6 de febrero de 2023

Visita virtual: SAN SEBASTIÁN, la belleza helenística de la juventud




SAN SEBASTIÁN

Giuseppe Giorgetti (documentado en Roma 1668-1682)

1671

Mármol

Basílica de San Sebastián Extramuros, Roma

Escultura barroca italiana

 

 



     San Sebastián es uno de los santos más representados en el arte cristiano, especialmente desde que en la Edad Media fuese considerado uno de los mayores protectores contra la peste. Según la tradición, San Sebastián fue oriundo de Narbona y criado en Milán. En Roma llegó a ser centurión de la primera cohorte en tiempos del emperador Diocleciano, ejerciendo de escolta. Convertido al cristianismo, y por animar a sus compañeros de armas a profesar la fe cristiana, entre los años 303 y 305 —coincidiendo con una serie de edictos contra los cristianos— fue condenado por el emperador a morir atado a un árbol y asaetado, aunque sobrevivió a este martirio, pues Irene, una dama romana viuda del mártir Cástulo, le recogió en su casa y le ayudó a sanar de sus heridas. Una vez recuperado, San Sebastián volvió a interpelar al emperador Diocleciano, que ordenó su detención y le condenó a ser apaleado hasta la muerte. El 20 de enero de 290, murió y su cuerpo fue arrojado a la Cloaca Máxima, pero se le apareció en sueños a Santa Lucina para indicarle dónde se hallaba y pedirle que le diera cristiana sepultura, como así ocurrió en las catacumbas de la Vía Apia de Roma que toman su nombre.

     En época medieval, el hecho de haber sobrevivido a su primer martirio, le convirtió en un santo protector contra la peste, enfermedad que tradicionalmente se asociaba a una lluvia de saetas. Asimismo, fue convertido en patrón de los oficios relacionados con el hierro y las flechas, como arqueros, ballesteros, tapiceros o vendedores de este metal. Por este motivo, sus representaciones tuvieron una enorme expansión, siendo su martirio, desde el siglo XV, una elocuente excusa en el arte para realizar el estudio de la anatomía masculina.

Paradójicamente, al contrario que otros santos, que suelen ser representados acompañados del atributo que fuera la causa de su muerte, San Sebastián ha sido masivamente representado atado y con el cuerpo atravesado por flechas de cuyas heridas pudo sobrevivir, en unos casos como un hombre de edad avanzada, dado su rango militar, sobre todo en época medieval, y en otros como un joven —incluso adolescente— cuya iconografía se remonta a finales del siglo XIII. Como afirma Emile Mâle, San Sebastián fue para los artistas, desde finales de la Edad Media, el mártir por excelencia.

     Las escenas del martirio son variadas, desde la representación aislada del santo asaetado, la más extendida, hasta composiciones de múltiples figuras que cumplen la orden del emperador, que “mandó que lo sacaran al campo, que lo ataran a un árbol y que un pelotón de soldados dispararan sus arcos contra él y lo mataran a flechazos”. 

Entre las fuentes literarias que proporcionaron inspiración a las representaciones de San Sebastián la más antigua es la Depositio martyrum, redactada a mediados del siglo IV. De esa misma época es el Comentario al salmo CXVIII, en el que San Ambrosio, arzobispo de Milán, relata su nacimiento en una familia cristiana de Narbona, su infancia en Milán y su traslado a Roma. A San Ambrosio también le son atribuidos los relevantes textos de las Acta Sancti Sebastiani Martyris, redactados en el siglo V por el monje Arnobio el joven.

     En el siglo VIII es significante la Historia de los Lombardos escrita por Pablo el Diácono, colaborador de Carlomagno, que aunque contiene grandes imprecisiones, narra cómo durante una epidemia de peste que asolaba el territorio a finales del siglo VII, una aparición reveló que la plaga no cesaría hasta que se fundara un altar dedicado a San Sebastián en la basílica de San Pedro ad Vincula. Y, por supuesto, fue la Leyenda Dorada de Jacobo de la Vorágine una de las fuentes esenciales para la difusión de la leyenda y el culto a San Sebastián en plena Edad Media. 

Fue durante el Renacimiento cuando se popularizó la imagen de San Sebastián como un efebo desnudo, apenas cubierto por un paño de pureza, en la que el estudio anatómico y la búsqueda del ideal de belleza fueron elementos determinantes, siendo repetidamente representado por los grandes maestros pintores y escultores de los siglos XV y XVI, en unos casos con la ambientación de un paisaje con ruinas romanas (Andrea Mantegna, Perugino,…) o con profundas panorámicas naturalistas de fondo, con búsqueda de perspectiva (Il Sodoma), y en otras limitándose al árbol en que aparece amarrado (El Greco). Este tratamiento tuvo continuidad durante el Barroco, como en el caso de Rubens, aunque durante el siglo XVII algunos escultores comenzaron a experimentar posturas completamente novedosas, como es el caso de Gian Lorenzo Bernini (San Sebastián, 1616, Museo Thyssen, Madrid), así como de otros escultores que se movieron en su ámbito de influencia, como Giuseppe Giorgetti. 

LA NOVEDOSA ICONOGRAFÍA DE SAN SEBASTIÁN DE GIUSEPPE GIORGETTI 

La escultura marmórea de San Sebastián se encuentra colocada en una de las capillas de la Basílica de San Sebastián Extramuros, también conocida como San Sebastián de las Catacumbas por estar levantada junto a las mismas, en plena Vía Apia de Roma. La fundación del templo data del siglo IV y estuvo dedicado a los apóstoles Pedro y Pablo, pasando en época medieval a ser consagrada a San Sebastián, donde estuvieron depositadas sus presuntas reliquias, extraídas de la vecina catacumba romana, hasta que fueron trasladadas a la basílica de San Pedro del Vaticano. El aspecto actual de la basílica responde a la reconstrucción realizada en el siglo XVII por el arquitecto Flaminio Ponzio, a cuya muerte le sucedió Giovanni Vazanzio, que finalizó las obras.

La magnífica escultura de San Sebastián moribundo es completamente rompedora en su iconografía. Fue esculpida en 1671 por el escultor romano Giuseppe Giorgetti, aunque algunos apuntan un posible diseño del pintor y escultor Ciro Ferri, discípulo y colaborador de Pietro da Cortona. Considerada como la obra maestra de este escultor, en ella se funde una exquisita habilidad técnica en el tratamiento del mármol, con un meticuloso estudio del cuerpo humano para dotar a la escultura de un paganismo helenístico y de un profundo sentimiento místico que la hace palpitar.

     Ya se ha señalado que San Sebastián no murió a consecuencia de las flechas que atravesaron su cuerpo, sino que quedó moribundo y sanó de sus heridas gracias a la ayuda de Santa Irene. Ese es el momento representado, en que un San Sebastián yacente e idealizado, con tres flechas clavadas en su cuerpo, aparece abatido aparentemente herido de muerte, conservando en su martirio la belleza de su juventud.

La tersura apolínea y perturbadora de la atlética anatomía del santo contrasta con los menudos pliegues de un largo sudario que serpentea por su cuerpo, destacando el trabajo de las manos —con los dedos arqueados sobre la piel— y la cabeza, tratada al modo clasicista, con los ojos entornados, la boca entreabierta, una barba rala de escaso volumen junto a las mejillas y un abultado cabello de grandes rizos que están trabajados con precisión a trépano.

La cabeza reposa sobre su indumentaria de centurión, siendo visibles parte de la lorica metálica y las mangas de la túnica formada por cintas rematadas con flecos en forma de tirabuzones. El cuerpo reposa sobre una base rocosa que, al contrario que los elementos citados, cuidadosamente pulimentados, presenta la superficie del mármol simplemente desbastada, lo que produce un atractivo contraste. Sobre la anatomía destacan tres flechas en bronce dorado que como postizos aparecen clavadas en la parte derecha de la cintura y sobre el muslo y el brazo izquierdos. 

     La renovada iconografía de San Sebastián de Giuseppe Giorgetti tiene como precedente la escultura de Santa Cecilia realizada en mármol en 1600 por Stefano Maderno, después de que el cardenal Paolo Emilio Sfondrato descubriera el 20 de octubre de 1599 el cuerpo incorrupto de la santa en la basílica de Santa Cecilia en Trastevere y solicitara que fuese representada tal y como apareció en el momento de su descubrimiento, cuya iconografía yacente causó un fuerte impacto.

Por otra parte, la representación de la figura de San Sebastián entre el placer y el dolor, entre el sueño y el éxtasis, presenta grandes similitudes con La muerte de la beata Ludovica Albertoni que en el mismo tiempo, entre 1671 y 1674, realizara Gian Lorenzo Bernini para la iglesia de San Francesco a Ripa, igualmente en el barrio del Trastevere de Roma, una genial obra maestra en la que Bernini repite la experiencia de agitación mística que infundiera al grupo del Éxtasis de Santa Teresa realizado entre 1647 y 1652 para la iglesia romana de Santa María de la Victoria. En la misma basílica de San Sebastián, junto a la escultura de Giuseppe Giorgetti, se conserva el impresionante Busto del Salvador realizado por Bernini en 1679, cuando tenía ochenta años.

 

LA DESCONICIDA PERSONALIDAD DE GIUSEPPE GIORGETTI 

Basílica de San Sebastián Extramuros, Roma

     Hijo del tallista Giovanni Maria, se desconoce su fecha de nacimiento en Roma, donde aparece documentado entre 1668 y 1682. Primero trabajó junto a su hermano Antonio Giorgetti, escultor que fuera discípulo de Gian Lorenzo Bernini, como restaurador de mármoles y estatuas antiguas. Junto a él colabora, en 1668, en la elaboración del Ángel de la esponja, siguiendo el programa de Bernini encomendado por el papa Clemente IX para decorar el Puente de Sant’Angelo de Roma.

Tras la muerte de su hermano Antonio en 1669 toma la dirección del taller, pasando a convertirse en el escultor de confianza de la familia Berberini, para la que restauró un relieve de una antigua tumba griega que actualmente se conserva en el Palazzo alle Quattro Fontane de Roma.

En 1670 realiza los estucos decorativos de la capilla funeraria del cardenal Antonio Barberini en la iglesia de Santa Rosalía en Palestrina, que serían su primera obra independiente. Ese mismo año realiza una copia del busto de Maria Barberini Duglioli, nieto de Urbano VIII, cuyo original había sido realizado por Bernini en 1626, actualmente perdido. En 1671 restauró una estatua de Baco para el Palacio Barberini de Roma y realizó la escultura yacente de San Sebastián para la reorganización de la basílica de San Sebastián Extramuros promovida por el cardenal Francesco Barberini.      

Stefano Maderno. Santa Cecilia, 1600
Basílica de Santa Cecilia en Trastevere, Roma

     Entre sus actividades figuró la de suministrar modelos a los plateros. Entre 1672 y 1673 elaboró, a petición de Carlo Spagna, un bajorrelieve ovalado con las cabezas de los santos Eutiquio y Dámaso para la iglesia romana de San Lorenzo in Damaso, trabajando en este tiempo para la catedral de San Clemente en Velletri en el altar mayor, maquetas para figuras de santos y la Virgen y el escudo de los Barberini para una campana fundida por Giacomo Pucci.  

En Roma esculpió dos figuras alegóricas que sostienen el escudo de Urbano VIII en la fachada de la iglesia de los santos Luca y Martina y construyó el altar mayor de la iglesia de San Rocco. Durante esos años, según la documentación, realiza para los Barberini inscripciones, placas y bocetos para obras en papel maché.

En 1675 realizó la cruz que sostiene la Magdalena de Cristoforo Stati en la iglesia de Sant’Andrea della Valle y la estatua de Carlo Barberini del oratorio contiguo a la capilla familiar de esta iglesia.

A partir de esos años realiza numerosas obras que siempre fueron encargadas por el cardenal Francesco Barberini. Giuseppe Giorgetti trabajó repetidas veces junto a Lorenzo Ottoni, como en 1677 en una fuente del Palacio Barberini, en 1678 en el monumento funerario de George Conn, secretario del cardenal, de la iglesia de San Lorenzo in Damaso, y en 1679 en la restauración de la célebre escultura del Fauno Barberini descubierta en el Castillo de Sant’Angelo, actualmente en la Gliptoteca de Múnich. Ese mismo año realizó una estatua conmemorativa de Urbano VIII para Pesaro, que fue destruida en 1797, y el sepulcro de su patrón en San Pedro, donde se le atribuye la figura de la Fama y la decoración.  Tras la muerte de su mecenas en 1679, no se tienen más noticias de Giuseppe Giorgetti.

Izda: Bernini. Beata Ludovica Albertoni, 1671-1674, iglesia de San Francesco a Ripa, Roma
Dcha: Giuseppe Giorgetti. San Sebastián, 1671, basílica de San Sebastián Extramuros, Roma

Informe: J. M. Travieso.

 





Bernini. Busto del Salvador (Salvator Mundi), 1679
Basílica de San Sebastián Extramuros, Roma














ICONOGRAFÍA DE SAN SEBASTIÁN
Izda: Anónimo, s. XV, Museo del Prado / Centro: Grabado de Alberto Durero, h.1499, National Gallery of Art-Washington /
Dcha: Andrea Bregno, h. 1460, Museo Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona












ICONOGRAFÍA DE SAN SEBASTIÁN
De izda a dcha: Andrea Mantegna, 1480, Museo del Louvre / Perugino, h. 1495, Museo del Louvre /
Giovanni Antonio Bacci, Il Sodoma, 1525, Galería de los Uffizi, Florencia /
El Greco, h. 1577, Catedral de Palencia / Rubens, h. 1614, Galería Borghese, Roma










ICONOGRAFÍA DE SAN SEBASTIÁN
Izda: Alonso Berruguete, 1527, Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Centro: Gian Lorenzo Bernini, 1616, Museo Thyssen, Madrid
Dcha: Ricardo Motilla, 2008, Museo de Arte e Historia de Guanajuato, León (México)











José de Ribera. San Sebastián curado por Santa Irene, 1621
Museo de Bellas Artes, Bilbao












Nicolas Régnier. San Sebastián curado por Santa Irene, 1625
Musée d'Arts, Nantes












Alejandro Ferrant. Entierro de San Sebastián, 1877
Museo del Prado, Madrid














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1 comentario:

  1. Extraordinario artículo sobre la descripción de la gran obra de Giuseppe Giorgetti. Felicidades

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