15 de junio de 2018

Visita virtual: PORTADA DE SANTA MARÍA DE RIPOLL, una deslumbrante Biblia pétrea













PORTADA DEL MONASTERIO DE SANTA MARÍA DE RIPOLL
Taller anónimo
Mediados del siglo XII
Piedra caliza
Monasterio de Santa María de Ripoll (Gerona)
Escultura románica. Estilo relacionado con la escuela de Toulouse














El asentamiento del Monasterio de Santa María en el valle de Ripoll se debe a la conquista de estos territorios al Islam por el conde Wifredo el Velloso en el año 879, el cual, tras repoblar una zona situada entre dominios carolingios y musulmanes —posterior condado de Osona—, el año 880 fundaba el monasterio de acuerdo a la regla de San Benito. Al frente puso a su hijo Radulfo, que llegó a ser abad del mismo y obispo de la Seo de Urgel. Algo parecido realizaría el conde poco después, al poner a su hija Emma al frente del Monasterio de San Juan de las Abadesas, cercano a Ripoll, al que igualmente otorgó beneficios, derechos y privilegios.

Bajo la protección del conde Wifredo y su esposa Guinedilda, la comunidad se fue desarrollando, de modo que la consagración de la primera iglesia del monasterio, bajo la advocación de Santa María, tenía lugar el 20 de abril de 888. A mediados del siglo IX, el cambio de la liturgia visigótica implantada por el obispado de Narbona, también llegaba a afectar a los territorios catalanes, entre ellos al monasterio benedictino de Ripoll, que se constituiría en difusor de la nueva liturgia al tiempo que ampliaba sus dominios.

Al quedarse pequeña la iglesia para las necesidades comunitarias, se realizaron sucesivas ampliaciones. El conde Miró mando levantar un templo de mayores dimensiones que fue consagrado en 935, con el abad Énnec al frente.  Repitiéndose el problema años después, el abad Arnulfo (938-970), que compartía el cargo con el de obispo de Gerona, realizó importantes modificaciones en la iglesia, que fue consagrada en 977. Debido a la iniciativa de este abad, se dotó del claustro al monasterio, de una muralla defensiva y de un molino, iniciando la abadía, que a partir de entonces quedaba bajo protección papal, un destacado desarrollo cultural.

No obstante, fue en tiempos del abad Oliba (1008-1046), elegido en 1008 y fundador de la abadía de Montserrat (dependiente de Ripoll hasta 1402), cuando la iglesia conoció su mayor transformación, incluyendo transepto, siete ábsides y campanarios, siendo consagrada el 15 de enero de 1032, tras lo cual comenzó a recibir numerosos objetos suntuarios. Asimismo, en tiempos de este abad tuvo un extraordinario impulso el célebre scriptorium, entre cuyos cientos de manuscritos destacaría la Biblia de Ripoll, cuyo compendio de textos sagrados e ilustraciones serviría de inspiración a los futuros artífices de la grandiosa portada.
Asimismo, la iglesia de Santa María de Ripoll se convertiría, durante muchos años, en el panteón condal de Cataluña.

Friso superior: Cristo en Majestad y ángeles adoradores
A partir de la muerte del abad Oliba en 1046 la abadía conoció cierta decadencia. En aquel tiempo pasó a depender de San Víctor de Marsella y en el siglo XII conoció un nuevo auge del scriptorium, siendo añadida a la fábrica de la iglesia, a mediados del siglo, la monumental portada románica.

Tras independizarse de Marsella en 1172, se iniciaron las obras del claustro actual, pasando, a comienzos del siglo XIII, a integrar la Congregación Claustral Tarraconense convertido en el principal monasterio de Cataluña. Tras sufrir el asalto de los ciudadanos de Ripoll en 1290, se inició un proceso decadente que afectó a la comunidad y su economía. En 1402 perdía la dependencia de la abadía de Montserrat, después fue víctima de la peste y en 1428 un terremoto que asoló la comarca del Ripollés afectó seriamente al monasterio (uno de los campanarios se vino abajo). Añadido a tanto infortunio, a mediados del siglo XV conoció la relajación de la vida comunitaria, con crisis constantes que devinieron en una actividad muy precaria.

Relieves del ciclo de David y Salomón
Así se mantuvo hasta que sufrió la primera exclaustración (1820-1823), conociendo la iglesia en 1830 su completa transformación, de acuerdo a un desafortunado proyecto del arquitecto Josep Moretó Codina, para adquirir el pretendido aspecto historicista actual de tres naves. Tras la exclaustración definitiva, producida en 1835 a consecuencia de la Desamortización de Mendizábal, se inició un proceso de ruina, aunque a partir de 1863, en medio de una gran polémica y siguiendo los criterios poco ortodoxos del momento, el arquitecto Elías Rogent iniciaba la restauración de la iglesia con la idea de reconstruir un símbolo catalán, siendo consagrada de nuevo treinta años después.
Como colofón a su devenir histórico, conviene recordar que en 1931 el monasterio de Santa María de Ripoll era declarado Monumento Histórico-Artístico, que en 1973 se preservó con cristal el pórtico añadido a la fachada y que, a finales de 2011, el Ayuntamiento de Ripoll propuso a la UNESCO la declaración de su portada como Patrimonio de la Humanidad.

LA MONUMENTAL PORTADA ROMÁNICA

El Juicio de Salomón y garza alegórica
La portada, que fue adosada al muro de los pies de la iglesia a mediados del siglo XII, con casi un metro de espesor, 11,60 m. de ancho y 7,25 m. de altura —sin uso de mortero—, presenta un complejo programa iconográfico que puede considerarse como obra cumbre de la escultura románica catalana, a pesar de su preocupante estado de conservación debido a los avatares históricos sufridos y a la degradación de la piedra caliza con que está elaborada. Aún así, afortunadamente la portada se conserva in situ, sin que haya sufrido el triste destino de sus homólogas en la catedral de Vic y en el monasterio de Sant Pere de Rodes.

Configurada como un enorme arco de triunfo romano, estilísticamente se vincula a la escuela de Toulouse, con un conjunto de figuras muy depuradas y de marcado sentido narrativo que fueron labradas por un taller de escultores anónimos que encontraron buena parte de su inspiración en la Biblia elaborada en el siglo XI en el propio scriptorium del monasterio, donde todavía se conserva. En líneas generales, la temática desarrollada fusiona las tradicionales escenas del Juicio Final con una serie de episodios moralizantes extraídos del Antiguo Testamento, lo que la convierte en una manifestación didáctica de carácter catequético en la que están presentes todas las creencias, prejuicios y orientaciones eclesiásticas de la época, presentándose ante el espectador en sí misma como una "Biblia ilustrada" en piedra.

El rey David acompañado de cuatro músicos
Como era habitual en la época, todas las escenas en relieve aparecen supeditadas al trazado arquitectónico y más que una representación naturalista de los distintos episodios su presentación responde a un sentido simbólico acorde a ciertos convencionalismos medievales, como el predominio de la disposición frontal de las figuras, su esquematismo de carácter geométrico y su rigidez, las incisiones para marcar el movimiento de los paños, la jerarquización de la escala de las figuras, el uso de arquerías para cobijar a algunas de ellas, un edificio representando a toda una ciudad, un árbol a un bosque, etc., en este caso a través de representaciones sumamente estilizadas y esbeltas y un variado repertorio decorativo en columnas, impostas, capiteles, etc. En definitiva, un lenguaje codificado en el que el ingenuo esquematismo y lo "imperfecto" de las formas, no por ello menos comprensible, se convierte en uno de sus mayores atractivos, teniendo en cuenta que la portada adquiría el papel de principal "escaparate" de la doctrina predicada por la abadía.

Respecto al estudio de la obra, es conveniente señalar que en las distintas escenas aparecen numerosos epígrafes bíblicos, muy mal conservados, que fueron transcritos en 1873. Por su parte, las características estilísticas y su datación fueron propuestas por Vicente Lampérez y Romea en 1908, mientras que el historiador José Gudiol Ricart realizaba en el siglo XX una monografía con una detallada descripción del pórtico, siendo José Pijoán quien advirtió la inspiración de los escultores en la Biblia del monasterio. 
Relieves del ciclo de Moisés
Hoy sigue siendo una referencia la interpretación iconográfica realizada por Josep Puig y Cadafalch a partir de establecer tres partes bien definidas en la portada, así como la consideración de la forma de arco de triunfo romano propuesta por Yves Christie, equiparándola formalmente a un relicario de orfebrería que Eginardo ofreció a la basílica de San Servasio de Maastricht en tiempos de Carlomagno. Por último, citar el trabajo de J. C. Webster sobre la representación simbólica de los meses del año.

La portada se estructura en altura en siete registros horizontales en los que se pueden establecer tres niveles conceptuales amparados por estilizadas columnas en los extremos. Los dos superiores están referidos al mundo celestial y eterno, los cuatro centrales al mundo terrenal, dedicados a la acción de célebres profetas del Antiguo Testamento, y el inferior, un zócalo más estrecho que los anteriores, al inframundo y el averno. Se complementa con un portal abocinado en el que se funden escenas historiadas que siguen el mismo esquema y elementos decorativos.         
Arriba: Moisés recibiendo de Yahvé las Tablas de la Ley
Abajo: Primera visión de Daniel

El espacio celestial
A manera de friso corrido, el registro superior está compuesto por cuatro unidades temáticas bajo una cornisa con decoración en zigzag y sostenida por 18 pequeñas ménsulas con cabezas y figuras de animales. En el centro la cornisa forma un pequeño arco bajo el que se ubica Cristo en Majestad —Maiestas Domini—, entronizado, bendiciendo, sujetando el libro de la Ley, con nimbo crucífero y profusión de pliegues en la túnica y el manto. En sendos relieves colocados a cada lado, aparecen un ángel que desciende de una nube y otro en adoración. Flanqueando esta escena central, convertida en visión apocalíptica, se sitúan dos símbolos del Tetramorfos: el ángel que representa a San Mateo y el águila de San Juan, que se complementan con el león de San Marcos y el toro de San Lucas colocados en las enjutas del arco mayor con las cabezas elevadas hacia Cristo. A un lado y a otro discurren dos frisos en los que aparecen con gran ritmo los 24 ancianos del Apocalipsis, que veneran a Dios formando hileras y luciendo túnica, manto y corona, en la parte izquierda portando cítaras y en la derecha cálices de extraña significación. Es en esta parte donde mejor se aprecian los restos de la primitiva policromía.

En los registros colocados por debajo de ellos, en este caso distribuidos a un lado y otro del arco, aparecen las figuras de 22 bienaventurados dirigiéndose hacia el centro con las cabezas levantadas hacia Cristo y mostrando rótulos con inscripciones identificativas desaparecidas. Entre ellos se identifican a los doce apóstoles, con Judas sustituido por San Matías, y la añadidura de San Bernabé, San Juan Bautista y el profeta Isaías, a los que se suman grupos de tres santas a cada lado con las cabezas cubiertas por tocas.

El espacio terrenal - Escenas del Antiguo Testamento
Comprende cuatro registros a cada lado del arco central, desarrollando episodios de David y Salomón en la parte izquierda y otros referidos a Moisés en la derecha. En ambos casos se han encontrado similitudes de las escenas representadas con las que aparecen en la Biblia de Ripoll. Se complementan en la parte inferior, a un lado y a otro, con composiciones simbólicas y apocalípticas relacionadas con el profeta Daniel.
Capitel y decoración del portal

Ciclo de David y Salomón (parte izquierda)
Ambos representan a los reyes elegidos por Dios, estableciendo la legitimidad de origen divino de los monarcas de época medieval. Es este caso la disposición de los registros no guarda un orden cronológico.
El registro superior comienza con la escena de Salomón en un lecho pidiendo la sabiduría a Dios, que aparece dentro de una mandorla sujetada por dos ángeles, bendiciendo, portando el libro de la ley y con nimbo crucífero. Se ha considerado esta iconografía como el germen para las representaciones futuras del árbol de Jesé. A su derecha se encuentra Betsabé postrada ante el rey David reclamando el trono para su hijo Salomón. En la escena se incluye al profeta Natán, que interviene en la decisión del rey, que aparece en su trono, con corona y sujetando un cetro. Le sigue el entronización de Salomón, que cabalga entre el pueblo sobre la mula preferida por su padre. Termina la serie el Juicio de Salomón, con el rey en el trono dictando la sentencia que debe ejecutar un soldado en presencia de las dos madres que se disputan sus hijos.

Figuras de San Pedro y San Pablo con función de columnas
El registro inferior se inicia en el lateral con la traslación del Arca de la Alianza a la ciudad de Jerusalén, tema que continua en el frente con el Arca sobre un carro mientras David baila en presencia de su esposa Mikal ante el cofre, que es tocado por un personaje que toca un cuerno, alusivo al suceso de Uzzá y la muerte como castigo por usurpar una función reservada a los levitas. Le siguen siete músicos tocando cuernos y danzando ante el rey, que representan los sietes coros del relato bíblico.  Más a la derecha aparece un edificio que representa a Jerusalén castigada con la peste por Dios, mientras David reclama el castigo para sí a un ángel. Se completa con David arrepentido ante el profeta Gad, que le ordena la erección de un altar a Dios en presencia de cinco soldados.

Cierra el ciclo de David el registro situado más abajo, que aparece estructurado en forma de cinco arcos de medio punto en los que el rey aparece entronizado en el central, sosteniendo un cetro y un libro, estando acompañado a los lados por cuatro músicos que hacen sonar un rabel, un címbalo, un cuerno y una sibinga, una incitación de David a la música como alabanza a Dios.   

Agnus Dei y ángeles turiferarios en la segunda arquivolta
Ciclo de Moisés y Josué (parte derecha)
Bajo el friso de los bienaventurados de la parte derecha y siguiendo un orden de izquierda a derecha, en el registro superior aparecen escenas tomadas del Éxodo, tales como Moisés acompañado de Aarón, que en Horeb toca la roca con su vara haciendo brotar agua ante la admiración de catorce personajes. A su lado, de nuevo aparecen Moisés y Aarón, en este caso apaciguando al pueblo que le increpa, personificado por seis personajes. Más a la derecha se recogen dos pasajes referidos a los alimentos recibidos en la travesía del desierto del Sinaí: la lluvia de codornices, derribadas de las nubes por el soplo del viento, personificado en Eolo, y la lluvia del maná, que es recogido en escudillas según cae de las nubes. La historia de Moisés de este registro se continúa en el lateral derecho de la portada, donde está representado el paso del mar Rojo, con el profeta levantando su vara ante un hombre y una mujer y la mano de Dios bendiciendo en lo alto.

El registro inferior presenta al completo victoria de Josué en la batalla contra las tropas de Amalec en Rafidim. A la izquierda aparece Moisés entre Josué y Hur, que sostienen sus brazos. A su lado se muestra la batalla cuerpo a cuerpo, con un soldado caído a los pies, así como una batalla entre cuatro jinetes de cada bando, diferenciados por el tipo de escudos, en la que también uno ha caído (desaparecido). La escena se completa con otros dos jinetes colocados en la parte lateral, uno de ellos alanceado y herido.
Episodios de San Pedro: San Pedro ante Nerón y Crucifixión

En el registro inferior referido a Moisés se recoge un momento culminante de su historia: la entrega de Yahvé a Moisés de las Tablas de la Ley, con los diez mandamientos. La importancia del tema en el contexto queda remarcado por la escala de las figuras, sensiblemente superior al resto. Bajo arquerías de medio punto y de izquierda a derecha aparecen Yahvé, Moisés, Aarón, un obispo (que pudiera ser el abad de Ripoll) y un guerrero que algunos identifican con Ramón Berenguer III, sintetizando el poder religioso y civil.

Escenas relacionadas con el profeta Daniel (a ambos lados)
 Bajo los registros dedicados a David y Moisés aparecen otros dos relacionados con las visiones pre-apocalípticas de Daniel. El de la izquierda está inspirado en la segunda visión y presenta grandes figuras centrales, casi en bulto redondo, que representan la lucha entre dos bestias, con un macho cabrío que venciendo a un carnero profana el lugar del sacrificio desafiando a Dios. A un lado aparece el ángel que muestra la visión al profeta y al otro un jinete a caballo que prefigura el Anticristo.
Episodios de San Pablo: Predicación a judíos y gentiles y Decapitación
Se acompaña de otro registro inferior, a modo de zócalo, con serpentinas entrelazadas que forman medallones en los que se inscriben grifos y leones que forman parte del rico bestiario diseminado por la portada.
El altorrelieve de la parte derecha alude a la primera visión de Daniel y ofrece cuatro bestias que son enjuiciadas, entre ellos un león que guarda similitudes con modelos de algunas fachadas del norte de Italia. En el zócalo inferior aparecen cinco medallones en cuyo interior se representan los tormentos de los condenados, temática que tiene su continuación en la visión lateral, donde se identifican los medallones de Lázaro acogido en el seno de Abraham y el castigo del rico Epulón.

El portal central      
La entrada adopta una forma abocinada, con siete arquivoltas en degradación que aparecen decoradas con relieves. Se apean alternativamente sobre columnas y montantes achaflanados recorridos por una imposta continua que ejerce como un ábaco prolongado decorado con follaje y animales. Las tres columnas a cada lado aparecen profusamente decoradas, las centrales con las figuras adosadas y exentas de San Pedro y San Pablo, lamentablemente decapitadas.
Intradós del arco: Cristo en Majestad y episodios de Caín y Abel

Las siete arcadas
Con una riquísima decoración, los arcos disminuyen en anchura del exterior al interior, conservando parte de su policromía en tonos azulados. Se muestran en este orden:

1- Arcada decorada con una sucesión de palmetas con incisiones de recuerdos clásicos.
2- Arcada con 27 medallones con animales y vegetales en su interior, destacando el Agnus Dei en el centro y a su lado figuras de ángeles.
3- Arcada de gran anchura que descansa sobre las columnas que representan a San Pedro y San Pablo y que aparece recorrida por 12 relieves con episodios de las vidas de los dos santos. A San Pedro corresponden, de abajo a arriba, los relieves de la curación del tullido, la resurrección de la hija de Tabita, San Pedro ante Nerón, la caída de Simón el Mago, la detención del apóstol y su crucifixión. Referidos a San Pablo, de arriba a abajo, se representan los pasajes de su presentación a Ananías, la recepción del bautismo, su predicación a judíos y gentiles, su apresamiento, su decapitación y el verdugo mostrando la cabeza.
4- Arcada con decoración sencilla de diferentes molduras, algunas de forma cilíndrica.
5- Arcada con ancha moldura de toro decoradas con entrelazos vegetales en relieve.
6- Arcada decorada con 10 relieves esquemáticos relativos a episodios de Jonás y Daniel. En la parte izquierda, de abajo a arriba, se encuentra Jonás ante la mano de Dios, recibiendo la orden de dirigirse a Nínive, Jonás lanzado al mar, Jonás devorado por la ballena y la predicación a los ninivitas. En la parte derecha, de arriba a abajo, se suceden cinco escenas inspiradas en la historia de Daniel, como el árbol soñado por Nabucodonosor, el rey junto a la estatua que obligó a adorar y músicos tañendo el arpa y la cítara, hebreos quemados en un horno por negarse a adorar al ídolo, un ángel transportando por los cabellos al profeta Abacuc para defender a Daniel y el profeta en el foso de los leones.
 7- Arcada decorada con baquetones en zigzag que se prolongan por el frente de los montantes.

Intradós del arco y montantes: Ciclo de Caín y Abel / Los meses del año    
En la clave se presenta a Cristo en Majestad bendiciendo dentro de un círculo. A su lado dos ángeles turiferarios. Los siguientes recuadros, a un lado y otro, muestran un ciclo dedicado a Caín y Abel, con el primero ofreciendo los frutos de la tierra, Abel ofreciendo un cordero, Caín asesinando a Abel y la sepultura de éste.

Realmente atractiva es la representación de los 12 meses del año de los montantes, seis a cada lado, a través de diferentes oficios y trabajos relacionados con el calendario anual. En la parte derecha aparece de enero a junio y en la izquierda de julio a diciembre. Enero es representado por un leñador acopiando leña, febrero por un personaje elaborando queso, marzo por un agricultor realizando la siembra, abril por un pastor con el ganado pastando, mayo por la recolección de fruta y junio por la siega de las mieses. Se continua en la parte izquierda con julio representado por un hombre portando una gavilla, agosto con dos artesanos preparando una barrica, septiembre con una escena de la vendimia, octubre con un pastor controlando una piara de cerdos, noviembre con la matanza del cerdo y diciembre con dos esposos en el hogar y los jamones colgados del techo.   

Traspasado el umbral que supone la impactante portada, el monasterio conserva en su interior dos alicientes dignos de visita. Por un lado, los sepulcros de los condes de Besalú y algunos condes de Barcelona, desde Wifredo el Velloso a Ramón Berenguer IV. Por otro, el magnífico claustro de dos pisos y trece arcadas a cada lado, iniciado en 1180 y terminado en el siglo XVI, ofreciendo en su parte más antigua —galería norte— una interesante colección de capiteles románicos sobre columnas dobles, con decoración figurada de carácter simbólico y moralizante junto a motivos vegetales exquisitamente labrados.  

Parte lateral dcha: El pobre Lázaro acogido por Abraham, castigo del rico
Epulón y soldados a caballo de la batalla de Josué 

Informe y fotografías: J. M. Travieso.
















Elementos decorativos y bestiario







Bibliografía

JUNYENT, Eduard: Cataluña / 1. La España románica. Ed. Encuentro, Madrid, 1980, pp. 229-271.



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