RETABLO DEL
DOCTOR LUIS DE CORRAL
O RETABLO DE SAN JUAN EVANGELISTA
Francisco
Giralte (Palencia, 1510 - Madrid 1576)
Hacia 1547
Madera
policromada
Capilla del doctor
Luis de Corral, iglesia de la Magdalena, Valladolid
Escultura renacentista española. Manierismo
En una capilla de la iglesia de la Magdalena, de
considerables dimensiones y notable calidad arquitectónica, dejaron su huella
para la historia dos personajes de fuerte carácter. Por un lado, el doctor don
Luis de Corral; por otro, el escultor palentino Francisco Giralte. A ambos es
necesario referirse para justificar la presencia en dicha capilla de un
elegante retablo renacentista que fusiona una concepción manierista con gustos
decorativos platerescos.
El doctor Corral era un importante personaje en la
vida vallisoletana del siglo XVI en virtud de sus importantes cargos, pues
ejercía como catedrático de Cánones en la Universidad, como oidor en la
Chancillería y además pertenecía al círculo más próximo del emperador Carlos V,
desempeñando el cargo de confesor de los monarcas y miembro del Consejo Real. Corría
el año 1538 cuando el doctor Corral, que residía en uno de los palacios de la
calle de Francos (actual calle de Juan Mambrilla), adquiría un solar junto a la
primitiva iglesia de la Magdalena y lindante al monasterio de las Huelgas
Reales, para construir una espaciosa capilla funeraria familiar, como era
costumbre en busca de prestigio social, siendo la obra rematada en 1547
siguiendo una estructura gótica, con bóvedas de crucería con terceletes, claves
ornamentadas y una inscripción recorriendo la cornisa en la que en caracteres
góticos se proclamaba el nombre del promotor.
Sin embargo, el patronato de la iglesia fue
adquirido por don Pedro de la Gasca (1485-1567), otro importante personaje que,
tras estudiar en Alcalá y Salamanca, llegó a ser miembro del consejo de la
Inquisición, visitador del reino de Valencia, virrey de Perú por expreso deseo
del emperador y, posteriormente, obispo de Palencia, diócesis a la que por
entonces pertenecía Valladolid, y obispo de Sigüenza. Don Pedro de la Gasca,
deseando tener un digno lugar de enterramiento, financió la construcción de un
nuevo templo que vino a sustituir al anterior y que fue comenzado en 1566 por
el arquitecto Rodrigo Gil de Hontañón, autor de cripta y la capilla mayor, siendo
continuado en 1570 por Francisco del Río, que levantó la nave, la fachada de
piedra y la torre. Al templo se vino a sumar el retablo mayor y el cenotafio
del obispo colocado en el centro de la nave, obras realizadas por el escultor
Esteban Jordán, así como la donación de imágenes para el culto, entre ellas el
grupo de la Quinta Angustia de Alejo
de Vahía y el Cristo de las Batallas
de Francisco de Rincón.
Hemos citado que el doctor Corral era un hombre de
carácter. Eso al menos se deduce al conseguir que su capilla privada
permaneciera aislada en la renovada iglesia levantada por el influyente obispo,
a la que se comunica, en el lado de la Epístola, por dos arcos cerrados con
barrotes y sin puertas, con entrada particular desde fuera de la nave. Ni un
personaje tan influyente como don Pedro de la Gasca fue capaz de integrarlo en
su proyecto, al que años después continuaron engrandeciendo los marqueses de
Revilla, sus sucesores, que en el siglo XVII también construyeron su propia
capilla, colindante a la del doctor Corral.
EL ESCULTOR FRANCISCO GIRALTE
El escultor elegido por el doctor don Luis de Corral
para realizar el retablo de su capilla privada fue Francisco Giralte, a quien llegaría
a exigir la máxima calidad, pues se trata de la mejor obra realizada por este
escultor antes de su desplazamiento definitivo a Madrid. Era Francisco Giralte
un escultor de origen palentino, discípulo y colaborador de Alonso Berruguete
—entre 1539 y 1542 colaboró, junto a Isidro Villoldo, en la sillería de la
catedral de Toledo—, que tuvo un taller asentado en Valladolid, ciudad a la que
llegó buscando encargos de mayor prestigio y rendimiento económico que en
Palencia, a pesar de que el panorama local giraba en torno a los prestigiosos
obradores de Alonso Berruguete y Juan de Juni, comenzando a trabajar para
algunas cofradías penitenciales, siendo el autor, según atribuciones de José
María Parrado, del paso procesional de la Entrada
de Jesús en Jerusalén para la Cofradía de la Vera Cruz y de la Virgen de la Pasión para la Cofradía de
la misma advocación.
También hemos señalado a este escultor como un
hombre de carácter, según se desprende del frustrado intento en 1545 de
arrebatar a Juan de Juni el contrato del retablo mayor de la iglesia de Santa
María de la Antigua (actualmente en la catedral), obra de gran envergadura para
la que se presentó como rival de ejecución dando lugar a un desdichado pleito
que, ante la falta del pretendido apoyo de Berruguete al palentino, fue
sentenciado favorable al escultor borgoñón, con el que, al no conseguir su
objetivo, tuvo a partir de entonces una enconada enemistad personal. El
incidente refleja, en opinión de Fernando Checa, la polémica antidecorativa y
antiplateresca que se vivía en ese momento en mundillo artístico español.
En este ambiente realiza hacia 1547 el retablo de la
capilla del doctor Corral, donde sin duda intentó dejar constancia de lo mejor
de su talento. La situación profesional que vivían los gremios y escultores
para conseguir importantes contratos lleva a Francisco Giralte en 1550 a
desplazarse y asentarse como vecino de Madrid, donde comienza a trabajar para
la familia Vargas. Francisco de Vargas, tesorero de Carlos V, había comenzado
en 1520 una capilla contigua a la iglesia madrileña de San Andrés para
custodiar las reliquias de San Isidro, obra que fue culminada en 1535 por su
hijo don Gutierre de Vargas y Carvajal, obispo de Plasencia, motivo por el que
fue conocida como la Capilla del Obispo. Destinada a ser el panteón familiar de
los Vargas, tanto el retablo mayor como el sepulcro del obispo y el de sus
padres, Francisco de Vargas e Inés de Carvajal, fueron encomendados a Francisco
Giralte, que en el retablo dejó su obra maestra y en el recinto funerario uno
de los más sobresalientes del Renacimiento español.
Como ocurriera cuando tenía instalado el taller
instalado en Palencia, donde realizó encargos para poblaciones del entorno,
como Cisneros, Villarmentero, Villabrágima, etc., también en Madrid le fueron
reclamadas obras desde Ocaña, Pozuelo de Aravaca, etc., siendo el retablo de El
Espinar su último trabajo, pues Francisco Giralte falleció en Madrid en 1576.
EL RETABLO DE SAN JUAN EVANGELISTA
El retablo elaborado por Francisco Giralte para la
capilla del doctor Corral responde a una mentalidad plenamente manierista e intenta
romper la estética de la retablística tradicional de su tiempo, tanto en sus
elementos aislados como en su conjunto, que altera la distribución reticular al
uso. El retablo no dispone de banco o predela, sino que en su parte inferior se
sustenta sobre un sotabanco que adopta la forma de un friso decorado. Sobre él
se disponen dos cuerpos horizontales que están organizados en tres calles
verticales, con la central de altura superior hasta invadir parte del original
ático, que adquiere la forma de un frontispicio con paneles en relieve
ajustados a un arco carpanel. Se completa con un guardapolvo o polsera, profusamente
decorado, que en forma de orla recorre todo el perímetro. Como remate, el
tradicional grupo del Calvario aparece exento, con figuras de gran altura y
reposando sobre una peana que a su vez se apoya en la cornisa arquitectónica que
recorre la capilla.
Si original y caprichosa es su traza, otro tanto puede
decirse de su iconografía, en la que adquiere un especial protagonismo San Juan
Evangelista, santo al que el doctor Corral había dedicado la capilla. La imagen
titular ocupa la parte central del retablo en forma de un medallón ovalado en relieve
en cuyo interior aparece San Juan
Evangelista escribiendo su Evangelio sobre un pupitre y acompañado del águila
como atributo del tetramorfos. En la
figura, de reminiscencias miguelangelescas, se aprecia el característico rasgo
de Giralte de hacer las manos grandes y desproporcionadas respecto a las
dimensiones del cuerpo, a pesar de lo cual es una imagen de gran belleza y
apreciables valores plásticos ajustados a la extravagancia manierista, que se
acentúa con la colocación a los lados de unos indescriptibles objetos
decorativos con forma de embarcación y aspecto visual de guirnaldas, en cuyo
centro y extremos aparecen cabezas de querubines.
Completando la presencia de los Cuatro Evangelistas
en el retablo, sobre el arco de la polsera aparecen otros tres relieves ovalados
con San Lucas, San Mateo y San Marcos
inscritos en tarjetas que simulan cueros, toda una novedad iconográfica.
El programa historiado gira en torno a la muerte y
resurrección de Cristo, aunque no sigue una secuencia lógica, de modo que a la
altura del segundo cuerpo se inicia y se cierra el ciclo; en la derecha con el
relieve del Nacimiento y adoración de los
Pastores, como certificación de la Encarnación, y en la izquierda con la Aparición de Cristo resucitado a María Magdalena,
autentificación del milagro mediante una testigo presencial.
El primero presenta una composición tradicional con
influencia juniana, con María y José orantes y dispuestos simétricamente a los
lados del Niño, situado en el eje central, recostado sobre un pesebre en forma
de talud y custodiado por dos figuras de ángeles, con el cuerpo siguiendo un
elegante escorzo. En la parte superior se colocan la mula y el buey y tres
pastores que irrumpen en el portal, dos mostrando su algarabía y uno portando en
sus hombros un simbólico cordero como regalo.
El segundo se inspira en composiciones pictóricas
muy divulgadas en el Renacimiento sobre el tema denominado "Noli me
tangere" (no me toques), que era difundido a través de grabados. Si las
figuras recuerdan los modelos de la escena creada por Tiziano en 1512, el tipo
de empalizadas del fondo remiten a los grabados del pintor y grabador alemán
Martin Schongauer (1448-1491), reconvirtiendo Giralte los dibujos en figuras
tridimensionales de una gran expresividad.
En el primer cuerpo se muestran tres relieves
dedicados al ciclo pasional: la Oración
del Huerto a la izquierda, el Descendimiento
a la derecha y el Llanto sobre Cristo
muerto en el centro. La Oración del Huerto sigue una disposición de origen
pictórico muy extendida, con los apóstoles dormidos en primer plano y Jesús de
perfil orando en el Getsemaní al fondo, incorporando en los olivos troncos
retorcidos de sustrato dorado muy utilizados por Berruguete. Más elaborada es
la escena del Descendimiento, donde con habilidad rellena el espacio con ocho
figuras de canon muy corto, pero dispuestas para mostrar de forma diáfana un
plano superior referido al esfuerzo físico y otro inferior de contenido
emocional. De escala ligeramente mayor es el relieve central con el Llanto
sobre Cristo muerto, donde de nuevo las ocho figuras adoptan diferentes formas
de dolor ante la certificación de la muerte de Cristo, destacando en primer
plano el tema de la Piedad y al fondo José de Arimatea y Nicodemo conversando
sobre la corona de espinas. Las cabezas de la Virgen y las santas mujeres
presentan el característico modelado de este escultor, con perfil cuadrático,
mandíbula prominente y envuelto en tocas, así como paños de pliegues menudos
muy pegados al cuerpo.
El ciclo se cierra con el relieve de la Resurrección colocado en lugar
preferente de la calle central, adquiriendo así un valor simbólico en la
capilla funeraria. La escena sigue una iconografía muy extendida, con un
elegante y airoso Cristo victorioso sobre el sepulcro, portando un estandarte y
cubierto por un manto que se agitan por una brisa mística, mientras una pareja
de soldados permanecen ajenos al milagro, sumidos en el sueño.
Especial importancia tiene el repertorio decorativo
inspirado en grutescos de origen italiano distribuidos con un manierismo
refinado. Cada encasamiento está enmarcado por pilastras adosadas, decoradas
con relieves a candelieri, precedidas
por balaustres con un tercio decorado con cintas, frutos y cabezas de
querubines, con cabezas canéforas en el relieve de la Resurrección. Estas
soportan un arquitrabe decorado con un friso en el que aparecen mascarones,
animales fantásticos y putti tomados
del repertorio profano.
El mismo repertorio se repite en la polsera —frutos,
trofeos, cintas, querubines, etc.— en el ático, donde a cada lado aparecen
rollizas figuras de putti sujetando
cartelas con rostros perfilados, y en el basamento, en cuyo centro se coloca
otro medallón ovalado con el busto de un soldado de perfil. Por su parte, en la
composición del Calvario afloran las
influencias de los modelos berruguetescos, aunque en este caso con figuras
sumamente serenas y contenidas.
El retablo aparece magnificado por el fino trabajo
de la policromía, que realza los efectos luminosos a base del oro subyacente y
el aplicado con pureza en la indumentaria de muchas figuras, combinando
elaborados esgrafiados con motivos aplicados a punta de pincel, así como
encarnaciones con matices de color. El resultado es de una riqueza
extraordinaria en la que predominan los tonos azulados y los fondos marfileños,
anticipando la depuración de formas y la riqueza decorativa del retablo de la
Capilla del Obispo de Madrid.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
Francisco Giralte. Retablo de la Capilla del Obispo, Madrid |
Francisco Giralte. Detalle del retablo de la Capilla del Obispo, Madrid |
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