18 de abril de 2022

Visita virtual: JESÚS DE LA PASIÓN, cuando la madera parece respirar


 





JESÚS DE LA PASIÓN

Juan Martínez Montañés (Alcalá la Real, Jaén, 1568 - Sevilla, 1649)

1610-1615

Madera de cedro policromada

Talla de vestir articulada

La Hermandad, Iglesia del Divino Salvador, Sevilla

Escultura barroca. Escuela andaluza

 

 






     En el arte español repetidas veces se identifica una ciudad con un artista que desplegó su genio y talento en ella. Esto ocurre, entre otros, con El Greco y Toledo, Gregorio Fernández y Valladolid o Francisco Salzillo y Murcia. Otro tanto sucede con Juan Martínez Montañés y Sevilla, donde un nutrido número de sus obras se convertirían en verdaderos iconos de la devoción popular sevillana. Entre ellos, uno de los más renombrados es la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Pasión, una escultura procesional que actualmente recibe culto en un altar de plata de la capilla que la Archicofradía Sacramental de Pasión dispone en la iglesia colegial del Divino Salvador de Sevilla. 

Esta emblemática escultura barroca no dispone de documentación que certifique su autoría, pero una serie de indicios, y sobre todo un exhaustivo análisis técnico y estilístico, hacen presuponer, con muy poco margen de dudas, que se debe a las gubias de Juan Martínez Montañés, el gran maestro de origen jienense que en 1579 se desplazó con su familia a Granada, cuando contaba unos 12 años, donde realizó su aprendizaje junto al imaginero Pablo de Rojas por cerca de cuatro años. 

     En 1582 llegaba a Sevilla, comenzando a trabajar en el taller de Gaspar Núñez Delgado, y en 1588 superaba en la ciudad hispalense el examen de maestría para ejercer el oficio de escultor y abrir su propio taller, que asentó en la parroquia de la Magdalena. Allí permaneció hasta su fallecimiento en 1649, a los 81 años, víctima de la epidemia que ese año asoló Sevilla. De aquel taller habían salido para la ciudad y su entorno un buen número de obras maestras, la mayoría de carácter religioso en forma de retablos y esculturas exentas, siendo entre todo el repertorio montañesino este Jesús de la Pasión su única obra de tipo procesional. 

Entre 1610 y 1615, la sevillana Hermandad y Cofradía de la Sagrada Pasión de Jesucristo —título ostentado desde que en 1557 se homologase a la Santa Hermandad y Cofradía de la Pasión y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo de Valladolid, fundada en 1531—, que por entonces estaba asentada en el Convento Casa Grande de la Merced de Sevilla, debió encargar a Juan Martínez Montañés la imagen titular de Jesús Nazareno. Avala esta hipótesis el testimonio contemporáneo del mercedario fray Juan Guerrero, que hacia 1615, refiriéndose a la imagen del Nazareno de Pasión, afirma: «…es obra de aquel insigne maestro Juan Martínez Montañés, asombro de los siglos presentes y admiración de los por venir…». Esta afirmación de autoría se refuerza por la influencia que sobre la orden mercedaria ejerciera fray Juan de Salcedo y Sandoval, prior de la orden y cuñado del escultor, que pudo ser el intermediario entre este y la hermandad para la realización de la escultura, de la que se conoce que en 1619 ya estaba concluida, pues como publicó Heliodoro Sancho Corbacho, en enero de ese año se le pide al escultor Blas Hernández Bello, que había concertado un crucificado para el pueblo de Los Palacios, que la corona de espinas fuese “de la materia y hechura de la que tiene el Christo Nazareno de la Cofradía de Pasión dentro de la Merced”. 

     La atribución del Jesús de la Pasión a Juan Martínez Montañés fue mantenida en 1725 por el erudito Antonio Palomino, que además recogió la leyenda de que el escultor, admirado por la obra que había salido de sus manos, acudía en Semana Santa a contemplar la salida del paso, leyenda que inspiró una pintura historicista, realizada por Joaquín Turina y Areal en 1890, que conserva la Hermandad de la Pasión. 

Dentro de la iconografía barroca, la escultura de Jesús de la Pasión ofrece aspectos muy singulares. Es una imagen vestidera, tallada en madera de cedro, que presenta el torso y los brazos desbastados, mientras que la cabeza, antebrazos, manos, piernas y pies se encuentran minuciosamente anatomizados y policromados. Además, en hombros y codos dispone de un sistema de articulación que permite variar la posición de las manos, bien para colocarlas replegadas y atadas a la altura de la cintura, en la modalidad de Cristo Cautivo, o bien desplegadas abrazando la cruz como Nazareno con la cruz a cuestas, con el stipes apoyado sobre su hombro izquierdo y las yemas de los dedos apenas rozando el madero del patibulum. 

     Adopta una inclinación corporal que describe una suave curvatura, con la cabeza caída hacia el frente y ligeramente ladeada hacia la derecha. Su rostro, ensimismado y concentrado, muestra una prodigiosa expresión de resignación y mansedumbre, con extraordinaria dignidad y belleza formal. El peso de la figura se concentra sobre la pierna izquierda, que está dirigida al frente con la rodilla flexionada, mientras con la pierna derecha, más retrasada, apenas toca la peana que simula una forma pedregosa, con el calcañar del pie al descubierto y apoyado solamente en el dedo gordo. Ello supone el alarde técnico de mantener el equilibrio con una postura muy arriesgada. 

Martínez Montañés, consciente de su finalidad devocional, acentúa el realismo anatómico. Las expresivas manos muestran los tendones en tensión y los dedos largos y flexionados. Cubre la portentosa cabeza una melena con raya al medio que llega a los hombros, con mechones meticulosamente descritos —rasgo habitual en el escultor— y guedejas despegadas que acentúan el claroscuro, dejando visible la oreja izquierda. El rostro presenta un gran clasicismo, con nariz recta y afilada, ceño ligeramente fruncido, pómulos marcados, boca entreabierta dejando visibles los dientes y barba corta de dos puntas. La policromía, posiblemente aplicada por Francisco Pacheco, colaborador habitual, acentúa los efectos naturalistas, incorporando finos regueros de sangre de se deslizan por el rostro y el cuello. 

     En su presentación de Nazareno, lleva una corona de espinas postiza y potencias que, al igual que las cantoneras de la cruz de tipología arbórea, están cinceladas en oro. El cuerpo aparece recubierto por una túnica morada de textiles reales, ceñida por un cinturón, y con una soga al cuello. A lo largo de los más de cuatrocientos años recibiendo culto, La Hermandad ha reunido lujosos ajuares textiles, con una variedad de túnicas que oscilan desde las más sencillas, generalmente de terciopelo, a otras ornamentadas con motivos florales bordados con hilo de oro. 

Para la concepción de esta escultura devocional, Martínez Montañés podría haberse inspirado en fuentes literarias, como en el Evangelio de San Juan, el único que narra que Cristo cargó la cruz en solitario, en ciertos versículos del profeta Isaías que aluden al Varón de Dolores o inspirándose en el capítulo XV del Compendio de vida cristiana de fray Luis de Granada, donde algunas descripciones constituyen una auténtica imaginería mental. 

     La imagen de Jesús de la Pasión, que Martínez Montañés realizó en uno de sus periodos más fructíferos, estilísticamente se relaciona con los geniales relieves del retablo mayor que realizara entre 1609 y 1613 para el monasterio de San Isidoro del Campo, en el término de Santiponce (Sevilla). Por otra parte, es conveniente recordar que la iconografía del Nazareno creada por Martínez Montañés, con Cristo abrazado a la cruz, sería fuente de inspiración para otros escultores del ámbito sevillano, siendo seguida, entre otros, por Francisco de Ocampo en 1607 en el Jesús Nazareno de la Hermandad del Silencio de Carmona; por Gaspar de la Cueva en 1609 en el Jesús Nazareno de la Primitiva Hermandad de los Nazarenos de Sevilla; por Juan de Mesa en 1620 en el Jesús del Gran Poder de la Hermandad del mismo nombre de Sevilla; por Felipe de Ribas en 1641 en el Nazareno de la Divina Misericordia de la Hermandad de las Siete Palabras de Sevilla. 

JESÚS DE LA PASIÓN Y EL CIRINEO 

Según distintas opiniones, el Nazareno creado por Martínez Montañés, como paso procesional en la Quinta Estación del Viacrucis de Semana Santa, fue concebido para estar acompañado de la figura de Simón Cirineo ayudando a llevar la cruz, según se relata en el Evangelio de San Marcos (15:20-21). Ya entre 1632 y 1634, el abad Alonso Sánchez Gordillo hacía una descripción del paso: “Y en lo último de ella Nuestro Señor en andas sobre los hombros de los cofrades y hermanos de la Cofradía con la Santa Cruz sobre sus hombros y Simón Cirineo que lo ayuda. Son ambas figuras muy proporcionadas a lo que representan y mueven mucho a la devoción…”. Asimismo, José Hernández Díaz piensa que Martínez Montañés debió representar el pasaje con dos figuras por la posición encorvada de Cristo y su manera de sujetar la cruz, cuya diagonal sugiere que sería sostenida por alguien que lo ayuda en la parte posterior del paso. 

     Según este criterio, aunque se desconoce como sería el primer Cirineo que acompañó al Jesús de la Pasión, posiblemente obra del propio Montañés, se tienen noticias de que en 1844 la Hermandad incorporó un Cirineo de candelero, montado con la cabeza y las manos de un San Isidoro comprado a la iglesia de la Anunciación, Antigua Casa Profesa de los Jesuitas, que en 1951 fue vendido a la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Aguilar de la Frontera (Córdoba). En 1950 José Rodríguez Fernández Andes presentó una nueva imagen de candelero por él realizada, con una cabeza atribuida a Juan de Mesa que procedía de los agustinos de Córdoba. El resto del cuerpo lo elaboró Luis Ortega Bru y Juan Miguel Sánchez aplicó la policromía. 

La figura del Cirineo fue sustituida en 1970 por una excelente escultura de talla completa realizada por Sebastián Santos. En 1974, año en que la imagen de Jesús de la Pasión fue restaurada, la Hermandad decidió prescindir de la figura del Cirineo en el paso, lo que para algunos rompe la armonía del conjunto. En 1995, los hermanos Cruz Solís procedieron a la consolidación del soporte del célebre Cristo, al refuerzo de las falanges de algunos dedos y a la limpieza de las superficies de manos y pies, hasta entonces muy oscurecidas. 

Por último, reseñar que la imagen procesional de Jesús de la Pasión de Martínez Montañés, al que sus contemporáneos apodaban “el Dios de la madera”, goza de una gran popularidad y devoción en Sevilla, siendo a lo largo del tiempo objeto de comentarios y leyendas, como la protagonizada por el arzobispo sevillano D. Antonio Despuig y Dameto, quien tras orar ante la imagen declaró que había percibido un defecto: “sólo le falta respirar”.


Informe: J. M. Travieso. 






















































Sebastián Santos. Simón de Cirene, 1970
Hermandad de la Pasión, Sevilla














Joaquín Turina y Areal
Martínez Montañés contemplando la salida de Jesús de la Pasión, 1890
Hermandad de la Pasión, Sevilla











Iglesia del Divino Salvador, Sevilla, donde recibe culto Jesús de la Pasión










Nazarenos que siguen el modelo de Martínez Montañés. De izda. a dcha.:
Francisco de Ocampo, 1607, Hermandad del Silencio, Carmona
Gaspar de la Cueva, 1609, Primitiva Hermandad de los Nazarenos, Sevilla
Juan de Mesa, 1620, Hermandad del Gran Poder, Sevilla
Felipe de Ribas, 1641, Hermandad de las Siete Palabras, Sevilla 







* * * * *

No hay comentarios:

Publicar un comentario