13 de febrero de 2015

Theatrum: ÁNGELES Y DEMONIOS, repertorio iconográfico en Valladolid (II)

Arcángel San Miguel. Gregorio Fernández, 1606
Retablo mayor de la iglesia de San Miguel, Valladolid

1  ARCÁNGEL SAN MIGUEL
Gregorio Fernández, 1606
Retablo de la iglesia de San Miguel, Valladolid

La magnífica imagen de San Miguel que preside el retablo mayor de la iglesia del mismo nombre, formó parte del primer gran retablo encargado a un joven Gregorio Fernández recién instalado en Valladolid, que firmó el contrato el 26 de octubre de 1606 contando con el aval de los ensambladores Juan de Muniátegui y Diego de Basoco2, mientras la arquitectura del retablo había sido comprometida por 454,54 reales veinte días antes con el ensamblador Cristóbal Velázquez. Su destino era la primitiva iglesia de San Miguel (ubicada en el centro de la actual plaza de San Miguel), que fue reedificada en el siglo XV y derribada en el siglo XVIII.

Para dicho retablo y previa presentación de los bocetos en pequeño formato, en cera o yeso, a Mateo de Vargas, mayordomo de la iglesia parroquial, Gregorio Fernández se comprometía a tallar las imágenes de San Pedro, San Pablo, San Felipe y Santiago, así como un Calvario con la figura del Padre Eterno para el ático que estaría acompañado en los laterales por los arcángeles San Gabriel y San Rafael, cobrando por cada una de las figuras 365 reales. Se añadía un tabernáculo decorado con pequeñas figuras de los Cuatro Doctores de la Iglesia y cinco Virtudes, todo ello por 730 reales. Las imágenes y el retablo fueron doradas y policromadas por el pintor Francisco Martínez, según contrato firmado el 16 de noviembre de 1618, realizando también para el mismo retablo una serie de lienzos con los temas de San Miguel en el monte Gárgano, San Miguel apareciéndose al obispo de Siponte, la Anunciación, el Nacimiento, cuatro Virtudes, San Antonio, San Francisco y dos ángeles turiferarios, de los cuales sólo se han conservado los cuatro primeros.

Arcángel San Miguel en el retablo. Gregorio Fernández, 1606
Iglesia de San Miguel, Valladolid
En este proceso de elaboración del retablo y de los trabajos de policromía no se cita la imagen de San Miguel, por la que el escultor cobró 604 reales, lo que hace presuponer que ya había sido contratada y policromada previamente, influyendo en el posterior encargo de la totalidad del retablo. El grupo de San Miguel derrotando a Lucifer fue tallado por Gregorio Fernández y policromado por Francisco Martínez, que contó con la ayuda de Pedro de Salazar y cobró por el trabajo 610 reales.

La escultura muestra al arcángel alado y triunfante, revestido a la romana y sujetando una lanza cuya punta hunde en la garganta del diablo, mientras en su mano derecha porta un escudo con el anagrama de su nombre: QSD (Quis Sicut Deus, ¿quién como Dios?). La figura muestra un diseño de concepción manierista pleno de elegancia por el movimiento cadencioso del cuerpo, la elevación del brazo derecho, la colocación de la pierna izquierda sobre el vencido y el giro de la cabeza, con un apreciable estudio anatómico tanto en la figura del arcángel como en la desnudez de Lucifer, en este caso representado con caracteres andróginos y con un brazo levantado a lo alto en gesto suplicante. En el grupo destaca el fino diseño de las cabezas, ambas con idealizadas facciones y con cabelleras abultadas formadas por grandes rizos, así como por el lenguaje de las manos, una constante en la obra del escultor.

Trabajada en bulto redondo y con un acabado impecable, la obra muestra el grado de madurez alcanzado por el escultor en su primera etapa, cuando rondaba los 30 años, que sin duda afinó en su trabajo de representación del patrono de Valladolid. Parece claro que en esos años Gregorio Fernández acusaba una clara influencia de Pompeo Leoni, presente en Valladolid para decorar algunos salones del nuevo Palacio Real, evocando la imagen de San Miguel el célebre grupo de Carlos V dominando al Furor (Museo del Prado), terminada de elaborar por el milanés en 1564.

Retablo de la iglesia de San Miguel, Valladolid
El tema de San Miguel fue repetidamente abordado por el artista, que fue depurando el modelo en los posteriores ejemplares destinados a la iglesia de Brahojos (Madrid), San Miguel de Vitoria y la Colegiata de Alfaro, aunque este modelo vallisoletano fue repetidamente copiado y convertido en fuente de inspiración de otros escultores, haciéndose en el propio círculo de Gregorio Fernández versiones miméticas del grupo, como las conservadas en Serrada (Valladolid) y en la propia iglesia de San Miguel de Valladolid.

La escultura, junto a las otras que integraban el retablo, permaneció en el antiguo templo hasta que a mediados del siglo XVIII fueron expulsados los jesuitas y la iglesia de San Ignacio quedó libre. El 11 de septiembre de 1775 la primitiva parroquia de San Miguel se trasladó al templo jesuítico y esta imagen de San Miguel pasó a ocupar el lugar que ocupara la de San Ignacio, siendo también trasladadas las figuras de los cuatro apóstoles a las hornacinas del retablo y las de los arcángeles del ático colocadas en la embocadura de la capilla mayor, formando parte del conjunto que ofrece en la actualidad.

Arcángel San Miguel. Taller de Gregorio Fernández, 1er. cuarto s. XVII
Sacristía iglesia de San Miguel, Valladolid
2  ARCÁNGEL SAN MIGUEL
Taller de Gregorio Fernández, primer tercio del siglo XVII
Sacristía de la iglesia de San Miguel, Valladolid 

Este grupo escultórico repite miméticamente la extraordinaria creación de Gregorio Fernández, tanto en la figura del arcángel como en la del ángel caído, aunque a una escala bastante inferior. Debió ser realizada en el taller de Gregorio Fernández por alguno de sus seguidores, si no por él mismo, poniendo de manifiesto que cuando una obra causaba admiración era repetidamente reclamada exigiendo la mayor fidelidad posible al original, descartándose, por la perfección del acabado, que pudiera tratarse del boceto previo a la realización del San Miguel titular a gran escala.

En este caso apenas se observan pequeñas variantes, especialmente en el diseño de la lanza-cruz y la rodela, que aquí adopta la forma de una cartela con los extremos recurvados. San Miguel aparece victorioso con una actitud de contrapposto que le proporciona una serenidad contrapuesta a la agitación y dinamismo de Lucifer, siguiendo la tradición medieval de presentar al demonio vencido a los pies.
Tanto la coraza como la túnica y el manto ofrecen depuradas labores de estofado que hacen aflorar el oro subyacente dando al arcángel un aspecto sobrenatural. Es en las carnaciones donde el modelo ofrece matices diferenciadores a la obra original pintada y dorada por Francisco Martínez, puesto que a los tonos rosáceos de San Miguel, que incluye ojos de cristal, se opone el tono tostado y rojizo del cuerpo de Lucifer, con los ojos pintados y recostado sobre brasas candentes en alusión el infierno.
En esta obra se aprecia la puesta a disposición, por parte del escultor, de sus facultades en el oficio de imaginero para plasmar de forma tangible los ideales propugnados por la Contrarreforma, ofreciendo con ella la imagen del triunfo de la Iglesia Católica.

3 y 4  ARCÁNGEL SAN GABRIEL Y ARCÁNGEL SAN RAFAEL
Gregorio Fernández, 1606-1607
Embocadura de la capilla mayor de la iglesia de San Miguel, Valladolid

Esta pareja de esculturas son los mejores ejemplares, sin lugar a dudas, de la iconografía angélica en Valladolid. Con ellos podríamos establecer cierto paralelismo con el destino de dos de los ángeles pasionarios realizados por Bernini para el Puente de Sant'Angelo de Roma sesenta años después, cuya belleza cautivó al papa Clemente IX, que decidió preservarlos para su deleite y el de toda la ciudad en el interior de la iglesia de Sant'Andrea delle Fratte, a salvo de las inclemencias del tiempo.

Como ya se ha dicho, las figuras de estos dos arcángeles fueron elaboradas por Gregorio Fernández, según el contrato firmado en 1606, para ser colocadas en el ático del retablo de la primitiva iglesia de San Miguel, que había sido reedificada en el siglo XV, donde estuvieron colocadas desde que fueran policromadas en 1618 hasta 1775, año en que fueron trasladadas al templo jesuítico de San Ignacio que por entonces tomó la advocación de San Miguel. No siendo posible su incorporación al retablo, por su extraordinaria belleza fueron colocadas sobre peanas exentas a los lados de la embocadura de la capilla mayor, cumpliendo la misma función que los ángeles turiferarios tan de moda en la época. Con ello se preservaron para el futuro y se pusieron al alcance del espectador a una distancia sensiblemente más corta que en lo alto del ático del retablo.

La presencia de San Gabriel y San Rafael responde al afán de Gregorio Fernández por completar, junto al San Miguel titular, el trío de arcángeles que representan el poder civil, religioso y militar, a los que tiempo después, en el retablo de la catedral de Plasencia, incorporaría la presencia de Uriel para significar la extensión de la redención de Cristo a los cuatro puntos cardinales.

San Gabriel es el arcángel por excelencia en su relación con los hombres, función explícita en su propio nombre: "mensajero de Dios". Como tal fue el portador de diversos mensajes divinos, como el anuncio a Zacarías del nacimiento de su hijo Juan el Bautista y a la Virgen del nacimiento de Cristo, incluyendo el anuncio a los pastores. En la iconografía de Gregorio Fernández afloran reminiscencias de las representaciones del dios olímpico Hermes, Mercurio para los romanos, en su función de mensajero, especialmente en la presencia de alas y en el portar como atributo el mágico caduceo, elementos reconvertidos en las alas del arcángel, en el cetro rodeado de una filactería con un mensaje escrito que sujeta en su mano derecha y en la elevación del brazo izquierdo indicando con el dedo el origen divino de su mensaje, elementos expresados con enorme sutileza por el genial escultor.

Al carácter etéreo de San Gabriel se contrapone la figura de San Rafael, un ángel de vinculación más terrenal por haber tomado forma humana para proteger al joven Tobías, por extensión protector de todos los jóvenes en el camino de la vida, motivo por el que es representado al paso como un peregrino, con esclavina, con un zurrón a la cintura y sujetando un bordón, además del pez con el que curó al anciano Tobías y que le define como el arcángel médico.    
  
Las dos figuras presentan un elegante movimiento corporal basado en el contrapposto, con una línea serpentinata recorriendo sus anatomías haciendo que se muevan con naturalidad en el espacio y con ademanes cadenciosos de aire manierista, adquiriendo una importancia fundamental el expresivo lenguaje de las manos, dobladas en las muñecas y con dedos arqueados. A la belleza de sus cabezas, cubiertas con largos cabellos que forman una corona de abultados rizos, con cuellos excesivamente alargados por estar concebidos originariamente para ser vistos en el ático del retablo, se unen las elegantes indumentarias con abundantes y suaves plegados, adoptando San Gabriel el modelo de túnicas superpuestas, una corta y otra larga, que acabarían imponiéndose en las figuraciones angélicas vallisoletanas, mientras que en la imagen de San Rafael la túnica exterior se sustituye por una esclavina abotonada al cuello. En líneas generales hacen recordar ciertos modelos creados en Madrid por Pompeo Leoni en bronce, en este caso con una policromía preciosista aplicada por el pintor Francisco Martínez en 1618.

(Continuará)

Informe y fotografías: J. M. Travieso






NOTAS

2 URREA FERNÁNDEZ, Jesús. Valladolid, Capital de la Corte (1601-1606). Cámara de Comercio e Industria de Valladolid, Valladolid, 2002, p. 157.





















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