BUSTOS DEL
ECCE HOMO Y LA DOLOROSA
Pedro de
Mena y Medrano (Granada, 1628 - Málaga 1688)
Hacia 1673
Madera
policromada, lienzo enyesado y postizos
Museo Diocesano
y Catedralicio, Valladolid
Procedentes
de la iglesia de Santa María del Milagro, Valdestillas (Valladolid)
Escultura
barroca española. Escuela andaluza
Si tuviéramos que definir la mayor parte de la obra realizada
por Pedro de Mena con un lenguaje actual tendríamos que referirnos al
"hiperrealismo", un término presente en su abundante repertorio
religioso que llega a definir su personalidad en el panorama español de la
escultura barroca, en la que puso en práctica verdaderos alardes de tecnicismos
que siguen asombrando cuando se hace una contemplación pausada. Esta
orientación sería consecuencia de su colaboración con el polifacético Alonso
Cano, del que llegaría a ser más discípulo que aprendiz durante su primer
período granadino, y se iría depurando en su período malagueño, en su viaje a
la Corte y, sobre todo, a su regreso a Málaga, donde entre 1670 y 1688 su
taller conoció una frenética actividad debido a la enorme demanda de los
arquetipos por él creados y ajustados a los postulados trentinos, hasta el
punto de que muchas de sus obras pueden llegar a parecer una producción seriada,
hecho que sin duda requería la participación de numerosos colaboradores en el
taller.
Entre la producción de Pedro de Mena en su última
fase malagueña llegaría a alcanzar una gran celebridad una iconografía pasional
en forma de bustos del Ecce Homo y la
Dolorosa que, no siendo completamente
original, pues se conocen precedentes renacentistas en la obra de Alonso
Berruguete, Juan de Juni, etc., en ellos supo infundir su sello personal y
dejar la impronta de su propia religiosidad, practicada en su vida diaria y en
su ambiente familiar, siendo un dato ilustrativo el que todos sus hijos
ingresaran como religiosos.
En la larga serie del Ecce Homo y la Dolorosa, modelos
concebidos generalmente formando pareja, uno de sus especiales atractivos,
común a sus representaciones de santos ascetas y místicos, es el sentimiento
profundo que muestran, recogiendo de alguna manera la herencia del Cántico Espiritual de San Juan de la
Cruz1: «Descubre tu presencia
y máteme tu vista y hermosura, mira que la dolencia de Amor, que no se cura,
sino con la presencia y la figura».
A partir de este presupuesto místico, Pedro de Mena
dejaría un legado, dentro de la escultura barroca española, con modelos
arquetípicos de los que llegaría a hacer numerosas versiones, algunas realmente
sorprendentes. Son imágenes en las que el realismo de la talla, aderezado por
la policromía y el uso de postizos, permite una contemplación cercana y
comunicarse directamente con el espectador para estimular la meditación sobre
la pasión de Cristo, lo que las convierte en obras idóneas para oratorios
particulares, capillas y celdas conventuales, donde la intimidad del ambiente
al que se destinaban justificaría los alardes de realismo.
De manera que una detenida observación permite
apreciar las variaciones y los matices existentes en cada obra o serie, siempre
como una labor espontánea que muestra el sentir y el modo de vivir del artista,
que con sus gubias era capaz de plasmar su propia religiosidad, dejando
vislumbrar en este tipo de obras la influencia de algunos textos literarios,
especialmente aquellas meditaciones sobre la Passio que divulgaron los escritores místicos.
Estas imágenes del Ecce Homo y la Dolorosa
están realizadas a tamaño natural o ligeramente inferior, unas veces en la
modalidad de medio cuerpo, incluyendo los brazos, y otras como un busto
estricto, solamente hasta el pecho, recogiendo en tres dimensiones la idea de
aquellos modelos de dípticos holandeses devocionales que implantaran en el
siglo XV pintores flamencos como Dirk Bouts. Generalmente las dos imágenes
estaban relacionadas entre sí, conservadas dentro de urnas de cristal o
colocadas a ambos lados de un altar. La exitosa acogida de este tipo de piezas
devocionales hizo que no sólo fuesen solicitadas desde los más variados lugares
de la geografía española, donde se localiza un enorme catálogo, sino que
incluso fueron exportadas a Austria y México.
Este tipo de imaginería pasional se convirtió para
Pedro de Mena en un fructífero negocio que alcanzó su punto álgido en la década
de los setenta del siglo XVII, cuando, a juzgar por los ejemplares conservados
en iglesias, conventos, museos y colecciones particulares, fue incesante la
demanda de la pareja formada por el Ecce
Homo y la Dolorosa, una
iconografía complementaria que el artista realizó con y sin brazos, con la
peculiaridad de una elaboración despiezada y ensamblada, después aderezada con
el uso de telas enyesadas y postizos, y la singularidad, poco frecuente, de ser
el escultor quien pintaba y policromaba sus propias obras.
EL ECCE HOMO Y LA DOLOROSA DEL MUSEO DIOCESANO Y CATEDRALICIO DE
VALLADOLID
El Ecce Homo
La imagen responde a la tipología de busto sin
brazos apoyado sobre una peana horizontal, lo que disminuye el sentido
narrativo del episodio evangélico y concentra lo esencial en las partes
visibles para adquirir el sintético simbolismo de toda la Pasión en una sola
imagen. Como es habitual, priman los detalles realistas, realizados con esmero
y aptos para ser apreciados a corta distancia, en este caso, por su disposición
frontal, seguramente en el interior de una urna.
La imagen presenta un finísimo modelado en su
estilizada anatomía, blando y enmascarado bajo los estudiados pliegues de la
clámide púrpura que envuelve la figura dejando al aire el hombro derecho, con
los bordes tallados en finísimas láminas. Su alto cuello aparece rodeado por
una soga minuciosamente tallada que forma un anudamiento a la altura del pecho,
lo que le sitúa en los años del comienzo de la producción de esta iconografía,
ya que en algunos modelos posteriores el escultor recurre al postizo de una
soga natural o encolada, seguramente para ahorrar tiempo y atender la demanda.
La emoción aparece concentrada en el rostro,
dirigido al frente como si buscara ser compadecido por el espectador,
manteniendo cierto estatismo al no poder recurrir al lenguaje de las manos. La
cabeza sigue el arquetipo creado por el escultor, con rostro ovalado, barba
recortada de dos puntas, nariz larga y recta, boca ligeramente entreabierta,
ojos rasgados con aplicaciones de cristal, pestañas de pelo natural
(desaparecidas) y cejas inclinadas hacia los lados, así como una larga melena,
con raya al medio y largos mechones filamentosos con aspecto de estar mojados,
sobre la que se superpone una corona de espinas postiza de tallos reales.
Complementa su aspecto una policromía aplicada por
el propio escultor con detalle para matizar los signos realistas de la tortura,
como los párpados sumamente enrojecidos, hematomas en el hombro, regueros de
sangre producidos por las espinas y sutiles huellas de los azotes cruzando el
pecho, detalles que, lejos de degradar al reo, convierten su resignación en la
imagen de la dignidad.
Este tipo de busto corto no fue muy repetido por el
escultor, que, posiblemente por la demanda de los clientes, se decantó
preferentemente por la figura del Ecce
Homo de medio cuerpo, en las que la posibilidad de expresarse con los
brazos era complementada con ligeros giros e inclinaciones de la cabeza para
moverse con gran naturalidad en el espacio y acentuar su expresividad.
La Dolorosa
Sigue el modelo simplificado de busto apoyado sobre
una peana que sirve de base, con la Virgen dispuesta en posición frontal y la
cabeza levantada hacia el espectador. La imagen está compuesta mediante el
típico sistema de ensambladura utilizado por Pedro de Mena, con piezas talladas
por separado y encajadas unas sobre otras con maestría.
Izda: Dolorosa. Taller de Pedro de Mena. Museo Nacional de Escultura, Valladolid Dcha: Dolorosa, Pedro de Mena, Real Academia de BBAA de San Fernando, Madrid |
El núcleo está formado por el busto estricto de la
Virgen —cabeza y cuerpo hasta el pecho tallados en madera—, simulando estar
vestida con un túnica roja que forma un pequeño pliegue al frente. Sobre este
núcleo se asienta un velo blanco de fino espesor, realizado con lienzo
enyesado, que a modo de toca cubre la cabeza dejando visible el arranque del
cabello y cae formando pliegues hasta cruzarse en el pecho. Recubre la figura
un manto azul tallado aparte en finísimas láminas de madera y colocado
superpuesto con enorme precisión.
El efecto realista conseguido con estas piezas
ensambladas queda reforzado con la labor de la policromía aplicada por el
propio artista. Si en la indumentaria se aplican colores lisos, siguiendo el
gusto y la moda del momento, la carnación se trata como una pintura de
caballete, con matices tonales en la piel, con las cejas pintadas y una especial
coloración en los labios, las mejillas y los párpados, intencionadamente
enrojecidos para sugerir el llanto o la Compassio
Mariae. Para incrementar el gesto de desamparo, lleva ojos postizos de
cristal que potencian los brillos del lacrimal, aunque han desaparecido las pestañas
de pelo natural y las pequeñas lágrimas deslizándose por las mejillas,
normalmente realizadas con resina o cola animal.
Izda: Dolorosa, Pedro de Mena. Real Monasterio de Santa Ana y San Joaquín, Valladolid Dcha: Dolorosa. Pedro de Mena. Santuario de Santa María de la Victoria, Málaga |
El rostro sigue el arquetipo utilizado por el
escultor, de configuración ovalada, nariz recta, cejas inclinadas hacia las
sienes, ojos almendrados y boca entreabierta permitiendo contemplar los dientes
y dando la impresión de emitir un lamento. Siguiendo el patrón tipológico, el
modelado es sumamente sobrio, la talla de los paños finísima y virtuosa y su
aspecto transmite un tipo de dolor atemperado y contenido, sin estridencias
dramáticas.
Junto a estas obras del Museo Diocesano y
Catedralicio de Valladolid, en la ciudad se pueden contemplar hasta cinco obras
más de Pedro de Mena y su taller que responden a esta misma iconografía2
y que fueron realizadas en Málaga entre 1670 y 1688: tres figuras del Ecce Homo y una Dolorosa pertenecientes al Museo Nacional de Escultura, y una Dolorosa en el Museo del Real Monasterio
de Santa Ana y San Joaquín.
Izda: Ecce Homo. Pedro de Mena, h. 1673. Museo Nacional de Escultura, Valladolid Dcha: Ecce Homo. Taller de Pedro de Mena, h. 1680. Museo Nacional de Escultura, Valladolid |
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
NOTAS
1 PAREJA LÓPEZ, Enrique. El Arte
del Barroco. Historia del Arte en Andalucía. Editorial Gever, Sevilla,
1998, p. 229.
2 Imágenes del Ecce Homo y Dolorosa localizadas en Valladolid:
- Ecce Homo, Pedro de Mena,
antes de 1673, Museo Nacional de Escultura (en depósito del Museo de Artes
Decorativas de Madrid). Modalidad de medio cuerpo sin manto.
- Ecce Homo, Pedro de Mena, ca.
1679, Museo Nacional de Escultura, procedente de una colección privada
valenciana. Modalidad de medio cuerpo con manto.
- Ecce Homo, Taller de Pedro
de Mena, ca. 1685, Museo Nacional de Escultura, procedente de la colección del
Conde de Güell. Modalidad de medio cuerpo con manto.
- Dolorosa, Taller de Pedro
de Mena, ca. 1673, Museo Nacional de Escultura, procedencia madrileña
desconocida. Modalidad de busto sin brazos.
- Dolorosa, Pedro de Mena,
ca. 1673, Real Monasterio de Santa Ana y San Joaquín. Modalidad de medio cuerpo
con los brazos al frente.
Detalle Ecce Homo. Pedro de Mena, h. 1673. MNE, Valladolid |
Detalle Ecce Homo. Pedro de Mena, h. 1679. MNE, Valladolid |
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