Hacía tiempo que no volvía por las “Tierras del Santo Reino”. La verdad es que es agradable venir a estas tierras, donde las manchas de olivos se extienden por casi toda su geografía. Cuando llegamos a Úbeda, ya era noche cerrada. Cenamos y salimos hacía la Plaza del Salvador que aún estaba iluminada. Pero a las doce, como en la Cenicienta, la iluminación se apagó y los monumentos quedaron sólo con la luz de la calle. Todo era agradable, silencioso y armónico.
Al día siguiente, comenzamos la visita a las nueve de la mañana, haciendo un punto sobre el por qué de esta ciudad como Patrimonio de la Humanidad. El primer palacio que nos encontramos nada más salir del hotel fue el de los Velas de los Cobos, obra de Andrés de Vandelvira, que aún en estos días sigue siendo un espacio para lo que fue creado por el gran maestro de Alcaraz (Albacete), junto con un buen archivo al que sólo tienen acceso los investigadores.
Bajamos hacia el antiguo palacio de los Vázquez de Molina, al que esta poderosa familia disfrutó por poco tiempo, dado que al morir sin descendencia crearon una fundación que fue encomendada a las monjas dominicas, que pudieron disfrutar de este bello ejemplar del renacimiento español hasta el convulso siglo XIX. Desde el 1868, es la sede del Ayuntamiento de la ciudad de Úbeda. El lenguaje arquitectónico, expresado por el gran arquitecto Andrés de Vandelvira, se deja ver en la fachada que da a la plaza del Vázquez de Molina, en el patio y en la escalera monumental.
Después de contemplar los bellos edificios situados frente al Palacio de La Cadena (Vázquez de Molina – Ayuntamiento), pudimos apreciar la iglesia de Santa María de los Reales Alcázares, el antiguo pósito del siglo XVII, actualmente sede la Policía Nacional, la antigua Cárcel del Obispo (sólo para penas eclesiásticas), sede los juzgados, el palacio de Mancera ( D. Pedro de Toledo, virrey del Perú, fue uno de los que habitaron el palacio, junto con las Siervas de Jesús, entre otros), el palacio del Deán Ortega, hombre de confianza del todopoderoso D. Francisco de los Cobos, que ejercía con ese cargo en la catedral de Málaga y que mandó construir su palacio junto a la capilla funeraria del Salvador, para vigilar de cerca la obra que le encomendara su amigo, el Secretario de Estado de Carlos I. Actualmente el palacio del Déan es el Parador Nacional de Turismo, uno de los primeros de España, construido para tal fin en el año 1930.
La Capilla del Salvador merece un punto y aparte. La primera traza, se debe a la mano del arquitecto burgalés Diego de Siloé. La verdad, ha sido una pena no haber podido visitar este edificio antes de la Guerra Civil, cuando se conservaba casi intacto, con todas las esculturas y muchos objetos artísticos. A pesar de de todo, el lugar es único. Su arquitectura, el lenguaje de la misma (Siloé y Vandelvira), la esculturas de la escuela castellana, reproducidas en el conjunto central, a través de fotografías, después de 1939. La reja, la sacristía, las figuras de sibilas, las figuras que decoran este espacio, la puerta de acceso de la iglesia a la sacristía, donde Vandelvira resuelve con elegancia el paso de un espacio cuadrado a uno rectangular, dando solemnidad y elegancia y armonía al todo el conjunto, con la luz adquieriendo un protagonismo casi celestial.
Después seguimos recorriendo el casco antiguo. Junto a la capilla del Salvador encontramos el caserón que fue el palacio de D. Francisco de los Cobos, mandado construir en el lugar en el que había nacido. Se habían iniciado las obras para recuperar el palacio, pero la crisis ha parado la reconstrucción y conservación del inmueble que en su día sirvió de estancia en Úbeda a uno de los hombres más poderosos de la España del siglo XVI, después del rey.
Siguiendo un camino paralelo a los retos de las murallas, nos encontramos con un roto en la misma, donde se pueden contemplar los “Cerros de Úbeda”, junto con el olivar que circunda a esta localidad.
Fundaciones carmelitas de santa Teresa y san Juan de la Cruz dan la impronta barroca y post-conciliar a la ciudad de Úbeda. Cuando hicimos un descanso, que aprovechamos para tomar un café y unos buenos churros, junto al mercado de la ciudad, que por primera vez en mi vida observé que se servían al peso. Cuando volvíamos de la degustación “churrera” pudimos contemplar las portadas de los palacios de los “Salvajes” y la del palacio de “Torrente”, que en nada tiene que ver con el aficionado del Atlético.
Volvimos con el grupo junto a la plaza de iglesia de San Pablo y pudimos ver el monumento a San Juan de la Cruz, que quedó reducido a casi nada del proyecto que elaboró en los años 50 el escultor Francisco Palma Burgos. En la iglesia de San Pablo, situada en el lugar que ocupase anteriormente una mezquita, no pudimos realizar la visita a su interior, a pesar de que en ella se encuentra la capilla del Camarero Vago, una de las primeras realizaciones que hizo Andrés de Vandelvira cuando llegó a Úbeda.
En la plaza, que ahora se llama del Primero de Mayo, se encuentra el antiguo ayuntamiento, construido a partir de 1512. Es un edificio italianizante que ahora alberga el conservatorio “María de Molina”. En la parte superior, dentro de dos hornacinas, se encuentran los patrones de la ciudad, San Miguel, que acaba de ser de instalado nuevamente en su sitio, después de que se cayese y sufriera un gran deterioro, y el otro co-patrón, San Juan de la Cruz, que sigue allí desde tiempos inmemoriales.
Bajamos hacia la iglesia de los Reales Alcázares, con el fin de visitarla cuanto antes, pues se presumía que era un día de bodas, como así fue, y presagiaba que no podría visitarse. Vimos la iglesia, magnifica, con un artesonado restaurado y con muchas esculturas de cofradías realizadas por Palma Burgo. Pero sin lugar a dudas destaca una capilla donde se encuentra la escultura del Cristo de la Caída, obra de Mariano Benlliure. Aquí también se encontraba un retablo de Pedro de Machuca, que desapareció en la Guerra Civil junto con el coro, del que se conservan algunos restos en el archivo municipal de Úbeda.
Visitada la iglesia de los Reales Alcázares y el claustro, ya llenos de personal ataviado para los eventos ya señalados, el grupo prosiguió hacia el palacio de los marqueses de Guadiana, otro bello ejemplar del Renacimiento, que ahora estaba siendo acondicionado para un hotel de cinco estrellas. El grupo prosiguió hacia el Hospital de Santiago, deteniéndonos durante el recorrido en la Torre del Reloj, del que guardo recuerdos de una Nochevieja en Úbeda del año 1986. Llegamos al final al Hospital de Santiago, obra imponente del maestro Vandelvira. La fachada austera, rota por una puerta enmarcada por cuatro columnas dóricas con leones y rematando el acceso, el relieve de “Santiago mata….” . Llama la atención un magnifico patio, pórtico de columnas de mármol, desde el que se accede primero a la antigua capilla, donde Vandelvira, creó una planta en doble H, cubierto con bóvedas baídas. Estaba cerrado, pero gracias a la generosidad de los responsables de la instalación pudimos acceder a la capilla que estaba preparada para celebrar esa misma tarde un acto relacionado con la semana santa de Úbeda. Insistimos en visitar la sacristía, la cosa no estaba fácil, bien es verdad, volvimos acudir a los responsables y después de algunas consultas finalmente pudimos acceder. Tenía ganas de ver, como se habían consolidados las pinturas, pues cuando yo las visité en 1986, el estado era penoso. Algo se ha avanzado y parece que el peligro de alto deterioro ha desaparecido, al menos de momento.
Visitamos la imponente escalera y una de las salas donde había habido una exposición, que recordaba cómo eran las habitaciones de los hospitales construidos en España en el siglo XVI, con salas corridas y camas situadas unas enfrente de otras.
Salimos y bajamos por el antiguo convento de san Nicasio, ahora convertido en una plaza de toros recién restaurada. Ya de regreso al hotel, pasamos primero, por el palacio de los marqueses de Rambla, situando junto a la antigua puerta de la ciudad, llamada de Calancha. Este palacio tiene un bello patio en el que dos de sus alas se construyeron en el siglo XVI y las otras dos en el XIX. Es un hotel de ocho habitaciones.
Después de pasar junto a las iglesias de San Lorenzo y San Pedro, esta última con una torre que se cambió de ubicación en los años 50, para darla un mejor empaque, vimos el solar de los Orozco, una construcción del XIX que era objeto de repintes en su fachada, y después la fachada del convento de Santa Clara, con el antiguo solar del cuartel de la Guardia Civil de Úbeda enfrente.
La comida en el Hotel Husa Rosaleda D. Pedro fue el colofón de la mañana. Enseguida, después de comer, salimos hacia Baeza, al que dedicaremos unas líneas.
Tras dejar el bus junto a unos jardines, el grupo accedió a Baeza por la puerta de Úbeda. Después fuimos recorriendo la ciudad hasta llegar a las proximidades de la Plaza de Santa María, donde se ubicaba el Antiguo Ayuntamiento, construido en tiempos de la reina Juana I. Después accedimos a la catedral. Lo primero que encontramos fue una capilla con una bella reja, que ha sido adaptada al espacio después de la Guerra Civil. Justo al lado, se encuentra la capilla dorada, mandada construir por un antiguo deán de la catedral de Lima. El espacio desde la nave central de la catedral es exultante, con bellos pilares con capiteles y bóvedas baídas que hacen del la catedral un espacio único. Vandelvira no vio terminada su obra, que fue continuada por su discípulo Barba y terminada por el maestro jesuita Villalpando en 1593.
En el altar mayor barroco destacan las escultura de los apóstoles, la urna funeraria de un obispo san Pedro Pascual, que no tuvo otra ocurrencia que ir a predicar a Granada el evangelio; el resultado, su santidad.
El antiguo patio de la mezquita, convertida en capillas mudéjares y góticas, han sido felizmente restauradas después de mi visita a Baeza y en una de las dependencias anejas han instalado un pequeño museo de objetos eclesiásticos y litúrgicos.
No me quiero olvidar de la custodia, una de las mejores de Andalucía y de España, a la que me gustaría dedicar un estudio pormenorizado.
A la salida de la catedral el grupo se dirigió hacia un mirador, ubicado en los restos de la antigua muralla, destruida por deseo de Dª Isabel I de Castilla para cortar las banderías entre nobles de Baeza. Recorrimos calles y pasadizos y finalmente acabamos llegando a la plaza del Populo. Aquí se encuentra el edificio de las antiguas Carnicerías, construido en 1547 y trasladado a esta plaza (piedra a piedra, en los años 1962-1963) desde su antigua ubicación situada a unos 30 metros. Mientras Paco (el guía) trataba de mostrarnos los detalles de las carnicerías (escudo de Carlos V) y las antiguas Escribanías Públicas, una banda de música ataviada con uniformes azules, procedentes de Jadar, ensayaba sus instrumentos, haciendo casi imposible escuchar al bueno de Paco.
Después fuimos hacia el Ayuntamiento, obra magnífica de Vandelvira. Las dos puertas, la de la Cárcel y la de acceso al Ayuntamiento, ilustran por si solas la elegancia del maestro de Alcaraz. En el interior, una exposición de Machado daba más valor a nuestra visita.
Subimos hacia el antiguo convento de san Francisco, obra de Vandelvira, donde han instalado un auditorio y donde unas dignas ruinas,dan valor a la creatividad de D. Andrés. Ya de regreso hacia el autobús, pasamos por la calle comercial de Baeza (San Pablo), donde pudimos contemplar el Casino y el palacio de los Salcedo, hoy convertido en un buen hotel.
Regresamos a Úbeda y después de cenar hicimos el último paseo por la ciudad, que estaba totalmente iluminada: Palacio de las Cadenas, Capilla del Salvador, con una bella portada humanista, El Parador de Turismo, el antiguo hospital de los Honrados, construido bajo las trazas de Vandelvira, murallas de la ciudad, Palacio de los Salvajes, Palacio de Torrente, Iglesia de la Trinidad, Portada del Palacio de los marqueses de Rambla, San Pedro, Palacio de Guadiana y el Hotel.
Al día siguiente a las 8,30 salíamos de Úbeda con dirección Jaén. Lo primero que hicimos fue visitar la Catedral y la capilla del Sacramento. Era domingo y además había ceremonia de confirmación en la visita a una de las catedrales que más me gustan. Lo primero que hicimos fue recorrer el entorno de la catedral, para ubicarla y situarla dentro del espacio de la ciudad. Subimos por una a escalera lateral para visitar la capilla del Sagrario, edificio construido en unos de los extremos de la catedral, cuyas estructuras habían quedado en evidencia después del terremoto de Lisboa. El proyecto se encarga a Ventura Rodríguez y las obras concluyen hacia el 1800. En su interior destaca la bóveda elíptica cubierta con casetones hexagonales, y el cuadro de la Asunción que preside la capilla, pintado por Mariano Salvador Maella. Hay dos pequeños altares situados entre las columnas corintias que decoran el espacio sagrado, con uno de los altares dedicado a San Pedro Pascual, el de Baeza, y el otro a la Crucifixión, ambos pintados por Zacarías González Velázquez.
Seguimos paseando por el exterior, donde en una explanada se sitúa la cabecera de la catedral y el monumento a Andrés de Vandelvira. Terminado el paseo por el contorno, pudimos ver los miradores con arcos de medio punto que realizó Vandelvira a manera de Belvedere y que permite contemplar los campos que rodean a Jaén desde esta zona de la Catedral.
La fachada es impresionante por su barroquismo y orden gigante, que alcanzan su máximo esplendor en esta Andalucía interior donde las influencias de Vandelvira han dejado huella. El autor de su realización fue Eufrasio López de Rojas. Los balcones, las torres, la esculturas de Evangelistas, Padres de la Iglesia y presidiendo en la parte central el balcón de la Santa Faz, donde el obispo de la diócesis mostraba a los fieles el Paño de la Verónica.
El interior asombra por su altura, elegancia, serenidad, luz y armonía. No voy a describirlas capillas de la catedral, que son armoniosas, solo me centraré el coro, que por casualidad estaba abierto, porque en sus sitiales habían colocado a los testigos de la confirmación. Es un coro de grandes proporciones para el espacio de la catedral, que se cierra con una bonita reja de escuela jienense y bella factura. Tres capillas me llamaron la atención. Primero la capilla de San Benito, de Duque Cornejo. La segunda, la capilla del Sudario, que los viernes atrae a multitud de fieles que veneran el sagrado paño de la Verónica, y la capilla donde se encuentra la escultura de Jesús el Nazareno, obra de un escultor jienense que es conocido por los locales como el “Abuelo”.
El día no fue muy adecuado para visitar la catedral, pues las celebraciones litúrgicas de las confirmaciones habían llenado la catedral de fieles, lo que hizo imposible visitar la Sala Capitular y el Museo de Arte Sacro, donde Vandelvira, dejó constancia de su buen hacer. El sacristán nos permitió visitar la Sacristía de fuerte influencia italiana, donde Vandelvira jugó con maestría a través de arcos, columnas, espacio y luz, como sabio de la arquitectura renacentista que fue.
No pudimos visitar los baños árabes porque el palacio donde se ubican está en obras. Siguiendo por la calle de los baños llegamos hasta la iglesia de la Magdalena, antigua mezquita, cuyo patio ha sido recientemente restaurado. Frente a la iglesia, se encuentra la fuente, a la que según la tradición venía a beber el famoso “lagarto de Jaén” hasta que fue aniquilado, Eso sí, por la intercesión de alguna santidad.
Después de desandar lo andado, llegamos a la plaza de la catedral, y después al castillo de Santa Catalina. Al finalizar la visita al recinto militar, que desde época árabe hasta la invasión francesa ha cumplido sobradamente con la función que se estableció cuando se construyó. En el espacio del castillo se ha construido un Parador Nacional de Turismo desde el que se disfrutan magníficas vistas.
Después de la comida en Almuradiel regresamos a Valladolid. El año que viene volveremos a estas tierras para seguir apreciando la obra de Vandelvira y sus colaboradores.
Informe y fotografías: Raudo.
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