletano Francisco Díez de Tudanca, que realizó
dos versiones, una hacia 1660 para el Colegio de Trinitarios Descalzos de Valladolid
(talla actualmente recogida en el Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid)
y otra en 1664 para un convento de Pamplona en la que repetía el modelo
vallisoletano. Igualmente, en 1679 el escultor sevillano Pedro Roldán
(1624-1699) seguía la tipología en el expresivo Cristo del Perdón de la iglesia de Santa María Coronada de Medina
Sidonia (Cádiz).
Finalmente el modelo sería retomado en el siglo
XVIII por el vallisoletano Luis Salvador Carmona, autor de tres magníficas
versiones, una de 1751 para la iglesia de Nuestra Señora del Rosario de La
Granja (Segovia), fiel al modelo de Pereira, otra de 1753 para el desaparecido Hospital del convento de
Santa Ana de Atienza (Guadalajara), hoy custodiada en el museo de la iglesia de
la Trinidad de aquella población castellano-manchega, y una tercera de 1755 para el convento de
Madres Capuchinas de Nava del Rey (Valladolid), su villa natal, donde actualmente se conserva.
Esta iconografía de carácter alegórico muestra a
Cristo como Redentor, pues aunque muestra todas las llagas de la Pasión aparece
como vencedor sobre la muerte y el pecado e intercediendo ante Dios por la
humanidad, representada por un globo terráqueo sobre el que apoya la clámide y sus
rodillas, en el que aparecen pintados Adán y Eva en referencia al pecado
original.
Ajustado a esta tipología y anticipándose a las obras mencionadas, es posible que incluso al modelo de Pereira que se considera pionero, Bernardo del Rincón elaboró el Cristo del
Perdón en 1656 dejando a un lado su exclusivo significado místico para ajustar su
iconografía al momento pasional solicitado por la Cofradía de la Pasión3, concretamente al instante en que Cristo acaba
de ser despojado como paso previo a su inminente crucifixión y se hinca de
rodillas sobre un peñasco, con los brazos abiertos y levantados a la altura de
la cintura, curiosamente con la palma de una mano orientada hacia el cielo y la otra hacia la tierra, adquiriendo el mismo simbolismo místico que las danzas sufíes de los derviches turcos, pequeña sutileza que no presentan los otros modelos conocidos y que confiere a Cristo el papel de intermediario entre el plano celestial y el terrenal, por un lado recibiendo simbólicamente la energía y las bendiciones de lo alto y por otro derramándolas sobre la tierra.
Cristo del Perdón. Francisco Díez de Tudanca, 1660 Museo Diocesano y Catedralicio, Valladolid |
Desde un primer momento fue concebida como una
figura aislada por la que el escultor recibió cien ducados de vellón, mostrando
la capacidad de Bernardo del Rincón para transmutar la madera en un ser
viviente a través de un magnífico desnudo anatómico sólo velado por un paño de
pureza que se anuda en la parte derecha de la cintura y cuya gesticulación es
suficientemente elocuente en su intención de conmover. Cristo, postrado sobre
un abrupto peñasco, coloca su rodilla izquierda adelantada produciendo la
inclinación de la cadera, según los principios clásicos del contraposto, compensando el equilibrio
de la composición con la cabeza ligeramente inclinada hacia la derecha, un
brazo extendido a un lado y el otro flexionado y dirigido al frente en actitud
de súplica.
Siguiendo las pautas de Gregorio Fernández, la tensión emocional se concentra tanto en el sugestivo lenguaje de las manos como en la expresión de la cabeza, orientada hacia lo alto y con gesto de aceptar su sacrificio, con la boca entreabierta susurrando una súplica de perdón para sus verdugos y por extensión para todo el género humano. Presenta una larga melena de largos y filamentosos
mechones ondulados, una barba recortada de dos puntas tallada con minuciosidad,
ojos postizos de cristal con forma de media luna y la mirada elevada, nariz
afilada y boca que deja visible la dentadura aplicada en hueso.
También postiza es la corona de espinas superpuesta, unas veces de espinos
naturales y otras como pieza de orfebrería realizada en plata de efecto menos
naturalista. Se completa con una policromía cuya carnación de tonos muy pálidos aparece salpicada por hematomas y regueros de sangre que resumen todo el
proceso pasional, especialmente en la espalda, toda ella convertida en una
impactante llaga por el efecto de los azotes.
Cristo del Perdón. Pedro Roldán, 1679 Iglesia de Santa María Coronada, Medina Sidonia (Cádiz) |
La imagen, que desfiló por primera vez por las
calles vallisoletanas en la procesión del jueves santo de 1657, tuvo que
ajustarse a un modelo previo presentado por el escultor a la Cofradía de la que
era cofrade, siendo el pintor Diego Valentín Díaz quien, ejerciendo la tutela
artística sobre el escultor, determinaría los detalles de la escultura
—recuérdese su espalda lacerada por la flagelación— y las medidas definitivas
de la talla, así como su necesario realismo desde todos los puntos de vista por tratarse de una figura
procesional.
El Cristo del Perdón, que aparece citado en algunos documentos de 1661 como
Cristo de la Humildad, coloca la
personalidad artística de Bernardo del Rincón, cuya obra conocida es tan
escasa, en lugar destacado entre los seguidores de los modos técnicos y el estilo naturalista de
Gregorio Fernández, aportando a la iconografía pasional vallisoletana una
original imagen de Cristo que suscitó admiración y veneración desde el mismo
momento de su presentación en público, convirtiéndose enseguida en el símbolo
por antonomasia del concepto de perdón, como lo atestigua el historiador Canesi
Acevedo en su obra Historia secular y
eclesiástica de la muy noble ciudad de Valladolid, donde cita la colocación
de esta imagen en el Campo Grande cuando allí algunos reos eran ajusticiados en
la hoguera, ya que una de las misiones de la Cofradía de la Sagrada Pasión era
la asistencia y el enterramiento de los condenados a muerte en una capilla que
para ello tenía reservada dentro del convento de San Francisco.
Cristo del Perdón. Luis Salvador Carmona, 1755 Convento Madres Capuchinas, Nava del Rey (Valladolid) |
En nuestros días el Cristo del Perdón de Bernardo del Rincón, testigo de tantos acontecimientos pasados, sigue siendo uno de los iconos más
emblemáticos de la Semana Santa vallisoletana, una imagen de enorme
reconocimiento popular que es custodiada y agasajada a lo largo del año en un
retablo colocado en el crucero de la iglesia de San Quirce y Santa Julita, en
un distrito eminentemente palaciego que conoció los momentos de mayor esplendor
de la ciudad.
Informe: J. M. Travieso.
NOTAS
1 FERNÁNDEZ DEL HOYO, Mª Antonia. El
Cristo del Perdón, obra de Bernardo Rincón. Boletín del Seminario de
Estudios de Arte y Arqueología Tomo 49, Universidad de Valladolid, 1983, pp. 476-481.
2 URREA FERNÁNDEZ, Jesús. Escultores
coetáneos y discípulos de Gregorio Fernández en Valladolid. Boletín del
Seminario de Estudios de Arte y Arqueología Tomo 50, Universidad de Valladolid,
1984, p. 364.
3 Archivo Histórico Provincial de Valladolid, Legajo 1848, folio 68.
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