Estampas y recuerdos de Valladolid
La fundación del monasterio de San Benito responde
a la iniciativa del rey Juan I de Castilla (1358-1390), que cedió para tal fin el
alcázar real o alcazarejo situado
junto a un ramal del río Esgueva, en el extremo poniente de la primitiva ciudad
de Valladolid, después de que este estuviera semiabandonado por haber perdido
su función defensiva. En 1388 el pequeño alcázar comenzaba a ser transformado
en monasterio, pero fue a partir del 23 de diciembre de 1389, cuando comenzó a
ser ocupado por monjes "negros" sometidos a la Regla de San Benito,
después de la aprobación por el papa Clemente VII, en la corte de Aviñón, de la
bula de fundación solicitada por Juan I. Por tanto, el monasterio nació bajo
protección real, motivo por el que los escudos reales se repiten en lugares
destacados del complejo, que en origen contaba con la iglesia, claustros, sala
capitular, refectorio, etc., en el estilo gótico dominante en la época.
Fue en este monasterio donde en 1407 don Sancho de
Rojas, gran benefactor de la fundación y por entonces obispo de Palencia,
decidió levantar una capilla anexa dedicada a Nuestra Señora de las Angustias.
Con el paso del tiempo, doña Inés de Guzmán, viuda de don Alfonso Pérez de
Vivero, solicitó el patronato de esta capilla, a cambio de importantes
donaciones a la comunidad, para ubicar en ella el sepulcro de su esposo. Esta
capilla se conocería tiempo después como perteneciente a los condes de
Fuensaldaña, después de que Felipe II concediera este título a uno de los
herederos de aquella familia.
Interior de la iglesia de San Benito el Real, Valladolid |
En el siglo XV los Reyes Católicos decidieron
aplicar una reforma orientada a unificar la vida monástica de los numerosos
monasterios benedictinos asentados en la corona de Castilla y en algunos
lugares de Aragón, que hasta entonces funcionaban con total autonomía, en
algunos casos con cierta relajación. Para ello fue creada una Congregación,
aprobada por una bula del papa Alejandro VI, que agrupaba 34 monasterios y que
tenía como sede central el pujante monasterio de San Benito el Real de
Valladolid, donde durante muchos años se celebraron los capítulos generales.
Entre 1499 y 1515, la comunidad benedictina,
contando con la financiación de las capillas absidiales por parte de don Alonso
de Valdivieso, obispo de León y Presidente de la Real Chancillería de
Valladolid, y de don Fernando de Zúñiga, arcediano de Sevilla, remodeló el
complejo monástico levantando una iglesia de dimensiones catedralicias, a la
que se añadiría un gigantesco pórtico-torre trazado por Rodrigo Gil de Hontañón
en 1569 y levantado por el aparejador Francisco del Río.
Juan Rodríguez de Toledo. Retablo del arzobispo Sancho de Rojas, 1415-1420 Museo del Prado (Foto M. del Prado) |
Asimismo, al nuevo templo se le dotó de una
deslumbrante sillería que, entre 1525 y 1529, fue dirigida por Andrés de
Nájera, en la que participaron destacados escultores procedentes de talleres palentinos,
burgaleses y abulenses, así como de un nuevo retablo mayor renacentista, acorde
con la magnificencia de la nueva fábrica, que el abad del monasterio, fray
Alonso del Toro, encomendó a Alonso Berruguete, que trabajó en él desde 1526 a
1532. Este vendría a sustituir a otro gótico que en esos años ya se consideraba
anticuado.
Actualmente del aspecto original tan sólo queda como testimonio la fantástica reja que elaborara Juan Tomás Celda en 1571, que
abarca la nave central y las dos laterales, ya que en la iglesia de San Benito
el Real no pueden contemplarse aquellas deslumbrantes obras representativas de
la mejor escultura renacentista española, puesto que, como consecuencia de las
leyes estatales desamortizadoras, en 1837 el monasterio fue desposeído de su
ingente acervo artístico, siendo recogido el retablo y la sillería en el recién
creado Museo Provincial de Bellas Artes, desde 1933 reconvertido en Museo
Nacional de Escultura, donde al menos pueden contemplarse en la actualidad.
Sin embargo, en el devenir del tiempo otras obras
del monasterio de San Benito el Real no tuvieron tanta suerte, entre ellas el
primitivo retablo mayor gótico que en 1537 fue sustituido por el realizado por
Alonso Berruguete. Este había sido encargado y costeado por don Sancho de
Rojas, que tras ocupar hasta 1415 el cargo de obispo de Palencia —diócesis a la
que por entonces pertenecía Valladolid—, fue arzobispo de Toledo hasta su
muerte en octubre de 1422.
Juan Rodríguez de Toledo. Tabla central con Sancho de Rojas y Fernando I como donantes |
Él fue quien encomendó la obra al taller que en
Toledo tenía abierto el pintor Juan Rodríguez, haciéndose retratar como donante
en la tabla central. Tan importante retablo acabaría recalando en la iglesia de
San Román de la localidad vallisoletana de San Román de Hornija y, tras ser
sustituido por otro neoclásico, en el Museo del Prado, donde puede contemplarse
actualmente como importante conjunto representativo de la pintura gótica
toledana.
El Retablo del arzobispo don Sancho de Rojas, de
grandes dimensiones, está compuesto por 19 tablas y 19 medallones dispuestos en
la predela, a la que se superponen dos cuerpos, organizados en siete calles, y
un ático con cinco tablas rematadas por gabletes entre los que aparecen escudos
del linaje de los Rojas. En su composición destacan, con mayor tamaño, las
tablas de la calle central, con escenas de la Virgen con el Niño y la
Crucifixión. En torno a ellas se despliega un programa iconográfico dedicado en
su mayor parte a episodios de la vida de Cristo, comenzando la secuencia de
arriba a abajo y de izquierda a derecha. Todas fueron realizadas entre 1415 y
1420 con pintura al temple aplicada sobre madera de pino.
La principal escena está dedicada a la Virgen con el Niño, que aparece
entronizada y rodeada de cuatro ángeles que sujetan un paño de brocado, a los
que se superponen otros cuatro tocando instrumentos musicales. A los lados de
la Virgen se incluyen dos personajes: en la izquierda el arzobispo Sancho de Rojas como donante, al que la
Virgen coloca la mitra, y en la derecha Fernando
I de Aragón, infante de Castilla, que es coronado por el Niño. Ambos
aparecen amparados por San Benito y Santo Domingo, santos fundadores de la orden benedictina y dominicana. La justificación de la presencia de Fernando I se basa en la
relación que éste tuvo con el arzobispo Sancho de Rojas, que fue tutor del
infante castellano y en 1412 participó en el Compromiso de Caspe, donde fue
nombrado rey de Aragón, estando el obispo presente cuando el rey protagonizó la
toma de Antequera.
En las tablas del ático aparece representado el Padre
Eterno en el centro, en los extremos los profetas Isaías y David y más al
centro el arcángel San Gabriel y la Virgen separados y formando una Anunciación. El segundo cuerpo está
presidido por la Crucifixión, en uno
de cuyos lados aparece la Virgen rodeada por San Juan y las Santas Mujeres y en
el otro soldados, algunos sorteando la túnica de Cristo. A su izquierda se colocan
las escenas de la Presentación en el
Templo, la Natividad y la Adoración de los Magos, mientras que en
la derecha se encuentran la Piedad,
el Santo Entierro y la Bajada al Limbo, algunas con
considerables pérdidas de pintura.
Juan Rodríguez de Toledo. Crucifixión y tablas del ático |
A la izquierda del primer cuerpo se hallan las
escenas del Ecce Homo, la Flagelación, y Jesús con la Cruz a cuestas, mientras a la derecha figuran la Ascensión, el Pentecostés y la Misa de San
Gregorio. En la predela aparecen por triadas cabezas de santos y santas
recortadas sobre los habituales fondos dorados.
En la obra
se aprecia la tendencia al naturalismo de la pintura gótica, con escenas muy
simplificadas para facilitar su comprensión por los fieles y colocadas ante
fondos dorados típicamente góticos, manteniendo el estilo de Juan Rodríguez de
Toledo, un pintor representativo del estilo ítalo-gótico en Castilla,
dependiente del tipo de pintura que incorpora a la escuela toledana el pintor
florentino Gherardo Starnina y cuya firma aparece en los frescos, realizados en
1395, que decoran la capilla de San Blas de la catedral de Toledo, que acoge el
sepulcro del arzobispo Pedro Tenorio.
Juan Rodríguez de Toledo. Escenas del retablo |
Un magnífico retablo perdido por el patrimonio vallisoletano, que, al menos, cuenta en el Museo Nacional de Escultura con la espléndida obra de Berruguete que le vino a reemplazar.
Alonso Berruguete. Reconstrucción del retablo de San Benito el Real, 1526-1532, Museo Nacional de Escultura, Valladolid |
Alonso Berruguete. Detalle de la Circuncisión, 1526-1532 Museo Nacional de Escultura, Valladolid |
Alonso Berruguete. Detalle de la revolucionaria venera del retablo renacentista de San Benito el Real. Museo Nacional de Escultura |
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