1 de agosto de 2014

Fastiginia: Remembranza del conde Pedro Ansúrez, tan popular como abandonado

Retrato del Conde Ansúrez, Pedro Díaz Minaya, Ayto. de Valladolid
Monumento al Conde Ansúrez, Aurelio Carretero, 1903, Plaza Mayor

Estampas y recuerdos de Valladolid


La práctica totalidad de los vallisoletanos identifica al Conde Ansúrez con la ciudad por el popular monumento levantado en su honor en plena Plaza Mayor, obra del riosecano Aurelio Carretero en 1903, que le representa altivo y heroico, armado y enarbolando el pendón de Castilla. Aunque existe una creencia generalizada de que el buen conde fue el fundador de la ciudad, estrictamente no fue tal, sino que a finales del siglo XI desempeñó el papel de repoblador, con gente procedente de los territorios palentinos de Carrión y Saldaña, de lo que fuera una modesta aldea preexistente, dependiente de Cabezón y situada entre ríos en una zona fronteriza entre Castilla y León. De modo que podría decirse que el valeroso Pedro Ansúrez, fiel vasallo de Alfonso VI, en realidad ejerció como revitalizador, pues en aquellos atribulados años, y hasta su muerte alrededor de 1118, de forma espontánea y libre se convirtió, junto a su esposa doña Eylo, en el promotor y benefactor de la ciudad, dotándola de equipamientos que todavía se pueden rastrear por el entramado urbano y que propiciarían la gran pujanza eclesiástica y monumental que Valladolid alcanzaría a partir del siglo XIII.


Espada del Conde Ansúrez, Museo de Valladolid
Los más informados saben que por la acción del Conde Ansúrez en apenas 35 años el núcleo urbano conoció un progreso que desbordó la primitiva cerca y experimentó cambios sustanciales al levantarse importantes edificios. Por entonces se configuró el barrio de San Martín, San Miguel era el centro neurálgico y la calle de Francos (actual Juan Mambrilla) la más transitada. En torno a 1080 realizaba la fundación de la colegiata de Santa María la Mayor y en sus proximidades edificó su palacio, después convertido en Hospital de Santa María de Esgueva, y la iglesia de Santa María la Antigua, relacionándose también con el conde la construcción del Puente Mayor y la celebración del mercado desde 1095.

Brocatel con el emblema del Conde Ansúrez, Museo de Valladolid
Por todas estas acciones condales que tanto favorecieron a Valladolid, junto a su intuición y dotes de gobierno, su figura fue venerada y ensalzada por los vallisoletanos como un auténtico héroe a lo largo del tiempo y aún en nuestros días, cuando tanta importancia se da a determinadas señas de identidad histórica, como la que en este caso viene avalada por la opinión del historiador Francisco Fernández de Bethancourt de que fue «uno de los más grandes Señores, si no el mayor, que tuvo Castilla en su tiempo».

Esto explica el que, en una época tan proclive a la veneración de reliquias como era el siglo XVI, se comenzaran a ligar con su persona algunos objetos que hipotéticamente habría usado en vida. De modo que, como ocurriera con la mítica Tizona de El Cid, también nos ha llegado la espada que según la tradición perteneciera al Conde Ansúrez, que teóricamente, junto a sus manoplas, se habrían conservado en el Hospital de Santa María de Esgueva, según informó Matías Sangrador Vítores. Hoy podemos comprobar que tal atribución sólo fue un ejercicio de mitomanía, pues la espada, expuesta en el Museo de Valladolid, se trata de un arma elaborada a finales del siglo XV que nunca pudo utilizar el conde. Otro tanto ocurre con un lujoso cofrecillo forrado de terciopelo carmesí, de la misma procedencia y expuesto en el mismo museo, al que la tradición vincula con doña Eylo, cuando en realidad se trata de una manufactura de la segunda mitad del siglo XVI.

Sepulcro del Conde Ansúrez, catedral de Valladolid
Estas muestras de gratitud al Conde Ansúrez, aún a costa de falsificar la historia, se repite con un supuesto fragmento del pendón condal que también se conserva en el Museo de Valladolid, donde una cartela deja bien claro que se trata de un brocatel tejido en el siglo XVI, eso sí, con el escudo de armas de don Pedro, posiblemente elaborado cuando se abrió su sepulcro en 1556.

Otro tanto ocurre con la recreación del supuesto retrato que el pintor Pedro Díaz Minaya realizara en 1608, hoy en la Sala de Recepciones del Ayuntamiento, en el que, junto a la representación de cuerpo entero del conde y su escudo de armas identificativo sobre un fondo neutro, se acompaña de una inscripción que indica su procedencia: «Este retrato es del Señor Conde Don Pero Ansures de gloriosa memoria, sacado de uno que se halló en el Archivo de Simancas en un privilegio firmado de su mano. Hizose por mandado del Cabildo de esta Real Casa de Santa María de Esgueva siendo diputados los señores don Diego Sarmiento de Acuña y don Diego de Vega y Alar, con año de 1606». Este retrato serviría de inspiración a otros dedicados a recordar y glorificar al conde.

Todos estos elementos destinados a ensalzar al histórico personaje, que son conocidos por muchos vallisoletanos, se contradice paradójicamente con el desconocimiento generalizado de su lugar de enterramiento, a pesar de que en tiempos pasados también fue concebido con todos los honores. A la muerte del Conde Ansúrez, sus restos fueron enterrados en Santa María la Mayor, su fundación más relevante, siendo remodelado su sepulcro en el siglo XVI con una efigie, tallada en madera por un escultor desconocido, en la que se representa al Conde Ansúrez yacente, con armadura de gala, cubierto por un lujoso casco y sujetando una espada, con el espacio acotado por una reja de forja presidida por el emblema condal.

La construcción de una nueva catedral, que venía a sustituir a la vieja colegiata, motivó el traslado de su enterramiento al nuevo espacio, donde en 1644 se estableció un nicho en lugar preferente, en la embocadura de la capilla absidial de la parte izquierda, aunque el traslado efectivo no se hizo hasta 1674. Con fin de glorificar a tan gran benefactor, tanto civil como religioso, se construyó una sencilla cama sepulcral pétrea que sobresale del muro para permitir el asentamiento de la talla policromada trasladada desde la antigua colegiata, lo mismo que la reja. Sobre la figura del conde se colocó una pintura de gran formato y en forma de arco en la que se representó al arcángel San Miguel, por entonces patrón de Valladolid. A los lados de la pintura se colocaron dos escudos de armas en los que aparecen los siete cuadrados negros, en forma ajedrezada, sobre fondo de oro, acompañándose con dos grandes inscripciones sobre madera que proclaman ser el enterramiento del Conde Ansúrez y le presentan como fundador de la Iglesia Mayor, de la Antigua, del Gran Puente, de la iglesia de San Nicolás y del Hospital de Esgueva.

Con el tiempo, el sepulcro del Conde Ansúrez, único lugar de referencia histórica real, permanece abandonado y olvidado, desconocido para la mayor parte de los que le festejan en la Plaza Mayor. A pesar de una insuficiente limpieza superficial, el conjunto está pidiendo a gritos una restauración integral acorde con la trascendencia del personaje para Valladolid, pues es inconcebible que una obra tan emblemática y representativa de nuestras raíces históricas se encuentre en un estado tan lamentable, algo que afecta tanto a instituciones eclesiásticas como civiles de la ciudad, una situación impensable en cualquier otro lugar. Aquí somos así, o, mejor dicho, aquí los responsables son así. Se ve que las virtudes que sobre Pedro Ansúrez figuran en la inscripción de su sepulcro calificándole de leal, valiente y esforzado también son cosas del pasado. Así son las cosas.     





Aquí yace sepultado
un Conde digno de fama
un varón muy señalado,
leal, valiente, esforzado,
Don Pedro Ansúrez se  llama...













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