13 de junio de 2014

Theatrum: LOS CUATRO EVANGELISTAS, la inspiración como ejercicio intelectual


LOS CUATRO EVANGELISTAS
Felipe Bigarny (Langres, Francia, ca. 1475 - Toledo 1543)
Hacia 1503
Madera policromada
Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Posible procedencia de la capilla de la Universidad de Salamanca
Escultura renacentista española. Escuela burgalesa



Corría el año 1498 cuando un joven escultor borgoñón de apenas 23 años, que poco antes había recorrido la Italia renacentista ejercitando su formación, decidió hacer el Camino de Santiago. A su paso por Burgos, quedó sorprendido por la frenética actividad en torno a la fábrica de la catedral, en cuya cabecera los Condestables de Castilla estaban levantando una impresionante capilla destinada a albergar los sepulcros familiares. Felipe Bigarny, el Borgoñón, que llegaba plenamente formado, no tuvo dificultades para incorporarse a los trabajos de ornamentación de la catedral, donde le fue encargado un gran altorrelieve en piedra, con el tema del Camino del Calvario, destinado a la cubrición del trasaltar en la capilla mayor, según el proyecto arquitectónico trazado por Simón de Colonia. Tal fue el éxito conseguido con esta obra, en la que tímidamente incorporaba el lenguaje renacentista italiano, cuando las directrices escultóricas estaban dominadas por los maestros hispanoflamencos, con el taller burgalés de Gil de Siloé a la cabeza, que el cabildo catedralicio le encargó los restantes relieves del proyecto con los temas de la Crucifixión y el Descendimiento.

Felipe Bigarny. San Juan Evangelista, hacia 1503
De este modo el joven francés quedaba atado a la ciudad de Burgos de por vida, pues al poco tiempo allí montó su propio taller, contrajo matrimonio con María Sáez Pardo, con la que tuvo cinco hijos, y, siguiendo una práctica habitual, comenzó a trabajar asociado a otros renombrados escultores, como Andrés de Nájera, Alonso Berruguete y Diego de Siloé, para poder atender la ingente demanda de sillerías, sepulcros y retablos, obras en las que Felipe Bigarny trabajó tanto en madera como en piedra hasta convertirse en una pieza clave en la introducción del arte renacentista en España y en una de las principales cabezas de la flamante escuela burgalesa.

En la evolución de su obra se aprecian tres etapas. En la primera, que abarca desde su llegada a Burgos en 1498 hasta su participación en la sillería de la catedral burgalesa en 1510, mantiene el estilo nórdico francés y la corrección del último gótico, incorporando elementos renacentistas muy moderados, aunque cargados de ritmo. En una segunda etapa, fechable entre 1510 y 1519, adapta su estilo al gusto dominante castellano, ajustándose a las formas goticistas que demandaban sus clientes. En la tercera etapa, de 1519 a 1542, determinada por su colaboración con Diego de Siloé y Alonso Berruguete, ambos regresados de Italia, ya se decanta decididamente por las formas renacentistas, siempre manteniendo un estilo sereno y clasicista, muy alejado de las expresiones manieristas, que alcanza su culmen en obras localizadas en la citada Capilla del Condestable de la catedral de Burgos y en la catedral de Toledo, ciudad en que falleció.


A la primera etapa de Felipe Bigarny, ya que se puede datar en torno al año 1503, pertenece este grupo de los Cuatro Evangelistas que desde el año 2010 forma parte de los fondos del Museo Nacional de Escultura, después de su adquisición por el Estado en ese mismo año. En esta obra afloran los rasgos que definen dicho período, como la pervivencia gótica en la configuración espacial, incluyendo una ventana geminada, el modo de trabajar los cabellos y el predominio de las superficies doradas, junto a otros de origen borgoñón, como la caracterización de los personajes, el trabajo de las anatomías, de canon algo corto, y la forma de los plegados de las indumentarias, incorporándose a todo ello pequeños detalles italianizantes, como el uso de veneras en los respaldos de las cátedras o las garras en las patas de los pupitres, así como el perfilado personalizado de cada uno de los Evangelistas y su presentación con afanes naturalistas en el momento de su inspiración al escribir los textos sagrados.

Por tanto esta obra, por otro lado tan atractiva como muestra del tipo de escultura imperante en Castilla en el arranque del siglo XVI, hay que localizarla en la obra poco evolucionada del escultor, centrada en el momento en que comienza a consolidar su propia personalidad, del mismo modo que lo había hecho Gil de Siloé en Burgos y lo hacía en tierras palentinas el renano Alejo de Vahía, pudiendo relacionarse estas cuatro figuras de retablo con el mismo estilo que muestra en los grupos del Llanto sobre Cristo muerto que se conservan en el Museo Diocesano y el Museo Catedralicio de Palencia, en cuyo retablo mayor de la catedral también intervino, así como en la serie de santos del Museo Universitario de Salamanca, que en su día formaron parte del primitivo retablo de la capilla de la Universidad, todas ellas obras realizadas entre 1505 y 1510.





Felipe Bigarny. San Marcos, hacia 1503
LOS CUATRO EVANGELISTAS

Aunque se desconoce la verdadera procedencia del conjunto, por no estar documentada, Manuel Arias Martínez1 lo relaciona con el desmantelado retablo de la Universidad de Salamanca que «Felipe de Borgonia, ymaginario, vecino de Burgos» contrataba en 1503, según el cual se haría cargo de quince esculturas de bulto, cobrando 4.500 maravedís por cada una y figurando entre ellas las de Santa Catalina, Santa Bárbara, la Asunción, un Calvario, San Juan Bautista y los cuatro Doctores de la Iglesia dentro de hornacinas, que posiblemente irían acompañados por el cuarteto de los Evangelistas situados en los encasillamientos del banco, lo que explica la abundancia de detalles narrativos, aptos para ser contemplados a corta distancia. Estas esculturas, que fueron acabadas en febrero de 1505, finalmente fueron policromadas por Juan de Yprés.

Las imágenes de los Cuatro Evangelistas presentan una disposición emparejada que debía articularse en los encasamientos del retablo situados flanqueando el eje de simetría marcado por el altar, de modo que a cada lado aparecía un escritor barbado y otro barbilampiño. Avalando la hipótesis de que formaran parte del retablo universitario salmantino aparecen una serie de elementos que no pasan desapercibidos, como son los libros distribuidos por los escritorios de los Evangelistas, cuya presencia y significación en la ambientación trasciende a su función meramente decorativa o anecdótica, pues hay que tener en cuenta que todo elemento era estudiado con precisión y el libro es un elemento idóneo para realzar la idea de un intelectual en su estudio.

Los Cuatro Evangelistas presentan una iconografía basada en la tradición, esto es, cada figura como autora del texto revelado por inspiración divina y acompañada por los símbolos apocalípticos o atributos sagrados que les identifican, de modo que su colocación en la base del retablo simbolizaría que sus escritos constituyen la doctrina sobre la que se sustenta la fe de la Iglesia, una codificación muy bien entendida por los eclesiásticos.

Todos ellos aparecen ubicados en un pequeño escritorio y ocupados en redactar los textos sagrados, presentando un repertorio iconográfico que pudo tener su inspiración en una ilustración del tipo de scriptorium realizado por el francés Jean Le Tavernier para la obra "Milagros de Nuestra Señora" de Jean Mielot, conservada en la Biblioteca Nacional de Francia (ver ilustración). En aquella escena, realizada por tan excelente iluminador alrededor de 1456 en la corte de Felipe III de Borgoña o Felipe el Bueno, se repiten los libros desperdigados por la estancia, el atril de gran tamaño, el mismo tipo de arquerías en las patas del mobiliario, las estanterías y tinteros sobre la pared, etc., recreando el mismo universo que transmite en sus tallas Felipe Bigarny, llegado precisamente de aquellas tierras francesas.

San Juan Evangelista
El santo está representado como el más joven de los cuatro, sentado en su estudio en escorzo ante un pupitre y en un momento en que, con su mano derecha relajada sujetando el cálamo y la izquierda apoyada sobre el libro en el que escribe, eleva su mirada a lo alto reclamando la inspiración divina, como los mensajes proféticos que recibiera en la isla de Patmos. El escritor, de gesto un tanto lánguido, se ubica dentro de un pequeño estudio que por la acumulación de elementos descriptivos resulta un tanto agobiante. Viste una túnica y un manto dorados con decoración orlada en los ribetes, a base de esgrafiados, y se sienta sobre una lujosa cátedra con las patas decoradas con formas vegetales rameadas. Como elementos de atrezo, en la recreación del estudio, en el centro se coloca un atril de forma caprichosa y sobre el muro del fondo, junto a la insinuación de una ventana, una pequeña estantería esquinera sobre la que reposan varios libros cerrados y apilados, junto a otro abierto bajo el que pende un recipiente que podría tratarse de un tintero o de una aceitera para las candelas. En su afán descriptivo, incluye otro libro bajo las patas del sillón, semioculto bajo un cabo del manto.
Bien visible en primer plano se coloca el águila que tradicionalmente le acompaña e identifica desde las representaciones medievales del Tetramorfos, cuyo simbolismo tiene su origen precisamente en el Evangelio de San Juan, el único no sinóptico y el más conceptual y teológico de los cuatro, motivo por el que se le identifica con un animal volador que simboliza la sabiduría, capaz de elevarse sobre los demás. El símbolo toma en la escena parte activa, apareciendo como un animal de compañía con las alas desplegadas, sujetando en su enorme pico un tintero que ofrece al escritor y con sus garras reposando sobre el Libro del Apocalipsis.

San Marcos Evangelista
Siguiendo un esquema parecido al anterior, con la misma orientación y el mismo tipo de indumentaria, aparece la figura de San Marcos, representado como un hombre maduro y barbado. Está sentado sobre una cátedra cuyo respaldo aparece rematado por una gran venera, un motivo tomado del Renacimiento italiano que muestra la asimilación de un nuevo repertorio estético de origen clásico contrapuesto al gótico, como también lo son los motivos vegetales y las garras de león que adornan las patas. Su gesticulación busca el naturalismo, pues está representado en el momento en que con su mano derecha moja el cálamo de escribiente en el tintero mientras con las izquierda sujeta una páginas ahuecadas del libro. De nuevo se repite el tipo de atril y la colocación de estantes sobre los muros del fondo, con libros apilados, cerrados y abiertos, junto a un pequeño recipiente.
Felipe Bigarny. San Lucas, hacia 1503
En lugar preferente se coloca el león de San Marcos, atributo que hace referencia a la justicia. El animal toma parte activa de la escena, sentado frente al evangelista, sujetando en sus fauces el tintero y con sus garras apoyadas sobre un libro de las Sagradas Escrituras colocado en el suelo.

San Lucas Evangelista
La composición toma una orientación contrapuesta a los dos anteriores y procurando una correspondencia simétrica. El esquema compositivo es idéntico, con la figura del evangelista en escorzo y ocupando buena parte del espacio del minúsculo estudio, aunque aderezado con nuevos elementos, como un tocado sobre su cabeza, una filactería apoyada en el atril, sobre la que escribe y en la que se aprecia una inscripción con su nombre, la túnica con el cuello abotonado y sujetando él mismo el tintero en su mano izquierda. Está caracterizado como un hombre maduro de rostro afeitado, de rasgos minuciosamente trabajados, y reposa sobre una cátedra que repite una venera en el respaldo y patas en forma de garras de león que se repiten en el atril, elementos italianizantes contrapuestos a la pequeña ventana geminada, de aire gótico. En la estantería aparece un libro abierto y dos cerrados junto a una palmatoria con una vela que adquiere el simbolismo de la luz de su Evangelio.
En el ángulo inferior izquierdo se coloca la figura frontal de un toro recostado que le identifica como atributo y que simboliza el poder.      
         
San Mateo Evangelista
Siguiendo la misma orientación de la anterior, completa el cuarteto la figura de San Mateo, también sentado en escorzo, con túnica y manto abrochado, cubierto por un bonete y rostro barbado. Es interesante ver como la fantasía del escultor fusiona en las patas garras y rameados de inspiración clásica con un arco trilobulado netamente gótico. La faceta intelectual está sugerida por un atril provisto de una pequeña repisa sobre la que reposan libros, elementos que se repiten sobre el estante del muro del fondo, donde también aparece una pequeña cerradura. Pero lo más original es la actitud del evangelista, con un gesto pensativo en el momento en que parece que se le ha acabado la tinta y acerca el cálamo a sus ojos para comprobarlo, mientras la figura de un niño se lo indica y le ofrece el tintero que porta.
Esta figura del infante, activa en la escena, es el atributo divino que identifica a San Mateo en el Tetramorfos y que simboliza el amor.

EL ANTIGUO RETABLO SALMANTINO

Cuando en 1767 fue renovada la capilla de la Universidad de Salamanca, el retablo de Felipe Bigarny fue desmantelado y sustituido por otro neoclásico, siendo sus esculturas desperdigadas. En 1901 Gómez Moreno, en colaboración con Miguel de Unamuno, por entonces rector, al realizar el Catálogo Monumental identificaron entre los fondos universitarios seis de las quince esculturas de Bigarny que formaron parte del primitivo retablo, las correspondientes a tres de los Doctores —San Jerónimo, San Agustín y San Gregorio—, la Asunción, San Juan Bautista y Santa Bárbara, actualmente expuestos en el Museo de la Universidad Salmantina.
Asimismo, en 1987 Luis Luna Moreno identificó una Santa Catalina como escultura perteneciente al mismo retablo salmantino, después de ser adquirida en 1972 por el Museo Nacional de Escultura de Valladolid, donde se expone junto a otras obras del escultor borgoñón.


Felipe Bigarny. San Mateo, hacia 1503
Informe: J. M. Travieso.





NOTAS

1 ARIAS MARTÍNEZ, Manuel. El Museo crece. Últimas adquisiciones 2005-2010. Ministerio de Cultura-Museo Nacional Colegio de San Gregorio, Valladolid, 2011, pp. 28-35.






































Jean Le Tavernier 1456. Jean Miélot en su scriptorium
Miracles de Notre Dame. Biblioteca Nacional de Francia, París



















Felipe Bigarny. Imágenes del antiguo retablo de la Universidad de Salamanca, 1503
Izda.: Sta. Catalina, MNE, Valladolid. Centro y dcha: Asunción y Sta. Bárbara, Museo de la Universidad, Salamanca




















Felipe Bigarny. San Jerónimo
Museo de la Universidad, Salamanca




















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