15 de noviembre de 2010

Historias de Valladolid: LA PLAZA DE LOS CIEGOS, una leyenda bíblica en torno a la judería


CONSIDERACIONES SOBRE LOS JUDÍOS DE VALLADOLID

     Por su situación geográfica, en la Edad Media la comunidad judía encontró en Valladolid un lugar idóneo de residencia por su fácil comunicación con las juderías de Palencia, Medina del Campo, Medina de Rioseco, Peñafiel, Dueñas, Tordesillas o Portillo, lo que favoreció un primer periodo de asentamiento, desde los siglos XI al XIII, que se consolidaría a lo largo del XIV y XV. En un primer momento los hebreos, dedicados sobre todo a la actividad comercial, vivieron en Valladolid mezclados con los cristianos y se localizaron preferentemente en los aledaños de la iglesia de San Miguel (en la actual Plaza de San Miguel) y de la plaza del Azogue o "zoco", un espacio ocupado posteriormente por la iglesia de la Vera Cruz, con extensión hacia la iglesia de San Benito, donde por entonces se levantaba el Alcázar, contando con una sinagoga próxima localizada junto a la denominada Puentecilla de la Rinconada. Constituía una considerable población que no vivía en una aljama cerrada, hecho que no ocurriría hasta 1412, sino dispersa por el entramado de la ciudad, estable y abundante.

     La localización de esta "judería vieja" próxima al Alcázar, que alcanzó una gran expansión en el siglo XIII y cuya significación en la ciudad lo demuestra el disponer de hasta ocho sinagogas y de una carnicería especial para sus costumbres, sin duda procuraba la protección de la autoridad local, del Cabildo al que tributaba (por entonces Valladolid pertenecía a la diócesis de Palencia) y de la propia monarquía, así como, por su vocación comercial, facilidad de acceso a la plaza del mercado (Plaza Mayor), pues aunque en las Partidas dictadas por Alfonso X en 1263 se establecía que moros y judíos no se mezclasen con los cristianos, en realidad existía una gran tolerancia en la aplicación de esta ley, especialmente con los judíos, que con sus actividades como comerciantes y prestamistas proporcionaban un apoyo económico al monarca de turno, lo que permitió a algunos hebreos lograr una buena posición social y altos cargos en la administración real, según está documentado, a pesar de las leyes restrictivas aprobadas contra ellos en las Cortes de Valladolid de 1293.

     La situación de la población judía en Valladolid cambiaría en el siglo XIV, comenzando en tiempos de María de Molina, cuando el consejo de Valladolid se quejó de los abusos de los judíos, que controlaban buena parte de la economía practicando la usura en los préstamos en base a una carta de privilegios otorgada a la aljama por su hijo, el rey Fernando IV, aunque cuando los problemas de los hebreos se acrecentaron fue durante los enfrentamientos por el trono entre Pedro I, benefactor de los judíos, y su hermanastro Enrique II, declarado antijudío, de modo que cuando el primero murió a manos del segundo en Montiel el 23 de marzo de 1369, se produjo el final del periodo tolerante y el comienzo de una decadencia que estaría marcada por dos sucesos trascendentales: las persecuciones de 1391 y su expulsión del país en 1492.

     Durante las luchas fratricidas por el poder de Pedro y Enrique entre 1366 y 1369, una auténtica guerra civil, la población judía de Valladolid quedó empobrecida, más aun cuando el Concejo de la ciudad tomó partido por Enrique II y tras su victoria se tomaron represalias por lo que consideraban abusos producidos por los judíos desde muchos años atrás. Como consecuencia, desde 1367 sufrieron el asalto a la judería, la destrucción de sus ocho sinagogas y el expolio de sus propiedades por vecinos de la ciudad, hecho que también se repitió en otras villas castellanas.

     A pesar de todo, la comunidad judía siguió viviendo en Valladolid en tiempos de Juan I, un rey duro con esta población, a cuya muerte comenzaron los asaltos a las aljamas y las matanzas de judíos, hechos que alcanzaron su punto culminante en 1391, cuando, según Amador de los Rios, una conspiración antijudía dominaba en buena parte del reino, desde los concejos a las Cortes y desde las parroquias a las catedrales, lo que dio lugar a violentas persecuciones o progroms. A pesar de que en 1404 las cortes de Valladolid fueron las únicas de Castilla que se pronunciaron a favor de los judíos perseguidos en el reino, y aunque los ataques en Valladolid no fueron sangrientos, sí lo fueron doctrinales, presionando a la comunidad hebrea a convertirse al cristianismo para adquirir el estatus de polémicos "conversos", lo que produjo el desplazamiento de muchas familias a los núcleos judíos circundantes de Mucientes, Cigales o Zaratán e incluso a Portugal.

     Los ataques, aunque no con tanta virulencia, continuaron en tiempos de Enrique III y de Juan II. En octubre de 1408 se promulgó en Valladolid una cédula con la prohibición de que los judíos se dedicaran a cualquier tipo de rentas y profesiones fiscales, como recaudadores, bajo la pena de castigo con azotes.

     Pero cuando la situación se endureció realmente fue tras la promulgación el 2 de enero de 1412, también en Valladolid, de la Pragmática de doña Catalina, conjunto de 24 normas auspiciadas por la reina regente doña Catalina de Lancáster, que prácticamente convertían a la comunidad judía en una población proscrita, en las que el "Ordenamiento sobre el encerramiento de los judíos", un duro documento curiosamente inspirado en la predicación de San Vicente Ferrer en Valladolid, nada caritativa de contenido, les obligaba por primera vez a vivir en barrios separados, aislados de los cristianos, rodeados de una cerca y con horarios establecidos. Asimismo les era impuesta la prohibición de ejercer la medicina, la farmacia y cargos públicos, comerciar con otras razas y religiones, disponer de armas y criados y, el hecho más degradante, cortarse el pelo y a afeitarse. Asimismo, a partir de entonces, sus cementerios estarían acotados y compartidos con los musulmanes.

     Esta normativa produjo por un lado el final de la etapa tolerante y por otro las conversiones masivas, dando lugar a la aparición de la "judería nueva" o "barrio nuevo de los judíos" en una zona próxima a la iglesia de San Nicolás y al Puente Mayor, al final de la actual calle Imperial (ilustraciones 2 y 3), así como al establecimiento de su necrópolis en la zona sur de extramuros, en los terrenos ocupados actualmente por la Acera de Recoletos, tal como pudo comprobarse durante las obras de remodelación de 2002, cuando allí aparecieron numerosos restos de enterramientos que hoy son recordados con una serie de placas insertas en el pavimento, alguna escrita en hebreo recogiendo versos del poeta, filósofo y judío granadino Mosheh Ibn Ezra: "Son tumbas viejas de tiempos antiguos / en las que unos hombres duermen el sueño eterno / No hay en su interior ni odio ni envidia / ni tampoco amor o enemistad de vecinos / Al verlas mi mente no es capaz / de distinguir entre esclavos y señores" (ilustración 4).

     Y es que, ante la nueva legislación, los judíos Baru Begatiel, Symuel Abensoer y Symuel Amigo, en representación de la aljama de Valladolid, firmaron el 18 de agosto de 1413 ante el escribano Juan Alonso de la Rua un contrato con el convento de San Pablo por el que éste les alquilaba los terrenos de unas huertas de su propiedad, provistas de pozo, en el llamado Campillo de San Nicolás. De su pago quedarían exentos los conversos, verdadero objetivo de la orden dominica para acabar con las prácticas hebreas. El pago y el levantamiento de la nueva judería comenzó en junio de aquel año. Estaba provista de una sinagoga y de una sola puerta (posiblemente el llamado Postigo de San Nicolás), cuya llave debían entregar todas las noches al Corregidor de Valladolid, hecho que denota el carácter carcelario de una situación que se dilató durante casi 80 años.

     Esta nueva aljama, que según datos de Bennassar estaría formada por cerca de 40 casas distribuidas por las calles Lecheras, Tahona, Pozo y Sinagoga, llegó a acoger una población próxima a las 750 personas, aunque no llegó a ser ni la sombra de lo que fue la primitiva judería vallisoletana del siglo XIII.

     Más tarde el rey Juan II mostró una actitud más tolerante con los judíos, aconsejando a los cristianos un trato más humano y sujeto a las leyes. Pero en ese tiempo dentro de la comunidad judía se vivió una crisis interna motivada por la influencia de la doctrina de Averroes, de modo que en 1432 fue convocado en Valladolid un sínodo judío bajo la presidencia de Abraham Benveniste, rabbi de la Corte y encargado de impuestos en las comunidades de Castilla. La aljama de Valladolid vivió todo un proceso de decadencia que degeneró en 1464 en un movimiento racial antisemita motivado por la actividad de los conversos y su prepotencia económica. Estos movimientos raciales se repitieron en tiempos de Enrique IV y culminaron con el decreto de expulsión dictado el 31 de marzo de 1492 por los Reyes Católicos como consecuencia de la política de unificación nacional, hecho que afectó en Valladolid a unas 200 familias que se vieron obligadas a abandonar Sefarad.

LA LEYENDA DE LA PLAZA DE LOS CIEGOS

     De aquella aljama, uno de los 177 asentamientos judíos en tierras de Castilla y León, apenas queda rastro, perviviendo un recuerdo romántico en torno a la actual Plaza de los Ciegos, en su tiempo corazón de aquella maltrecha judería (ilustración 7). El origen del nombre de la plaza ni siquiera lo pudo desvelar Juan Agapito y Revilla en su obra "Las calles de Valladolid" y posiblemente se deba a la reunión de ciegos en un espacio tranquilo, libre desde antaño del paso de carretas por estar alejado de la actividad desplegada en los mercados. No obstante, el imaginario popular ha querido preservar el recuerdo de la población judía a través de una inconsistente leyenda localizada en la citada plaza, una leyenda que no es más que una simple transposición del capítulo 13 del "Libro de Daniel": la historia bíblica de la casta Susana.

     Según ésta, en la plaza situada en el centro del Barrio Nuevo se levantaba la casa de Salomón, un judío viudo de buena reputación y rico hacendado que vivía con Susana, su única hija, manteniendo los preceptos de la religión hebraica y preocupado por la formación de la joven. Cuando la mujer llegó a la adolescencia, los desvelos de su padre por ella dieron sus frutos, pues demostró saber dominar las tareas de la casa y del trabajo, cumpliendo con escrúpulos los preceptos religiosos de su comunidad y el respeto al cabeza de familia. Además estaba dotada de una belleza que llamaba la atención entre la población judía y cristiana, especialmente por unos ojos de color miel que cautivaban a quienes transitaban por los aledaños de la aljama.

     Su presencia no pasó desapercibida entre los pobladores de la judería, convirtiéndose en objeto de deseo de tres comerciantes maduros y de un rabino anciano, que acostumbraban a merodear por la plaza para encontrarse con ella. En su parte trasera la casa estaba rodeada por una tapia sobre la que se elevaban las copas de algunos árboles frutales, único signo visible del frondoso jardín que Salomón, botánico de vocación, había plantado en el patio. Un jardín que mostraba orgulloso a sus amigos y que se abría a una estrecha calle a través de un sencillo postigo de madera, hecho con tablas mal ajustadas y cubierto con un pequeño tejadillo. En su interior, setos de mirtos y gran variedad de flores y plantas medicinales, algunas de origen oriental, formaban un pasillo que conducía a una pequeña alberca de mármol situada al fondo del vergel y que se abastecía de un chorrito de agua cristalina que producía un murmullo relajante. Allí acudía Susana en los atardeceres del estío para bañarse en la más estricta intimidad.

     En la hora del crepúsculo de una calurosa tarde de verano los cuatro judíos coincidieron junto al postigo y acordaron contemplar por las rendijas de la puerta los movimientos de Susana en el patio. La mujer se dirigió rutinariamente a la alberca y ajena a los observantes furtivos se despojó de la ropa como hacía cada día, ofreciendo una desnudez que causó el asombro de las miradas lascivas de los cuatro hombres. Pero en el momento en que la esplendorosa joven se introducía en el agua los cuatro sintieron los efectos de un relámpago y a continuación quedaron sumidos en una absoluta oscuridad: ¡habían quedado ciegos! Enseguida lo interpretaron como un castigo de Yahvé (la ilustración 6 es la pintura de la Casta Susana, realizada en 1864 por el pintor francés Jean Jacques Henner. Museo de Orsay, París).

     Los cuatro relataron la historia de por vida pidiendo limosna en la plaza presidida por la casa de Salomón. Y con intención moralizante la historia se transmitió oralmente de generación en generación, intentando demostrar que la sabiduría y honradez no tienen que ver con la edad, ya que los jóvenes que obran rectamente pueden ser más prudentes que los ancianos perversos. Recordando el episodio, el lugar fue denominado al cabo del tiempo como Plaza de los Ciegos, al menos eso dice la leyenda.

     La recoleta placita conservó su sencilla fisionomía de sencillas casas "molineras" hasta finales del siglo XIX y sufrió una completa transformación a partir de los años 60 del siglo XX. Hoy día está presidida por una fuente y árboles decorativos, pero hay que tener mucha imaginación para evocar el entorno y los recovecos de las laberínticas calles de la antigua aljama.

(La documentación histórica ha sido extraída del trabajo "Los judíos de Valladolid, estudio histórico de una minoría influyente" de A. Carlos Merchán, 1976).

Informe: J. M. Travieso.
Registro Propiedad Intelectual - Código: 1104108944064


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6 comentarios:

  1. es una mierda de libro!!

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    1. ...dí que sí anónimo,
      no tienes ni educación ni respeto
      Tomas34200

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  2. Di que si anonimo, ole la educación y el respeto, que viva la cultura, te sentiras orgulloso de ese comentario....

    Al autor del artículo, muy interesante la historia del barrio en el que he vivido durante 15 años, y del que por desgracia solo quedan el nombre de algunas calles.

    Una cosa más ¿sabrías donde puedo conseguir o ver una copia completa del mapa que has publicado? gracias y saludos.

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    1. DERVICHE POR CASUALIDA ENCONTRE ESTE BLOG Y VI TU COMENTARIO SOBRE EL MAPA, YO HACE AÑOS COMPRE UNO PERO POR DESGRACIA PASO A MEJOR VIDA Y HACE POCO CONSEGUI UNA COPIA AL MISMO TAMAÑO CASI 170 X 80 MAS MENOS EN EL ARCHIVO MUNICIPAL ESO SI 8 € TIENEN LA CULPA. UN SALUDO

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  3. Que hablaran hebreo no quiere decir que eran todos ellos judíos de Judea, es decir, en Espña había muchos judíos procedentes del Este de Europa (Caucásicos) de la antigua Khazaria y que hoy serían considerados como judíos Askenazis, es decir, de unos rasgos étnicos muy diferentes a los del medio oriente. Hay muchas evidencias genéticas de ello y muchos pertenecen ahora a los Sefardíes ...

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  4. Anonimo...ya estas diciendo "jelipoyeces" lo que cuentas es propaganda muslin afin a los Shiitas,
    -te reto académicamente a un debate con moredador
    tomas34200@live.com

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