7 de abril de 2017

Theatrum: PASO NUEVO DE NUESTRA SEÑORA Y SAN JUAN, una composición de historia controvertida







PASO DE NUESTRA SEÑORA Y SAN JUAN o 
"TODO ESTÁ CONSUMADO"
Anónimo, seguidor de Gregorio Fernández
1650-1661
Madera policromada
Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Procedente de la Cofradía de la Sagrada Pasión de Valladolid
Escultura barroca española. Escuela castellana








Este paso procesional, que adopta la forma genérica de un Calvario compuesto por las figuras de Cristo crucificado, la Virgen, San Juan y la Magdalena, perteneció a la histórica Cofradía penitencial de la Sagrada Pasión, para la que fue realizado enteramente en madera policromada, entre 1650 y 1661, con el fin de sustituir a otro anterior de imaginería ligera —papelón y telas encoladas— que junto a los mismos personajes sagrados incluía dos sayones partiendo la túnica de Cristo, según afirma Manuel Canesi en su Historia de Valladolid de 1745.

Dentro del panorama procesional vallisoletano este paso constituye un auténtico rompecabezas en cuanto a la determinación de su composición original, su autoría y su devenir histórico, problemas que iremos desgranando para tener una idea aproximada de su idiosincrasia, pues todavía en nuestros días esta obra, que forma parte de la importante serie de pasos procesionales que se conservan en el Museo Nacional de Escultura, no es posible apreciarla con todos sus componentes originales.

A ello se suma el dilema de su titulación a lo largo del tiempo, pues si en el momento de su incorporación es referido como "Paso Nuevo de Nuestra Señora y San Juan", en la planta de la procesión de la Cofradía de 1675 es citado simplemente como "Último", en años posteriores como "Jesús Crucificado", en 1790 como "Paso de la Agonía" y en 1803 como "Las Siete Palabras"1. En el siglo XX, desde su reincorporación a los desfiles con la Cofradía de las Siete Palabras, fundada en 1929, fue denominado "Emissit Spiritum", aunque posteriormente, durante el proceso de incorporación de siete pasos llevado a cabo por esta cofradía, ha pasado a titularse "Todo está consumado", es decir, a representar la sexta palabra de Cristo antes de morir en la cruz, aunque paradójicamente en la actualidad la imagen muestre a Jesús muerto y con el costado abierto.


LA ENREVESADA HISTORIA DE LA RECOMPOSICIÓN DEL PASO PROCESIONAL   

Era costumbre en las cofradías el separar de los pasos procesionales las principales imágenes sagradas, que a lo largo del año recibían culto en altares creados específicamente para ellas en sus respectivos templos, relegando las figuras secundarias —generalmente sayones que se deterioraban por la penuria de las cofradías— a la oscuridad de los almacenes o salas de juntas. Así ocurría en la Cofradía de la Pasión, en cuya iglesia penitencial el crucificado de este paso disponía de su propio altar mientras que las imágenes de la Virgen, San Juan y la Magdalena, junto a las de la Verónica y el Cirineo del paso Camino del Calvario, elaborado en por Gregorio Fernández para la Cofradía en 1614, ocupaban las hornacinas de la sacristía, según se desprende de las descripciones realizadas por Antonio Ponz e Isidoro Bosarte o del inventario realizado en 1803 por la Academia de Bellas Artes de Valladolid, que tenía encomendada la conservación de este tipo de obras.

En 1842, las figuras de los pasos, a excepción de las que recibían culto en sus propios altares, fueron recogidas en el Museo Provincial de Bellas Artes (desde 1933 Museo Nacional de Escultura), creado ese mismo año en el Colegio de Santa Cruz para acoger la ingente cantidad de obras procedentes de monasterios afectados por los decretos desamortizadores. Es entonces cuando las imágenes de la Virgen, San Juan y la Magdalena del paso de la Cofradía de la Pasión abandonan su sede separándose del crucifijo original que permanecía al culto, perdiendo al tiempo su función procesional para ser expuestas de forma aislada.

     En 1920, cuando el arzobispo Remigio Gandásegui impulsó la recuperación de los desfiles procesionales de Semana Santa, fomentando la fundación de nuevas cofradías que convivieran con las cinco históricas de la ciudad, contó con la colaboración de Francisco de Cossío, por entonces director del Museo Provincial de Bellas Artes, y con el historiador Juan Agapito y Revilla, que se dedicó a recomponer los antiguos pasos procesionales, agrupando, a modo de complicado puzle, los maltrechos restos de algunos de ellos, que no contaban con documentación acreditativa de su procedencia.

Fue entonces cuando Agapito y Revilla, basándose en su unidad estilística y en la "P" incisa en la espalda de las figuras como única referencia a su procedencia de la Cofradía de la Pasión, reagrupaba el Paso Nuevo de Nuestra Señora y San Juan bajo la denominación de "Las Siete Palabras", incorporando en el montaje, basándose en antiguas descripciones, dos figuras de sayones descontextualizados y un crucifijo2 de mediados del siglo XVI que, también procedente de la iglesia de la Pasión con la advocación de "Cristo de los Arrepentidos", venía a sustituir al original.   

Santo Cristo del Calvario, original del paso de Ntra. Sra, y San Juan
Cofradía de la Sagrada Pasión. Iglesia de San Quirce, Valladolid
Con aquella recurrente recomposición de Agapito y Revilla, desde que desfilara por primera vez en 1927 bajo la denominación de "Emissit Spiritum", el paso lo ha estado haciendo durante el siglo XX alumbrado por la Cofradía de las Siete Palabras. Pero no había terminado el galimatías. Las dos figuras de los sayones fueron eliminadas en 1992 al identificarse su correcta procedencia3 y, tras ser reclamada la imagen del aquel Crucifijo por la Cofradía de la Pasión, esta fue recuperada y devuelta a su sede en 1993, protagonizando desde 1995 de forma aislada una procesión del Sábado de Pasión bajo la advocación de "Santo Cristo de las Cinco Llagas", ya definitivamente desvinculada del paso que nos ocupa.

Pero, ¿qué fue del Cristo crucificado original del paso? Como la historia es tan caprichosa a veces, el asunto vendría a complicarse con el cierre de la iglesia de la Pasión en 1926 por su estado ruinoso —declarada Bien de Interés Cultural el 10 de marzo de 1928—, donde como "Cristo de la Agonía" recibía culto el crucificado original del Paso Nuevo de Nuestra Señora y San Juan, que también acabó siendo depositado en el Museo Provincial de Bellas Artes. Pero desconociendo su primitivo origen y por tratarse de una representación de Cristo aún vivo en la cruz, Juan Agapito y Revilla consideró apropiado integrarla como imagen central del paso de la Elevación de la Cruz, completando así el importante conjunto elaborado en 1604 por Francisco de Rincón, que permanecía —y permanece— en el Museo (hoy Museo Nacional de Escultura) sin la imagen titular4. De esta manera se perdía la ocasión de reintegrar al Paso Nuevo de Nuestra Señora y San Juan la imagen original de Cristo.

     Un hallazgo de Luis Luna Moreno fue fundamental para el proceso de recomposición de los antiguos pasos. Este murciano, que fue Director del Museo Nacional de Escultura entre 1988 y 1996, descubrió la existencia del Cristo original del paso de la Elevación de la Cruz, de Francisco de Rincón, en la clausura del monasterio de San Quirce, donde erróneamente era venerado por las monjas cistercienses como San Dimas crucificado.

Detalle del Santo Cristo del Calvario. Iglesia de San Quirce
    Recompuesto este conjunto rinconiano con las sus esculturas originales, también fue posible reintegrar por unos años el Cristo original al Paso Nuevo de Nuestra Señora y San Juan, que desde 1929 completaba el paso de la Elevación de la Cruz. Sin embargo, lo mismo que ocurriera con el "Santo Cristo de las Cinco Llagas", la imagen fuera recuperada por la Cofradía de la Sagrada Pasión en 1993, que la estuvo cediendo hasta el año 2002 a la Cofradía de las Siete Palabras para componer el conjunto original bajo la titulación de "Todo está consumado".

A partir de ese año el paso quedaba de nuevo incompleto por la ausencia del Cristo original, que sería restaurado en 2010 por la Cofradía de la Pasión, su propietaria, pasando a recibir la advocación de "Santo Cristo del Calvario" e incorporándose, de forma aislada, en la procesión que la cofradía realiza el Jueves Santo.      

Para mantener el discurso narrativo, en nuestros días el montaje del antiguo Paso Nuevo de Nuestra Señora y San JuanTodo está consumado— se completa con un Cristo crucificado procedente de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de Bercero (Valladolid), talla realizada en 1665 por el escultor lucense Alonso de Rozas. Con esta forma de montaje es cedido a la Cofradía de las Siete Palabras para las celebraciones del Viernes Santo.


Montaje actual del paso titulado "Todo está consumado"
Crucifijo de Alonso de Rozas, 1665
Iglesia de la Asunción, Bercero (Valladolid)
EL PROBLEMA DE SU AUTORÍA     

Si enrevesado ha sido el devenir histórico de este paso procesional en lo referente a la posible composición y movilidad de sus componentes, otro tanto puede decirse de las dispares atribuciones de su autoría.

A falta de documentación acreditativa, tanto Ricardo Orueta como Juan Agapito y Revilla consideraban las esculturas de la Virgen, San Juan y la Magdalena como obra tardía del taller de Gregorio Fernández. Tiempo después, Juan José Martín González también llegó a atribuirlas al entorno de Gregorio Fernández, pero relacionándolas concretamente con su discípulo e imitador Andrés Solanes, fiel seguidor de los modelos fernandinos que indudablemente estas esculturas toman como inspiración. Fue Luis Luna Moreno quien señaló que las imágenes de San Juan y la Magdalena están claramente inspiradas en las que realizara Gregorio Fernández en 1616 formando parte del paso de la Piedad de la Cofradía de las Angustias y en 1623-1624 integrando el paso del Descendimiento de la Cofradía de la Vera Cruz. Otro tanto ocurre con la imagen de la Virgen, que toma como referencia las caracterizaciones como Dolorosa de repetidas composiciones de Gregorio Fernández.

Sin embargo, las esculturas que integran el Paso Nuevo de Nuestra Señora y San Juan, a pesar de que conservan evidentes rasgos fernandinos, como los paños abultados y la rigidez de los pliegues, en su conjunto son menos mesuradas y mucho más dramáticas en sus gesticulaciones y en sus semblantes, fórmula que se repite en la copia del paso de la Flagelación que hiciera Gregorio Fernández en 1619 para la Cofradía de la Vera Cruz, en el que hacia 1650 colaboraron el vallisoletano Francisco Díez de Tudanca y el toresano Antonio Ribera (discípulo de Gregorio Fernández) por encargo de la Cofradía de la Pasión5.   

Crucifijos utilizados en la recomposición del paso
Izda: Cristo de las Cinco Llagas. M. Álvarez, igl.de San Quirce, Valladolid
Dcha: Cristo crucificado. Alonso de Rozas, igl. de la Asunción, Bercero
Precisamente en la actualidad se viene apuntando como posible artífice al escultor Francisco Díez de Tudanca, que fue cofrade y alcalde de la Cofradía penitencial de la Sagrada Pasión y autor especializado en copias de los modelos creados por Gregorio Fernández, como ocurre en el Paso Nuevo de Nuestra Señora y San Juan. Sin embargo, a pesar de tratarse de un escultor estimado, posible discípulo de Gregorio Fernández, con éxito en Valladolid y con una clientela fiel a partir de mediados del siglo XVII, un análisis de las obras por él realizadas le definen como un autor mediocre que no fue capaz de infundir a sus esculturas el hálito de vida que tenían los modelos que copiaba.

Personalmente descarto que el autor del Paso Nuevo de Nuestra Señora y San Juan sea el desigual Francisco Díez de Tudanca e intentaré razonarlo. Si tomamos como referencia la citada copia del paso de la Flagelación, que procedente de la Cofradía de la Pasión hoy se guarda en el Museo Nacional de Escultura, se puede advertir una diferencia de calidad entre la figura de Cristo y las de los sayones, la primera más esmerada, como era habitual en las figuras principales, y los segundos toscos y rígidos, lo que parece indicar dos manos distintas en la elaboración, por lo que es posible que la escultura titular que hoy conserva la Cofradía de la Pasión como "Cristo flagelado", la de mayor calidad del paso, corresponda a la gubia del poco conocido Antonio Ribera6, mientras los sayones siguen la pauta habitual de Francisco Díez de Tudanca, aunque esto sea una mera conjetura difícil de demostrar.

Detalle del Cristo crucificado del actual montaje del paso
Alonso de Rozas, 1665, iglesia de la Asunción, Bercero
Asimismo, es evidente que las figuras integrantes del Paso Nuevo de Nuestra Señora y San Juan se hallan muy alejadas de la copia del paso del Descendimiento que Francisco Díez de Tudanca contrataba en 1663 para Medina de Rioseco, donde ejerce de mero copista, o del Cristo del Perdón que hiciera poco antes de 1664 para el Colegio de Trinitarios Descalzos de Valladolid, actualmente recogido en el Museo Diocesano y Catedralicio, que se encuentra entre las mejores obras del escultor, pero muy distante de los valores del paso que tratamos.

Si nos atenemos a específicas representaciones del Calvario, poca relación presentan las notables esculturas de este paso, especialmente el desgarro de la Virgen y la Magdalena, la actitud declamatoria de San Juan y el naturalismo de Cristo aún vivo en la cruz, con el discreto Calvario que corona el retablo de la iglesia de la Asunción de Bercero, contratado en 1657 por Francisco Díez de Tudanca con el salmantino Juan Rodríguez, que presenta la característica rigidez y falta de naturalismo de este escultor. También es cierto que no existe demasiada relación con el Calvario elaborado por Antonio Ribera para el retablo de Baquerín de Campos (Palencia), actualmente en el monasterio de San Zoilo de Carrión de los Condes, aunque este sea algo más dinámico. A uno y a otro les supera en calidad el paso procesional vallisoletano, por lo que lo más razonable sería atribuirlo a un escultor desconocido activo en Valladolid a mediados del siglo XVII, indudable seguidor de Gregorio Fernández. Una incógnita por desvelar.

Francisco Díez de Tudanca. Calvario, 1657
Retablo mayor de la iglesia de la Asunción, Bercero (valladolid) 
De todos modos conviene resaltar la fuerza dramática de las figuras de la Virgen, San Juan y la Magdalena, contrapuestas a la serenidad de Cristo crucificado a punto de lanzar su último suspiro, contrapuntos que siguen las pautas de las producciones procesionales fernandinas, en este caso a través de una escena que era habitual en los áticos de los retablos y que el desconocido escultor decide bajar a la plataforma procesional para infundir a la composición nuevos valores escénicos de fuerte impacto visual con el afán de conmover, una puesta en escena que adquiere su verdadero sentido cuando el paso se halla en movimiento por las calles de Valladolid.     

Informe y fotografías: J. M. Travieso.
Foto de cabecera: Museo Nacional de Escultura 


NOTAS

1 MARCOS VILLÁN, Miguel Ángel: Paso Nuevo de Nuestra Señora y San Juan. Catálogo de la web del Museo Nacional de Escultura.

2 Este Cristo crucificado ha sido estudiado por José María Parrado, que lo relaciona con la obra de Manuel Álvarez, escultor palentino seguidor de Alonso Berruguete que desde 1580 tuvo su taller instalado en Valladolid. La talla habría sido elaborada entre 1548 y 1562, cuando este escultor todavía trabajaba en su taller de Palencia, para presidir la ermita con función de humilladero que la Cofradía de la Pasión disponía pasado el Puente Mayor y que fue demolida hacia 1815. 
Desde entonces fue trasladado a la iglesia penitencial de la Pasión, donde permaneció al culto como "Cristo de los Arrepentidos" hasta 1926, año en que esta iglesia fue cerrada y dicho crucifijo, que no respondía a una concepción procesional, depositado en el Museo Provincial de Bellas Artes.
Francisco Díez de Tudanca. Cristo del Perdón, hacia 1660
Museo Diocesano y Catedralicio, Valladolid
Actualmente esta talla, recuperada en 1993 por la Cofradía de la Sagrada Pasión y convenientemente restaurada, recibe culto en la iglesia del Real Monasterio de San Quirce y Santa Julita, sede canónica de dicha Cofradía, bajo la advocación de "Santo Cristo de las Cinco Llagas".

3 Un sayón con turbante quedó restituido al primitivo paso de la Flagelación, obra de Gregorio Fernández para la Cofradía de la Vera Cruz y otro que sujetaba un martillo al paso del Azotamiento de la Cofradía de la Pasión, obra de Francisco Díez de Tudanca y Antonio Ribera. 

4 El paso de La elevación de la Cruz de Francisco de Rincón se monta ocasionalmente completo durante los desfiles de Semana Santa, incorporando el Cristo crucificado original que se conserva en el monasterio de San Quirce al paso perteneciente al Museo Nacional de Escultura. Como paso completo es cedido a la Cofradía de la Exaltación de la Santa Cruz, fundada en 1938 y con sus Estatutos aprobados en 1944, con la que desfila el Viernes Santo en la Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor.

5 FERNÁNDEZ DEL HOYO, María Antonia: El escultor vallisoletano Francisco Díez de Tudanca (1616-?). Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, tomo 50,Valladolid, 1984, p. 376.  Todo 371-390

6 FERNÁNDEZ DEL HOYO, María Antonia: Oficiales del taller de Gregorio Fernández y ensambladores que trabajaron con él. Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción nº 44, Valladolid, 2009, pp. 355-357.

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