LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN
Tiziano
Vecellio (Pieve di Cadore, Belluno, Véneto, h. 1488 - Venecia, 1576)
1516-1518
Óleo sobre
madera
Basílica de
Santa María dei Frari, Venecia
Pintura del
Renacimiento. Escuela veneciana. Manierismo
Las epidemias de peste que repetidamente asolaron los
veranos de Venecia en el siglo XVI marcaron en buena medida el periplo vital de
Tiziano, máximo exponente de la pintura renacentista veneciana, que acabó siendo
víctima de la que arrasó la Serenísima en agosto de 1576, cuando próximo a
cumplir los 90 años se encontraba en la cumbre de su imparable carrera. Aunque
sus exequias fueron celebradas solemnemente en la basílica de San Marcos, con
la asistencia de toda la ciudad, su cuerpo recibió sepultura en el templo
franciscano de Santa María dei Frari, al que se hallaba estrechamente vinculado
y donde descansaría junto a varias obras maestras que realizara para este
recinto, entre ellas esta colosal pala
de altar de la Asunción.
Pero también la peste había condicionado tiempo
atrás un giro en el tipo de pintura que caracterizó su primera etapa, pues tras
la epidemia de 1510 comenzó a recibir encargos de temática religiosa en un
momento en que todos los personajes venecianos influyentes procuraban tener un
retrato suyo o alguna de sus pinturas. Tal era el prestigio alcanzado, que en
1513 la ciudad le concedió una pensión anual de 125 ducados y 25 más por cada
retrato del dux, siendo reconocido en 1516 por la República de Venecia con el
nombramiento de "pintor de la ciudad". Ese año también sería
reclamado desde la corte de Ferrara por el Duque d'Este, que se convirtió en un
importante mecenas del pintor, comenzando a recibir encargos para retablos que
le iban a mantener ocupado durante una década.
El primero de los encargos venecianos fue el
solicitado por la comunidad franciscana para el altar mayor de Santa María dei
Frari, templo gótico de grandes dimensiones y enclavado en el centro de la
ciudad, para el que realizó una monumental pintura —6,90 x 3,60 m.— con el tema
de la Asunción de la Virgen, una obra
impactante y revolucionaria en todos los sentidos, en la que Tiziano estuvo
ocupado cerca de dos años.
La primera innovación de esta pintura era de tipo
técnico, pues fue la primera obra pública en la que Tiziano utilizó el óleo
aplicado sobre tabla, cuyo brillante colorido causó en principio un fuerte
rechazo, aunque al poco tiempo todos los pintores trataron de imitarla y
enseguida llovieron nuevos encargos llegados desde Ancona, Treviso, Brescia y
la propia Venecia.
La segunda originalidad podría considerarse de
carácter ambiental, pues el emplazamiento al que estaba destinada la pintura
ofrecía problemas aparentemente insalvables, pues debía ser colocada
presidiendo el ábside de la iglesia, recorrido desde el suelo a las bóvedas por
seis calles de grandes ventanales con vidrieras que forzosamente producirían un
difícil y fuerte contraluz que impediría la correcta contemplación de la escena.
Tiziano, con el deseo de agradar a sus clientes y de aumentar su prestigio,
calculó este problema de ubicación hasta en los más mínimos detalles,
encontrando la solución en una puesta en escena donde la intensidad del
colorido y el brillo de la luz dorada se convierten en sorpresivos
protagonistas, contrarrestando los efectos de la luz entrante por los
ventanales con la maravillosa luminosidad que emana de la propia pintura,
convertida en un telón que se antepone a la luz natural, un recurso artificioso
que todavía sigue asombrando a cuantos la contemplan en el lugar para el que
fue concebida y que realza su carácter de visión sobrenatural.
A estos valores técnicos se une la inagotable
inspiración de Tiziano para crear una escena con una composición tan original
que se convertiría en un verdadero modelo seguido desde entonces por otros
grandes maestros. Nos referimos a su división en tres espacios, uno superior,
ocupado por la mayestática figura de Dios Padre esperando recibir a María en su
seno; otro central, con la Virgen ascendida entre nubes por una inmensa corte
de querubines que configura una visión sobrenatural; y uno inferior, de
carácter terrenal, donde los sorprendidos y gesticulantes apóstoles contemplan
la visión con los pies en la tierra y en diferentes ademanes.
Con gran habilidad el pintor plantea la escena desde
una doble perspectiva. Una vista de arriba a abajo en los apóstoles y otra de
abajo a arriba en la Virgen y Dios Padre (sotto
in sù), lo que infunde un carácter ascensional al conjunto conseguido a
través de formas y colores emplazados con la sutileza propia de un gran
maestro. En efecto, el sentido ascensional queda reforzado con la aplicación
del color rojo en las túnicas de dos apóstoles, de la Virgen y el manto de Dios
Padre, que definen, a través de la coloración que comparten las tres zonas, una
pirámide ascendente cuyo vértice es la cabeza de Dios. A su vez la cabeza de la
Virgen, que comparte el plano terrenal y el celestial, concentra la mayor
luminosidad del cuadro, estableciendo en torno suyo un halo circular que configura
un espacio sobrenatural con su propia profundidad. Otra pirámide insinuada por un
color ensombrecido se aprecia en la parte central inferior, entre los apóstoles
con indumentarias rojas, en un espacio ocupado por un San Pedro sedente y otro
apóstol que por detrás señala con su dedo al cielo, cuyos oscuros ropajes remarcan
el plano estrictamente terrenal en el que ocurre el hecho milagroso.
Esta novedad compositiva que establece un plano
terrenal y otro celestial desconcertó a los mismos franciscanos. Sin embargo, manteniendo
la unidad compositiva estableció una división simbólica del espacio tierra-cielo
que fue seguida por otros muchos pintores que conocieron esta obra en Venecia,
siendo quizá el caso más significativo el del Entierro del Conde de Orgaz de El Greco, pintor que permaneció en
Venecia antes de su llegada a España y que repitió el mismo esquema compositivo
en su célebre pintura toledana.
En la Asunción
de Tiziano, cuyas fuentes de inspiración podrían encontrarse en los juegos de
perspectiva de Andrea Mantegna en Mantua y en el empleo de la radiante luz de Giovanni
Bellini en sus pinturas venecianas, así como en las experiencias cromáticas de
Giorgione, el maestro perfecciona el tipo de pintura precedente al abandonar el
clasicismo realista para situar el tema en un ambiente sobrenatural a través de
un sutil artificio logrado con la luz y el color, lo que puede considerarse
como un recurso manierista genuinamente veneciano, con tonalidades doradas que rememoran
el brillo de las teselas doradas de los mosaicos bizantinos tan abundantes en
Venecia.
La escena adquiere verosimilitud y un sentido
unitario al iluminar de igual manera la zona terrenal que la celestial, sin
variaciones entre ambas, compartiendo asimismo la gesticulación de algunas
figuras para poner en contacto los diferentes planos, como los brazos levantados
del apóstol que aparece de espaldas, del querubín que aparece a su lado y de la
propia Virgen, elementos que remarcan el sentido ascensional. A ello se suman
una serie de contrapuntos, como las miradas hacia arriba de los apóstoles y la
Virgen mientras que Dios Padre mira hacia abajo, o la volumetría realista de
los querubines que juguetean en primer plano entre nubes algodonosas y el aspecto
fantasmagórico de los que aparecen deslumbrados en un segundo plano,
estableciendo una perspectiva cuya profundidad conduce a la Luz Suprema.
En la escena representada aparecen los once
apóstoles, todos menos Judas, agolpados en diferentes posturas y expresando a
través del elocuente lenguaje de las manos su admiración por lo que están
contemplando: la Asunción corporal de la Virgen a los Cielos después de su
tránsito. Visten túnicas y mantos de diferentes colores y se agolpan sobre una
pradera mientras sus cabezas se recortan sobre un cielo de tonos azulados. Algo
más arriba se forma una corona de nubes (algo que hoy llamaríamos efectos
especiales) entre la que se colocan decenas de ángeles y querubines. En el
centro, y con los pies apoyados en las nubes, aparece la Virgen con los brazos
levantados y la mirada dirigida a lo alto. Viste la tradicional túnica roja,
que alude a su papel de coprotagonista de la Pasión, un manto azul, símbolo de
su revestimiento de divinidad y un fino velo blanco que recuerda su pureza. En
la parte superior corona el espacio la figura de Dios Padre, caracterizado como
un venerable anciano de largas y blancas barbas que con los brazos extendidos
se dispone a acoger a María acompañado a los lados por un ángel y un querubín que
portan coronas de gloria.
Todos estos sutiles detalles se perciben con
facilidad debido al enorme tamaño de las figuras plasmadas por Tiziano, todas
dotadas de un movimiento gesticulante que otorga mayor veracidad a la escena,
haciendo que el espectador pueda compartir con los asombrados apóstoles la
ascensión corporal de la Virgen y su penetración en el brillante mundo celeste
entre el júbilo de los ángeles. Con tan rompedora escena religiosa Tiziano reafirmó
en 1518 su supremacía en el panorama pictórico veneciano, después de que una
muchedumbre veneciana se agolpara para contemplar una obra tan vanguardista
para su tiempo en la que se ensalza el papel de la Virgen como intercesora de
la Humanidad, anticipándose en la exaltación del dogma católico de la Asunción
de la Virgen, que sería ratificado oficialmente por el papa Pío XII en 1950.
Informe: J. M. Travieso.
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Muy buen análisis.Es posible fotografiar dentro del templo?
ResponderEliminarExcelente resumen! Gracias.
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