Arcángel San Miguel. Gregorio Fernández, 1606 Retablo mayor de la iglesia de San Miguel, Valladolid |
1 ARCÁNGEL SAN MIGUEL
Gregorio Fernández, 1606
Retablo de la iglesia de San
Miguel, Valladolid
La magnífica imagen de San Miguel que preside el
retablo mayor de la iglesia del mismo nombre, formó parte del primer gran
retablo encargado a un joven Gregorio Fernández recién instalado en Valladolid,
que firmó el contrato el 26 de octubre de 1606 contando con el aval de los
ensambladores Juan de Muniátegui y Diego de Basoco2, mientras la
arquitectura del retablo había sido comprometida por 454,54 reales veinte días
antes con el ensamblador Cristóbal Velázquez. Su destino era la primitiva
iglesia de San Miguel (ubicada en el centro de la actual plaza de San Miguel), que
fue reedificada en el siglo XV y derribada en el siglo XVIII.
Para dicho retablo y previa presentación de los
bocetos en pequeño formato, en cera o yeso, a Mateo de Vargas, mayordomo de la
iglesia parroquial, Gregorio Fernández se comprometía a tallar las imágenes de
San Pedro, San Pablo, San Felipe y Santiago, así como un Calvario con la figura
del Padre Eterno para el ático que estaría acompañado en los laterales por los
arcángeles San Gabriel y San Rafael, cobrando por cada una de las figuras 365
reales. Se añadía un tabernáculo decorado con pequeñas figuras de los Cuatro
Doctores de la Iglesia y cinco Virtudes, todo ello por 730 reales. Las imágenes
y el retablo fueron doradas y policromadas por el pintor Francisco Martínez,
según contrato firmado el 16 de noviembre de 1618, realizando también para el
mismo retablo una serie de lienzos con los temas de San Miguel en el monte Gárgano, San
Miguel apareciéndose al obispo de Siponte, la Anunciación, el Nacimiento,
cuatro Virtudes, San Antonio, San Francisco
y dos ángeles turiferarios, de los
cuales sólo se han conservado los cuatro primeros.
Arcángel San Miguel en el retablo. Gregorio Fernández, 1606 Iglesia de San Miguel, Valladolid |
En este proceso de elaboración del retablo y de los
trabajos de policromía no se cita la imagen de San Miguel, por la que el
escultor cobró 604 reales, lo que hace presuponer que ya había sido contratada
y policromada previamente, influyendo en el posterior encargo de la totalidad
del retablo. El grupo de San Miguel derrotando a Lucifer fue tallado por
Gregorio Fernández y policromado por Francisco Martínez, que contó con la ayuda
de Pedro de Salazar y cobró por el trabajo 610 reales.
La escultura muestra al arcángel alado y triunfante,
revestido a la romana y sujetando una lanza cuya punta hunde en la garganta del
diablo, mientras en su mano derecha porta un escudo con el anagrama de su
nombre: QSD (Quis Sicut Deus, ¿quién
como Dios?). La figura muestra un diseño de concepción manierista pleno de
elegancia por el movimiento cadencioso del cuerpo, la elevación del brazo
derecho, la colocación de la pierna izquierda sobre el vencido y el giro de la
cabeza, con un apreciable estudio anatómico tanto en la figura del arcángel
como en la desnudez de Lucifer, en este caso representado con caracteres
andróginos y con un brazo levantado a lo alto en gesto suplicante. En el grupo
destaca el fino diseño de las cabezas, ambas con idealizadas facciones y con
cabelleras abultadas formadas por grandes rizos, así como por el lenguaje de
las manos, una constante en la obra del escultor.
Trabajada en bulto redondo y con un acabado
impecable, la obra muestra el grado de madurez alcanzado por el escultor en su
primera etapa, cuando rondaba los 30 años, que sin duda afinó en su trabajo de
representación del patrono de Valladolid. Parece claro que en esos años
Gregorio Fernández acusaba una clara influencia de Pompeo Leoni, presente en
Valladolid para decorar algunos salones del nuevo Palacio Real, evocando la
imagen de San Miguel el célebre grupo de Carlos
V dominando al Furor (Museo del Prado), terminada de elaborar por el
milanés en 1564.
Retablo de la iglesia de San Miguel, Valladolid |
El tema de San Miguel fue repetidamente abordado por
el artista, que fue depurando el modelo en los posteriores ejemplares
destinados a la iglesia de Brahojos (Madrid), San Miguel de Vitoria y la
Colegiata de Alfaro, aunque este modelo vallisoletano fue repetidamente copiado
y convertido en fuente de inspiración de otros escultores, haciéndose en el
propio círculo de Gregorio Fernández versiones miméticas del grupo, como las
conservadas en Serrada (Valladolid) y en la propia iglesia de San Miguel de
Valladolid.
La escultura, junto a las otras que integraban el
retablo, permaneció en el antiguo templo hasta que a mediados del siglo XVIII
fueron expulsados los jesuitas y la iglesia de San Ignacio quedó libre. El 11
de septiembre de 1775 la primitiva parroquia de San Miguel se trasladó al
templo jesuítico y esta imagen de San Miguel pasó a ocupar el lugar que ocupara
la de San Ignacio, siendo también trasladadas las figuras de los cuatro
apóstoles a las hornacinas del retablo y las de los arcángeles del ático
colocadas en la embocadura de la capilla mayor, formando parte del conjunto que
ofrece en la actualidad.
Arcángel San Miguel. Taller de Gregorio Fernández, 1er. cuarto s. XVII Sacristía iglesia de San Miguel, Valladolid |
2 ARCÁNGEL SAN MIGUEL
Taller de Gregorio Fernández,
primer tercio del siglo XVII
Sacristía de la iglesia de San
Miguel, Valladolid
Este grupo escultórico repite miméticamente la
extraordinaria creación de Gregorio Fernández, tanto en la figura del arcángel
como en la del ángel caído, aunque a una escala bastante inferior. Debió ser
realizada en el taller de Gregorio Fernández por alguno de sus seguidores, si
no por él mismo, poniendo de manifiesto que cuando una obra causaba admiración
era repetidamente reclamada exigiendo la mayor fidelidad posible al original,
descartándose, por la perfección del acabado, que pudiera tratarse del boceto
previo a la realización del San Miguel titular a gran escala.
En este caso apenas se observan pequeñas variantes,
especialmente en el diseño de la lanza-cruz y la rodela, que aquí adopta la
forma de una cartela con los extremos recurvados. San Miguel aparece victorioso
con una actitud de contrapposto que
le proporciona una serenidad contrapuesta a la agitación y dinamismo de
Lucifer, siguiendo la tradición medieval de presentar al demonio vencido a los
pies.
Tanto la coraza como la túnica y el manto ofrecen
depuradas labores de estofado que hacen aflorar el oro subyacente dando al
arcángel un aspecto sobrenatural. Es en las carnaciones donde el modelo ofrece
matices diferenciadores a la obra original pintada y dorada por Francisco
Martínez, puesto que a los tonos rosáceos de San Miguel, que incluye ojos de
cristal, se opone el tono tostado y rojizo del cuerpo de Lucifer, con los ojos
pintados y recostado sobre brasas candentes en alusión el infierno.
En esta obra se aprecia la puesta a disposición, por
parte del escultor, de sus facultades en el oficio de imaginero para plasmar de
forma tangible los ideales propugnados por la Contrarreforma, ofreciendo con
ella la imagen del triunfo de la Iglesia Católica.
3 y 4 ARCÁNGEL SAN GABRIEL Y
ARCÁNGEL SAN RAFAEL
Gregorio Fernández, 1606-1607
Embocadura de la capilla mayor de
la iglesia de San Miguel, Valladolid
Esta pareja de esculturas son los mejores ejemplares, sin lugar a dudas, de la iconografía angélica en Valladolid. Con ellos
podríamos establecer cierto paralelismo con el destino de dos de los ángeles
pasionarios realizados por Bernini para el Puente de Sant'Angelo de Roma sesenta
años después, cuya belleza cautivó al papa Clemente IX, que decidió
preservarlos para su deleite y el de toda la ciudad en el interior de la
iglesia de Sant'Andrea delle Fratte, a salvo de las inclemencias del tiempo.
Como ya se ha dicho, las figuras de estos dos
arcángeles fueron elaboradas por Gregorio Fernández, según el contrato firmado
en 1606, para ser colocadas en el ático del retablo de la primitiva iglesia de
San Miguel, que había sido reedificada en el siglo XV, donde estuvieron
colocadas desde que fueran policromadas en 1618 hasta 1775, año en que fueron
trasladadas al templo jesuítico de San Ignacio que por entonces tomó la
advocación de San Miguel. No siendo posible su incorporación al retablo, por su
extraordinaria belleza fueron colocadas sobre peanas exentas a los lados de la
embocadura de la capilla mayor, cumpliendo la misma función que los ángeles
turiferarios tan de moda en la época. Con ello se preservaron para el futuro y
se pusieron al alcance del espectador a una distancia sensiblemente más corta
que en lo alto del ático del retablo.
La presencia de San Gabriel y San Rafael responde al
afán de Gregorio Fernández por completar, junto al San Miguel titular, el trío
de arcángeles que representan el poder civil, religioso y militar, a los que
tiempo después, en el retablo de la catedral de Plasencia, incorporaría la
presencia de Uriel para significar la extensión de la redención de Cristo a los
cuatro puntos cardinales.
San Gabriel es el arcángel por excelencia en su
relación con los hombres, función explícita en su propio nombre:
"mensajero de Dios". Como tal fue el portador de diversos mensajes
divinos, como el anuncio a Zacarías del nacimiento de su hijo Juan el Bautista
y a la Virgen del nacimiento de Cristo, incluyendo el anuncio a los pastores.
En la iconografía de Gregorio Fernández afloran reminiscencias de las
representaciones del dios olímpico Hermes, Mercurio para los romanos, en su
función de mensajero, especialmente en la presencia de alas y en el portar como
atributo el mágico caduceo, elementos
reconvertidos en las alas del arcángel, en el cetro rodeado de una filactería
con un mensaje escrito que sujeta en su mano derecha y en la elevación del
brazo izquierdo indicando con el dedo el origen divino de su mensaje, elementos
expresados con enorme sutileza por el genial escultor.
Al carácter etéreo de San Gabriel se contrapone la
figura de San Rafael, un ángel de vinculación más terrenal por haber tomado
forma humana para proteger al joven Tobías, por extensión protector de todos
los jóvenes en el camino de la vida, motivo por el que es representado al paso
como un peregrino, con esclavina, con un zurrón a la cintura y sujetando un bordón,
además del pez con el que curó al anciano Tobías y que le define como el
arcángel médico.
Las dos figuras presentan un elegante movimiento
corporal basado en el contrapposto,
con una línea serpentinata
recorriendo sus anatomías haciendo que se muevan con naturalidad en el espacio y con ademanes cadenciosos de aire manierista, adquiriendo una importancia fundamental
el expresivo lenguaje de las manos, dobladas en las muñecas y con dedos
arqueados. A la belleza de sus cabezas, cubiertas con largos cabellos que
forman una corona de abultados rizos, con cuellos excesivamente alargados por
estar concebidos originariamente para ser vistos en el ático del retablo, se
unen las elegantes indumentarias con abundantes y suaves plegados, adoptando
San Gabriel el modelo de túnicas superpuestas, una corta y otra larga, que
acabarían imponiéndose en las figuraciones angélicas vallisoletanas, mientras
que en la imagen de San Rafael la túnica exterior se sustituye por una
esclavina abotonada al cuello. En líneas generales hacen recordar ciertos
modelos creados en Madrid por Pompeo Leoni en bronce, en este caso con una policromía
preciosista aplicada por el pintor Francisco Martínez en 1618.
(Continuará)
Informe y fotografías: J. M. Travieso
NOTAS
2 URREA FERNÁNDEZ, Jesús. Valladolid,
Capital de la Corte (1601-1606). Cámara de Comercio e Industria de
Valladolid, Valladolid, 2002, p. 157.
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