28 de febrero de 2023

Visita virtual: VISITA DEL CARDENAL TAVERA AL ESCULTOR ALONSO BERRUGUETE, una recreación histórica meticulosamente documentada





VISITA DEL CARDENAL TAVERA AL ESCULTOR ALONSO BERRUGUETE

Miguel Jadraque y Sánchez Ocaña (Valladolid, 1840-Madrid, 1919)

Hacia 1884

Óleo sobre lienzo, 98 x 128 cm

Palacio del Senado, Madrid (Depósito del Museo del Prado)

Pintura historicista del siglo XIX

 




     No es muy frecuente que dentro del repertorio de la pintura historicista española del siglo XIX se desarrolle un tema relacionado con la celebridad de un artista, pues en su mayoría los cuadros representan destacados acontecimientos de la historia de España y de sus reinos, siendo generalmente protagonistas reyes, batallas o célebres personajes políticos. Por este motivo, esta pintura de Miguel Jadraque y Sánchez Ocaña constituye un caso excepcional, ofreciendo además como aliciente el estudio a fondo de cada uno de los elementos incluidos en la ambientación, lo que demuestra el grado de erudición del pintor, que en el momento representado, fruto de su imaginación, junto a los personajes centrales incluye diversos objetos y un marco arquitectónico que sin duda le eran cercanos por su condición de vallisoletano.

En efecto, en esta pintura titulada La visita del cardenal Tavera al escultor Alonso Berruguete, la escena se desarrolla en la casa-taller que el artista tenía en Valladolid, representando un supuesto encuentro entre el toresano Juan Pardo de Tavera, cardenal, arzobispo e inquisidor general de España, y el escultor palentino Alonso Berruguete, al parecer para concertar algún encargo, según las detalladas explicaciones que el escultor parece proporcionar al comitente, que aparece con el gesto de realizar una pregunta. 

     Para fundamentar sus teorías, Alonso Berruguete muestra a los asistentes una de sus obras magistrales: la talla de San Sebastián que en madera policromada había realizado en 1527 para el retablo mayor de la iglesia de San Benito el Real de Valladolid, obra que actualmente se expone en el Museo Nacional de Escultura. La pintura presenta una estudiada composición en la que la escultura de San Sebastián se sitúa en el eje central, dividiendo en dos los espacios, a la izquierda el cliente, con el cardenal y los tres asesores que le acompañan, y a la derecha el artista y los miembros de su familia, que escuchan expectantes las persuasivas explicaciones del escultor para conseguir un nuevo contrato.

Por el rojo intenso de su indumentaria cardenalicia, destaca la figura del cardenal Tavera, de edad avanzada y sentado en un sillón con apoyabrazos, que aparece acompañado por un asesor que atiende con interés las explicaciones del escultor. Este personaje, que se podría identificar con el arquitecto Alonso de Covarrubias, primer supervisor del Hospital Tavera de Toledo, luce un abrigo de piel, prenda renacentista nacida en Alemania que se generalizó por toda Europa, llegando a ser la prenda básica de los humanistas. En primer término, se encuentra sentado de perfil un prior dominico, con tonsura y revestido con el tradicional hábito blanco y el escapulario negro, símbolo de pureza y penitencia, tras el que se coloca de pie un prior franciscano, caracterizado por el hábito pardo como renuncia a los bienes mundanos. Estos eclesiásticos, que parecen representar una función de consejeros, posiblemente representen a los dos mayores conventos vallisoletanos de la época: el convento de San Pablo y el de San Francisco.

     La escultura de San Sebastián reposa sobre sobre una pequeña mesa recubierta con una lujosa tela de damasco dorado, sacada de algún baúl y colocada para la ocasión, según indican los dobleces visibles, cuya tonalidad contrasta con el rojo cardenalicio. A su lado, en la parte derecha, se encuentra Alonso Berruguete, que luce una elegante indumentaria común entre la nobleza en la época, con gola al cuello, un jubón en terciopelo verde que lleva acuchillados en las mangas, al igual que los gregüescos a juego, así como medias ajustadas de color azafrán y negros zapatos planos. Aunque el encuentro se produce en el ambiente de un taller, no pasa desapercibido el elegante aspecto del artista, que fue el único de su tiempo que logró constituir un mayorazgo, adquirir un señorío y levantar una elegante casona en Valladolid, consiguiendo a su regreso de Italia que su trabajo pasara de ser considerado como una simple labor artesanal a una creación de tipo intelectual.

El mismo tipo de indumentaria, aunque sin gola y con tonos cobrizos, presenta un joven que, en escorzo y dando la espalda al espectador con naturalidad, se inclina para contemplar los detalles de la traza de un retablo enmarcado que está apoyado sobre una pata de la mesa. Posiblemente se trate de Inocencio Berruguete, sobrino protegido del escultor, que practicaba el mismo oficio y del que hay constancia que también habitaba la casa. Otro oficial vigila al fondo, con los brazos cruzados, el desarrollo de la entrevista, mientras por detrás de los cortinajes descorridos en una puerta se asoman expectantes familiares y sirvientes, en cuyo centro se distingue a Juana de Pereda, esposa del escultor.

     No pasan desapercibidos los elementos de atrezo que, a modo de muestrario, definen el ambiente del taller. Entre ellos se encuentran modelos escultóricos de cabezas, manos, pies y tondos con bustos en relieve realizados en yeso, dibujos de escenas y de grutescos, así como dos muestras de sillerías corales, una baja y otra alta, que talladas en el color natural de la madera siguen los modelos realizados por Andrés de Nájera entre 1525 y 1529 para el Monasterio de San Benito el Real de Valladolid, actualmente en el Museo Nacional de Escultura.

Sobre esta sillería Miguel Jadraque realizaría hacia 1884 dos estudios independientes, que se conservan en el Museo del Prado, en los que hace un alarde de las texturas de la madera, que en esta pintura se extienden al enlosado, la alfombra, las columnas con capitel semiempotradas en el muro, el marco tallado de la pared del fondo, las cabezas y el rostro pintado del muro izquierdo, en la policromía realista de San Sebastián y, sobre todo, en las calidades de las telas —lana, terciopelo, seda, piel, etc.— de la variada indumentaria de los personajes y de las piezas textiles.

     Respecto a la fidelidad histórica, conviene recordar que el cardenal Tavera fue protector de Alonso Berruguete y su comitente para la realización de varios encargos para la catedral primada de Toledo. Su vinculación con la ciudad del Pisuerga, donde Alonso Berruguete tenía establecido su taller, venía dada por presidir el Consejo de Castilla y la Chancillería de Valladolid, ciudad en la que murió en 1545, reposando su cuerpo en la catedral vallisoletana durante varias semanas, hasta que se terminó la capilla funeraria en la que fuera la mayor de sus fundaciones, el Hospital de San Juan Bautista de Toledo, también conocido como Hospital Tavera, a donde fueron conducidos sus restos para descansar en el magnífico sepulcro que fue realizado en mármol de Carrara por Alonso Berruguete entre 1554 y 1561, escultor que falleció este último año junto una de las torres del Hospital Tavera, cuando acababa de asentar el mausoleo con la impresionante efigie del cardenal.


     Por último, reseñar que el cuadro La visita del cardenal Tavera al escultor Alonso Berruguete representa el estilo más genuino de Miguel Jadraque, caracterizado por la erudición histórica patente en todas las escenas por él recreadas, en la minuciosidad descriptiva de los elementos a ellas incorporados, por la viveza y variada gama cromática y, especialmente, en la creación de una apariencia realista de los elementos compositivos, consiguiendo que las figuras interactúen con naturalidad en lo que, en términos actuales, podríamos definir como una recreación virtual plena de vitalismo.    

 




Alonso Berruguete. San Sebastián, 1527
Museo Nacional de Escultura, Valladolid














Alonso Berruguete. Sepulcro del Cardenal Tavera, 1554-1561
Iglesia del Hospital de San Juan Bautista, Toledo









MIGUEL JADRAQUE Y SÁNCHEZ OCAÑA COMO PINTOR DE HISTORIA 

Miguel Jadraque. Presentación de Cisneros a Isabel la Católica.
1871, Diputación de Valladolid

     Miguel Jadraque y Sánchez Ocaña nació en Valladolid el 5 de julio de 1840, hijo de Lorenzo Jadraque, teniente coronel graduado y natural de Campo de Criptana (Ciudad Real), y de Ildefonsa Sánchez de Ocaña, natural de Valladolid, que cinco días después le bautizaron en la catedral vallisoletana. Muy temprano mostró su afición por la pintura, comenzando su formación en 1855 en la Escuela de Bellas Artes de Valladolid, donde estudió “Dibujo del antiguo” bajo la dirección del pintor Agapito López San Román. Tres años después continuó su formación en la Real Academia de San Fernando de Madrid junto a Joaquín Espalter, practicando también como copista en el Museo del Prado.

En 1864 se presenta al concurso de la Academia de Bellas Artes de Valladolid con la pintura El Conde Ansúrez y su esposa doña Eylo reciben a la infanta doña Urraca (Diputación de Valladolid), cuadro por el que fue becado por la Diputación de Valladolid para realizar estudios en Roma, a donde se trasladó en 1869 y donde asistió a la Academia Chigi y conoció a Mariano Fortuny y a Eduardo Rosales, que le influyen en su obra temprana. Después viajó a París, donde sintió atracción por la pintura detallista de Ernest Meissonier. 

Miguel Jadraque. Una lectura interesante, 1876
Museo del Prado, Madrid

     En 1871 comenzó a presentarse en la Exposiciones Nacionales de Bellas Artes con temas de historia, obteniendo la tercera medalla con La presentación de Cisneros a Isabel la Católica por el cardenal Mendoza (Diputación de Valladolid), pintura que envió desde Roma. Tras su regreso a España ese mismo año, se instaló en Madrid, frecuentando durante algunos años el Museo del Prado para copiar a Murillo y a Camille Bernier. Otra tercera medalla la conseguía en la Exposición de 1876 con la irónica pintura Una lectura interesante (Museo del Prado), donde después de un suculenta comida aparecen adormilados un cardenal y un fraile franciscano en una estancia en la que empieza a incluir cuadros dentro del cuadro y objetos de época minuciosamente detallados, como un bargueño, una mesa, sillones, sillas, un reloj, libros y una alfombra de piel, con un magnífico colorido y efectos de luz.

El mejor galardón alcanzado en su carrera en las Exposiciones Nacionales lo obtenía en 1878, cuando consiguió la segunda medalla con el cuadro Carlos V en Yuste (Cámara de Comercio de Salamanca, depósito del Museo del Prado), en el que aparece sentado el emperador, en compañía de cinco monjes del monasterio, contemplando con admiración las figuras móviles que sobre una mesa presenta el ingeniero e inventor cremonés Juanelo Turriano, que aparece de pie junto a Carlo V. El pasaje está tomado de la Historia del reinado del Emperador Carlos V, escrita por William Robertson en 1769. De nuevo en la estancia cuelgan tres cuadros, un retrato del emperador, una Dolorosa y una copia del retrato de la emperatriz Isabel de Portugal de Tiziano. En esta pintura destaca la minuciosa ejecución, sorprendiendo los pequeños detalles que presentan las fisionomías, indumentarias y los múltiples objetos.

Miguel Jadraque. El emperador Carlos V en Yuste, 1878
Cámara de Comercio, Salamanca (Depós. del Museo del Prado)

     Junto a los temas históricos, comienza a realizar otros de inspiración literaria como Pensando el asunto (Museo de Bellas Artes de Asturias, Oviedo, depósito del Museo del Prado) y La visita del cura y el barbero a Don Quijote (Museo del Prado), obra realizada en 1880 que representa a Don Quijote convaleciente de su febril locura, que reacciona exaltado ante la falsa información del cura de que las tropas turcas se acercaban a las costas españolas, incluyendo en la escena la paciente vigilancia de su sobrina y su ama. Esta pintura contiene todos los elementos del estilo más personal de Miguel Jadraque, con un gusto por la precisión del dibujo y la minuciosa descripción de todos componentes que integran la composición, que aparecen reproducidos con el virtuosismo de un verdadero miniaturista, como las piezas del mobiliario, la jarra de cerámica y el vaso colocados sobre la mesa del primer término, la rueca sobre la alacena del fondo, la estantería con libros o las piezas de la armadura colgadas en la pared del fondo. A ello se suma la caracterización de los personajes, la ambientación luminosa de la estancia y un colorido sobrio, nada estridente. Como nota curiosa, sobre la cama coloca un retrato del propio Miguel Jadraque que copia el que le hiciera en 1864 su amigo Lorenzo Casanova.


Miguel Jadraque. Visita del cura y el barbero a Don Quijote,
1880, Museo del Prado

     Siguiendo la tradición española, no olvida la pintura religiosa, en la que destaca Santa Teresa de Jesús (Museo de Bellas Artes de Álava, Vitoria, depósito del Museo del Prado), óleo de 1882 en el que junto a la santa orante y su visión del Espíritu Santo incluye un sillón, una mesa, libros, un tintero con plumas, un crucifijo y un marco sobre la pared en los que hace gala de su pericia en la representación realista de los objetos.

Esto alcanza el paroxismo en su pintura El cardenal Tavera visitando al escultor Alonso Berruguete (Palacio del Senado, Madrid, depósito del Museo del Prado), realizada hacia 1884, año en que también realiza dos Estudios de la sillería de coro de Andrés de Nájera (ambas en el Ministerio de Educación, Madrid, depósito del Museo del Prado), donde realiza un alarde en las texturas de la recreación de la madera tallada y las taraceas de la sillería de coro de San Benito el Real de Valladolid (Hoy en el Museo Nacional de Escultura), incluyendo sobre la pared de uno de los cuadros las pinturas de San Simón y Santiago el Mayor de Rubens y La Muerte de San José de Goya que se conserva en la iglesia del monasterio de Santa Ana de Valladolid. Inspirándose igualmente en el ambiente conventual, en 1885 presentó dos obras en la exposición artístico-literaria de Madrid: Momentos de inspiración y Fraile en oración, donde al fondo reproduce con precisión la sillería gótico-flamígera del Monasterio de Santo Tomás de Ávila.

Miguel Jadraque. Visita del cura y el barbero a Don Quijote,
1905, Museo Casa de Cervantes, Valladolid

     Aunque Miguel Jadraque alcanzó su mayor notoriedad con escenas de la historia de España, de los Reyes Católicos a Felipe II, en la que no reproduce hechos trascendentales, sino episodios anecdóticos que reflejan la época, también realizó otro tipo de pinturas historicistas, como Una lección de violín, en cuyo fondo incluye obras de Murillo, así como diversos retratos de personajes de su tiempo.

Nunca perdió su vinculación con Valladolid, donde en 1890 presentó a la Exposición de Bellas Artes del Círculo de Calderón los cuadros Recuerdos del mundo y A la prueba del reclamo, ambas con descripciones detalladas y acertados juegos de luz. También dominaba la técnica de la acuarela, plasmando una variada temática de tipo costumbrista, como se aprecia en Mujer tradicional o El torero, participando con frecuencia en las convocatorias de la Sociedad de Acuarelistas y el Círculo de Bellas Artes de Madrid, donde en la muestra de 1894 presentó las obras Guadajeq-el-Rumí, Amapola, La hija del tío Usía y Consuelito.

En 1895, en representación de la Escuela Superior de Pintura, Escultura y Grabado, fue nombrado miembro del Tribunal calificador de los exámenes para la Academia Española de Roma. En 1905 realizaba una segunda versión de El cura y el barbero visitando a Don Quijote (Museo Casa de Cervantes, Valladolid), donde el marco con un busto de la Virgen colocado en el muro derecho es sustituido por una ventana con cuarterones.

Miguel Jadraque. Santa Teresa, 1882
Museo de Bellas Artes de Álava, Vitoria
(Depósito del Museo del Prado)

     Miguel Jadraque y Sánchez Ocaña moría en Madrid el 10 de enero de 1919, Dejaba como legado una pintura en que se revela como hábil dibujante capaz de plasmar, con un estilo pulcro y detallista, todos los detalles de las indumentarias y ambientaciones, con un gusto por lo anecdótico que le lleva a incluir cuadros y verdaderas naturalezas muertas dentro del cuadro. En sus pinturas manifiesta su erudición histórica, la minuciosidad descriptiva, la viveza de los colores y una obsesiva voluntad de aplicar a los elementos compositivos una apariencia realista.

Conocemos el semblante del pintor por un retrato que en 1864 le hiciera su amigo el también pintor Lorenzo Casanova Ruiz, pintura que se conserva en el Museo del Prado. 

 

Informe: J. M. Travieso.

 






Miguel Jadraque. Estudios de la sillería de coro de Andrés de Nájera,
h. 1884, Ministerio de Educación (Depós. Museo del Prado) 

Bibliografía
 

BRASAS EGIDO, José Carlos: La pintura del siglo XIX en Valladolid, Institución Cultural Simancas, Diputación Provincial, Valladolid, 1982, pp. 14-17.

BRASAS  EGIDO, José Carlos: Dibujos de Miguel Jadraque y Aurelio Arteta en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Valladolid, Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (B.S.A.A.), tomo 52, 1986, pp. 493-501.

BRASAS EGIDO, José Carlos: Pintores castellanos y leoneses del siglo XIX, Junta de Castilla y León, Valladolid, 1989.

VV.AA.: Fondos artísticos de la Diputación de Valladolid: siglos XIX-XX: pintura y escultura, Diputación Provincial de Valladolid, Valladolid, 1996.



Miguel Jadraque. Una lección de violín, col. particular, Madrid


















Miguel Jadraque, acuarelas. Mujer tradicional y torero











Lorenzo Casanova Ruiz
Retrato del pintor Miguel Jadraque, 1864
Museo de Bellas Artes Gravina, Alicante
(Depósito del Museo del Prado)












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