22 de agosto de 2014

Theatrum: RETABLO DEL DOCTOR CORRAL, una muestra de exuberancia plateresca












RETABLO DEL DOCTOR LUIS DE CORRAL
O RETABLO DE SAN JUAN EVANGELISTA
Francisco Giralte (Palencia, 1510 - Madrid 1576)
Hacia 1547
Madera policromada
Capilla del doctor Luis de Corral, iglesia de la Magdalena, Valladolid
Escultura  renacentista española. Manierismo















En una capilla de la iglesia de la Magdalena, de considerables dimensiones y notable calidad arquitectónica, dejaron su huella para la historia dos personajes de fuerte carácter. Por un lado, el doctor don Luis de Corral; por otro, el escultor palentino Francisco Giralte. A ambos es necesario referirse para justificar la presencia en dicha capilla de un elegante retablo renacentista que fusiona una concepción manierista con gustos decorativos platerescos.

El doctor Corral era un importante personaje en la vida vallisoletana del siglo XVI en virtud de sus importantes cargos, pues ejercía como catedrático de Cánones en la Universidad, como oidor en la Chancillería y además pertenecía al círculo más próximo del emperador Carlos V, desempeñando el cargo de confesor de los monarcas y miembro del Consejo Real. Corría el año 1538 cuando el doctor Corral, que residía en uno de los palacios de la calle de Francos (actual calle de Juan Mambrilla), adquiría un solar junto a la primitiva iglesia de la Magdalena y lindante al monasterio de las Huelgas Reales, para construir una espaciosa capilla funeraria familiar, como era costumbre en busca de prestigio social, siendo la obra rematada en 1547 siguiendo una estructura gótica, con bóvedas de crucería con terceletes, claves ornamentadas y una inscripción recorriendo la cornisa en la que en caracteres góticos se proclamaba el nombre del promotor.

Sin embargo, el patronato de la iglesia fue adquirido por don Pedro de la Gasca (1485-1567), otro importante personaje que, tras estudiar en Alcalá y Salamanca, llegó a ser miembro del consejo de la Inquisición, visitador del reino de Valencia, virrey de Perú por expreso deseo del emperador y, posteriormente, obispo de Palencia, diócesis a la que por entonces pertenecía Valladolid, y obispo de Sigüenza. Don Pedro de la Gasca, deseando tener un digno lugar de enterramiento, financió la construcción de un nuevo templo que vino a sustituir al anterior y que fue comenzado en 1566 por el arquitecto Rodrigo Gil de Hontañón, autor de cripta y la capilla mayor, siendo continuado en 1570 por Francisco del Río, que levantó la nave, la fachada de piedra y la torre. Al templo se vino a sumar el retablo mayor y el cenotafio del obispo colocado en el centro de la nave, obras realizadas por el escultor Esteban Jordán, así como la donación de imágenes para el culto, entre ellas el grupo de la Quinta Angustia de Alejo de Vahía y el Cristo de las Batallas de Francisco de Rincón.


Hemos citado que el doctor Corral era un hombre de carácter. Eso al menos se deduce al conseguir que su capilla privada permaneciera aislada en la renovada iglesia levantada por el influyente obispo, a la que se comunica, en el lado de la Epístola, por dos arcos cerrados con barrotes y sin puertas, con entrada particular desde fuera de la nave. Ni un personaje tan influyente como don Pedro de la Gasca fue capaz de integrarlo en su proyecto, al que años después continuaron engrandeciendo los marqueses de Revilla, sus sucesores, que en el siglo XVII también construyeron su propia capilla, colindante a la del doctor Corral.

EL ESCULTOR FRANCISCO GIRALTE 

El escultor elegido por el doctor don Luis de Corral para realizar el retablo de su capilla privada fue Francisco Giralte, a quien llegaría a exigir la máxima calidad, pues se trata de la mejor obra realizada por este escultor antes de su desplazamiento definitivo a Madrid. Era Francisco Giralte un escultor de origen palentino, discípulo y colaborador de Alonso Berruguete —entre 1539 y 1542 colaboró, junto a Isidro Villoldo, en la sillería de la catedral de Toledo—, que tuvo un taller asentado en Valladolid, ciudad a la que llegó buscando encargos de mayor prestigio y rendimiento económico que en Palencia, a pesar de que el panorama local giraba en torno a los prestigiosos obradores de Alonso Berruguete y Juan de Juni, comenzando a trabajar para algunas cofradías penitenciales, siendo el autor, según atribuciones de José María Parrado, del paso procesional de la Entrada de Jesús en Jerusalén para la Cofradía de la Vera Cruz y de la Virgen de la Pasión para la Cofradía de la misma advocación.

También hemos señalado a este escultor como un hombre de carácter, según se desprende del frustrado intento en 1545 de arrebatar a Juan de Juni el contrato del retablo mayor de la iglesia de Santa María de la Antigua (actualmente en la catedral), obra de gran envergadura para la que se presentó como rival de ejecución dando lugar a un desdichado pleito que, ante la falta del pretendido apoyo de Berruguete al palentino, fue sentenciado favorable al escultor borgoñón, con el que, al no conseguir su objetivo, tuvo a partir de entonces una enconada enemistad personal. El incidente refleja, en opinión de Fernando Checa, la polémica antidecorativa y antiplateresca que se vivía en ese momento en mundillo artístico español.

En este ambiente realiza hacia 1547 el retablo de la capilla del doctor Corral, donde sin duda intentó dejar constancia de lo mejor de su talento. La situación profesional que vivían los gremios y escultores para conseguir importantes contratos lleva a Francisco Giralte en 1550 a desplazarse y asentarse como vecino de Madrid, donde comienza a trabajar para la familia Vargas. Francisco de Vargas, tesorero de Carlos V, había comenzado en 1520 una capilla contigua a la iglesia madrileña de San Andrés para custodiar las reliquias de San Isidro, obra que fue culminada en 1535 por su hijo don Gutierre de Vargas y Carvajal, obispo de Plasencia, motivo por el que fue conocida como la Capilla del Obispo. Destinada a ser el panteón familiar de los Vargas, tanto el retablo mayor como el sepulcro del obispo y el de sus padres, Francisco de Vargas e Inés de Carvajal, fueron encomendados a Francisco Giralte, que en el retablo dejó su obra maestra y en el recinto funerario uno de los más sobresalientes del Renacimiento español.

Como ocurriera cuando tenía instalado el taller instalado en Palencia, donde realizó encargos para poblaciones del entorno, como Cisneros, Villarmentero, Villabrágima, etc., también en Madrid le fueron reclamadas obras desde Ocaña, Pozuelo de Aravaca, etc., siendo el retablo de El Espinar su último trabajo, pues Francisco Giralte falleció en Madrid en 1576.

EL RETABLO DE SAN JUAN EVANGELISTA

El retablo elaborado por Francisco Giralte para la capilla del doctor Corral responde a una mentalidad plenamente manierista e intenta romper la estética de la retablística tradicional de su tiempo, tanto en sus elementos aislados como en su conjunto, que altera la distribución reticular al uso. El retablo no dispone de banco o predela, sino que en su parte inferior se sustenta sobre un sotabanco que adopta la forma de un friso decorado. Sobre él se disponen dos cuerpos horizontales que están organizados en tres calles verticales, con la central de altura superior hasta invadir parte del original ático, que adquiere la forma de un frontispicio con paneles en relieve ajustados a un arco carpanel. Se completa con un guardapolvo o polsera, profusamente decorado, que en forma de orla recorre todo el perímetro. Como remate, el tradicional grupo del Calvario aparece exento, con figuras de gran altura y reposando sobre una peana que a su vez se apoya en la cornisa arquitectónica que recorre la capilla.

Si original y caprichosa es su traza, otro tanto puede decirse de su iconografía, en la que adquiere un especial protagonismo San Juan Evangelista, santo al que el doctor Corral había dedicado la capilla. La imagen titular ocupa la parte central del retablo en forma de un medallón ovalado en relieve en cuyo interior aparece San Juan Evangelista escribiendo su Evangelio sobre un pupitre y acompañado del águila como atributo del tetramorfos. En la figura, de reminiscencias miguelangelescas, se aprecia el característico rasgo de Giralte de hacer las manos grandes y desproporcionadas respecto a las dimensiones del cuerpo, a pesar de lo cual es una imagen de gran belleza y apreciables valores plásticos ajustados a la extravagancia manierista, que se acentúa con la colocación a los lados de unos indescriptibles objetos decorativos con forma de embarcación y aspecto visual de guirnaldas, en cuyo centro y extremos aparecen cabezas de querubines.
Completando la presencia de los Cuatro Evangelistas en el retablo, sobre el arco de la polsera aparecen otros tres relieves ovalados con San Lucas, San Mateo y San Marcos inscritos en tarjetas que simulan cueros, toda una novedad iconográfica.

El programa historiado gira en torno a la muerte y resurrección de Cristo, aunque no sigue una secuencia lógica, de modo que a la altura del segundo cuerpo se inicia y se cierra el ciclo; en la derecha con el relieve del Nacimiento y adoración de los Pastores, como certificación de la Encarnación, y en la izquierda con la Aparición de Cristo resucitado a María Magdalena, autentificación del milagro mediante una testigo presencial.
El primero presenta una composición tradicional con influencia juniana, con María y José orantes y dispuestos simétricamente a los lados del Niño, situado en el eje central, recostado sobre un pesebre en forma de talud y custodiado por dos figuras de ángeles, con el cuerpo siguiendo un elegante escorzo. En la parte superior se colocan la mula y el buey y tres pastores que irrumpen en el portal, dos mostrando su algarabía y uno portando en sus hombros un simbólico cordero como regalo.
El segundo se inspira en composiciones pictóricas muy divulgadas en el Renacimiento sobre el tema denominado "Noli me tangere" (no me toques), que era difundido a través de grabados. Si las figuras recuerdan los modelos de la escena creada por Tiziano en 1512, el tipo de empalizadas del fondo remiten a los grabados del pintor y grabador alemán Martin Schongauer (1448-1491), reconvirtiendo Giralte los dibujos en figuras tridimensionales de una gran expresividad.

En el primer cuerpo se muestran tres relieves dedicados al ciclo pasional: la Oración del Huerto a la izquierda, el Descendimiento a la derecha y el Llanto sobre Cristo muerto en el centro. La Oración del Huerto sigue una disposición de origen pictórico muy extendida, con los apóstoles dormidos en primer plano y Jesús de perfil orando en el Getsemaní al fondo, incorporando en los olivos troncos retorcidos de sustrato dorado muy utilizados por Berruguete. Más elaborada es la escena del Descendimiento, donde con habilidad rellena el espacio con ocho figuras de canon muy corto, pero dispuestas para mostrar de forma diáfana un plano superior referido al esfuerzo físico y otro inferior de contenido emocional. De escala ligeramente mayor es el relieve central con el Llanto sobre Cristo muerto, donde de nuevo las ocho figuras adoptan diferentes formas de dolor ante la certificación de la muerte de Cristo, destacando en primer plano el tema de la Piedad y al fondo José de Arimatea y Nicodemo conversando sobre la corona de espinas. Las cabezas de la Virgen y las santas mujeres presentan el característico modelado de este escultor, con perfil cuadrático, mandíbula prominente y envuelto en tocas, así como paños de pliegues menudos muy pegados al cuerpo.

El ciclo se cierra con el relieve de la Resurrección colocado en lugar preferente de la calle central, adquiriendo así un valor simbólico en la capilla funeraria. La escena sigue una iconografía muy extendida, con un elegante y airoso Cristo victorioso sobre el sepulcro, portando un estandarte y cubierto por un manto que se agitan por una brisa mística, mientras una pareja de soldados permanecen ajenos al milagro, sumidos en el sueño.

Especial importancia tiene el repertorio decorativo inspirado en grutescos de origen italiano distribuidos con un manierismo refinado. Cada encasamiento está enmarcado por pilastras adosadas, decoradas con relieves a candelieri, precedidas por balaustres con un tercio decorado con cintas, frutos y cabezas de querubines, con cabezas canéforas en el relieve de la Resurrección. Estas soportan un arquitrabe decorado con un friso en el que aparecen mascarones, animales fantásticos y putti tomados del repertorio profano.

El mismo repertorio se repite en la polsera —frutos, trofeos, cintas, querubines, etc.— en el ático, donde a cada lado aparecen rollizas figuras de putti sujetando cartelas con rostros perfilados, y en el basamento, en cuyo centro se coloca otro medallón ovalado con el busto de un soldado de perfil. Por su parte, en la composición del Calvario afloran las influencias de los modelos berruguetescos, aunque en este caso con figuras sumamente serenas y contenidas.

El retablo aparece magnificado por el fino trabajo de la policromía, que realza los efectos luminosos a base del oro subyacente y el aplicado con pureza en la indumentaria de muchas figuras, combinando elaborados esgrafiados con motivos aplicados a punta de pincel, así como encarnaciones con matices de color. El resultado es de una riqueza extraordinaria en la que predominan los tonos azulados y los fondos marfileños, anticipando la depuración de formas y la riqueza decorativa del retablo de la Capilla del Obispo de Madrid.




Informe y fotografías: J. M. Travieso.












Francisco Giralte. Retablo de la Capilla del Obispo, Madrid
















Francisco Giralte. Detalle del retablo de la Capilla del Obispo, Madrid











* * * * *

No hay comentarios:

Publicar un comentario