2 de abril de 2018

Fastiginia: Un testimonio del implacable urbanismo decimonónico


Estampas y recuerdos de Valladolid

A consta de frecuentar la céntrica calle de Regalado, a los vallisoletanos les suele pasar desapercibida una curiosidad urbanística que, sin embargo, llama la atención a los foráneos. A mitad de la calle, en el tramo comprendido entre la calle de Teresa Gil y la calle Castelar (antigua calle de la Sierpe) uno de los edificios no presenta una fachada habitual, sino la forma de un pequeño patio con arquerías que fragmentado aparece embutido entre las construcciones colindantes.

Se trata de los restos de un patio que formaba parte del conjunto de la residencia hospitalaria del Oratorio de San Felipe Neri y que fue cortado en diagonal, diriase que por un tremendo hachazo, cuando a mediados del siglo XIX la ciudad de Valladolid conoció toda una serie de propuestas urbanísticas, entre ellas el establecimiento de una vía que comunicase la calle de Santiago con la catedral, con un tramo recto desde la calle Duque de la Victoria cuya perspectiva pudiera converger en la torre catedralicia, lo que no estuvo exento del choque de intereses públicos y privados.

Perspectiva actual de la calle Regalado, con la catedral al fondo
El primer paso del proceso fue el trazado de la calle Constitución, al que siguió una segunda fase para prolongar esta desde la calle Duque de la Victoria hasta la calle Teresa Gil, según una moción presentada en 1856 por Francisco del Campo, Regidor del Ayuntamiento, lo que suponía el primer tramo para la futura calle de Regalado, una operación que se consideraba beneficiosa en lo económico y lo social. Salvado el problema de las necesarias indemnizaciones y de la reacción de los vecinos, el proyecto fue aprobado el 27 de febrero de 1858 por el Gobernador de la Provincia bajo el criterio de considerarlo de utilidad pública.

Sin embargo, el Ayuntamiento desistió del proyecto por lo costoso de las expropiaciones, mostrándose Epifanio Martínez de Velasco, Arquitecto Provincial e interino del municipio, contrario a la prolongación alegando que "no siempre es posible lo más bello" y que el proyecto implicaría la destrucción de la iglesia de San Felipe Neri. Pero, debido a las presiones, en 1861 firmaba el proyecto, aunque hubo que hacer múltiples rectificaciones para que el trazado no afectara a la fachada de la iglesia, según figuraba en los planos originales.

La calle Regalado desde el atrio de la catedral, con la calle Cascajares
en primer término
Agapito y Revilla, junto al resto de los arquitectos municipales, continuaron avanzando en la idea del tercer tramo de la calle, lo que acabaría constituyendo el actual trazado de la calle de Regalado. Surgieron entones problemas con la demarcación de la calle de la Sierpe, que también se veía afectada. La Comisión de Obras ordenó a Jerónimo Ortiz de Urbina, Arquitecto Municipal, que estudiase las expropiaciones necesarias según la mayor conveniencia para el municipio.

Fue entonces cuando se expropiaron distintos terrenos a Matías Pérez, Antonio Díez y la Congregación de San Felipe Neri para hacer realidad el tramo comprendido entre las calles Teresa Gil y Sierpe. En 1864 la Congregación llegaba a un acuerdo con el Ayuntamiento, lo que afectaba a la parte construida en el testero de la iglesia. Tras una expropiación propuesta por el arquitecto Rodríguez Sesmero en 1864, ratificada por Plá en 1867, el patio de la antigua residencia de la Congregación quedaba drasticamente dividido por la mitad, tal como fue reflejado en el plano levantado por Ortiz de Urbina el 9 de julio de 1872, con un corte inmisericorde que muestra lo duro del proyecto.  

Al hilo de los continuos problemas, en 1872 se rectificaba la línea trazada diez años antes, aprobándose por Real Orden del 18 de mayo de 1864 el nuevo plano, realizado por Martín Saracíbar, que reducía de 10 a 8 metros la anchura de la nueva calle. El 5 de mayo de 1865 Matías Pérez solicitaba que fuera dedicada a San Pedro Regalado, patrón de Valladolid, acuerdo que se tomó el 26 de junio de ese año y fue aprobado por el Gobernador el 20 de julio.

Poco a poco la calle fue tomando forma, siendo Joaquín Ruiz Sierra quien recibió la orden de continuar el tramo entre la calle Sierpe y la plazuela de Orates (confluencia con la actual calle de Fray Luis de León). Finalmente, entre 1881 y 1883 Ruiz Sierra y José Benedicto presentaron los planos de la prolongación de la calle de Regalado hasta la catedral. En ese momento se planteó una posible plaza ante la fachada de la catedral, pero por motivos económicos se desechó la idea, preocupando más el acabado definitivo del tramo final de la calle (hoy calle Cascajares).
 Ya trazada la calle en lo esencial, se retomó la idea de enlazar la calle Constitución, en sentido contrario, hasta el teatro Lope de Vega, pero de nuevo se interponía una iglesia, en este caso la de Santiago Apóstol, tan significativa en la historia de la ciudad, lo que hacía inviable el proyecto.  

El "patio de convalecientes" de San Felipe Neri en la calle Regalado
En otro orden de cosas, recordaremos que la iglesia de la Congregación de San Felipe Neri y sus dependencias anexas fue fundada para permitir a los sacerdotes seculares vivir en colectividad y ser socorridos en casos de penuria, enfermedad o invalidez, evitando el abandono personal. Para ello se establecieron en un solar que perteneció al marqués de Almenara, en pleno centro de la ciudad, obteniendo licencia para construir el recinto, que incluía una enfermería, en 1656. La primera piedra se ponía en 1675, según contrato con el maestro de obras Antonio de la Iglesia, siendo bendecido el nuevo templo en 1683.

Además de la iglesia y la sacristía, el recinto contaba con una sala para la Congregación y una amplia residencia de sacerdotes, en el testero, que albergaba una enfermería. El centro de la misma era el "patio de convalecientes", que siguiendo el modelo de algunos palacios vallisoletanos estaba porticado a tres lados, con cuatro arquerías a cada lado sobre columnas toscanas y con medallones en las enjutas. Sobre ellas discurría, separada por un sencilla cornisa, una galería con los ritmos marcados por pilastras de madera con zapatas que se correspondían con las columnas. Fue justo la mitad de la primitiva residencia y del recoleto patio, la parte que sucumbió al trazado de la nueva calle y que, tras muchos años oculto entre anodinas construcciones comerciales, ha sido recuperado estableciendo un pintoresco aspecto que delata el brusco tratamiento de los urbanistas.

Afortunadamente, el patio a conocido hace pocos años una restauración integral, operación defendida y supervisada por la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, que ha permitido recuperar sus valores tras permanecer enmascarado tanto tiempo, salvándose milagrosamente de la destrucción en la fatídica época del desarrollismo vallisoletano, tan insensible a la piqueta. Y aunque actualmente muestra de una forma descarnada lo que durante mucho tiempo fue el destrozo del patrimonio de la ciudad en aras del progreso, su nobleza constructiva se sobrepone ante las vecinas muestras de lo que fue la más dura especulación en una calle tan céntrica y representativa.






Todos los datos puntuales de este artículo están tomados del trabajo titulado La problemática urbanística vallisoletana de la segunda mitad del siglo XIX: La calle Regalado, publicado por  Francisco Javier Domínguez Burrieza en el Boletín del Seminario de Arte y Arqueología (BSAA) LXXV, Universidad de Valladolid, 2009, pp. 261-272.       










Interior de la iglesia de San Felipe Neri
















Calle Regalado en 1930













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