18 de julio de 2019

Visita virtual: LA ÚLTIMA CENA, relato sintético del barroco murciano











PASO PROCESIONAL DE LA ÚLTIMA CENA
Francisco Salzillo y Alcaraz (Murcia, 1707–1783)
1761-1763
Madera policromada
Museo Salzillo, Murcia
Escultura procesional barroca de transición al Rococó. Escuela murciana










Asistir a la procesión que en la mañana del Viernes Santo recorre todos los años algunas de las principales calles de Murcia es experimentar todo un cúmulo de sensaciones. Primero por la contemplación de los grupos pasionarios en su escenario natural, envueltos en la luminosidad de una atmósfera mediterránea que realza su fastuosidad; después por los valores teatrales de cada una de las unidades escultóricas, los pasos, que aparecen en público sobre refulgentes plataformas doradas y acicalados con refinados adornos florales; finalmente por la oportunidad de contemplar, uno tras otro, los trabajos de escultura procesional que realizara el mejor escultor español del siglo XVIII, Francisco Salzillo, que especializado en temática religiosa supo recoger en su taller de Murcia la herencia del arte napolitano y del barroco español para infundir a la escultura de su tiempo una nueva dimensión, una modernidad cuyo lenguaje plástico se aproximaría progresivamente a las pautas y la elegancia del Rococó.

Precisamente, en esa procesión de “los Salzillos” el primer paso que desfila es La Última Cena, un sorprendente conjunto escultórico formado por trece figuras de tamaño natural, cuyos ingredientes son consustanciales al mundo barroco, de modo que lo transitorio y lo efímero se funden haciendo que la misma obra no parezca igual a cada instante, mostrando distintos valores plásticos según el momento, la luz y el lugar en que se contemple. La composición fue realizada durante el período de plenitud del escultor.

Se desconocen las circunstancias del encargo del paso de La Última Cena, que fue realizada por Salzillo en 1761 para la cofradía murciana de Nuestro Padre Jesús Nazareno con el fin de sustituir a un paso anterior, conocido como la Mesa de los Apóstoles, que había sido realizado por su padre Nicolás Salzillo, también notable imaginero.

Con una concepción eminentemente teatral, en la escena no se realza el tradicional sentido eucarístico, sino que el escultor recurre a representar el momento dramático en que Cristo anuncia que será traicionado: “Unus ex vobis me prediturus est”, lo que provoca el desconcierto entre los apóstoles, que reaccionan con distintas actitudes en la misma línea que en el Cenáculo de Leonardo da Vinci. En esta ocasión estableciendo un cauce narrativo desde la figura de Cristo a la de Judas Iscariote, colocados en extremos opuestos de la mesa, lo que permite al escultor trabajar cada apóstol de forma individualizada para reflejar distintos estudios psicológicos y estados de ánimo ante la gravedad del anuncio. Con ello queda formulado el auténtico sentido dramático del paso: la despedida de Cristo y la aceptación de su sacrificio.  

 El apostolado se distribuye en grupos de seis a los lados del eje longitudinal de una larga mesa con los extremos curvados y patas en forma de garra de león, reservando el espacio central para Cristo, que aparece presidiendo la mesa en lugar destacado. Todos los apóstoles están sentados sobre banquetas en las que aparece pintado su nombre, siguiendo un orden simbólico elegido por el escultor, mientras que Cristo tiene reservado un lujoso sillón rococó que sobresale de los demás, cumpliendo con ello un requisito especificado en el contrato. A su derecha se hallan Pedro, Santiago el Mayor, Bartolomé, Mateo, Tomás y Santiago el Menor, mientras que a la izquierda aparecen Juan, con la cabeza apoyada en el regazo de Jesús, Andrés, Judas Tadeo, Felipe, Simón y Judas Iscariote.

Mientras que Cristo sigue el arquetipo habitual del escultor, siendo la única figura que luce una potencia de plata, los apóstoles están caracterizados con distintas edades, oscilando desde la juventud y el rostro barbilampiño de Juan a la vejez y largas barbas canosas de Andrés. Para mantener la unidad formal, todos ellos visten una indumentaria uniforme que se adapta a la norma de moderación en los atuendos recomendada por los tratadistas, con una túnica ceñida con un cíngulo, un manto por encima y sandalias, a lo que se suma una prenda que procedente de la moda napolitana recogió la escultura murciana de forma generalizada desde finales del XVII. Se trata de una camisa blanca que asoma por debajo de la túnica y que en la obra de Salzillo adopta el modelo de la camisa huertana, con amplio cuello y un remate liso abotonado en forma de cenefa a la que va cosido un tejido fruncido, lo que permite al escultor hacer gala de su virtuosismo técnico.

Detalle de Cristo. Foto Jerome van Passel - Flickr
El sentido simbólico de las figuras queda reforzado igualmente por la gesticulación de los rostros y las manos, como el ya citado sentido acusatorio de Simón, las súplicas de Judas Tadeo, Mateo y Santiago el Menor, la sorpresa de Felipe y Bartolomé o la entrega incondicional de Juan. Pero estas diferentes reacciones no afectan sólo a la expresividad, sino que  condicionan el volumen y el movimiento de los diferentes mantos, siempre concebidos para evitar las dificultades en la contemplación del conjunto y para que durante el desfile callejero el cruce de miradas, gestos y actitudes infunda un sentimiento que ayude al espectador a comprender el sentido de la escena.

El color de la indumentaria es otro de los elementos diferenciadores, pues la mayoría del grupo luce una túnica en gris azulado y un manto rojo, con las excepciones de Pedro, con túnica azul y manto pardo, Santiago el Mayor, con manto de tonos claros marfileños y Judas Iscariote con túnica azafrán y manto verde oscuro, lo que junto a su dura expresión marca una diferenciación personal que le separa del resto. El interés por destacar la figura del traidor, protagonista del momento representado, se hace evidente en una serie de matices, como ser el único apóstol que no tiene el honor de vestir la camisa huertana, el aparecer bizco y con el cabello pelirrojo1 y de realizar con la mano un gesto delator, lo que aumenta su fealdad física y moral. A ello se suma la cabeza vuelta hacia él de Simón, que sentado a su lado induce al espectador a compartir la sospecha de traición.

Figura de Cristo. Foto Museo Salzillo, Murcia
Atendiendo a los matices de la policromía también se aprecia un tratamiento jerarquizado, pues mientras todos los apóstoles llevan una indumentaria en colores planos, con discretos ribetes dorados en forma de hojas de cardo, se destaca de ellos, por sus brillos dorados, la túnica de Cristo, la única que presenta labores de ricos estofados de tono rosáceo y decoración floral a base de rajados sobre el oro, recreando en su diseño, de forma anacrónica, las prestigiosas manufacturas de seda producidas en la Murcia de su tiempo. Se completa con un delicado trabajo de carnaciones realizadas a pulimento, como es habitual en el escultor, cuyas tonalidades en piel y cabellos determinan la personalidad de cada personaje, cuyo verismo es reforzado con la aplicación de ojos de cristal, un recurso habitual desde el siglo XVII.

Uno de los extremos de la mesa queda despejado con dos finalidades. Primero, para procurar la posibilidad de contemplar a todos los personajes cuando el paso era introducido en la capilla de la Cofradía de Jesús Nazareno, ya que por entonces era un recinto en que se celebraban cultos permanentes. 
Detalle de San Juan. Foto Web Semana Santa según Salzillo
Segundo, para permitir apreciar todos los recursos escenográficos durante el desfile, pues la mesa se convierte en un fastuoso banquete de atrezzo en el que abundan los manjares de la huerta y los frutos exóticos, tradicionalmente acompañados por un ajuar y candelabros de diseño rococó, elementos que contribuyen a realzar el aspecto cambiante de la escena en el espacio urbano. Al mismo tiempo, hay que recordar que estos ingredientes que acompañan a este grupo pasionario, a modo de naturaleza muerta, hacen referencia a lo fugaz y transitorio de la existencia, según una concepción propia del mundo barroco, dando paso a la escena siguiente, la Oración del Huerto, en que el relato abandona estos elementos lúdicos para centrarse en otros de carácter penitencial.

La Última Cena, que tuvo en su tiempo un costo de 27.749 reales de vellón, desfila en Semana Santa a hombros de 28 nazarenos de la Real y Muy Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, que soportan un peso de 1.312 kilogramos a través de tres varas de madera de haya que la cofradía recibió como un regalo de Cartagena. El trono sobre el que actualmente se sustenta, de madera tallada recubierta de plata corlada, es obra de Antonio Carrión Valverde, que lo realizó hacia 1964.

Detalle de San Juan. Foto Fundación Caja de Murcia
Este paso procesional figuró en el pabellón de Murcia de la Exposición Universal de Sevilla de 1992 como muestra de la excelente escuela escultórica murciana, que alcanzó el máximo esplendor de su historia a mediados del siglo XVIII. Tan fastuoso conjunto, que fue restaurado a partir de 2011 por el Centro de Restauración de la Región de Murcia, bajo el patrocinio de la Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales de la Consejería de Cultura y Turismo, para devolverle su aspecto original —especialmente en lo referente a su magistral policromía—, puede contemplarse durante todo el año, junto a otros de los pasos salzillescos, en el renovado Museo Salzillo de la ciudad de Murcia.    


Informe: J. M. Travieso.



Fotografías: Todas las imágenes que ilustran este artículo, a excepción de las que lo indican expresamente, están tomadas de la edición digital del diario La Verdad de Murcia, que las hizo públicas en 2014 con motivo de la presentación de la obra restaurada.



Detalle de Santo Tomás. Foto Jerome van Passel - Flickr 
NOTAS

1 En la restauración integral del paso, finalizada en 2014, todas las figuras han recuperado su policromía original, siendo especialmente llamativo el caso de Judas, que ha recobrado el color pajizo o pelirrojo de su cabello, lo que unido al color amarillo de la túnica y al estrabismo de sus ojos, apareciendo bizco, responden a convencionalismos de la época para representar a una persona con catadura de poco fiar.
















Desfile en Viernes Santo. Foto Patricio Alcaraz - Flickr 














Desfile en Viernes Santo. Foto Patricio Alcaraz - Flickr
















Aspecto del Museo Salzillo de Murcia en 2019 
















Restauración de la Última Cena en 2011
















Joaquín Campos. Retrato de Francisco Salzillo
Colección Valentin Carderera, Biblioteca Nacional, Madrid



















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