1 de mayo de 2017

Fastiginia: Manuel Sierra, los simbólicos mensajes de la voz de la conciencia

Estampas y recuerdos de Valladolid

A estas alturas cuesta pensar que haya vallisoletanos que no conozcan a Manuel Sierra, o al menos su obra, ya que es incesante su presencia en la ciudad a través de su actividad como cartelista, ilustrador y diseñador gráfico, trabajos compaginados con su faceta de pintor en las más variadas técnicas, entre ellas la pintura cerámica y la mural.

Si algo caracteriza su personal creatividad es el constante compromiso y denuncia, desde los años 70, de los problemas políticos, sociales y de medio ambiente que padecen los ciudadanos, siempre apoyando las causas de los sectores más indefensos, de los que en ocasiones se convierte en portavoz a través de sus creaciones artísticas, en las que utiliza un lenguaje plástico de fácil comprensión y cargado de un optimismo determinado por el uso de colores brillantes y luminosos.


Nacido en Villablino (León) y afincado desde sus años jóvenes en Valladolid —actualmente reside y tiene su taller en Simancas—, practica habitualmente un tipo de pintura que mantiene un código permanente de tendencia figurativa, aunque en ocasiones haga incursiones en lo abstracto y en el collage, al modo de los cubistas, estableciendo una simbiosis entre lo figurativo y lo abstracto que determina su personal estilo. Sus pinturas —paisajes, bodegones, interiores, etc.— suelen aparecer llenas de vida, cuando paradójicamente en la mayoría de sus obras prevalece la ausencia de personajes, que sin embargo están presentes a través de objetos y elementos de la naturaleza fácilmente reconocibles por su peculiar estética, siendo el espectador el que debe imaginarlos viviendo su vida cotidiana o sus dramas personales, pues en muchas ocasiones hasta la propia muerte aparece subyacente en algún elemento.


Es muy difícil definir el estilo de Manuel Sierra por sus componentes multidisciplinares y autodidactas. Se podría decir que sintetiza viejas corrientes —expresionismo, postcubismo, grafiti, pop, pintura conceptual— con incursiones vanguardistas que juegan a experimentar con las texturas. Pero vamos a dejar este tipo de elucubraciones para referirnos a una muestra de pintura mural que anima el último tramo de la calle Juan Mambrilla, sobre una tapia que delimita unas instalaciones de la Universidad, cuyos muros ya se han convertido en una muestra permanente de la creatividad de Sierra y en objeto de las iras de los sectores más reaccionarios, que no aceptan que el conjunto de iconos allí plasmados se conviertan en un canto a la libertad.

Todavía tenemos en la memoria el grotesco atentado contra la libertad de expresión perpetrado en marzo de 2012 por el prepotente e insensible equipo municipal del Partido Popular que por entonces regía la ciudad. En aquella ocasión, dentro del programa de actividades del ciclo "Lecciones contra el olvido: Enseñanza y cultura republicana y represión franquista", que organizado por la Universidad de Valladolid contaba con la colaboración de instituciones, partidos, sindicatos y asociaciones, una de las actividades propuestas fue que Manuel Sierra, con un nutrido grupo de ayudantes voluntarios, pintara sobre la tapia una serie de murales para rehabilitar el honor de los miles de enseñantes republicanos que fueron víctimas —desaparecidos, exiliados, encarcelados o asesinados— tras el golpe militar de Franco.

El mural fue elaborado por Sierra en medio de un ambiente festivo, pero el 30 de marzo por su envergadura no pudieron concluirse los trabajos, que deberían rematarse al día siguiente. Fue entonces cuando, con nocturnidad y alevosía, el alcalde de Valladolid, cuyo nombre se nos ha olvidado, en un gesto de desprecio envió un equipo que por la noche cubrió con pintura blanca todas las pinturas realizadas, rematando la faena al día siguiente con su declaración a los medios: "Se ha actuado como en otros casos, como con cualquier otra pintada", poniendo al mismo nivel al reconocido pintor y sus intenciones altruistas con los grafiteros clandestinos. Una buena muestra de la sensibilidad y cultura de aquel gobierno municipal.

Pero si algo caracteriza a Manuel Sierra es que es incansable. De modo que, si pasamos por dicha calle en la actualidad, podremos comprobar que aparecen murales renovados, en este caso, como figura en una leyenda incluida por el pintor, realizados entre el 28 y el 29 de noviembre de 2015 para reclamar genéricamente la Paz. Y de nuevo todos los elementos simbólicos de Sierra alegran la calle para reivindicar la enseñanza pública y la libertad, con alusiones a problemas recientes como los desahucios, el abandono de la cultura, el maltrato a la naturaleza, las vallas de los inmigrantes, los refugiados, etc.

Y una vez más podemos contemplar una complicidad entre lo figurativo y lo abstracto, donde a pesar del vacío humano unos sencillos elementos de carácter cotidiano adquieren un nuevo significado para referirse a lo más sublime: la Libertad.

En este sentido, cada uno de los objetos se convierte en un símbolo que viene a enraizar, seguramente sin intención, con los anónimos pintores del Románico, que expresaban la parte por el todo y se servían de objetos y animales para aludir a motivos mucho más trascendentes, siempre a través de colores fundamentalmente planos. Si aquellos a través de un árbol se referían a todo un bosque, si una torre representaba a toda una ciudad, si una simple mano aludía a Dios y un animal a determinado pecado, en el mural de Sierra cada elemento se transmuta en un símbolo, de modo que un pájaro representa la libertad, un árbol o una nube a toda la naturaleza, un libro a la cultura, una tijera preparada para cortar una alambrada entre una puerta abierta a las férreas fronteras a los inmigrantes, etc., compartiendo con los pintores medievales el uso de tonos planos, la definición de los contornos y el uso de trazos estratégicos. Hoy, bajo una óptica minimalista lo podríamos entender como "menos es más".

El propio pintor, a modo de declaración de principios, escribe en uno de los murales: "Estos pájaros, nubes, plantas, esferas, arco iris, manos, lápices y libros, son casi logotipos que utilizamos año tras año para hablar de la enseñanza pública y de la libertad. Este mural quiere reunir hoy esas imágenes para reivindicar el derecho a una educación pública, laica, gratuita y democrática...un canto a la libertad. Salud!"

Pues eso.    























































Manuel Sierra elaborando un mural en marzo de 2012
(Foto El Norte de Castilla)













* * * * *

No hay comentarios:

Publicar un comentario